En estos días tan largos, ya no es lo mismo mirar desde mi ventana. Hace unos meses también lo hacía, veía a las personas caminar y me sentía bien. Observar a ciertas personas me tranquiliza, desde pequeño me ocurre. En cambio, ahora me resulta deprimente, no se ve a nadie por la calle por esta epidemia. Pero mejor estar en casa estos momentos. 

He vivido varias anécdotas desde mi ventana, algunas buenas y otras malas. Hubo días de verano que veía a mis amigos afuera esperando a que saliese a la calle con ellos. Esos momentos te alegraban el día. ¡No te puedes imaginar lo que se llega a visualizar desde tu ventana! Además, sé que si comienzo a mirar con otra perspectiva descubriré cosas nuevas y  diferentes en las que no me había fijado antes.

Cambiando de tema, se nota que con el paso del tiempo vamos creciendo, madurando, envejeciendo, etc. Y eso también está presente en todas las vías del mundo. Por otro lado, la calle que da a mi ventana ha cambiado tanto que me resulta difícil recordar cuándo la vi por primera vez.   

Han pasado unas semanas desde que escribí este fragmento. A diferencia de la primera vez, se observa más gente en la calle ya que estamos en la fase 1 de la epidemia, pero no es lo mismo que antes.

Lo bueno que ya se puede volver a salir y las calles ya no están vacías. Y otro aspecto distinto entre ahora y antes es que se percibe una sensación diferente. Está más presente la naturaleza, los árboles han cogido un verde muy bonito, los pájaros cantan cada día, las gaviotas graznan, los perros ladran…  Me parece bonito escuchar y sentir todo esto.