Me tiré en el agua y sentí euforia dentro de mi cuerpo, el agua estaba fría, y el sol brillaba con intensidad. De repente, oscuridad, solo oscuridad. Me di cuenta que estaba desapareciendo de mi mundo.
Entonces en ese mismo momento, sentí un fuerte dolor en el brazo, abrí los ojos y grité. Bajé corriendo al desván, que era donde estaba mi madre y de repente mi madre y yo caímos al suelo. Al cabo de un rato nos despertamos en una sala blanca, iluminada y fría. Las dos estábamos muy asustadas y no sabíamos que hacer. Entonces entró un chico joven y nos dijo que le siguiéramos, nos llevó a una especie de laboratorio y nos dijeron que estábamos en una dimensión que se llamaba “sin mundo”. Mi madre y yo nos pusimos a reír sin parar, pensábamos que era una mentira, pero no, era cierto. Estábamos en una dimensión que no existía. A mi madre y a mí, nos volvieron a llevar a la sala 203, entonces le dije a mi madre, que todo este lió fue culpa de mi sueño. Le conté el sueño y entonces me dijo, que ella había tenido uno parecido y como que nos llevábamos tan bien la dos, decidimos escaparnos de la sala 203. Hasta que nos pilló el chico joven y descarado, nos cogió por el brazo y nos puso delante de un señor con una cara estrafalaria. Nos hizo explicar el sueño que habíamos soñado las dos, y nos dijo que si dormíamos y volvíamos a tener ese sueño volveríamos al mundo real. Mi madre y yo nos tumbamos en dos camas incomodas y frías, la gente, nos observaba con los ojos como naranjas. No nos podíamos dormir, nos dieron calmantes, un montón de cosas y no nos dormíamos. En conclusión, que nos dijeron que si en veinticuatro horas no nos dormíamos, nos quedaríamos para siempre en la dimensión “sin mundo”. Estábamos tan asustadas que dormir era imposible. Estábamos en la sala blanca 203. Entró un abuelito, nos dijo que cerráramos los ojos y que pensásemos la una en la otra. De repente nos dormimos.
Me encontré durmiendo en las escaleras de casa, subí corriendo a ver si mi madre estaba bien. Mi madre me dijo que si, como siempre, yo me extrañé, le pregunte si se acordaba de la dimensión “sin mundo” y me dijo que yo estaba loca.
Le expliqué todo lo que me pasó, ella me dijo que no era verdad. Y entonces descubrí, que todo, desde el principio era un mal sueño.
Me sentí aliviada al saber que todo lo que me había pasado era un sueño insignificante. A veces pienso que un sueño te puede cambiar la vida de repente.
Julia Espada