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Los dos borricos

burros

-Al colegio de la villa

llevó su hijo un labrador

diciendo: -Vengo con éste

tocante a su educación.

-¿Sabe leer? –Ni una letra.

-¿Escribir su nombre? –No.

-Entonces, amigo mío,

como el trabajo es atroz,

me dará usted doce duros

por todo. -¡Ca! No los doy.

En igual precio me venden

un burro. –Pues mejor

es que compre usted el burro,

y con éste tendrá dos.

 

(M. del Palacio).

La disciplina

Alfredo Bryce Echenique

Alfredo Bryce Echenique

 

Viernes en el colegio. Este viernes se llama vísperas. Imposible dictar clase en esa clase. El hermano Tomás lo sabe, pero actúa como si no lo supiera. “La disciplina”, piensa, pero comprende y no castiga.

 

BRYCE ECHENIQUE, Alfredo: “El camino es así”, de Huerto cerrado, incluido en Mi infancia son recuerdos…, Ed. Santillana, p. 68.

¡Es una verdadera injusticia!

pippi

-No puedes imaginarte lo simpática que es la profesora –dijo Tommy astutamente, una tarde en que Annika y él habían ido a casa de Pippi después de hacer los deberes.

-Si supieras lo divertido que es el colegio… -añadió Annika, como quien no da importancia a la cosa-. Me volvería loca de pena si no pudiera ir.

Pippi, sentada en una silla, se lavaba los pies en una cubeta. No decía nada, se limitaba a mover velozmente los dedos de los pies, llenando de salpicaduras el suelo.

-Además, no hay que estar allí mucho tiempo –advirtió Tommy-: sólo hasta las dos.

-Y tenemos vacaciones en navidad, vacaciones en Pascua y vacaciones en verano.

Pippi se mordisqueó pensativa el dedo gordo de un pie, pero no dijo nada. De pronto, sin pensarlo, vació la cubeta en el suelo de la cocina, y los pantalones de Míster Nelson, que estaba cerca de ella, bien sentadito y jugando con un espejo, se empaparon como una esponja.

-¡No hay derecho! –dijo Pippi con el ceño fruncido y sin advertir la contrariedad que la mojadura había producido a Míster Nelson- . Es una verdadera injusticia y no lo consentiré.

-¿Qué es lo que no consentirás? –preguntó Tommy.

-Dentro de cuatro meses será Navidad; vosotros tendréis vacaciones, y yo… -la voz de Pippi estaba impregnada de tristeza-, yo no tendré vacaciones de Navidad, ni nada que se le parezca… ¡Esto no puede ser! Mañana mismo empezará a ir al colegio.

 

LINDGREN, Astrid (2010): Pippi Calzaslargas, Barcelona, Juventud, Il. Richard Kennedy, pp. 43 y ss.

El Tour del cielo

Mª Rosa Serdio

Mª Rosa Serdio

En el cole, esta tarde,
lo soñé
mientras el profe explicaba
no sé qué.
Soñé que, en bicicleta,
subía al cielo
sin gafas ni maleta
y que, allá arriba,
estaba preparada la salida.


Había ruedas
por todos los rincones
monociclos, triciclos
y tándems a montones,
bicicletas de todos los colores
y nubes de algodón
con sabores a fresa
y a limón.
Íbamos a correr
el Tour del cielo
sobre las dulces sendas
de nata y terciopelo.
Dieron la salida.
Entonces, el maestro preguntó:
_ Alicia, dime tú las provincias
de Galicia.
Yo, que estaba preparada
y sin titubear
ni un solo instante respondí:
– Valencia y Alicante.
Sin inmutarse, el profe
como con cautela,
se acercó a la ventana
y observó, meditando.
Luego dio media vuelta,
sonrió y dijo hacia la clase:
– Hoy ganará la carrera
pues la he visto volando

por encima de la escuela.

 

Mª Rosa Serdio 

AL COLEGIO, de Vicente Aleixandre

Vicente Aleixandre

Vicente Aleixandre

 

Yo iba en bicicleta al colegio.
Por una apacible calle muy céntrica de la noble ciudad misteriosa.
Pasaba ceñido de luces, y los carruajes no hacían ruido.
Pasaban majestuosos, llevados por nobles alazanes o bayos, que caminaban con eminente porte.
¡Cómo alzaban sus manos al avanzar, señoriales, definitivos,
no desdeñando el mundo, pero contemplándolo
desde la soberana majestad de sus crines!
Dentro, ¿qué? Viejas señoras, apenas poco más que de encaje,
chorreras silenciosas, empinados peinados, viejísimos terciopelos:
silencio puro que pasaba arrastrado por el lento tronco brillante.
Yo iba en bicicleta, casi alado, aspirante.
Y había anchas aceras por aquella calle soleada.
En el sol, alguna introducida mariposa volaba sobre los carruajes y luego por las aceras
sobre los lentos transeúntes de humo.
Pero eran madres que sacaban a sus niños más chicos.
Y padres que en oficinas de cristal y sueño…
Yo al pasar los miraba.
Yo bogaba en el humo dulce, y allí la mariposa no se extrañaba.
Pálida en la irisada tarde de invierno,
se alargaba en la despaciosa calle como sobre un abrigado valle entísimo.
Y la vi alzarse alguna vez para quedar suspendida
sobre aquello que bien podría ser borde ameno de un río.
Ah, nada era terrible.
La céntrica calle tenía una posible cuesta y yo ascendía, impulsado.
Un viento barría los sombreros de las viejas señoras.
No se hería en los apacibles bastones de los caballeros.Y encendía como una rosa de ilusión, y apenas de beso, en las mejillas de los inocentes.
Los árboles en hilera eran un vapor inmóvil, delicadamente
suspenso bajo el azul. Y yo casi ya por el aire,
yo apresurado pasaba en mi bicicleta y me sonreía…
y recuerdo perfectamente
cómo misteriosamente plegaba mis alas en el umbral mismo del colegio.

 

 

ALEIXANDRE, Vicente: Historia del corazón. La mirada infantil. Madrid: Espasa-Calpe