Uno de los prejuicios más corrientes y extendidos es pensar que cada hombre posee ciertas cualidades definidas, que suele ser bueno, malo, listo, tonto, enérgico, apàtico, etcétera, pero los hombres no suelen ser así. Podemos decir del ser humano que acostumbra a ser con más freqcuencia bueno que malo, listo que tonto, enérgico que apático, o al contrario; pero no será cierto si decimos de uno solo que es bueno o inteligente y de otro que es malo o tonto. Los humanos no son como los ríos: el agua en todos es igual y semejante en todas partes, pero cada río suele ser estrecho, de curso rápido, ancho, silencioso, limpio, frío, turbio, templado. Lo mismo son los hombres. Cada uno lleva en sí el germen de todas las propiedades humanas y a veces manifiesta unas , algunas veces otras y en muchas ocasiones no se parece a sí mismo en absoluto, y queda entre uno y otro. En algunos seres humanos los cambios suelen ser muy bruscos. Y a éstos pertenecía Nejliúdov. Estos cambios le acontecían tanto por causas físicas como morales. Y se acababan de producir ahora.
Resurrección, Lev Tolstoi
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