¿Escuelas hiperactivas?

 

Me gustaría no caer en los planteamientos dicotómicos, ni en aquellos parámetros de competitividad que nuestra sociedad suele potenciar de manera simple y sesgada. No obstante, puesto que tanto escriben y hablan, desde otras perspectivas, algunos sabios y expertos que no pisan un aula desde su infancia, voy a plantear algunas preguntas, como maestro de a pie.
¿Consideraríamos mejores padres a aquellos que apuntan a sus hijos a un mayor número de actividades extraescolares?
¿Consideramos “mejores” maestros a aquellos que organizan más actividades en la escuela?
Si la renovación pedagógica que reclamamos (exigiendo los medios y las condiciones que otros países no ignoran) y que en estos momentos parece debatirse, se va a reducir a un activismo inducido que nada tiene que ver con los principios de la escuela activa, estaremos remozando la fachada una vez más.
No es la cantidad, sino el sentido, la mesura, el cómo. La escuela necesita calma para transmitir calma, necesita tiempo para conceder tiempo a nuestros alumnos, necesita libertad para enseñar a ser libres.
¿Se puede reflexionar, meditar, dialogar, crear, imaginar… sometidos a la presión de un activismo desenfrenado?
Quien demasiado abarca
se descoyunta
y ni acaricia.
¿Más Sócrates y menos pamplinas?

La educación del ser poético

¿Por qué motivo los niños, en general, son poetas y, con el tiempo, dejan de serlo? ¿Será la poesía un estado de infancia relacionada con la necesidad de juego, la ausencia de conocimiento libresco, la despreocupación por los mandamientos prácticos de la vida -estado de pureza de la mente, en suma? Creo que es un poco de todo esto, si ella encuentra expresión cándida en la niñez, puede expandirse en el tiempo, conciliada con la experiencia, el sentido crítico, la conciencia estética de los que componen o absorben poesía.
Pero, si el adulto, en la mayoría de los casos, pierde esa comunión con la poesía, ¿no estará en la escuela, más que en cualquier otra institución social, el elemento corrosivo del instinto poético de la infancia, que va muriendo a medida que el estudio sistemático se desarrolla, hasta desaparecer en el hombre hecho y preparado supuestamente para la vida? Me temo que sí.
La escuela llena al niño de matemáticas, de geografía, de lenguaje, sin hacerlo, por norma, a través de la poesía de la matemática, de la geografía, del lenguaje. La escuela no repara en su ser poético, no lo atiende en su capacidad de vivir poéticamente el conocimiento y el mundo. Sé que se consume poesía en las aulas, que se decoran versos y se promocionan pequeños declamadores pero, ¿es eso cultivar el núcleo poético de la persona humana?
Oh, olviden, por favor, la sospecha de que estoy albergando la alevosía de formar millones de pequeños poetas en los pupitres de la escuela infantil y primaria. No quiero nada de esto, y creo incluso que el uso de la escritura poética en la edad adulta suele degenerar en un abuso que no tiene nada que ver con la poesía. Se hacen demasiados versos vacíos de aquel destello que distingue una línea de poesía de una línea de prosa. Ambas cumplen con palabras de la misma lengua, de la misma época, del mismo grupo cultural, pero tan diferentes. Si hay inflación de poetas significativos, faltan amantes de la poesía -y amar la poesía es la forma de practicarla, recreándola.
Lo que yo le pediría a la escuela, si no me faltasen luces pedagógicas, sería considerar la poesía como primera visión directa de las cosas y, después, como vehículo de información práctica y teórica, preservando en cada alumno el fondo mágico, lúdico, intuitivo y creativo, que se identifica básicamente con la sensibilidad poética.
No sería tal vez inapropiado cuidar de una extensión poética de las escuelitas de arte, esta idea maravillosa que Augusto Rodrígues sacó de su formación humana de artista para la realidad brasileña. Lejos de ser una fábrica alarmante de versificadores infantiles, esta extensión, curso o actividad independiente, o el nombre que le perteneciera, daría al niño condiciones para expresar su manera de ver y de sentir la relación poética entre el ser y las cosas. “Proyecto de educación para la poesía”, se menciona hoy en Educación Artística en la escuela secundaria, cuando lo más razonable sería decir educación por el arte. La vocación poética tendría ahí una salida franca, las experiencias creativas disfrutarían entonces de un clima favorable sin que ello importase en la obligación de lograr resultados concretos mesurables en un nivel escolar.
Sé de casos en los que un ingeniero, por ejemplo, a los 30, 40 años, descubre la existencia de la poesía… ¿No podría haberla descubierto antes, buscándola en sí mismo, cuando ella se manifestaba en juegos, improvisaciones aparentemente absurdas, garabatos, hallazgos verbales, exclamaciones, gestos gratuitos?
Algo que se concibiera en ese sentido, en el campo de la educación, valdría como correctivo previo de la aridez con que se suelen transcribir los destinos profesionales, amurallados en la especialización, en la ignorancia del placer estético, en la tristeza de encarar la vida como deber pespuntado de tedio.
Y el arte, como la educación y todo lo demás, ¿qué fin más alto puede proponerse sino éste, de contribuir a la educación del ser humano para la vida, lo que, en una palabra, se llama felicidad?

CARLOS DRUMMOND DE ANDRADE

Periódico del Brasil, Río de janeiro-rj, 20.07.74
Traducción: José Ángel Hernández

Gerver afirma que el Informe Pisa es “lo más dañino de la historia de la educación”

“Pisa es muy peligroso; nos da datos sobre el desarrollo académico y los gobernantes utilizan mal esos datos y se obsesionan: piensan que la educación es como el fútbol y todos quieren ser el Real Madrid o el Barcelona, cuando ni los niños son máquinas, ni nosotros estamos jugando al fútbol”, ha dicho en una entrevista con Efe.

Ha resaltado que la propia OCDE ha publicado otro informe en el que se indica que los países “obsesionados” en los exámenes formales, como Pisa, presentan más dificultades para que la gente joven encuentre trabajo, por lo que ha insistido en que “si se pone la atención en Pisa, los niños serán cada vez menos capaces de trabajar en el mundo real”.

Sobre el continuo cambio de leyes educativas en España ha resaltado que es un hecho “típico y no único” de este país, y ha puesto como ejemplo de buenas prácticas a Finlandia, donde la educación “no está dirigida” por políticos.

“En España, al igual que en otros países, hay una gran diferencia entre lo que se hace y lo que se debería hacer cuando se emprende una reforma educativa: se construye sobre ideas e iniciativas que ya existen y esta manera de legislar complica más el sistema, confunde a los profesores, aburre a los niños, los padres no saben qué esperar del colegio y las empresas no encuentran las destrezas necesarias en los futuros trabajadores”, ha reflexionado.

El camino adecuado, según ha apuntado, consiste en definir un nuevo sistema entre todos los agentes implicados, porque resulta “frustrante” que, al final, se prepare a los alumnos “para un mundo que ya no existe”.

Ha citado como ejemplo los exámenes, que ha definido como “herramientas importantes” para evaluar, pero que se transforman en un “problema” cuando se convierten en un fin en sí mismo, porque la educación “no consiste en preparar a alumnos para aprobar exámenes sino prepararlos para la vida”.

“Las universidades y el mundo laboral buscan jóvenes que piensen por sí mismos, que puedan romper las reglas y encontrar sus propios patrones, no a jóvenes capaces de hacer cien exámenes”, ha dicho.

Una tarea ingente de deberes para hacer en casa, en su forma tradicional, tampoco tiene sentido, según Gerver, y únicamente consiguen “aburrir” al alumno y hacer que cada vez se implique menos en su propio aprendizaje.

También ha aludido al papel de los profesores en el aula y les ha desafiado a “comportarse como profesionales, resolver los problemas sin esperar a que les políticos les den permiso y les digan cómo hacer su trabajo”.

Ha recordado a este colectivo que la educación “no consiste solo en transmitir información al alumno, sino que hay que conseguir que los alumnos sean conscientes de su propio aprendizaje, y para lograrlo no se requiere una legislación política sino destrezas pedagógicas, pasión y creatividad”.

En este punto se ha referido a la introducción de las nuevas tecnologías en el aula y tras recalcar que se trata solo de una herramienta y “no de una respuesta”, ha mantenido que la educación necesita de una “alta interacción entre los seres humanos”.

“No solo por usar el ipad en clase se crea un sistema educativo; un buen profesor puede enseñar con nada, igual ahora que hace cincuenta años”, ha indicado.

En relación con el alto índice de abandono escolar en España, Gerver ha recordado que los expertos dicen que la persona nace con ganas de aprender, por lo que la pregunta sería “¿qué ocurre con ese amor por el aprendizaje?. Normalmente, lo que ha pasado es que ese niño ha estado en su pupitre y ha escuchado una hora tras otra a un profesor hablando; el ser humano no aprende así”.

Gerver no es un teórico de la educación, según ha enfatizado él mismo, sino que habla con base en la experiencia y en la evidencia ya que en dos años convirtió un colegio inglés con un índice alto de fracaso escolar en un centro innovador en el que “los alumnos hacían cola para entrar todos los días”.

http://www.eldiario.es/sociedad/Gerver-Informe-Pisa-historia-educacion_0_364664042.html