Desde uno de los ventanales de mi comedor se ve mi jardín. En marzo llueve bastante y me encanta sentarme en el porche a leer. Por eso he escogido esta imagen, mi visión favorita del exterior. Como en estos días no está permitido alejarse de nuestros hogares, al menos puedo salir al jardín, y me gustaría describir lo que observo.
En la fotografía obtenemos la vista de las casas de mis vecinos de enfrente, blancas y todas iguales. Todas ellas tienen tres pisos y, por lo tanto, tapan la visión de lo que sea que escondan detrás. Más adelante, podemos apreciar lo descolorida y mal puesta que permanece la valla. A la derecha de la imagen está situada la puerta por la que salimos y entramos, porque yo no tengo portal, como la mayoría de gente. Delante de esta, varios árboles: un limonero, un olivero y un almendro oculto por la columna del porche. Distinguimos dicha columna porque es donde recae toda nuestra atención, gracias a la glicina color malva que la envuelve. Me encanta esta flor, a pesar de que en primavera siempre vienen muchos abejorros a polinizarla. En la parte inferior izquierda, divisamos un pequeño trozo del suelo de la terraza y, como justo hoy está lloviendo, me he sentado a escribir el texto aquí.
Después de dos meses de redactar esta descripción, añadiría que pocas cosas han cambiado: seguimos esperando la libertad y mi valla sigue descolorida y mal puesta.
Por otro lado, ha aumentado la temperatura y casi llegamos al verano. Las abejas ya no polinizan la glicina que rodea la columna del porche y no llueve con la misma frecuencia que antes. Ah, y no estoy escribiendo este fragmento en la terraza de mi jardín.
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