Education and creative potential

Si reconocemos los problemas de la gente creativa y comprendemos las razones que los albergan, veremos que no es tan difícil trabajar con ellos. El maestro verdaderamente creativo no trabaja para mantener su status o alcanzar una posición de poder; no tiene ningún deseo de ser director o subdirector. Él trabaja para vivir consigo mismo: la libertad para crear es su mayor recompensa. A veces preferirá trabajar solo e imprimir su propio ritmo de trabajo. La mente necesita un período de incubación, un período de inactividad, para fraguar las ideas. Dado que la creatividad requiere una mente divergente, podemos esperar que el maestro creativo expresará ideas que difieran de las nuestras y de las prácticas docentes ratificadas por los años.

E. P. TORRANCE Education and creative potential. University of Minnesota, 1963.

La sortida del sol

No vaig aconseguir entendre ni tan sols la frase més breu, aparentment claríssima. Però el remolí girava, l’irradicable indici d’un món nou per a mi en profunditat. Vaig fer-me el jurament d’intentar-ho un altre cop. I un altre. Aquesta és la qüestió. Dirigir l’atenció de l’estudiant cap al que, al principi, excedeix la seva comprensió, però que gràcies a la seva altura i fascinació irresistible l’atraurà. La simplificació, l’anivellament, l’edulcoració que ara prevalen arreu excepte en l’educació més privilegiada, són criminals. Són fatalment condescendents amb les capacitats desconegudes de dintre nostre. Els atacs a l’anomenat elitisme amaguen una vulgar condescendència: envers tots aquells considerats a priori incapaços de res de millor. Tant el pensament (en forma de coneixement, de Wissenschaft, d’imaginació) com l’amor ens demanen massa. Ens humilien. Però la humiliació, fins i tot la desesperació davantg la dificultat –t’hi has barallat tota la nit i l’equació continua sense resoldre, la frase grega sense comprendre- poden alleujar-se amb la sortida del sol.

 

 

Errata. Una vida a examen. GEORGE STEINER. Proa, Barcelona, 1999

Déjate de Humanidades

 


Formas sutiles de analfabetismo. Apenas se notan. A algunos sí se les notan, lo que prueba que afortunadamente aún quedan cerebros capaces de medir la temperatura intelectual del presente. ¿Quién necesita erudición habiendo buscadores de Internet? ¿Con qué fin cultivar la calidad educativa si sólo queremos lucro y diversión? Menudean negros augurios. Se acerca, según dicen, el día en que, ahítos de cultura visual, prescindiremos del lenguaje. Nos bastarán entonces cuatro rudimentos verbales para balbucir saludos, indicarle al médico dónde hace pupa y descifrar los manuales de instrucciones de los aparatos en que estamos delegando nuestra soberanía intelectual. No sabremos definirnos, seremos un árbol junto a otro; a cambio, habremos prolongado la infancia hasta edades que ayer caían de lleno en la vejez. Quien sepa latín deberá agitar una campanilla, como los leprosos de antaño. Los abuelos contarán historias de bibliotecas y democracias remotas a sus nietos.

FERNANDO ARAMBURU | Publicado el 16/12/2011 en El Cultural

Entendederas

 

 

 

¿Cómo y cuándo intentar que los alumnos se aventuren a escaladas como la que sugiere Antonio Machado?

 

 

 

 

 

 

Porque ésta es la escala gradual de nuestro entendimiento: primero, entender las cosas o creer que las entendemos; segundo, entenderlas bien; tercero, entenderlas mejor; cuarto, entender que no hay manera de entenderlas sin mejorar nuestras entendederas. Cuando esto lleguéis a entender, estaréis en condiciones de entender algo, o sea en los umbrales de la filosofía, donde yo tengo que abandonaros (…)

                             

Antonio Machado. Juan de Mairena.

HERALDO DE ARAGÓN. Artes & Letras. 15 de abril de 2010

Foto: El pequeño teatro de los libros -Zaragoza-

 

 Reseña de Ucronía e hilván, por Nacho Escuín. Heraldo de Aragón

 

 

 

Este es un libro esencial que habla del devenir, de “la utopía en el tiempo” como señaló Charles Bernard Renouvier, que se instala en la pregunta eterna ¿qué pasaría o qué hubiese pasado si…?

Una pregunta necesaria: obligación de todo individuo es preguntarse por la verdad de su tiempo para acercarse a las propias verdades, preguntarse también qué hubiera pasado si el mundo no fuera en esencia como creemos que es, si en algunas ocasiones la moneda hubiera caído del otro lado. Y es un libro que también habla de la errancia, de ese caminar sin fin por la vida, pero no por la vida misma, sino por la imagen que tenemos de ella.

La narración del tiempo y de la realidad es una reinterpretación humana y por ello susceptible de ser errónea, idealizada o banal. De eso habla la segunda parte del libro, de un hilo argumental en el que los ojos no ven (ceguera por desconocimiento, por exceso de luz, por falta de perspectiva) y no pueden hacerlo pues carecen de la capacidad necesaria para ello (o deben no ver demasiado para poder sobrevivir): “Cuando los ojos necesitan/ no ver./ Cuando huye el corazón”.

Ucronía e hilván de José Ángel Hernández es una reconstrucción de los hechos y de las esencias, un sendero para entender la existencia a través de la belleza y de lo terrible de la propia vida: una ventana que en apariencia permite la entrada de la luz pero que es la entrada a un vagón de emigrantes. Se plantea lo que el individuo conoce y que reflexiona sobre lo que no conoce. Duro trabajo este, de entender la vida sin todos los datos.

IGNACIO ESCUÍN BORAO

 

Heraldo de Aragón. Artes & Letras. 15 de abril de 2010

 

Obrigado, amigos.

Por la lectura

POR LA LECTURA 

                                                                       

Cuando yo era un muchacho, en la España de 1931, vivía en Aranjuez un
Maestro Nacional llamado D. Justo G. Escudero Lezamit. A punto de jubilarse,
acudía a la escuela incluso los sábados por la
mañana aunque no tenía clases porque allí, en un despachito que le habían
cedido, atendía su biblioteca
circulante. Era suya porque la había creado él solo, con libros donados por
amigos, instituciones y padres de alumnos.

Sus ‘clientes’ éramos jóvenes y adultos, hombres
y mujeres a quienes sólo cobraba cincuenta céntimos al mes por prestar a
cada
cual un libro a la semana. Allí descubrí a Dickens y a Baroja, leí a Salgari
y a Karl May.

Muchos años después hice una visita a un bibliotequita de un pueblo
madrileño. No parecía haber sido muy frecuentada, pero se había hecho cargo
recientemente una joven titulada quien había ideado
crear un rincón exclusivo para los niños con un trozo de moqueta para
sentarlos.

Al principio las madres acogieron la idea con simpatía porque les servía de
guardería. Tras recoger a sus hijos en el colegio los dejaban allí un rato
mientras terminaban de hacer sus compras, pero cuando regresaban a por
ellos, no era raro que los niños, intrigados por el final, pidieran quedarse
un ratito más hasta terminar el cuento que estaban leyendo. Durante la
espera, las madres curioseaban, cogían
algún libro, lo hojeaban y a veces también ellas quedaban prendadas.

Tiempo después me enteré de que la experiencia había dado sus frutos:algunas
lectoras eran mujeres que nunca habían leído antes de que una simple moqueta
en manos de una joven bibliotecaria les
descubriera otros mundos. Y aún más años después descubrí otro prodigio en
un gran hospital de Valencia. La biblioteca de atención al paciente, con la
que mitigan las largas esperas y angustias tanto de familiares como de los
propios enfermos, fue creada por iniciativa y voluntarismo de una empleada.
Con un carrito del supermercado cargado de libros donados, paseándose por
las distintas plantas, con largasperegrinaciones y luchas con la
administración intentando convencer a burócratas y médicos no siempre
abiertos a otras consideraciones, de que el conocimiento y el placer que
proporciona la lectura puede contribuir a la curación, al cabo de los años
ha logrado dotar al hospital y sus usuarios de una biblioteca con un
servicio de préstamos y unas actividades que le han valido, además del
prestigio y admiración de cuantos hemos pasado por ahí, un premio del gremio
de libreros en reconocimiento a su labor en favor del libro.

Evoco ahora estos tres de entre los muchos ejemplos de tesón bibliotecario,
al enterarme de que resurge la amenaza del préstamo de pago. Se pretende
obligar a las bibliotecas a pagar 20 céntimos por cada libro prestado en
concepto de canon para resarcir -es dicen- a los autores del desgaste del
préstamo.

Me quedo confuso y no entiendo nada. En la vida corriente el que paga una
suma es porque:

a) obtiene algo a cambio.

b) es objeto de una sanción.

Y yo me pregunto: ¿qué obtiene una biblioteca pública, una vez pagada a
adquisición del libro para prestarlo? ¿O es que debe ser multada por cumplir
con su misión, que es precisamente ésa, la de
prestar libros y fomentar la lectura?

Por otro lado, ¿qué se les desgasta a los autores en la operación?.¿Acaso
dejaron de cobrar por el libro?. ¿Se les leerá menos por ser lecturas
prestadas?.¿Venderán menos o les servirá de publicidad el préstamo como
cuando una fábrica regala muestras de sus productos? Pero, sobre todo: ¿Se
quiere fomentar la lectura? ¿Europa prefiere autores más ricos pero menos
leídos?

No entiendo a esa Europa mercantil. Personalmente prefiero que me lean y soy
yo quien se siente deudor con la labor bibliotecaria en la difusión de mi
obra.

Sépanlo quienes, sin preguntarme, pretenden defender mis intereses de autor
cargándose a las bibliotecas. He firmado en contra de esa medida en
diferentes ocasiones y me uno nuevamente a la campaña.

¡NO AL PRÉSTAMO DE PAGO EN BIBLIOTECAS!

José Luis Sampedro

http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/sampedro/miradas_lectura.htm

Miquel Desclot

Quisiera recomendar la lectura de un artículo imprescindible, aparecido hace tiempo en la Revista Babar:

http://revistababar.com/wp/?p=33

Leer para ser mejores

La mayoría de nuestros antepasados fueron analfabetos. Es verdad. Pero no fueron ignorantes. Ellos, simplemente, disponían de otro sistema de almacenamiento y transmisión del saber. A ellos les bastaba la memoria, que hacía las veces de biblioteca, y la transmisión oral, que hacía las veces de lectura. Y, a su manera, no eran menos sabios que nosotros. A su vez, los niños de aquella sociedad analfabeta, pero no ignorante, estaban en contacto permanente con la literatura de tradición oral, ya fuesen canciones, cuentos o adivinanzas, desde su más tierna edad hasta su madurez. No iban a la escuela, pero heredaban un saber secular. No leían, pero escuchaban la literatura que sabían sus mayores, y jugaban todo el día con las canciones y las fórmulas verbales que les había legado la tribu. En el fondo, eran más literarios que los niños alfabetizados de nuestros días.