Supongo que esta situación nos ha servido para aprender y crecer como personas.En primer lugar, como al resto de la población mis relaciones sociales han dado un giro de trescientos sesenta grados. Las seis horas diarias en el instituto ya no están, ni los sábados con mis amigas, ni las meriendas  con mis abuelos. Así que se podría decir que todo tipo de contacto físico ha desaparecido (a excepción de mis padres y mi hermano con los que vivo).

En segundo lugar, antes mi mayor preocupación era pensar en la ropa que llevaría a mi viaje a Italia o cual seria el vestido ideal para mi graduación. Pero actualmente, todo esto se ha esfumado. Por una parte, he aprendido a valorar el presente, a disfrutar el ahora y nada más. También, a dejar de ilusionarme con planes futuros y lejanos.

Por otra , me he dado cuenta de la inmensa suerte que tengo, de lo mucho que me quieren y quiero a los míos y sobre todo he comprendido que el mundo puede terminar en un segundo. Volviendo a lo anterior, lo que más echo de menos sin duda es el poder sentirme totalmente tranquila y sin ningún tipo de preocupación. 
Para terminar, tengo cero dudas de lo primero que haré el día que podamos salir. Iré a visitar a mis seres queridos y después cenaré pizza. Porque si, el mundo ha parado pero la vida prosigue y nosotros seguimos con ella.