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Te voy a confiar un secreto

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Hay una escuela donde no se aprende a deletrear sino a cabalgar sobre ciervos.
Tampoco se aprende a mirar fijamente a la pizarra con ojos soñolientos, sino a navegar sobre nubes.
No a medir las carreras con cronómetro ni los saltos con cinta métrica, sino a bailar sobre el alambre
No se aprende a bajar la cabeza ni a mirar de reojo al maestro, sino a domar monstruos
Tampoco a balbucear textos sino a reconocer huellas de hadas
Y nada de que dos y dos son cuatro y la hora tiene sesenta minutos, sino a hacer magia y a soñar.
No a estar sentado, en las bellas mañanas de primavera en una aula que huele a trapo de pizarra y a ropa sudada, sino a oler como las flores.
No a pedir buenas notas y temblar cuando van a ser entregadas, sino a caminar sobre el agua.
Allí tampoco se aprende que luna empieza con l, estrella con ll y que lobo tiene una b, sino a hablar el lenguaje de los animales.
No a estar sentado inmóvil y con la boca cerrada, sino a vivir en los árboles
Y mucho menos a empujar a los demás: “ Largo! Yo primero” sino a consolar a las personas tristes.
“ Que dónde está esa escuela?
En el Valle del Mirlo, tres kilómetros más allá de Pentecostés. Se llama “La Escuela de los Niños Felices” Su puerta está abierta de par en par. Vete allí.
Y si un día regresas cuéntales a tus maestros dónde estuviste. Quizá comiencen a escucharte.

Gudrun Pausewang, (1994): “La escuela de los niños felices”, Salamanca, Lóguez.

 

 

 

 

El maestro de escuela

René Magritte. El maestro de escuela

René Magritte. El maestro de escuela

 

 

Miradle, siempre, en su modesta estancia

Rodeado de niños inocentes,

Con palabras sencillas y elocuentes,

Las nieblas disipar de la ignorancia.

Vedle, con firme y pertinaz constancia,

Iluminar aquellas pobres mentes

Con sus consejos sabios y prudentes,

Amigo inseparable de la infancia.

¡Loor a esa figura venerable

Que, consagrando toda su existencia

A infundir el tesoro inapreciable

De la verdad, la luz y la experiencia,

Muestra al niño la fuente inagotable

De dignidad y honor, virtud y ciencia!

 

(Pedro Barrantes)

Un grito silencioso

El grito. Munch
El grito. Munch

Sabía el nombre de cada uno de los alumnos. Había repasado varias veces la lista hasta aprendérselos de memoria, no era difícil cuando conocías sus historias personales. Karim, llegado en una patera desde Marruecos: estaba solo, su familia se había endeudado para darle un futuro mejor. Mireia: sus padres se acababan de separar. Kalimba, un chico con déficit de atención al que sus padres no podían ayudar porque no hablaban español. Bienve: en su barrio, la droga corría por las alcantarillas. Marta, desbordada por la propia adolescencia… Pequeños o grandes, cada uno tenía sus problemas y una realidad diferente que había que tener en cuenta. Por eso no había querido esperar a pasar lista para aprenderse sus nombres, como hacía la mayoría de los profesores; le parecía que, conociendo la vida de cada uno, podría comprenderlos mejor y lidiar con sus sarcasmos o salidas de tono sin sentirse agredido. Pero ahora no estaba tan seguro. Si fuera ajeno a sus problemas, podría darles un grito sin el menor remordimiento…

Jessica seguía en esa actitud provocadora, esperando una respuesta, sabiéndose vencedora del reto que había lanzado. Pero, detrás de esa mirada hostil, Nicolás pudo ver el dolor que había en su corazón endurecido por las circunstancias y escuchar su grito, un grito tan silencioso, inconformista y atormentado como el del cuadro Munch. Definitivamente no podíaa obviar que aquellos chavales estaban condicionados por una sociedad que lanzaba toda su mugre contra una escuela incapaz de suplir las múltiples cesiones de responsabilidad: la de unos padres permisivos que defendían las tropelías de sus hijos a toda costa y eran incluso capaces de mentir por ellos; la de unos medios de comunicación que continuamente lanzaban mensajes de “todo vale”, del triunfo rápido y sin esfuerzo; la de un sistema en el que los listillos y los pícaros eran los ganadores; la de unos políticos que hacían los programas de enseñanza desde sus despachos, sin descender a las aulas; la de nos empresarios cuyo principal objetivo de consumo eran los jóvenes….

 

MENÉNDEZ-PONTE, María (2009): “La voz muda”, en 21 relatos por la educación, Madrid, SM, (Gran Angular, 283), p. 92-93

 

María y su ovejita

los-cuentos-de-rafael-pombo

María tenía una oveja

Como la nieve de blanca,

Que cariñosa la sigue

Por donde quiera que anda.

 

La siguió a la escuela un día

Y los niños que allí estaban

Se divirtieron a costa

De aquella visita extraña.

 

La echó el profesor afuera,

Y allí la ovejita blanca

Estuvo triste y paciente

Hasta que salió su ama.

 

Al ver esto, conmovidos,

Los escolares exclaman:

-¿Por qué quiere a María

La bella ovejita blanca?

 

 

Y el profesor les responde:

-Porque María cuida y trata

Con amor a su ovejita,

Y amor con amor se paga.

 

(Rafael Pombo).

Més informació

Los dos borricos

burros

-Al colegio de la villa

llevó su hijo un labrador

diciendo: -Vengo con éste

tocante a su educación.

-¿Sabe leer? –Ni una letra.

-¿Escribir su nombre? –No.

-Entonces, amigo mío,

como el trabajo es atroz,

me dará usted doce duros

por todo. -¡Ca! No los doy.

En igual precio me venden

un burro. –Pues mejor

es que compre usted el burro,

y con éste tendrá dos.

 

(M. del Palacio).

La disciplina

Alfredo Bryce Echenique

Alfredo Bryce Echenique

 

Viernes en el colegio. Este viernes se llama vísperas. Imposible dictar clase en esa clase. El hermano Tomás lo sabe, pero actúa como si no lo supiera. “La disciplina”, piensa, pero comprende y no castiga.

 

BRYCE ECHENIQUE, Alfredo: “El camino es así”, de Huerto cerrado, incluido en Mi infancia son recuerdos…, Ed. Santillana, p. 68.

Platero y yo

 

Juan Ramón Jiménez

Juan Ramón Jiménez

El invierno Dios está en su palacio de cristal. Quiero decir que llueve, Platero. Llueve. Y las últimas flores que el otoño dejó obstinadamente prendidas a sus ramas exangües, se cargan de diamantes. En cada diamante, un cielo, un palacio de cristal, un Dios. Mira esta rosa; tiene dentro otra rosa de agua, y al sacudirla ¿ves?, se le cae la nueva flor brillante, como su alma, y se queda mustia y triste, igual que la mía.

El agua debe ser tan alegre como el sol. Mira, si no, cuál corren felices, los niños, bajo ella, recios y colorados, al aire las piernas. Ve cómo los gorriones se entran todos, en bullanguero bando súbito, en la yedra, en la escuela, Platero, como dice Darbón, tu médico.

Llueve. Hoy no vamos al campo. Es día de contemplaciones. Mira cómo corre las canales del tejado. Mira cómo se limpian las acacias, negras ya y un poco doradas todavía; cómo torna a navegar por la cuneta el barquito de los niños, parado ayer entre la yerba. Mira ahora, en esta sol instantáneo y débil, cuán bello el arco iris que sale de la iglesia y muere, en una vaga irisación, a nuestro lado.

(Juan Ramón Jiménez: Platero y yo, capítulo CXVIII

Mi escuela, mi escuela

Gloria Fuertes

Gloria Fuertes

 

Yo voy a una escuela
Muy particular
Cuando llueve se moja
Como las demás.

Yo voy a una escuela
Muy sensacional
Si se estudia, se aprende,
Como en las demás.

Yo voy a una escuela,
Muy sensacional,
Los maestros son guapos
Las maestras son más.

Cada niño en su pecho
Va a hacer un palomar
Donde se encuentre a gusto
El pichón de la Paz.

Yo voy a una escuela
Muy sensacional.

(Gloria Fuertes)

La vara

Baladre

Baladre

Hallé en la escuela una vara,
recia y amarga, no sé si de baladre,
como las que llevan los arrieros
para tormento de sus pobres asnillos,
y en una esquina del día la quemé
y eché al aire sus cenizas…  

¡Así! ¿No había de poder más el amor?..

Con mansedumbre y caridad,
con la tea encendida de mi desvelo,
¿no había de darse el milagro?… 

… Eché al aire sus cenizas, y una alondra vino a cantar en mi mano.

 

(Juan Berdel)

 

No hay nada nuevo bajo el sol

Sócrates

Sócrates

 

El Médico de Familia inglés, Ronald Gibson, comenzó una conferencia sobre conflicto generacional, citando cuatro frases:

1) “Nuestra juventud gusta del lujo y es mal educada, no hace caso a las autoridades y no tiene el menor respeto por los de mayor edad. Nuestros hijos hoy son unos verdaderos tiranos. Ellos no se ponen de pie cuando una persona anciana entra. Responden a sus padres y son simplemente malos.”

2) “Ya no tengo ninguna esperanza en el futuro de nuestro país, si la juventud de hoy toma mañana el poder, porque esa juventud es insoportable, desenfrenada, simplemente horrible.”

3) “Nuestro mundo llegó a su punto crítico. Los hijos ya no escuchan a sus padres. El fin del mundo no puede estar muy lejos.”

4) “Esta juventud esta malograda hasta el fondo del corazón. Los jóvenes son malhechores y ociosos. Ellos jamás serán como la juventud de antes. La juventud de hoy no será capaz de mantener nuestra cultura.”

Después de enunciar las cuatro citas, el Doctor Gibson, observaba como gran parte de la concurrencia aprobaba cada una de las frases. Aguardó unos instantes a que se acallaran los murmullos de la gente comentando lo expresado y entonces reveló el origen de las frases, diciendo:

La primera frase es de Sócrates (470 – 399 A .C.);

La segunda es de Hesíodo ( 720 A .C.);

La tercera es de un sacerdote ( 2.000 A .C.);

La cuarta estaba escrita en un vaso de arcilla descubierto en las ruinas de Babilonia (actual Bagdad) y con más de 4.000 años de existencia;

Y ante la perplejidad de los asistentes, concluyó diciéndoles:

Señoras Madres y Señores Padres de familia:

RELÁJENSE, QUE LA COSA SIEMPRE HA SIDO ASÍ…

(enviat per una font anònima)