Category Archives: Literatura Juvenil

Un grito silencioso

El grito. Munch
El grito. Munch

Sabía el nombre de cada uno de los alumnos. Había repasado varias veces la lista hasta aprendérselos de memoria, no era difícil cuando conocías sus historias personales. Karim, llegado en una patera desde Marruecos: estaba solo, su familia se había endeudado para darle un futuro mejor. Mireia: sus padres se acababan de separar. Kalimba, un chico con déficit de atención al que sus padres no podían ayudar porque no hablaban español. Bienve: en su barrio, la droga corría por las alcantarillas. Marta, desbordada por la propia adolescencia… Pequeños o grandes, cada uno tenía sus problemas y una realidad diferente que había que tener en cuenta. Por eso no había querido esperar a pasar lista para aprenderse sus nombres, como hacía la mayoría de los profesores; le parecía que, conociendo la vida de cada uno, podría comprenderlos mejor y lidiar con sus sarcasmos o salidas de tono sin sentirse agredido. Pero ahora no estaba tan seguro. Si fuera ajeno a sus problemas, podría darles un grito sin el menor remordimiento…

Jessica seguía en esa actitud provocadora, esperando una respuesta, sabiéndose vencedora del reto que había lanzado. Pero, detrás de esa mirada hostil, Nicolás pudo ver el dolor que había en su corazón endurecido por las circunstancias y escuchar su grito, un grito tan silencioso, inconformista y atormentado como el del cuadro Munch. Definitivamente no podíaa obviar que aquellos chavales estaban condicionados por una sociedad que lanzaba toda su mugre contra una escuela incapaz de suplir las múltiples cesiones de responsabilidad: la de unos padres permisivos que defendían las tropelías de sus hijos a toda costa y eran incluso capaces de mentir por ellos; la de unos medios de comunicación que continuamente lanzaban mensajes de “todo vale”, del triunfo rápido y sin esfuerzo; la de un sistema en el que los listillos y los pícaros eran los ganadores; la de unos políticos que hacían los programas de enseñanza desde sus despachos, sin descender a las aulas; la de nos empresarios cuyo principal objetivo de consumo eran los jóvenes….

 

MENÉNDEZ-PONTE, María (2009): “La voz muda”, en 21 relatos por la educación, Madrid, SM, (Gran Angular, 283), p. 92-93

 

En el umbral

 

María Eugenia Mendoza
María Eugenia Mendoza

 

Mis pasos rompen hierbas aromáticas y su perfume se mezcla con el de la tierra húmeda. Llego a la plaza y saludo al grupo. El ponche de frutas que preparé temprano ayuda a entrar en calor. Hoy es jueves, noche de tertulia y tengo una historia que compartir.

Desde hace tres años nos reunimos las mujeres del pueblo para hablar de lo que se nos ocurra. Al principio nos concentrábamos en echar tijera y hacer trizas la reputación de los ausentes o nos quejábamos de nuestra suerte. Al final terminábamos todas amargadas. Ignoro si agotamos los chismes o descubrimos que era más sabroso y útil recuperar y, mejor todavía, construir nuevas historias y desde entonces cada quien trata de hacer mejor sus cosas para presumirlas el jueves.

Todas nacimos, crecimos, nos enamoramos y tuvimos hijos aquí, en este pueblo que ha expulsado a muchos pero que nosotras hemos decidido mantener vivo. Las tertulias han ayudado, así como a que cada quien cultive mejor su gracia.

Yo, por decir, soy buena para curar empacho, mal de ojo, susto y otros males comunes. Tengo un don, escucho a las plantas. Me revelan sus secretos para aliviar algunos dolores del cuerpo y del alma. De veras. Hasta mi hijo, que estudia medicina en la capital reconoce que soy atinada. Hasta me invitó a la universidad porque uno de sus maestros acostumbra invitar a los papás a una clase especial para hablar de medicina tradicional, que es la que yo practico, no es que sea doctora, pero…

Cuando me lo dijo creí que estaba vacilando pero cuando recibí la invitación de su profesor inmediatamente me puse a preparar mis remedios para llevar muestras de lo que aquí funciona para tratar a mi gente.

Estaba retefeliz porque la clase iba a ser en uno de los palacios de la capital.

Entrar a un palacio era un sueño. Imaginaba uno fantástico, como de cuento, enorme, con torres y vigías, jardines y fuentes, como los describe la poeta del pueblo.

Llegó el día. Ahí estaba emocionadísima. Con el orgullo latiendo en mi pecho, brincando de alegría.

Cuando me paré frente al portón no lo podía creer. Deseaba sonreír a la gente que se cruzaba en mi camino. Me contuve. Ni la ciudad ni la gente están preparadas para andar recibiendo sonrisas de una fuereña así porque sí.

 Segundos de contemplación, de prepararme para mi entrada triunfal y…

Me quedo estancada en el umbral. Ni siquiera advierto si interrumpo el paso.

Un escalofrío recorre mi cuerpo. Deseo ignorarlo pero es imposible.

Una voz interna me impele a pedir ayuda. No puedo hablar.

Mi pie derecho quedó en el aire, congelado, como si tuviese voluntad propia y se rehusara a completar ese primer paso.

Un oscuro murmullo me corta la respiración, amenaza arrancarme el alma si no desando mis pasos.

Cierro los ojos, tal vez habían visto demasiado desde que salí de la estación del tren y caminé por las embriagantes calles. Pero en vez de alivio mis sentidos se agudizan y comienzo a oír amargas palabras ininteligibles, gritos jóvenes a punto de extinguirse, ruidos enmarañados en dolor y odio. El amargo sabor del miedo combinado con súplicas estériles y tacto espinoso me confunden al tiempo que dan claridad a mi mente.

Ahora sé lo que es tener el alma en un hilo. Mi cuerpo es atacado por un hormigueo paralizante no sé si darme por vencida y dejarla volar libre, lejos de este sitio en donde la memoria de mi pueblo quiere hacerse escuchar.

¿Cómo vencer esta brutal embestida de sangre borboteando y copioso sudor frío? ¿Cómo lograré sofocar este fuego infernal que me abrasa?

Pienso en mi hijo, aprieto la carta y mis remedios, repaso conjuros y cantos que me ayuden a salir de este trance.

A punto de desvanecerme, confundida, sin saber si mi alma está lista para desprenderse, siento un tirón salvador.

Una mano firme, decidida me toma del brazo y me conduce al interior.

Un suspiro escapa de mi garganta. Reprimo las lágrimas. Como una visión descubro el rostro de un hombre joven, lleva una caja pletórica de flores y plantas.

El hombre señala un letrero: Santo Oficio.

El efecto es brutal pero me siento aliviada.

Veo a mi hijo acercarse. Mi alma me pertenece nuevamente.

Al dirigirnos al auditorio con mi salvador, su profesor, me susurra al oído: “experimenté algo similar cuando crucé por primera vez el umbral del Palacio. Es imposible acallar las voces de la oscuridad, pero ahora estamos aquí para sanar cuerpos y almas presentes y futuras”.

 

MENDOZA, María Eugenia (2010): incluido en  Entre gozos y rebozos. Nostalgias del campo, México, Palabras y Plumas Editores

 

Aldea de las Letras

 

Saps qui ens ha tocat de tutor?

i-la-mort-em-parlava

 

Per aquí com sempre… Bé, si deixem de banda que tu no hi ets, és clar! Avui hem començat les classes, i economia em sembla molt difícil, així d`entrada. Em penso que hauré d`estudiar més, aquest curs, si no vull cagar-la. I també em tocarà estudiar més llengua, que ja no et tindré a tu per copiar! Ai, ¿saps qui ens ha tocat de tutor? El Jordi Solsona, el de llatí! Està bo, eh? Però no et posis gelosa, que segur que tu també deus tenir algun profe o company que t`animi la vista!

 

BAGÉS, Noemi (2008): I la mort em parlava, Barcelona, Barcanova, Antaviana Jove, 71, p. 22

Decreto del 22

“En 2002, el Gobierno de la nación, tras comprobar cómo las sucesivas reformas educativas no producían los resultados apetecidos y las tasas de fracaso escolar seguían siendo incompresiblemente elevadas pese a la continua implantación del examen de Estado, la reválida de Enseñanzas Medias, la reválida de Enseñanzas Elementales, la reválida de Enseñanza Preescolares, la separación de itinerarios a los seis años, a los ocho, a los doce, a los catorce y a los diecisiete, decidió, por Real Decreto-Ley 22/2002 de 22 de agosto, siguiendo las últimas tendencias didácticas que establecían en veintidós el número óptimo por aula, instaurar en nuestro sistema educativo la llamada “ratio áurea” y laceración de los institutos remanentes” (Introito). Y ya lo que es el colmo es que el propio Subdelegado, alarmado por Directores de los institutos normales que ven que los alumnos remanentes los superan, da una orden al director: “Nada de enseñar a los alumnos. Nada de aprender”.

 

LALANA, Fernando; ALMÁRCEGUI, José Mª (2004): Los hijos del Trueno, Madrid, Alfaguara, Serie Roja, pág. 114.

Professorat i estrès

 

I. Els professors són implacables

 

Els professors, però, no van oblidar que era dilluns. Ja ho tenen això. Són implacables, peces de rellotgeria programades al segon. Funcionen amb una agenda bocamolla que els xerra en tot moment quin dia som i què han de fer. Jo també tinc agenda, però la tinc plena de dibuixos, guixots i parides. L`agenda del Kentucky, però, deia que tocava examen de naturals aquell dilluns. Gasteròpods, anèl·lids i no sé quantes coses més. Ni m`havia passat pel cap la possibilitat d`un examen. Resultat: no en tenia ni idea. Vaig entregar el full en blanc i vaig mirar d`esgrimir una excusa creïble.

-No m`he trobat bé el cap de setmana i …

-Vagi al metge, Nico, vagi al metge… –em va respondre amb ironia el Kentucky.

-No, de debò –vaig mirar de fer cara de malalt-, vaig menjar uns formatges en mal estat i…

-La pròxima vegada mengi arròs bullit –va tallar-me. (p. 70).

 

 

II. El professorat i l`estrès

 

Va seguir el rebombori imaginable, mentre el Wyoming intentava imposar-se sense èxit. Picava a la taula, cridava, es congestionava, però ningú li`n feia cas. En el fons, era bastant penós, ja que el Wyoming només volia fer la seva feina, però quan una classe entra en el caos és molt difícil arreglar-ho. Deu ser, més o menys, com quan t`enamores, que per més coses que et diguin no estàs disposat a fer cas de ningú. És clar que amb la Sharon era molt diferent.

Vaig sentir un dia a la tele que els professors són els ciutadans que tenen més baixes per estrès. No m`estranya. Si jo fos professor i tingués una classe com la nostra tindria estrès des del primer minut. Abans era molt diferent, segons m`expliquen els pares. Hi havia més disciplina, més ordre, més respecte… Però ja no dic jo, que la vida és molt rara i que cada vegada més penso que la sèrie dels Simpson tira curt quan retrata les contradiccions del món en què vivim. (pp. 92-93)

 

Moret, Xavier (1999): La vida és rara, Barcelona, Cruïlla, Gran Angular, 105.