[…] sólo me miraba a través del objetivo. Cada gesto se torna imagen; cada mirada, eternidad. Me aísla del tiempo y retiene un instante que justo después se pierde para siempre: cada foto es una pequeña muerte.
A veces el amor lo es todo.
Sin embargo, entonces pienso en mi propio secreto y comprendo que hay cosas que se pueden contar de inmediato, otras que requieren el momento adecuado y algunas que son inefables.
A todo acaba llegándole la última vez.
Uno nunca sabe a qué atenerse con los gatos.