El propósito que me empuja a redactar este artículo es simple: las ignorancias no son de mi agrado. ¿Cuántas veces hemos oído a una persona afirmar que goza de una portentosa felicidad? Sin embargo, precisamente quienes dicen ser más felices suelen ser quienes desconocen el significado de la propia expresión.
Como he dicho arriba, el oscurantismo de afirmar la posesión de un sentimiento sin saber realmente lo que significa es algo que no consigo tolerar. Resulta intrigante, pero estos individuos “ignorantes” se han visto moralmente hundidos en alguna ocasión y han llegado al punto de cuestionarse si existe o no la felicidad. Realmente, es una pregunta cuya respuesta es difícil redactar pero, a no ser que se viva en un manicomio, se ha conseguido experimentar la felicidad alguna vez y no se tiene razón para cuestionar su existencia.
Abundando en la opinión, quiero remarcar que la felicidad es un término diligente y algo complicado si no se sabe tratar. En la vida se aprende a ser feliz con los años, y lo malo es que hay gente que necesita más tiempo del que posee. Para ilustrar, un gran filósofo dijo: “Algún día, en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y esa, solo esa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas”. Sin duda, es una espléndida frase que no requiere explicación.
Edgar Cerro 4.1