Cuando me levanto y salgo a mi terraza lo primero que observo es un gran bloque de pisos, en la gran mayoría vive gente conocida y muy amable. Detrás de estas viviendas puedo ver el inicio de un bosque donde actualmente todo el vecindario pasea a sus perros. Por último, a lo lejos se encuentran unas enormes naves industriales, que hoy por hoy permanecen cerradas.
Sinceramente, no sé muy bien si los sentimientos que me producen estas vistas son positivos o negativos. Por un lado, me entristece esta situación de vacío en las calles. Porque esa costumbre de ver a los niños pasar a cada hora del día poco a poco se ha ido desvaneciendo durante los últimos acontecimientos. Por otro lado, uno de los motivos por los cuales he decidido describir este espacio es por la sensación de felicidad y esperanza que vivo cada noche al aplaudir y disfrutar de buena música. En conclusión, a pesar de todo lo que estamos viviendo estos vecinos lo hacen todo mucho más ameno.
Dos meses después de este escrito, considero que mis pensamientos han mejorado mucho. Cada vez, me siento más optimista de cara al futuro y me emociona ver cómo todos unidos seremos capaces de levantar nuestra sociedad de nuevo.
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