Cuando abro la puerta que da a mi patio siento una pequeña brisa chocando contra mi piel. Primero, siempre observo el lado derecho y veo el edificio de al lado con mis vecinos tomando el sol y disfrutando del día. Luego, suelo mirar a la izquierda. Desde aquí veo una pared que separa el patio de la comunidad con el mío, decorado con diversos recuerdos de viajes que viví en mi vida. Debajo están las flores y plantas de mi padre, las cuida con mucha pasión y, recién regadas, reflejan la luz del sol.

Para acabar, mi parte favorita, el centro. Ahí se puede observar y apreciar la mesa donde mi familia y yo cenamos y comemos en verano, decorada con luces y ceniceros, aunque no fume nadie. Al fondo, una carretera donde no dejan de pasar coches y todo tipo de vehículos. Detrás de esta, un parque donde juego a baloncesto con mis amigos y, a su derecha, un prado verde donde las personas se divierten y sacan a pasear sus perros. 

Al tomar esta foto mi mente recopiló un montón de recuerdos de cuando era pequeño; jugando con mis padres en mi patio y bañándome en una piscina que montábamos cada año. Con este paisaje que os enseño os quería decir que cada lugar, a su manera, es bonito.

Hoy, dos meses después… Mis vistas han cambiado un poco, la mesa donde solía comer se trasladó a un lado del patio. Por lo demás, solo ha cambiado un detalle,  ya no pasan tantos vehículos como antes y eso, seguramente, se debe a la cuarentena.