-Al colegio de la villa
llevó su hijo un labrador
diciendo: -Vengo con éste
tocante a su educación.
-¿Sabe leer? –Ni una letra.
-¿Escribir su nombre? –No.
-Entonces, amigo mío,
como el trabajo es atroz,
me dará usted doce duros
por todo. -¡Ca! No los doy.
En igual precio me venden
un burro. –Pues mejor
es que compre usted el burro,
y con éste tendrá dos.
(M. del Palacio).