Article: “La carreta vacía”

Aquest article del professor Miguel Angel Santos Guerra, parla de la importància de saber escoltar per aprendre a dialogar i de com sovint, el soroll en les converses amaga en el fons ignorància i un deficient ús del llenguatge.  La història de “la carreta vacía” complementa molt bé la seva argumentació. A continuació podeu llegir alguns fragments de l’ article i accedir a l’ enllaç del seu bloc per poder-lo llegir sencer.
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“Saber dialogar es un arte, una ciencia y una virtud. El mayor enemigo del diálogo es la cerrazón de mente. Porque el que dialoga creyendo que posee la verdad no está en condiciones de escuchar a nadie. No hay mayor petulancia que la del necio. El necio no es capaz de dialogar porque solo oye su propia voz. No importa lo que el otro dice. Es más, si algo le importa, es para negarlo, despreciarlo o rechazarlo de plano, sin entenderlo siquiera.

Otro enemigo del diálogo es el griterío. Esa reiterada y actualísima manía de creer que, mientras más se grita, más razón se tiene. Resulta casi increíble observar algunas tertulias televisivas. No solo es que se grita mucho, es que se puede ver (que no escuchar, porque resulta imposible) a dos o tres tertulianos gritando a la vez, sin hacer el menor esfuerzo por saber lo que dice el interlocutor. ¿Qué diálogo es ese?…”
“Dialogar no es una tarea fácil, por más que lo parezca. Escuchar es una actividad muy difícil, que muy pocas personas llegan a realizar con perfección. Le oí decir a Carl Rogers: “Si un ser humano te escucha, estás salvado como persona”. A dialogar se aprende. El diálogo se ejercita. En algunos debates que he organizado en el aula, he pedido que, antes de rebatir un argumento, la persona que quiere hacerlo resuma lo que ha dicho el que ha intervenido previamente. Y éste debe decir si realmente era eso lo que había dicho. Sé que eso hace lento y complicado el proceso de diálogo, pero permite comprobar que quien ha preparado sin escuchar su argumento se vea obligado a decir:
– Perdón, no he estado escuchando.Y otras veces, el interviniente, precisa:
– No. Yo no he dicho nada de eso. O no me he explicado bien o no me has atendido bien.
Alguna vez he realizado un ejercicio para el aprendizaje de habilidades de interlocución. A y B hablan mientras C observa. Después del diálogo el observador informa a los dos que han hablado sobre el contenido y el proceso de su comunicación. Después, A pasa a ser B, B pasa a ser C y C pasa a ser A. El ejercicio se hace tres veces, de modo que todos hablan, todos escuchan, todos observan y todos son observados. Resulta apasionante el análisis que todos hacen después sobre las vivencias que han tenido en los distintos papeles. Es sorprendente, por ejemplo, ver cómo quien escucha ocupa algunas veces su cabeza en buscar nuevas. preguntas sin prestar atención a lo que está diciendo el que informa.
Para dialogar es importante tener algo que decir. Es importante también saber decirlo. Y, cómo no, es de agradecer que haya ingenio para que no sea la conversación insoportablemente aburrida.Una azafata discute con un pasajero en pleno vuelo. La conversación se tensa y él acaba diciendo:
– Mire usted, señorita, vamos a dejarlo aquí porque me parece que usted es una persona antipática y desagradable.Y ella contesta:
– Pues mire usted, señor, yo creo que usted era una persona simpática y encantadora, pero los dos podemos estar equivocados.
He leído, no sé exactamente donde, esta aleccionadora anécdota que explica muy bien el origen de los gritos y del ruido de los diálogos.
Alejandra caminaba con su padre cuando éste, de repente, se detuvo en una curva del camino. Después de un breve silencio, le preguntó:
– Además del cantar de los pájaros, ¿qué oyes, Alejandra?
La niña prestó atención aguzando sus oídos. Después de unos segundos, respondió:
– Papá, estoy oyendo el sonido de una carreta que se acerca.
– Muy bien, -respondió su padre – Tienes razón, se está acercando una carreta vacía.
Alejandra, asombrada, preguntó a su padre:
– ¿Cómo sabes que es una carreta vacía si aún no la has visto?-Entonces el padre respondió:
– Es muy fácil saber cuándo una carreta está vacía, por el ruido que hace.
Cuanto más vacía está la carreta, mayor ruido hace…”

http://blogs.opinionmalaga.com/eladarve/2012/05/05/la-carreta-vacia/

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