Category Archives: Poesia

El Tour del cielo

Mª Rosa Serdio

Mª Rosa Serdio

En el cole, esta tarde,
lo soñé
mientras el profe explicaba
no sé qué.
Soñé que, en bicicleta,
subía al cielo
sin gafas ni maleta
y que, allá arriba,
estaba preparada la salida.


Había ruedas
por todos los rincones
monociclos, triciclos
y tándems a montones,
bicicletas de todos los colores
y nubes de algodón
con sabores a fresa
y a limón.
Íbamos a correr
el Tour del cielo
sobre las dulces sendas
de nata y terciopelo.
Dieron la salida.
Entonces, el maestro preguntó:
_ Alicia, dime tú las provincias
de Galicia.
Yo, que estaba preparada
y sin titubear
ni un solo instante respondí:
– Valencia y Alicante.
Sin inmutarse, el profe
como con cautela,
se acercó a la ventana
y observó, meditando.
Luego dio media vuelta,
sonrió y dijo hacia la clase:
– Hoy ganará la carrera
pues la he visto volando

por encima de la escuela.

 

Mª Rosa Serdio 

BRINDIS

Gerardo Diego

Gerardo Diego

A mis amigos de Santander que festejaron
mi nombramiento profesional.

Debiera hora deciros: ?«Amigos,
muchas gracias», y sentarme, pero sin ripios.
Permitidme que os lo diga en tono lírico,
en verso, sí, pero libre y de capricho.
Amigos:
dentro de unos días me veré rodeado de chicos,
de chicos torpes y listos,
y dóciles y ariscos,
a muchas leguas de este Santander mío,
en un pueblo antiguo,
tranquilo
y frío,
y les hablaré de versos y de hemistiquios,
y del Dante, y de Shakespeare, y de Moratín (hijo),
y de pluscuamperfectos y de participios,
y el uno bostezará y el otro me hará un guiño.
Y otro, seguramente el más listo,
me pondrá un alias definitivo.
Y así pasarán cursos monótonos y prolijos.
Pero un día tendré un discípulo,
un verdadero discípulo,
y moldearé su alma de niño
y le haré hacerse nuevo y distinto,
distinto de mí y de todos: él mismo.
Y me guardará respeto y cariño.
Y ahora os digo:
amigos,
brindemos por ese niño,
por ese predilecto discípulo,
por que mis dedos rígidos
acierten a moldear su espíritu,
y mi llama lírica prenda en su corazón virgíneo,
y por que siga su camino
intacto y limpio,
y porque este mi discípulo,
que inmortalice mi nombre y mi apellido,
… sea el hijo,
el hijo
de uno de vosotros, amigos.

Gerardo Diego

LA MAESTRA RURAL

Gabriela Mistral

Gabriela Mistral

 

A Federico de Onís


    La Maestra era pura. “Los suaves hortelanos”,
decía, “de este predio, que es predio de Jesús,
han de conservar puros los ojos y las manos,
guardar claros sus óleos, para dar clara luz”.

    La Maestra era pobre. Su reino no es humano.
(Así en el doloroso sembrador de Israel.)
Vestía sayas pardas, no enjoyaba su mano
¡y era todo su espíritu un inmenso joyel!

    La Maestra era alegre. ¡Pobre mujer herida!
Su sonrisa fue un modo de llorar con bondad.
Por sobre la sandalia rota y enrojecida,
tal sonrisa, la insigne flor de su santidad.

    ¡Dulce ser! En su río de mieles, caudaloso,
largamente abrevaba sus tigres el dolor!
Los hierros que le abrieron el pecho generoso
¡más anchas le dejaron las cuencas del amor!

    ¡Oh, labriego, cuyo hijo de su labio aprendía
el himno y la plegaria, nunca viste el fulgor
del lucero cautivo que en sus carnes ardía:
pasaste sin besar su corazón en flor!

    Campesina, ¿recuerdas que alguna vez prendiste
su nombre a un comentario brutal o baladí?
Cien veces la miraste, ninguna vez la viste
¡y en el solar de tu hijo, de ella hay más que de ti!

    Pasó por él su fina, su delicada esteva,
abriendo surcos donde alojar perfección.
La albada de virtudes de que lento se nieva
es suya. Campesina, ¿no le pides perdón?

    Daba sombra por una selva su encina hendida
el día en que la muerte la convidó a partir.
Pensando en que su madre la esperaba dormida,
a La de Ojos Profundos se dio sin resistir.

    Y en su Dios se ha dormido, como en cojín de luna;
almohada de sus sienes, una constelación;
canta el Padre para ella sus canciones de cuna
¡y la paz llueve largo sobre su corazón!

    Como un henchido vaso, traía el alma hecha
para volcar aljófares sobre la humanidad;
y era su vida humana la dilatada brecha
que suele abrirse el Padre para echar claridad.

    Por eso aún el polvo de sus huesos sustenta
púrpura de rosales de violento llamear.
¡Y el cuidador de tumbas, cómo aroma, me cuenta,
las plantas del que huella sus huesos, al pasar!

Gabriela Mistral: Desolación

 


 

Camín de la escuela

Aurelio González Ovies

Aurelio González Ovies

Tan trancaes les puertes y les contraventanes
d’aquelles escuelines. Nun hai más que
silenciu sentáu nes escaleres. El caminín
tapáu por artos y rosines d’un rosalín
montés. Tarán dientro los llibros
que tanto m’encantaron. Tartarín, el corazón, d’Edmundo,
y el d’aquel d’Orihuela que pastoriaba
oveyes y el d’aquel principín sobre la bola’l
mundu;
y les fueyes gastaes de les enciclopedies
colos mapes, los ríos, los nomes de los santos
les llistes de los reis.
Ta too abandonao. Cubierto de maleza.
Como munches histories. Como munchos ayeres.
Como munches families. Como munchos destinos
sobre munches caleyes. La vida, la verdá, dacuando, ye bien ciega.

GONZÁLEZ OVIES , Aurelio (2003): 34 poemes (a imaxe del silenciu), Llibrería Académica

Todo es palabra

Párvulos, de Celia Viñas

 

Celia Viñas

Celia Viñas

¿Tú has tenido

una maestra

como yo, di,

con su falda de cerezas?

 

No sé cómo se llamaba;

más tenía una cenefa

en su falda

de cerezas.

 

Y era el campo y era el cielo

de mi escuela,

el cerezo de su falda

de soltera.

 

celia-vinas1

VIÑAS, Celia (2007): Celia Viñas para niños y jóvenes, Ed. de La Torre. Ed. a cargo de Ana María Romero Yebra.

AL COLEGIO, de Vicente Aleixandre

Vicente Aleixandre

Vicente Aleixandre

 

Yo iba en bicicleta al colegio.
Por una apacible calle muy céntrica de la noble ciudad misteriosa.
Pasaba ceñido de luces, y los carruajes no hacían ruido.
Pasaban majestuosos, llevados por nobles alazanes o bayos, que caminaban con eminente porte.
¡Cómo alzaban sus manos al avanzar, señoriales, definitivos,
no desdeñando el mundo, pero contemplándolo
desde la soberana majestad de sus crines!
Dentro, ¿qué? Viejas señoras, apenas poco más que de encaje,
chorreras silenciosas, empinados peinados, viejísimos terciopelos:
silencio puro que pasaba arrastrado por el lento tronco brillante.
Yo iba en bicicleta, casi alado, aspirante.
Y había anchas aceras por aquella calle soleada.
En el sol, alguna introducida mariposa volaba sobre los carruajes y luego por las aceras
sobre los lentos transeúntes de humo.
Pero eran madres que sacaban a sus niños más chicos.
Y padres que en oficinas de cristal y sueño…
Yo al pasar los miraba.
Yo bogaba en el humo dulce, y allí la mariposa no se extrañaba.
Pálida en la irisada tarde de invierno,
se alargaba en la despaciosa calle como sobre un abrigado valle entísimo.
Y la vi alzarse alguna vez para quedar suspendida
sobre aquello que bien podría ser borde ameno de un río.
Ah, nada era terrible.
La céntrica calle tenía una posible cuesta y yo ascendía, impulsado.
Un viento barría los sombreros de las viejas señoras.
No se hería en los apacibles bastones de los caballeros.Y encendía como una rosa de ilusión, y apenas de beso, en las mejillas de los inocentes.
Los árboles en hilera eran un vapor inmóvil, delicadamente
suspenso bajo el azul. Y yo casi ya por el aire,
yo apresurado pasaba en mi bicicleta y me sonreía…
y recuerdo perfectamente
cómo misteriosamente plegaba mis alas en el umbral mismo del colegio.

 

 

ALEIXANDRE, Vicente: Historia del corazón. La mirada infantil. Madrid: Espasa-Calpe

Recuerdo Infantil

antonio_machado

    RECUERDO INFANTIL

        Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.

        Es la clase. En un cartel
se representa a Caín
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha carmín.

        Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.

        Y todo un coro infantil
va cantando la lección:
«mil veces ciento, cien mil;
mil veces mil, un millón».

        Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de la lluvia en los cristales.

(Antonio Machado)