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Día Mundial de la Poesía

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Todo poema es merecedor de ser estandarte del Día Mundial de la Poesía. Por ejemplo, “La pequeña llama”, de Juana de Ibarbourou, un lírico soneto de rima variable en los cuartetos.

Yo siento por la luz un amor de salvaje.
Cada pequeña llama me encanta y sobrecoge;
¿no será, cada lumbre, un cáliz que recoge
el calor de las almas que pasan en su viaje?

Hay unas pequeñitas, azules, temblorosas,
lo mismo que las almas taciturnas y buenas.
Hay otras casi blancas: fulgores de azucenas.
Hay otras casi rojas: espíritus de rosas.

Yo respeto y adoro la luz como si fuera
una cosa que vive, que siente, que medita,
un ser que nos contempla transformado en hoguera.

Así, cuando yo muera, he de ser a tu lado
una pequeña llama de dulzura infinita
para tus largas noches de amante desolado.

Étimos estacionales

Floración del cerezo en el Jerte (IV) ©, por Jnj

Esta mañana, a las 10: 37, hora peninsular, «La primavera ha venido, nadie sabe cómo ha sido». Bueno, esto es lo que acertada pero líricamente sentenció Antonio Machado. Científicamente, resulta que sí se sabe, claro: la astronomía se encarga de traérnosla mediante el equinoccio de primavera.

Precisamente, en algunas clases de 2.º de bachillerato impartidas esta semana, se ha sacado (que no traído) a colación este concepto astronómico y cuán clarificadora resulta la etimología de la voz que le da nombre, derivada del latín aequinoctium, formada a su vez por aequus ‘igual’ y nox ‘noche’. He recordado entonces un artículo que escribí en otro blog tal día como hoy de hace siete años. En él hablaba de los étimos que han dado lugar al nombre de las estaciones del año y aprovechaba el de “equinoccio” para cerrar el escrito. Lo transcribo a continuación, por si a alguien resulta interesante.

Para nuestros papis culturales, los romanos, solo había dos tiempos en los que dividir el año, esto es, dos estaciones: una, muy prolongada; y la otra, breve. La primera debía su mayor extensión a que estaba compuesta por la suma de lo que hoy llamamos primavera, verano y otoño, mientras que la más breve correspondía al invierno, entonces llamado hibernum tempus, propiamente, ‘tiempo hibernal’. Ver / veris, a su vez, era la palabra con que se aludía a esa otra estación mucho más prolongada, y su significado, propiamente, era el de ‘primavera’; aunque como veremos enseguida, andado el tiempo, dio lugar a nuestra voz verano. No obstante, en determinado momento, antes de que el latín se vistiese definitivamente de castellano  —y de catalán y de francés…—, el comienzo de esta larga estación se llamó primo vere ‘primer verano’, y, más tarde, prima vera, de donde, finalmente, brotó nuestra primavera. Fue por entonces también que la época más calurosa, por oposición al hibernum tempus, tomó el nombre de veranum tempus, literalmente, ‘tiempo primaveral’, aunque de ahí, mediante elipsis del término contiguo, nace nuestro verano, como de la otra, por idéntica causa lingüística, surge invierno.

Con todo, a pesar de este desmembramiento, la estación cálida todavía era más prolongada, hasta que, en cierto momento, su período final, correspondiente al tiempo de las cosechas, fue llamado autumnus, voz derivada de auctus ‘aumento’, ‘crecimiento’, ‘incremento’, que procedía, a su vez, de augere ‘acrecentar, robustecer’. El vocablo latino autumnus es el que se aclimató en nuestra lengua como otoño.

De toda esta intrincada nomenclatura estacional —que lo fue más hasta el siglo XVI, pues vino a colarse, en el intervalo entre primavera y verano, el estío—, quedan vestigios en nuestra lengua: verbigracia, el adjetivo vernal, el cual se aplica con igual rigor al solsticio, para señalar ‘verano’, que al equinoccio, para señalar ‘primavera’.

Por cierto, ya que en estas de la etimología andamos: qué descriptiva voz esa con que adviene la primavera: equinoccio, donde equi- ‘igual’ y noccio ‘noche’, pues, por hallarse el Sol sobre el ecuador, la noche dura igual que el día.

Feliz primavera a todos.

Melancolía vs. nostalgia

Suele haber cierta tendencia a la confusión a la hora de distinguir los conceptos de melancolía y nostalgia. Más allá del hecho de que aquella la entendemos como un estado anímico y esta, en cambio, como una reacción anímica, la confusión se debe, obviamente, a que la nostalgia es una tristeza de carácter melancólico producida por el recuerdo de una dicha dejada atrás.

Con ocasión del Día Mundial de la Poesía, ayer y hoy, en las clases de 2.º de bachillerato hemos leído el celebérrimo “Poema 20” de Plablo Neruda. En él, precisamente, nos damos de bruces con la nostalgia de un amor que fue, pero que ya no es (aunque quizá lo sea en algo), es decir, asistimos a un amor dichoso que ha quedado anclado en el pasado. Por eso, el poeta nos recuerda una y otra vez que podría escribir los versos más tristes esa noche.

Puedo escribir los versos más tristes está noche.
Escribir, por ejemplo: «La noche esta estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos».

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y estos sean los últimos versos que yo le escribo.

La vida es sueño

Hoy se cumplen 421 años del nacimiento de Pedro Calderón de la Barca. La efeméride llega justo cuando, en las clases de Literatura Castellana damos comienzo a la lectura de La vida es sueño.

A continuación se insertan los audios pertenecientes a los dos famosos monólogos con los que abrimos la presentación de la obra en el aula. La letra correspondiente a ambos fragmentos dramáticos pueden encontrarse en nuestro blog Renglones del aula.

Día de libros y rosas

Un año más, nos llega el 23 de abril, la jornada de Sant Jordi, la fiesta del libro, de la rosa y del amor. Este 2020, sin embargo, no es un año más sin más. El confinamiento hará que cambiemos las calles y las avenidas por los pasillos y el sofá; hará que regalemos más rosas de papel que naturales, y más libros digitales que de papel. Con todo, cuando la jornada se haya dejado vencer por el viernes que ha de sucederla, habrá dos cosas que no habrán cambiado, que habrán permanecido perennes. La más importante, el amor; no olvidemos que, por encima de todo, hoy, como siempre, se erige nuestro sentimiento más preciado: amor es lo que nos impulsa a regalar un libro, amor es lo que nos impulsa a regalar una rosa… Por ello hoy también es el día de los enamorados. El otro elemento que habrá sucedido sin intermisión es que yo os resuelva el enigma, alguna vez mencionado en clase, acerca de cómo es posible que Miguel de Cervantes y William Shakespeare muriesen el mismo día del mismo año sin que ello sucediese a la vez.

Que hoy celebremos el Día del Libro y el Día de la Rosa tiene, como todo en esta vida, una explicación. O, para ser más exactos, dos.

La primera atañe a la rosa y nos habla de un legendario caballero llamado Jordi, una legendaria princesa y un no menos legendario, pero malogrado, dragón, de cuya sangre derramada, al morir, brotó un rosal. La princesa y el caballero no vivieron felices ni comieron perdices; pero como quiera que, antes de volver grupas, el tal Jordi (luego ascendido a la categoría de santo, no varón, sino patrón) obsequió a la regia doncella con la rosa que más refulgía bajo el sol su bermellona hermosura, hoy, día de Sant Jordi, los catalanes acostumbramos a regalar rosas a la mujer que amamos.

La segunda explicación atañe al libro y, aunque no legendaria sino real, contiene algunas falsedades o, cuando menos, inexactitudes. El Día Internacional del Libro debe su fecha conmemorativa a la casualidad de que quienes han llegado a ser los escritores más universales de todos los tiempos, Miguel de Cervantes y William Shakespeare, falleciesen un 23 de abril de 1616 —casualmente, el dramaturgo inglés parece que también nació un 23 de abril, cincuenta y dos años antes—. Sin embargo, cabe saber que tal fecha señala días, en realidad, distintos. Efectivamente, en aquel año de 1616 España e Inglaterra no se regían por el mismo calendario. Mientras que aquí, en 1582, se había adoptado el calendario gregoriano, acullá continuó en vigor el juliano hasta 1756. Si consideramos que el desfase temporal que el nuevo calendario intentaba enmendar era de diez días, ha de concluirse que el autor de Hamlet y de Romeo y Julieta falleció, según fecha gregoriana, es decir, según fecha de nuestro actual calendario, el 3 de mayo de aquel 1616.

Y aún hay más, pues, en rigor, Cervantes tampoco murió en el pretendido 23 de abril, sino que tal fue el día de su entierro; en realidad, había fallecido el día anterior.

En fin, ya solo faltaría que acabase siendo cierta la teoría Marlowe, según la cual William Shakespeare no fue más que un simple hombre de paja a quien no debemos la gran mayoría de páginas de la magistral dramaturgia.

Sin duda, razones imperfectas todas ellas para un día perfecto. Y, como suelen decir los italianos: «Se non è vero, è ben trovato». Aun así, por si alguien necesita apoyar la celebración en efemérides más precisas, el Inca Garcilaso de la Vega murió ese mismo 23 de abril de 1616. Y, solo durante el siglo XX y dentro del ámbito de las letras hispánicas, fallecieron también un 23 de abril Eugenio Noel, Edgar Neville, Alejo Carpentier y Josep Pla.

Os deseo a todos amor, lectura y amor por la lectura.

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Sant Jordi confinado

Imagen de StockSnap en Pixabay

Pasado mañana es el día de Sant Jordi, que, como sabéis, es también el día del libro, de las rosas y del amor. Este año, habremos de conmemorarlo de manera distinta, sin duda; pero que no podamos pasear bajo el sol entre los tenderetes de unas librerías y unas floristerías que no habrán de estar no significa que hayamos de renunciar ni a la lectura ni, por supuesto, al amor. Ni siquiera hemos de renunciar a regalar un libro o una rosa a nuestro ser amado; solo hemos de decidir la forma en que lo haremos. Por ejemplo, yo, desde la querencia que os profeso, os regalo este libro de G. A. Bécquer, en el que se encuentra esta celebérrima Rima XXXVIII:

Los suspiros son aire, y van al aire.
Las lágrimas son agua, y van al mar.
Dime, mujer: cuando el amor se olvida,
¿Sabes tú adónde va?

Internet está bien nutrido de libros digitales en distintos formatos de lectura y de audio. Podemos regalar un libro digital comprado en una librería virtual, podemos regalar un libro de dominio público enlazado o descargado gratuitamente o, incluso, podemos empezar a escribir en un documento de texto el nuestro y compartir con nuestro ser amado su primer poema o sus primeros renglones junto al grueso de páginas electrónicas aún en blanco, todavía por escribir…

En cuanto a las rosas, si no podemos hacer llegar la frescura de aquella que ha sido cortada del rosal, regalemos una que hayamos diseñado, construido, moldeado, dibujado… con amor. El sentimiento hará que nuestra mayor o menor habilidad sea lo de menos. Yo os propongo esta que enlazo aquí o, aquí.

De hecho, por no renunciar, es posible que ni siquiera tengamos que hacerlo a las dedicatorias de los libros que compremos. En este enlace, podréis descargaros las dedicatorias de muchos de los autores que hubiésemos encontrado a pie de calle si el confinamiento no nos lo hubiese impedido.

Y como dirían nuestras encantadoras excompañeras del Rincón Lírico, «Guardad cada pétalo de la rosa que os regalen en el libro que os den y, sobre todo, en el corazón que vosotros entregáis». Poco importará entonces que la rosa sea natural, de papel o pura metáfora emocional.

Literatura y ciencia

Estamos de lleno inmersos en la Semana de la Ciencia 2019.  Bueno será que nuestro blog de lengua castellana, contribuya en algo a tal conmemoración. Y aunque, después de todo, los estudios lingüísticos también son una ciencia, en esta breve entrada de lo que vamos a hablar es de las concomitancias entre la literatura, que es un arte, y la ciencia.

Como bien expone Alberto G. Rojo en su escrito Cuatro ejemplos de una curiosa intersección, «En una valoración rápida, la ciencia y la literatura sirven a dos divinidades contrarias: la inteligencia y las emociones». A este argumento cabe añadir, también apresuradamente, otro en que se recoja la idea del distinto uso que de la lengua hacen una y otra. Mientras que la ciencia prefiere el lenguaje denotativo, de sentido unívoco, y lo considera un medio para su propósito de explicar el mundo, la literatura se erige sobre connotaciones y sentidos figurados al tiempo que otorga a la lengua suma trascendencia, elevándola del rango de mera herramienta al de finalidad en sí misma. Y es que, como Alberto G. Rojo defiende, aunque el escritor se ocupe de conmovernos con mundos imaginados y el científico, de descifrar el mundo real, «Las grandes obras literarias dirigen miradas profundas a la realidad y los grandes avances científicos redefinen los límites de la imaginación, de manera que es concebible que las dos disciplinas, en un sentido amplio, se intersecten».

Machado, «in memoriam»

«Cuando el jilguero no puede cantar.
Cuando el poeta es un peregrino,
cuando de nada nos sirve rezar:
“Caminante no hay camino,
se hace camino al andar…” ».

He aquí tres versos de Serrat, tan íntimamente ligados, en Cantares, a otros dos versos proverbiales de Antonio Machado, que diríanse todos propiamente machadianos.

Hoy, 22 de febrero de 2019, se conmemora el octogésimo aniversario del fallecimiento de este gran, enorme, poeta español. Son ochenta años que han pasado y se nos han quedado, pese a que él nunca persiguió la gloria ni dejar en la memoria de los hombres su canción. Son ochenta años que han pasado y se nos han quedado, acaso porque sí, acaso porque resulta ser cierto que todo pasa y todo queda, sobre todo donde los bosques se visten de espino.

Ni una más

Lo había conocido una tibia tarde de otoño, a la hora mágica en que el sol doraba, malheridas en los árboles o muertas en las aceras, las hojas caducas de los plataneros del vecindario. Se enamoró enseguida de sus ojos de hombre y su boca de hombre, de sus pies de hombre y sus manos de hombre. Luego vendrían la mirada y los susurros, el andar y las caricias, y ese cuidado exquisito que él iba a poner en todo lo que fuese destinado a ella.

Siete otoños habían acontecido desde entonces. Y siete inviernos, siete primaveras y seis veranos. Y algunas discusiones. Y algunas manos alzadas también. Resultaba difícil ahora saber en qué estación de qué año se alzó la primera antes de caer con violencia y lacerar su rostro asustado. «Con lo que yo te quiero», dijo aquella primera vez y las que la sucedieron.

«Con lo que yo te quiero», le había oído decir también ahora, mientras notaba cómo le faltaba el aire, cómo se comprimían sus carótidas y se aplastaba su tráquea bajo la presión animal de aquellas manos, las mismas de las que ella se había enamorado una vez, durante cierto otoño de hojas muertas en las aceras.

Hojas muertas, de Gonzalo Montesierra

DILM 2018

Hoy se conmemora el Día Internacional de la Lengua Materna. Coincidiendo con esta fecha, hemos dado la bienvenida a Sophia, la nueva compañera de aula en la optativa de 1.º de ESO Hablar, leer, escribir. Todos nos hemos presentado ante Sophia en nuestras respectivas lenguas maternas: castellano, catalán y ruso; ella, a su vez, lo ha hecho en alemán.

Necesidad obliga, suele decirse, y, dado que Sophia no habla ninguna de nuestras dos lenguas oficiales, hemos acudido a las TIC para salir del apuro. Cada uno de nosotros ha escrito su presentación en el traductor virtual del teléfono móvil y, tras leerla en nuestro idioma propio, hemos dejado que fuese la aplicación, a través de la activación del audio, la encargada de pronunciar el texto traducido al alemán. Finalmente, Sophia, ha hecho lo propio, invirtiendo lógicamente el proceso y permitiendo que el traductor pronunciase en castellano su presentación original en alemán.

Nos encanta conocer a Sophie. Ens encanta conèixer a Sophie. Нам нравится встречаться с Софи. Wir lieben es, Sophie zu treffen.

(¡Ay, ay, ay… Espero que el traductor sepa lo que se dice!).