Monthly Archives: agost 2010

El maestro de escuela

René Magritte. El maestro de escuela

René Magritte. El maestro de escuela

 

 

Miradle, siempre, en su modesta estancia

Rodeado de niños inocentes,

Con palabras sencillas y elocuentes,

Las nieblas disipar de la ignorancia.

Vedle, con firme y pertinaz constancia,

Iluminar aquellas pobres mentes

Con sus consejos sabios y prudentes,

Amigo inseparable de la infancia.

¡Loor a esa figura venerable

Que, consagrando toda su existencia

A infundir el tesoro inapreciable

De la verdad, la luz y la experiencia,

Muestra al niño la fuente inagotable

De dignidad y honor, virtud y ciencia!

 

(Pedro Barrantes)

Un grito silencioso

El grito. Munch
El grito. Munch

Sabía el nombre de cada uno de los alumnos. Había repasado varias veces la lista hasta aprendérselos de memoria, no era difícil cuando conocías sus historias personales. Karim, llegado en una patera desde Marruecos: estaba solo, su familia se había endeudado para darle un futuro mejor. Mireia: sus padres se acababan de separar. Kalimba, un chico con déficit de atención al que sus padres no podían ayudar porque no hablaban español. Bienve: en su barrio, la droga corría por las alcantarillas. Marta, desbordada por la propia adolescencia… Pequeños o grandes, cada uno tenía sus problemas y una realidad diferente que había que tener en cuenta. Por eso no había querido esperar a pasar lista para aprenderse sus nombres, como hacía la mayoría de los profesores; le parecía que, conociendo la vida de cada uno, podría comprenderlos mejor y lidiar con sus sarcasmos o salidas de tono sin sentirse agredido. Pero ahora no estaba tan seguro. Si fuera ajeno a sus problemas, podría darles un grito sin el menor remordimiento…

Jessica seguía en esa actitud provocadora, esperando una respuesta, sabiéndose vencedora del reto que había lanzado. Pero, detrás de esa mirada hostil, Nicolás pudo ver el dolor que había en su corazón endurecido por las circunstancias y escuchar su grito, un grito tan silencioso, inconformista y atormentado como el del cuadro Munch. Definitivamente no podíaa obviar que aquellos chavales estaban condicionados por una sociedad que lanzaba toda su mugre contra una escuela incapaz de suplir las múltiples cesiones de responsabilidad: la de unos padres permisivos que defendían las tropelías de sus hijos a toda costa y eran incluso capaces de mentir por ellos; la de unos medios de comunicación que continuamente lanzaban mensajes de “todo vale”, del triunfo rápido y sin esfuerzo; la de un sistema en el que los listillos y los pícaros eran los ganadores; la de unos políticos que hacían los programas de enseñanza desde sus despachos, sin descender a las aulas; la de nos empresarios cuyo principal objetivo de consumo eran los jóvenes….

 

MENÉNDEZ-PONTE, María (2009): “La voz muda”, en 21 relatos por la educación, Madrid, SM, (Gran Angular, 283), p. 92-93

 

El burro en la escuela

noria

Una y uno, dos
Dos y una, seis.
El pobre burrito
Contaba al revés.

¡No se lo sabe!
-Sí me lo sé.
-¡Usted nunca estudia!
Dígame ¿por qué?

-Cuando voy a casa
no puedo estudiar;
mi amo es muy pobre,
hay que trabajar.

Trabajo en la noria
Todo el santo día.
¡No me llame burro,
profesora mía!

                                                                        (FUERTES, Gloria)

 

María y su ovejita

los-cuentos-de-rafael-pombo

María tenía una oveja

Como la nieve de blanca,

Que cariñosa la sigue

Por donde quiera que anda.

 

La siguió a la escuela un día

Y los niños que allí estaban

Se divirtieron a costa

De aquella visita extraña.

 

La echó el profesor afuera,

Y allí la ovejita blanca

Estuvo triste y paciente

Hasta que salió su ama.

 

Al ver esto, conmovidos,

Los escolares exclaman:

-¿Por qué quiere a María

La bella ovejita blanca?

 

 

Y el profesor les responde:

-Porque María cuida y trata

Con amor a su ovejita,

Y amor con amor se paga.

 

(Rafael Pombo).

Més informació

Los dos borricos

burros

-Al colegio de la villa

llevó su hijo un labrador

diciendo: -Vengo con éste

tocante a su educación.

-¿Sabe leer? –Ni una letra.

-¿Escribir su nombre? –No.

-Entonces, amigo mío,

como el trabajo es atroz,

me dará usted doce duros

por todo. -¡Ca! No los doy.

En igual precio me venden

un burro. –Pues mejor

es que compre usted el burro,

y con éste tendrá dos.

 

(M. del Palacio).

La disciplina

Alfredo Bryce Echenique

Alfredo Bryce Echenique

 

Viernes en el colegio. Este viernes se llama vísperas. Imposible dictar clase en esa clase. El hermano Tomás lo sabe, pero actúa como si no lo supiera. “La disciplina”, piensa, pero comprende y no castiga.

 

BRYCE ECHENIQUE, Alfredo: “El camino es así”, de Huerto cerrado, incluido en Mi infancia son recuerdos…, Ed. Santillana, p. 68.

Platero y yo

 

Juan Ramón Jiménez

Juan Ramón Jiménez

El invierno Dios está en su palacio de cristal. Quiero decir que llueve, Platero. Llueve. Y las últimas flores que el otoño dejó obstinadamente prendidas a sus ramas exangües, se cargan de diamantes. En cada diamante, un cielo, un palacio de cristal, un Dios. Mira esta rosa; tiene dentro otra rosa de agua, y al sacudirla ¿ves?, se le cae la nueva flor brillante, como su alma, y se queda mustia y triste, igual que la mía.

El agua debe ser tan alegre como el sol. Mira, si no, cuál corren felices, los niños, bajo ella, recios y colorados, al aire las piernas. Ve cómo los gorriones se entran todos, en bullanguero bando súbito, en la yedra, en la escuela, Platero, como dice Darbón, tu médico.

Llueve. Hoy no vamos al campo. Es día de contemplaciones. Mira cómo corre las canales del tejado. Mira cómo se limpian las acacias, negras ya y un poco doradas todavía; cómo torna a navegar por la cuneta el barquito de los niños, parado ayer entre la yerba. Mira ahora, en esta sol instantáneo y débil, cuán bello el arco iris que sale de la iglesia y muere, en una vaga irisación, a nuestro lado.

(Juan Ramón Jiménez: Platero y yo, capítulo CXVIII