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Día Mundial de los Docentes

Esta mañana me han felicitado en clase: «¡Felicidades, profe!».

Sabedor de que el parabién no se debía ni a mi cumpleaños ni al día de mi onomástica —los cuales andan aún muy lejos en el calendario— y conocedor de la efeméride de hoy, 5 de octubre, he intuido por dónde podía ir el tiro, pero he decidido hacerme el despistado y preguntar el motivo de la felicitación. «Es el Día de los Docentes», me han contestado. «¡Ah, pues qué emoción! Siempre he deseado que los demás vean en mí a alguien digno, honesto…». Constato ante mí que las caras de mis alumnos se corresponden con las del desconcierto y la sorpresa que esperaba que causaran mi respuesta. Prosigo: «Me hace muy feliz que me felicitéis en el Día de los Decentes». Y enseguida se oyen a barullo las respuestas que quieren corregir mi lapso: «¡No, no…, decentes, no; doooocentes!». Es el momento de aprovechar la oportunidad provocada: «Docentes y decentes, he aquí un buen ejemplo para explicar los conceptos de paronimia y paronomasia». La clase ha empezado.

Feliz Día Mundial de los Docentes, a todos los colegas —en acepción primera, claro está—.

DEL 2021

Europallingues.jpg
CC BY-SA 3.0, Enlace

Hoy, domingo, como cada 26 de septiembre, se conmemora el Día Europeo de las Lenguas (DEL). A tal propósito, el Consejo de Europa apoya y coordina la efeméride que el Centro Europeo de Lenguas Modernas pone al alcance de todos a través de su página web.

Llegada esta fecha, resulta difícil resistirse a la tentación de introducir en un blog como este algunos chascarros basados en datos curiosos sobre lenguas europeas. Por ejemplo, ¿sabes cuál es la palabra más larga del castellano? ¿Y la de cualquier lengua europea?

Supercalifragilísticoespialidoso sodolipiaescotilisgifralicapersu son divertidas respuestas que a más de uno os pueden haber pasado por la mente; pero no se trata exactamente de voces del castellano, como tampoco lo son del inglés, pues se hallan fuera de los lexicones respectivos y resultan poco menos que nulas comunicacionalmente. También es posible que alguno de vosotros sea capaz de recordar el palabro que jocosamente mencionamos durante cierta clase: hipopotomonstrosesquipedaliofobia. No obstante, si abordamos la respuesta con seriedad y buscamos información fiable, la palabra que aparece con más letras en lengua castellana es anticonstitucionalmente. De hecho, las traducciones de esta palabra al catalán (anticonstitucionalment) y al francés (anticonstitutionnellement) también son las palabras más largas en dichos idiomas.  Con todo, sus 23 letras empatan con las 23 de esta otra: electroencefalografista. Unas y otras, sin embargo, se hallan muy lejos de las 67 que posee la voz alemana con la que los germanos se refieren a cierta ordenanza sobre bienes raíces:

Grundstücksverkehrsgenehmigungszuständigkeitsübertragungsverordnung.

Y sobre todo, quedan más lejos aún de las 131 con que cuenta la voz sueca que ostenta el récord de ser la palabra europea más larga:

Nordvästersjökustartilleriflygspaningssimulatoranläggningsmaterielunderhållsuppföljningssystem-
diskussionsinläggsförberedelsearbeten.

Por cierto, Aristófanes, el famoso dramaturgo de la Antigüedad griega, ya en una época tan lejana acuñó socarronamente las 183 letras que designaban un plato ficticio compuesto de toda clase de manjares:

λοπαδοτεμαχοσελαχογαλεο-κρανιολειψανοδριμυποτριμματο-σιλφιοκαραϐομελιτοκατακεχυμενο-κιχλεπικοσσυφοφαττοπεριστερα-λεκτρυονοπτεκεφαλλιοκιγκλο-πελειολαγῳοσιραιοϐαφητραγανο-πτερυγών.

Si sientes curiosidad por saber cuáles son las palabras más largas en el resto de idiomas europeos, puedes consultar la web del Día Europeo de las Lenguas, en la que podrás encontrar estos y otros muchos datos curiosos (por ejemplo, que burro en italiano no significa ‘asno’, sino ‘mantequilla’ o que lo que en inglés es un ‘atún’, en castellano es un grupo musical de estudiantes que cantan Clavelitos o Cielito lindo). Además, la página cuenta con una amplia selección de entretenimientos y juegos lingüísticos.

Feliz domingo. Y adiós, adéu, agur, adeus, au revoire, bye, arrivederci, αντιο σας…

A otoñar felizmente

A pesar de que el verano ya ha acabado, es más que probable que todavía quede gente veraneando. En una población costera tan turística como la nuestra ello se hace evidente enseguida, incluso en una época tan difícil como esta que la pandemia nos obliga a vivir.  El verano constriñe sus límites astronómicos entre el solsticio sanjuanesco y equinoccio de septiembre ; pero tales límites no impiden que el veraneo, cuyas fechas fija el calendario laboral, adentre su recta final en  el otoño.

Y si veranear significa ‘pasar las vacaciones de verano en un lugar distinto al de residencia’, de ahí puede inferirse que invernar bien podría ser también el trasunto vacacional de los días navideños. Pero no: invernar significa sencillamente ‘pasar el invierno en un lugar’, por lo que uno puede invernar perfectamente en su propia casa. O hibernar, aunque esto corresponde con mayor propiedad aún a osos, ranas o marmotas.

La primavera no cuenta con un derivado verbal. Es decir, no se puede primaverar ni primaverear. Acaso el próximo marzo, deberíamos ponernos a innovar con el lenguaje y acuñar el término. Después de todo, de ser cierto eso de que la primavera la sangre altera, al hecho de mostrar las consecuencias de tal alteración bien podríamos llamarlo primaverar. Y así, los profes podríamos comentar que este año los alumnos de tal o cual curso sin duda primaveran mucho más que los del año anterior o que fulanito o menganita se pasan la mañana primaverando y que a ver si al final no van a conseguir aprobar.

Finalmente, el otoño sí posee un derivado verbal: otoñar. Quizá no sea la palabra mas usada del castellano, pero ya se documenta, como puede comprobarse en la imagen que encabeza esta entrada, en el Vocabulario español-latino de Nebrija, publicado en 1495. Además, sus tres acepciones recogidas en el lexicón académico otorgan a su significado un ámbito referencial muy vasto: otoña la hierba que brota en otoño, se otoña la tierra que adquiere tempero cuando llueve suficientemente en otoño y otoña el ser humano que simplemente pasa el otoño de una u otra manera.

Así pues, apreciados alumnos y lectores en general, el Departamento de Lengua y Literatura Castellanas del Institut Ramon Coll i Rodés os desea que otoñéis felizmente hasta superar este primer trimestre en que ya nos hallamos inmersos.

Agua

Imagen de suju-foto en Pixabay

Hoy se conmemora el Día Mundial del Agua. La efeméride, proclamada por la ONU en 1993, trata de concienciar al ser humano de la importancia de cuidar el líquido elemento, dada la importancia capital que posee para la vida en nuestro planeta. Asimismo, se quiere dar a conocer la problemática de los millones de personas que no tienen acceso al suministro de agua potable. Este año, además, resulta obligatorio poner de manifiesto la trascendencia del agua para frenar epidemias y enfermedades infecciosas: lavarse las manos resulta fundamental, no solo para cortar la transmisión de la covid-19, sino la de otras muchas enfermedades.

Trayendo el agua a nuestro molino, la importancia de este elemento también se demuestra idiomáticamente: en la lengua castellana, el sustantivo agua posee 16 acepciones, es el elemento inicial de 85 compuestos sintagmáticos, forma parte de otros 67 y es un componente en 72 expresiones lexicalizadas, entre locuciones y frases hechas. Así, podemos halagar al ser querido si le bailamos el agua; afligirnos por cuestiones de poca monta si nos ahogamos en un vaso de agua; congratularnos por la oportunidad con que nos acontece un beneficio que recibimos como agua de mayo; decidirnos a arrostrar un riesgo y echarnos al agua; o ir y venir sin decir agua va, o sea, sin previo aviso. Todo un tesoro lingüístico, sin duda.

Imagen superior de suju-foto en Pixabay.

Étimos estacionales

Floración del cerezo en el Jerte (IV) ©, por Jnj

Esta mañana, a las 10: 37, hora peninsular, «La primavera ha venido, nadie sabe cómo ha sido». Bueno, esto es lo que acertada pero líricamente sentenció Antonio Machado. Científicamente, resulta que sí se sabe, claro: la astronomía se encarga de traérnosla mediante el equinoccio de primavera.

Precisamente, en algunas clases de 2.º de bachillerato impartidas esta semana, se ha sacado (que no traído) a colación este concepto astronómico y cuán clarificadora resulta la etimología de la voz que le da nombre, derivada del latín aequinoctium, formada a su vez por aequus ‘igual’ y nox ‘noche’. He recordado entonces un artículo que escribí en otro blog tal día como hoy de hace siete años. En él hablaba de los étimos que han dado lugar al nombre de las estaciones del año y aprovechaba el de “equinoccio” para cerrar el escrito. Lo transcribo a continuación, por si a alguien resulta interesante.

Para nuestros papis culturales, los romanos, solo había dos tiempos en los que dividir el año, esto es, dos estaciones: una, muy prolongada; y la otra, breve. La primera debía su mayor extensión a que estaba compuesta por la suma de lo que hoy llamamos primavera, verano y otoño, mientras que la más breve correspondía al invierno, entonces llamado hibernum tempus, propiamente, ‘tiempo hibernal’. Ver / veris, a su vez, era la palabra con que se aludía a esa otra estación mucho más prolongada, y su significado, propiamente, era el de ‘primavera’; aunque como veremos enseguida, andado el tiempo, dio lugar a nuestra voz verano. No obstante, en determinado momento, antes de que el latín se vistiese definitivamente de castellano  —y de catalán y de francés…—, el comienzo de esta larga estación se llamó primo vere ‘primer verano’, y, más tarde, prima vera, de donde, finalmente, brotó nuestra primavera. Fue por entonces también que la época más calurosa, por oposición al hibernum tempus, tomó el nombre de veranum tempus, literalmente, ‘tiempo primaveral’, aunque de ahí, mediante elipsis del término contiguo, nace nuestro verano, como de la otra, por idéntica causa lingüística, surge invierno.

Con todo, a pesar de este desmembramiento, la estación cálida todavía era más prolongada, hasta que, en cierto momento, su período final, correspondiente al tiempo de las cosechas, fue llamado autumnus, voz derivada de auctus ‘aumento’, ‘crecimiento’, ‘incremento’, que procedía, a su vez, de augere ‘acrecentar, robustecer’. El vocablo latino autumnus es el que se aclimató en nuestra lengua como otoño.

De toda esta intrincada nomenclatura estacional —que lo fue más hasta el siglo XVI, pues vino a colarse, en el intervalo entre primavera y verano, el estío—, quedan vestigios en nuestra lengua: verbigracia, el adjetivo vernal, el cual se aplica con igual rigor al solsticio, para señalar ‘verano’, que al equinoccio, para señalar ‘primavera’.

Por cierto, ya que en estas de la etimología andamos: qué descriptiva voz esa con que adviene la primavera: equinoccio, donde equi- ‘igual’ y noccio ‘noche’, pues, por hallarse el Sol sobre el ecuador, la noche dura igual que el día.

Feliz primavera a todos.

Origen del antropónimo Pepe

Hoy celebramos el día del padre, que, como bien sabrás, se trata de una conmemoración religiosa en honor a José, padre de Jesucristo. Sin querer entrar en cuestiones de fe, la lógica dicta que, dado que su mujer, María, es, por antonomasia, la Virgen, la paternidad de José no pudo ser cuestión fisiológica.

Efectivamente, a san José, a pesar de no ser el padre de Jesucristo, se le reconoce como tal por mor de reputación. Es decir, se le considera padre putativo.

La Iglesia se ha encargado bien de reputarlo como tal durante siglos y, en los devocionarios y misales de la liturgia latina, los feligreses de todas las parroquias no podían leer una sola referencia a «Sanctus Iosephus» sin que figurase al lado, a modo de ineludible epíteto, la expresión «Pater Putativus Christi». Dada la frecuencia con que aparecía la expresión, lo corriente era encontrarla abreviada en «P. P. Christi» y, de este hecho, surge una explicación, la cual corre por la creencia de las gentes como la pólvora, acerca de que los Josés se llamen Pepes. No obstante, se trata de una etimología espuria, pues el origen de la forma hipocorística Pepe es mucho más prosaico: se trata, sencillamente, de una forma reducida de Jusepe —versión antigua de José—, tal como sucede con el catalán Pep respecto de Josep o con el italiano Beppe respecto de Giuseppe.

Feliz Día de Pokémon

Hoy se conmemora el Día de Pokémon, pues el 27 de febrero de 1996 se lanzaron en Japón los primeros títulos de la saga para Game Boy: Pokémon Rojo y Pokémon Verde.

Si eres fan de la franquicia, es posible que conozcas más de una curiosidad en torno a este mundo de fantasía. Por supuesto, estás invitado a contárnoslas en forma de comentario a esta entrada. Por nuestra parte, lo que aquí vamos a exponer son algunas peculiaridades lingüísticas, en especial, las que atañen a la ortología y la ortografía de su nombre.

En primer lugar, como bien sabes, Pokémon es el nombre propio con el que se conoce a esta franquicia de videojuegos y animación manga. En japonés, su escritura es esta: ポケモン. Sin embargo, la grafía latina no se debe a un proceso de adaptación alfabética, sino que es la forma original con que se bautizó este universo: Pokémon es un acrónimo de pocket monsters ‘monstruos de bolsillo’ —en japonés, ポケットモンスタ [poketto monsutā]—.

Pero, ¿a qué se debe la tilde que vuela sobre la e de la segunda sílaba? En inglés, resulta extraña y, en castellano, contraviene las normas de acentuación, pues se trata de una palabra llana acabada en vocal seguida de s. La razón la encontramos en la necesidad de marcar esta vocal para que la pronunciación inglesa no altere su modo ni su lugar de articulación.

Así pues, dado que la existencia de esta tilde no depende de la normativa ortográfica, al escribirla en castellano, conviene no prescindir de ella, incluso si quien escribe es un hablante iberoamericano cuya realización fonética del nombre Pokemón sea aguda, la más habitual en el español de América.

Con todo, cabe advertir que si tiramos de lexicalización, es decir, si usamos el nombre como común, como taxón ficticio, al modo como usaríamos gato o felino o mamífero, entonces deberíamos escribir pokemon. Así, sin tilde y con minúscula. A partir de aquí, otro sería el problema lingüístico con que nos enfrentaríamos. Sabido es para los seguidores del juego, de las series o de las películas que, cuando se menciona a más de un espécimen, se hace mediante una forma de plural invariable, esto es, se habla de los pokemon. Sin embargo, la lexicalización  es una opción lingüística que implica la necesaria adaptación a las normas de nuestro idioma, las cuales dictan que los nombres acabados en vocal seguida de s forman su plural añadiendo el morfema flexivo -es, o sea: pokémones, ahora sí, con tilde, por ser voz esdrújula.

¡Ah! Y, por supuesto, si tu pronunciación es aguda y no llana, las lexicalizaciones exigen que las formas sean pokemón, para el singular y pokemones, para el plural.

Recorte de prensa (1)

Esta pretende ser la primera de una serie de entradas en que ir siguiendo esporádicamente aquellas expresiones aparecidas en la prensa que pueden invitarnos a una reflexión gramatical. No entraremos nunca a debatir ideológicamente los contenidos de las noticias seleccionadas, pues no es nuestro propósito.

Empecemos ya.

Durante estos días, la prensa se está ocupando de informar y opinar acerca de la posible falsificación del máster de Cifuentes. En concreto, hoy, el diario Infolibre se hace eco de una noticia publicada por El Confidencial en que, planteando una presunta falsificación de firmas, se dice, en la misma cabecera de la noticia, que «El catedrático responsable del máster, Enrique Álvarez Conde, se reunió este martes con las tres profesoras que supuestamente firmaron ese acta en el despacho de un abogado “para tratar de pactar una versión común”».

Al lector, puede asaltarle la duda de si el despacho de un abogado es el lugar en que las tres profesoras firmaron supuestamente el acta o donde el catedrático se reunió con ellas. El sentido común parece apuntar a esta última posibilidad, puesto que la firma de actas universitarias no requiere la presencia de un abogado, mientras que, para pactar una versión común ante posibles querellas criminales, sí parece oportuno disponer de los consejos de un letrado. De hecho, en el desarrollo de la noticia, puede volver a leerse esta información, expurgada de manera que no deja lugar a la ambigüedad: «El catedrático responsable del máster, Enrique Álvarez Conde, se reunió este martes con las tres profesoras en el despacho de un abogado “para tratar de pactar una versión común”».

¿Por qué se produce este vicio anfibológico en el primer redactado, pero no en el segundo? ¿Podría haberse evitado sin la pérdida de información del segundo redactado?

Para intentar dar respuesta, conviene simplificar la estructura oracional y fijar nuestra atención en la parte diferencial (en verde). Prescindamos, pues, del complemento de finalidad pospuesto y del sujeto antepuesto: “Se reunió este martes con las tres profesoras que supuestamente firmaron ese acta en el despacho de un abogado”. Si observamos bien, vemos cómo, entre el CCL y el verbo reunir(se), al que complementa, se ha intercalado una proposición de relativo, cuya función es CN del núcleo “profesoras”. Ello hace que ahora el CCL quede próximo al verbo de esta subordinada y que nuestro cerebro tienda a procesarlo como posible complemento suyo. Para evitar esta anfibología sin necesidad de suprimir nada de la estructura oracional, el periodista podría haber ubicado como último complemento del verbo principal aquel que contiene la oración de relativo: «El catedrático responsable del máster, Enrique Álvarez Conde, se reunió este martes en el despacho de un abogado “para tratar de pactar una versión común” con las tres profesoras que supuestamente firmaron ese acta». Nótese que, con esta nueva disposición de los elementos oracionales, se introduce una nueva variación en la complementación, pues el SP “con las tres profesoras…” se subordina, sintácticamente, al verbo “pactar” y no al verbo “reunir(se)”. No obstante, con ello, no se da conflicto semántico alguno.

DILM 2018

Hoy se conmemora el Día Internacional de la Lengua Materna. Coincidiendo con esta fecha, hemos dado la bienvenida a Sophia, la nueva compañera de aula en la optativa de 1.º de ESO Hablar, leer, escribir. Todos nos hemos presentado ante Sophia en nuestras respectivas lenguas maternas: castellano, catalán y ruso; ella, a su vez, lo ha hecho en alemán.

Necesidad obliga, suele decirse, y, dado que Sophia no habla ninguna de nuestras dos lenguas oficiales, hemos acudido a las TIC para salir del apuro. Cada uno de nosotros ha escrito su presentación en el traductor virtual del teléfono móvil y, tras leerla en nuestro idioma propio, hemos dejado que fuese la aplicación, a través de la activación del audio, la encargada de pronunciar el texto traducido al alemán. Finalmente, Sophia, ha hecho lo propio, invirtiendo lógicamente el proceso y permitiendo que el traductor pronunciase en castellano su presentación original en alemán.

Nos encanta conocer a Sophie. Ens encanta conèixer a Sophie. Нам нравится встречаться с Софи. Wir lieben es, Sophie zu treffen.

(¡Ay, ay, ay… Espero que el traductor sepa lo que se dice!).

Ada(m/n)ismo

adamismo

Esta semana los bachilleres de primer curso han tenido que vérselas con el diccionario en línea. Lo que parecía que iba a ser un simple ejercicio de consulta, en realidad tenía su intríngulis. El ejercicio en cuestión consistía en exponer cuál es la diferencia de significado existente, según el DRAE, entre los términos parónimos adamismo y adanismo.

La respuesta exacta es aquella que señala a la acepción segunda de adanismo, esto es, la que hace referencia a la práctica del desnudismo, como exclusiva de esta voz, mientras que el resto de acepciones de ambas expresiones son de uso compartido o indiscriminado.