Hallé en la escuela una vara,
recia y amarga, no sé si de baladre,
como las que llevan los arrieros
para tormento de sus pobres asnillos,
y en una esquina del día la quemé
y eché al aire sus cenizas…
¡Así! ¿No había de poder más el amor?..
Con mansedumbre y caridad,
con la tea encendida de mi desvelo,
¿no había de darse el milagro?…
… Eché al aire sus cenizas, y una alondra vino a cantar en mi mano.
(Juan Berdel)