FINAL DEL CUENTO EL NIÑO QUE HABLABA CON LOS ANIMALES

Una mañana soleada en la que Zinsú jugaba tranquilamente con las ardillas y las golondrinas, los cazadores de la tribu trajeron un cachorro de león al que, sin querer, habían herido. Zinsú entró apresuradamente a la choza de su padre donde se hallaba medio moribundo el leoncito. El muchacho se acercó y le susurró unas palabras, que ninguno de los allí presentes logró comprender. El león respondió entre gruñidos y Zinsú le dijo a su padre que necesitaban curarle.  Asiva preparó un ungüento y en unos días el león mejoró.

Durante este tiempo, el niño y el animal poco a poco se fueron conociendo, hasta que un atardecer Zinsú corrió hacia Kuasi, su padre, gritando: “Sagbó, Sagbó”,  mientras señalaba la choza donde habían dejado al cachorro de león. Asiva, Kuasi y Lokó se dirigieron rápidamente a la cabaña donde el león dormitaba tranquilamente, como si nada ocurriera.

De repente, una intensa luz iluminó la sala. El cachorro se despertó sobresaltado y se elevó lentamente, mientras entre destellos, y poco a poco, se transformaba en un muchacho cuyo rostro era similar al de Zinsú.Zinsú exclamó: “Sagbó, padre, es Sagbó…”

Y así fue como el niño que hablaba con los animales encontró en un cachorro de león a su hermano gemelo.

Emma López Bocache1.2

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Querida Lucía

Vilanova del Camí, 16 de Julio de 2014

Querida Lucía:mediolleno

No te preocupes por nada. Sé que solo me escribes cuando realmente estás mal, así que si no lo haces, es mejor ¿no?, eso quiere decir que estás bien…

Puedo llegar a entender tu situación. Estás hundida, te vienen las desgracias una detrás de otra…

Primero, para poder ser verdaderamente tú y poder llegar a ser feliz, deja de obsesionarte por tu físico,  nadie es perfecto, no pretendas serlo tú. Si ya te han dicho que estás muy bien, ¿por qué le sigues dando tantas vueltas?

En cuanto a los exámenes… es lógico que no todos te vayan bien. Es normal que unas personas tengan mayor capacidad de memorizar y les cueste menos que a otras… Tú, tranquila, puede que Nuria saque dieces sin hacer nada, pero tú te esfuerzas, eso es lo que cuenta; dentro de un tiempo, ella ya se dará cuenta de que no todo es tan fácil, y no sabrá qué hacer, tú entonces ya estarás preparada.

Con la pandilla no sé qué decirte, no he estado nunca en una situación como esa, pero tranquila, puede que sea temporal o simplemente, sensaciones tuyas.

¿Por qué terminaste con Juanjo? Estabais bien. Tú estás más que capacitada para estar a su lado, él no es superior a ti en ningún aspecto…

Anda, Lucía, piensa que no podrías ser mejor persona… Piensa en un vaso de agua…todos te harían la típica pregunta: ¿‘’Lo ves medio lleno o medio vacío?’’ Pues no, yo te pregunto, ¿cuánto pesa ese vaso? Todo depende del tiempo que yo lo sostenga. Si lo sujeto tres segundos no pesará nada, pero si estoy treinta minutos, la cosa ya cambia. Piensa que este vaso son tus problemas. Si les das mayor importancia de la que tienen, al final pesarán más de lo que deben.

Estáte tranquila, lo estás haciendo muy bien, mantén la calma, y ya sabes que para todo estoy aquí.

Besos.

Nerea

                                                               Nerea Ramos 2.3

 

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El LÁPIZ Y EL DIARIO

Había una vez un lápiz que, a medida que su dueño (Ángel) le sacaba punta día tras día, se entristecía cada vez más al verse tan pequeño. Pensaba continuamente  que dentro de poco lo tirarían y lo reemplazarían por un lápiz nuevo, así que decidió despedirse de su amigo más cercano, el diario.

–       Buenos días, diario, me parece que hoy es la última vez que escribiré en tus páginas.- dijo el lápiz con tristeza.

–       No digas eso, que aún te queda mucho por escribir- dijo el diario con un tono de esperanza.

–       Mírame, ¿no ves que apenas tengo 5 cm de longitud? Dentro de poco tendré que jubilarme y un lápiz nuevo seguirá escribiendo por mí.

–       A lo mejor Ángel ya no te usará más, pero su hermana pequeña puede que sí.

–       Ojalá sea así y pueda seguir escribiendo mucho más.

–        Aunque me sepa mal que no vuelvas a escribir en mis páginas, me alegraría mucho que te utilizara su hermana pequeña.

–       Te echaré de menos.

–       Lo mismo digo.

Y así fue su última conversación. A partir de aquel momento Ángel le regaló el lápiz a su hermana pequeña.

Marina Olmedo 2.3

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CARTA LUCÍA

 

Castellolí, 7 de mayo de 2014

Querida Lucía:

En primer lugar no creo que seas una caradura por pedirme ayuda en situaciones como esta; y en segundo lugar, lo único que te pasa es que estás pasando una mala racha, como cualquier persona normal.

No tienes que sentirte mal por tener acné, eso es porque eres adolescente, y a todos nos está pasando; cuando crezcas un poco más, ya verás como mejorará. Tú no eres fea, tú te ves así,  tu cuerpo está cambiando y es difícil acostumbrarse, pero eso también nos pasa a todos.

Es normal que te preocupen los estudios, y más si apruebas por los pelos, son importantes. Sí, Nuria aprueba sin dificultades, pero eso es porque hay gente a la que se le da mejor y a otros, peor. Eso sí, si quieres que te de un consejo, yo te recomendaría que intentaras comprender un poco más las cosas, no sólo memorizarlas, así no tendrías tanta inseguridad en el momento de hacer exámenes.

Lo de que estás mal con la pandilla creo que son cosas tuyas, ya que, cuando yo os observo, veo que os divertís mucho. Por lo de Juanjo, no hace falta que te preocupes, ya que, si no estás preparada, no hace falta dar explicaciones a nadie; si te digo la verdad, yo creo que has hecho bien, ya se te presentará una oportunidad mejor.

Yo creo que tú puedes ayudar mucho a la gente si te lo propones, y no te desanimes tanto. Si te apetece, podemos quedar para tomar algo y seguir hablando.

Un beso

Miguel

Adrià Garcia 2.1

 

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Relaciones a distancia

¿Son sinceras o duraderas las relaciones de amistad y amor a través de internet?
Hoy día la sociedad está sufriendo una evolución causada por los avances tecnológicos: las personas se están acomodando a hacer todo más rápido, pero con menos esfuerzo. El ordenador está sustituyendo a servicios tan tradicionales como el correo, a actos tan cotidianos como el “hacer la compra” y a etapas o momentos de la vida como el hecho de conocer a tu pareja. Hay, o mejor dicho, existen, sitios “online” donde, creándote un perfil, puedes ver cuántas mujeres están interesadas en tus carnes. Pero, este tipo de relaciones… ¿son igual de buenas que las “cara a cara?
Todos hemos mentido alguna vez en la vida, a la hora de crearse un perfil en la red no iba a ser menos. Exagerar aquellos rasgos de los cuales estás orgulloso o enmascarar aquellos de los que te avergüenzas son los dos actos más habituales que hace cualquiera en internet. Ciertas situaciones  pueden malinterpretarse y eso puede llevar a discusiones tontas o a una crisis de pareja.
Pero aunque no sea oro todo lo que reluce, también hay cosas útiles en las relaciones a distancia. Si no se te da muy bien socializarte con las personas en carne y hueso, puedes “practicar” por internet. Al mismo tiempo, puedes compartir e intercambiar ideas interesantes y/o pedir opiniones sobre algo.
En mi opinión, las relaciones amistosas y amorosas es mejor crearlas tú mismo en tu vida, o simplemente dejar que se creen.

Adrián García, 4º ESO

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Lluvias de marzo

Imatge3Advertí una mirada entre el silencio de aquella multitud. Pronto la vereda se había hecho demasiado estrecha para apenas caminar. Supe entonces que una sombra se arrastraba por el asfalto de la carretera y era yo su claro objetivo, precisamente. Nadie más parecía verla ni percibirla. Los coches pasaban por encima, la sombra no se inmutaba. La luz quemaba su rostro, pero de inmediato resurgía. Sus ojos eran dos cuervos negros que intentaban alzar el vuelo; mas eso no era posible, estaban atados al suelo. Un golpe de viento me quitó las gafas, y se fueron volando hacia una terraza. Maldita mi suerte, ahora ya no divisaba. Me adentré en un bosque a causa de mi vista desenfocada. La madreselva cubría la superficie gélida de aquel lugar. Miles de sombras trepaban hasta las copas de los árboles, para allí desvanecerse en la claridad del día. De la nada surgió una tormenta. La primavera aparecía con retraso. Brotaban lágrimas del cielo; un relámpago detonó en un trueno inaudito. El estallido agrietó mis pupilas, la centella disfrazada de oro se aferró a mis pulmones, las gotas del aguacero abrieron las cicatrices de mis adentros… Y entonces tropecé.

Con la misma puta piedra me volví a dar de bruces contra el suelo. Recorrí la tierra bocabajo, no lograba comprender. Yo era la sombra, tenía el cielo a mis pies; la sombra era yo, y a diferencia, ella se sostenía en pie. Mi rastro palidecía, el camino se desgastaba, mi mundo se desmoronaba y no entendía el porqué. La oscuridad de la noche acalló mis gritos. El alambre de espino que amordazaba mis labios ayudó también. Yacía bajo mi propia sepultura, allí dentro se corroía mi ser. Estaba perdido en el interior de mi propia alma. Aún no sé cuándo volveré.

Raúl de la Torre 3º ESO

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Fuego muerto

Una mirada de desesperación, de profundo miedo e infinito sufrimiento. Una mirada que estremezca al más insensible, congelándole los huesos y quemándole el corazón, una mirada llena del más puro sentimiento. Esa era la mirada que Alice había querido de Fawn, pero ésta, atravesada por la hoja púrpura del estoque de Alice, le proporcionó en cambio una mirada de sorprendente e inesperada serenidad e incluso algo de decepción. Todo esto ponía de los nervios a la asesina, que pensaba ahora que para tan triste recompensa más le valdría no haberla matado. Pero era extraño. En todas las ocasiones en las que las dos se habían encontrado (la mayoría en situación de batalla campal), Fawn había mostrado ese temor en sus ojos de color rojo intenso. Miedo a lo peor, en ese caso, la muerte. Alice la había dejado viva varias veces porque le gustaba esa expresión de terror y quería verla más veces. Pero eso, obviamente, no podía ocurrir para siempre. No podía soportar aquellos ojos llenos de fuego ardiendo intensamente, llenos de esperanza y decisión. Quería acabar con ese fuego, y además ver cómo se extinguía en la más profunda desesperación. Pero cuando Alice fue a clavar su espada, el fuego ya estaba muerto. Fawn casi ni opuso resistencia ante su verdugo, y el rojo de sus ojos era ya sólo un rastro, consciente de su inevitable e inminente muerte. Alice estaba furiosa. Debía averiguar quién o qué había matado ese fuego antes que ella, y destruirlo por privarla de tal glorioso placer. Era así de caprichosa. Así había sido siempre.

Julio Schimbator 1 Bach.

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ROBO EN LA “CENTRAL”

Imatge4

En aquellos días yo trabajaba en el estado de Arizona. Como buen arqueólogo que era, para mí los costes que suponían este tipo de viajes no eran un problema. Por el trabajo, cualquier cosa.

Yo era un británico apasionado por la ciencia. Desde hacía ya muchos años trabajaba para la F.A.B. (Fundación Arqueológica Británica), con la que había realizado muchas expediciones. Gracias a ello había ganado diversos premios y títulos mundialmente reconocidos. En aquella ocasión yo estaba en Estados Unidos buscando la antigua tumba de un importante oficial inglés, muerto años atrás en una de las expediciones que hicieron los ingleses a la antigua colonia británica en el siglo XVIII. El susodicho falleció a causa del ataque de unos indígenas. Sus compañeros le enterraron y, junto a él, dejaron todas las joyas encontradas en las expediciones anteriores. Siglos después la fundación se informó del suceso y, con el objetivo de recuperar el ataúd perdido, puso rumbo al “Nuevo Continente”. Yo en esos instantes estaba supervisando las excavaciones que se estaban llevando a cabo en Phoenix[1] (el presunto lugar donde fue enterrado).

En estas cosas y muchas más estaba yo pensando antes de que uno de mis ayudantes me alertara del hallazgo. Me acerqué a la zona donde él me indico, y ante mis ojos, un llamativo y bonito ataúd apareció. Era de madera de pino y en sus laterales tenía incrustados diferentes joyas y gemas. Aunque lo que más llamaba la atención eran los ojos que había grabados en la parte superior del objeto. Eran amenazadores e inspiraban temor.

Tras mi aprobación, mis compañeros lo cargaron en un camión y se lo llevaron a la improvisada “central” que habíamos montado en una fábrica abandonada de las afueras. Una vez se fueron, cogí mi móvil y mantuve una breve conversación con mis superiores. Les expliqué lo sucedido y rápidamente me subí en mi coche y puse rumbo a la “central”. Cuando llegué allí, ya habían abierto el ataúd y sacado el cuerpo y las joyas. Como cabía esperar, el estado de descomposición del cuerpo había hecho su trabajo y ya casi no quedaba ni rastro de él. Acto seguido me puse a trabajar con mis colegas hasta altas horas de la noche; de manera que en poco tiempo descubrimos el material y la procedencia de las joyas.

Cuando me fui a dormir no me pude quitar de la cabeza la mirada de aquel grabado que tanto temor me había inspirado.

****

Ruidos… Chillidos… Nervios…

Quería dormir…

-¡Charles, despierta!!!!- me dijo alguien desde la puerta (tenía demasiado sueño como para levantarme y ver quien era).

-¿Qué pasa?… Tengo sueño…- le contesté.

-Lo siento pero es urgente.¡¡ El ataúd y las joyas han desaparecido!!!!!!- exclamó.

-¿Qué??????????- le contesté con auténtico estupor.

-Lo que oyes. Esta mañana, cuando hemos entrado en la sala con la intención de proseguir con la investigación, nos hemos dado cuenta de que la puerta estaba forzada y los susodichos no estaban- dijo él con nerviosismo.

Me incorporé y dije:- ¡Ahora voy para allá! ¡No te preocupes!

Seguidamente me vestí y me dirigí a la sala donde guardábamos y analizábamos los restos arqueológicos encontrados. Efectivamente: de la tumba no había ni rastro.

El desconcierto era general. Nadie tenía idea alguna de qué había podido pasar. Me encargué de poner sobre aviso a la policía y seguidamente observé detenidamente la caja blindada donde habíamos guardado los objetos desaparecidos. Estaba estupefacto; no podía entender cómo el presunto ladrón los había robado sin dejar una sola marca en la caja. Si no la habían forzado, la única explicación posible es que nos había robado las llaves con sumo sigilo y gracias a ellas había podido perpetrar el golpe sin dejar rastro alguno.

Todos estos hechos indicaban que el ladrón conocía perfectamente al equipo, el lugar donde guardábamos las llaves y la hora a la que estaría vacía la sala. Sin duda alguna, solo lo hubiera podido hacer alguno de mis compañeros.

El único problema es que yo conocía personalmente a cada uno de mis trabajadores y no podía imaginarme que alguno de ellos pudiera haber cometido tal fechoría. Ese fue el motivo que me incitó a investigar la posible relación que había entre el ladrón y lo robado.

Me fui a la sala donde guardábamos todos los archivos, ficheros, documentaciones, anotaciones u otras cosas relacionadas con los descubrimientos realizados hasta la fecha. Además de las fichas de todos los integrantes de la fundación.

Fichero tras fichero… Pero nada…

Cuando ya estaba a punto de desistir vi que el archivo G no contenía nada. Al parecer también se habían llevado su contenido. Me habían quitado las llaves y se habían apoderado de él. Mi sorpresa por los acontecimientos sucedidos aquella noche era mayúscula y la rabia surgía de mí a raudales. No tenía idea alguna de por qué se habían llevado esta serie de cosas y tampoco la tenía en cuanto al contenido del fichero. Las preguntas me asaltaban  y yo no tenía respuestas para ninguna de ellas. Si supiera qué contenía el archivo…

“¡Claro, ahora lo entiendo todo!”. Todas las piezas encajaban. Solo me faltaba encontrar una prueba concluyente que pudiera demostrar mi razonamiento…

****

Tres horas después me hallaba en el comedor principal del edificio y contemplaba al resto del equipo con mucha atención. A mi izquierda había una polvorienta caja de herramientas y a mi derecha mi hombre de confianza: Phil.

-Os he reunido a todos aquí para revelaros el nombre del misterioso ladrón que ha actuado esta noche llevándose un ataúd, joyas y el contenido de un documento que le podía haber incriminado en este suceso. El modus operandi de este robo indica con toda seguridad que el ladrón es uno de vosotros; y ahora os lo demostraré.

Para empezar las puertas y las cajas blindadas no tienen signos de haber sido forzadas. Por lo tanto se deduce que el ladrón las ha abierto con las llaves que solo nosotros sabemos dónde están guardadas.

Además, el ladrón ha actuado justo después de que nos fuéramos a dormir, clara muestra de que sabía cuándo la habíamos dejado vacía. Todos estos hechos demuestran rotundamente lo que os he dicho anteriormente.

-¿Cómo puedes pensar que uno de los tuyos es el ladrón? ¿Acaso no confías en nosotros?-dijo con furia el supervisor del equipo científico con el que contaba la fundación.

-¡Claro que confío en vosotros! ¡Pero hay una prueba que justifica mi deducción y ahora os la enseñaré!- exclamé con aprensión.

Me acerqué a la caja, la abrí y extraje de ella una serie de joyas con las letras W.G grabadas en ellas. Eran las iniciales del oficial inglés muerto años atrás por culpa del ataque de unos indígenas. Eran las joyas robadas.

-Como podéis ver, esta caja contenía las joyas desaparecidas esta noche tras el robo de un ladrón poco meticuloso y precavido. ¿A qué no sabéis donde estaban? Pues bien, os lo diré. Estaban en el coche de Patrick Gligston: nuestro queridísimo arqueólogo aquí presente- dije convicción.

 

Todas las miradas se posaron en Patrick. Un murmullo de asombro y temor se apoderó de la sala. Tras unos instantes de incredulidad general, retomé la palabra:

–  Patrick es el hijo de la jefa de un conocido grupo de atracadores que actuaron en los años 90 en el área metropolitana de Nueva York. Se denominaban a ellos mismos: “The Thieves”. Nuestro acusado, decidió (equivocadamente) seguir los pasos de su madre y por ello la noche anterior, aprovechando el cansancio general, nos robó las llaves, las joyas, el ataúd y el fichero que le hubiera podido relacionar con el delito. En la ficha aparecía su segundo apellido y el lugar de nacimiento. Rápidamente le hubiéramos relacionado con su madre y las culpas hubieran recaído principalmente en él.

Si miramos las huellas dactilares que aparecen en los objetos robados podremos probar todo esta deducción y de esa manera no se quedara en un simple cuento al que le he echado mucha imaginación.

La sala enmudeció y los policías se encargaron del resto.

Al cabo de dos días los investigadores ya habían obtenido una confesión completa en la cual explicaba detalladamente el motivo que le había llevado a hacerlo. Para celebrar la conclusión del caso había salido a dar una vuelta con mi mejor amigo: Luke.

Mientras paseaba, no paraba de pensar en los motivos que llevan a una persona a cometer una infracción. A mí no se pasaba por la cabeza tal barbaridad. Justo en ese momento, Luke me preguntó:

-Charles: ¿cómo supiste el contenido del fichero si lo habían robado?

-Es sencillo, amigo. El ladrón subestimó la buena memoria de un arqueólogo. Al final esa arrogancia y poca previsión le ha salido muy cara- le contesté con firmeza.

Quién sabe, igual valdría para detective privado. Nunca se sabe… -pensé

Víctor Larrache Lizarte 1º ESO


[1] Capital de Arizona. Consta de 1.445.653 habitantes y está situada al sureste de Estados Unidos.

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UN MUNDO SOLO NUESTRO

Imatge6Estoy segura de que sigues haciéndolo, aunque yo ya no pueda. Ahora me toca quedarme con el recuerdo, con la esencia de ese mundo tan nuestro, el mundo que creábamos  con tan solo mirarnos.

En tu pupila veía las tardes enteras con la cabeza en tus piernas, las continuas carcajadas que me llenaban de vida, los abrazos que me hacían crecer, los besos que me hacían ser más fuerte… Yo tenía el don de mirar a través de esa mirada perdida, esa mirada lejana, fuera de ti, fuera de la habitación de aquella residencia, fuera del mundo entero. No me hacía falta nada más, ni frío ni calor, ni consuelo ni tabaco. Solo necesitaba una silla junto a tu butaca, mi mano con tu mano, mis ojos con tus ojos y mi alma con la tuya. Horas y horas en nuestro mundo, nuestro mundo de recuerdos, nuestro mundo de imágenes, de lágrimas rotas, de impotencia. Hacía tres años y dos meses que te diagnosticaron Alzheimer, 1157 días en los que te fui perdiendo poco a poco. La parte más importante de mi vida se iba y yo no podía decirte que te iba  echar de menos, ni apenas pude darte las gracias por todo lo que habías hecho por mí, por todas las noches en vela, por tus manos cálidas en las mañanas frías de camino al colegio, por darme tus ojos azules y ese empeño que siempre la has puesto a las cosas, pero ante todo las gracias por darme la vida. Tras todas las veces que nos hablamos, gritamos, cantamos, bailamos, lloramos, reímos… tras  todas las palabras que nos dijimos, ahora solo me quedaba tu mirada. Una mirada que cada vez se alejaba más de mí, una mirada valiente y asustada al mismo tiempo, como un recién nacido que llega al mundo vulnerable, con el miedo a lo desconocido. Mi mente no podía entender que te fueses, pero lo hiciste. Cerraste tus ojos, y me dejaste sola en nuestro mundo.

Sin embargo, después de un año de tu muerte, siento que sigues mirándome, estoy segura. Tan segura como que en el cielo no brilla un azul más bonito que el de tus ojos.

Gracias por darme la vida,

Tu hija.

Marina Capitán 2º Bach.

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Mirada delatante

Eran las tres de la madrugada cuando recibí una llamada de mi superior. Tenía que acudir inmediatamente al bar de la plaza del ayuntamiento. Se había producido un asesinato. Llegué al local y allí me esperaban dos compañeros. Habían vallado el lugar y a pesar de la hora, aún quedaban muchas miradas curiosas. Entré al bar, un recinto bastante amplio, con muchas mesas y una gran barra al fondo.

El cadáver estaba tendido en el suelo. Era de un hombre corpulento y de mediana edad. Vestía ropa elegante e iba bien peinado. Se trataba de Alberto Trujillo, copropietario de la empresa de construcción con más fama de la zona. Había estado reunido con su socio y dos colaboradores.

Inspeccioné el cadáver. No había signos de violencia ni ninguna herida. Debía de haber muerto por algún tipo de veneno. Decidimos interrogar al propietario del bar, pero no hallamos indicios de ser sospechoso. Volví a inspeccionar el cuerpo sin vida. Había algo raro. Me llamó la atención la expresión de su cara. Parecía que quisiera decirnos algo. Su mirada, desconcertada, se perdía en un punto concreto del frío bar. Sus ojos inertes se clavaban en una de las sillas donde habían estado sentados.  Mis compañeros hicieron entrar a las tres personas que estuvieron junto a la víctima. Dos de ellos observaron incrédulos lo que sus retinas les estaban mostrando, incapaces de asimilar la situación. El copropietario, impasible y con actitud soberbia, evitaba nuestras pupilas. En ningún momento dirigió la vista hacia la persona con la que había compartido negocios. Se respiraba un ambiente tenso. Algo me decía que estaba junto al asesino. La mirada de desprecio, fría e indiferente que crucé con el socio de la persona que yacía en el gélido suelo, me transmitió su culpabilidad.

Mario Gasco Durán 4.2

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