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Un par de precisiones otoñales

Fotografía de Jordi, nuestro ínclito conserje.

Este año, sin que ello suponga circunstancia agravante ninguna, el otoño se nos ha echado encima con nocturnidad: exactamente, a las 3:04 de la madrugada. Vaya, pues, por delante el parabién del Departamento de Lengua y Literatura Castellanas conforme a que tengamos todos un venturoso otoño.

Sabido es que equinoccio, palabra con la que designamos la llegada del otoño (también la de la primavera), es un cultismo cuyo significado surge de la suma de sus componentes léxicos: equi- ‘igual’ y noccio ‘noche’. Y es que, por hallarse el Sol sobre el ecuador en esta fecha, la noche dura igual que el día. Ahora bien, ello, que debiera ser exactamente así, acaba no siéndolo: en Lloret de Mar, la noche y el día tendrán una duración idéntica, de doce horas cada uno, justo el domingo próximo, dos días después del día equinoccial. Ello se debe a dos razones: el hecho de que el Sol sea una estrella cercana y el hecho de que la atmósfera provoque una refracción lumínica.

Efectivamente, la cercanía del Sol hace que este adquiera la apariencia de un disco y no de un punto, como el resto de estrellas del firmamento nocturno, y comoquiera que el momento del amanecer corresponde al instante en el que el borde superior del Sol toca el horizonte, y el del atardecer, a aquel en el que el borde superior se pone bajo el horizonte, esto provoca una diferencia de un par de minutos, a los cuales hay que añadir los seis minutos de efecto de refracción atmosférica que hacen que el amanecer se adelante y el atardecer se retrase. Es decir, hay seis minutos en los que el observador sigue viendo al Sol sobre el horizonte, cuando, en realidad, ya se ha puesto bajo su línea.

En conclusión, en latitudes medias como la nuestra, hoy aún hay unos ocho minutos más de luz que de oscuridad.

Y, para rematar esta entrada, que ha ido sesgándose hacia el enfoque astronómico, un par de precisiones lingüísticas referidas a la nomenclatura. El primero: al día en que, como el próximo domingo, el tiempo de luz y de oscuridad son iguales, se le denomina, significativamente, equilux. El segundo: aunque al momento astronómico de hoy solemos llamarlo equinoccio de otoño, mucho más apropiado sería llamarlo equinoccio de septiembre, pues la entrada del otoño solo acontece en el hemisferio norte (en el sur, es la primavera la que se inicia).

Étimos estacionales

Floración del cerezo en el Jerte (IV) ©, por Jnj

Esta mañana, a las 10: 37, hora peninsular, «La primavera ha venido, nadie sabe cómo ha sido». Bueno, esto es lo que acertada pero líricamente sentenció Antonio Machado. Científicamente, resulta que sí se sabe, claro: la astronomía se encarga de traérnosla mediante el equinoccio de primavera.

Precisamente, en algunas clases de 2.º de bachillerato impartidas esta semana, se ha sacado (que no traído) a colación este concepto astronómico y cuán clarificadora resulta la etimología de la voz que le da nombre, derivada del latín aequinoctium, formada a su vez por aequus ‘igual’ y nox ‘noche’. He recordado entonces un artículo que escribí en otro blog tal día como hoy de hace siete años. En él hablaba de los étimos que han dado lugar al nombre de las estaciones del año y aprovechaba el de “equinoccio” para cerrar el escrito. Lo transcribo a continuación, por si a alguien resulta interesante.

Para nuestros papis culturales, los romanos, solo había dos tiempos en los que dividir el año, esto es, dos estaciones: una, muy prolongada; y la otra, breve. La primera debía su mayor extensión a que estaba compuesta por la suma de lo que hoy llamamos primavera, verano y otoño, mientras que la más breve correspondía al invierno, entonces llamado hibernum tempus, propiamente, ‘tiempo hibernal’. Ver / veris, a su vez, era la palabra con que se aludía a esa otra estación mucho más prolongada, y su significado, propiamente, era el de ‘primavera’; aunque como veremos enseguida, andado el tiempo, dio lugar a nuestra voz verano. No obstante, en determinado momento, antes de que el latín se vistiese definitivamente de castellano  —y de catalán y de francés…—, el comienzo de esta larga estación se llamó primo vere ‘primer verano’, y, más tarde, prima vera, de donde, finalmente, brotó nuestra primavera. Fue por entonces también que la época más calurosa, por oposición al hibernum tempus, tomó el nombre de veranum tempus, literalmente, ‘tiempo primaveral’, aunque de ahí, mediante elipsis del término contiguo, nace nuestro verano, como de la otra, por idéntica causa lingüística, surge invierno.

Con todo, a pesar de este desmembramiento, la estación cálida todavía era más prolongada, hasta que, en cierto momento, su período final, correspondiente al tiempo de las cosechas, fue llamado autumnus, voz derivada de auctus ‘aumento’, ‘crecimiento’, ‘incremento’, que procedía, a su vez, de augere ‘acrecentar, robustecer’. El vocablo latino autumnus es el que se aclimató en nuestra lengua como otoño.

De toda esta intrincada nomenclatura estacional —que lo fue más hasta el siglo XVI, pues vino a colarse, en el intervalo entre primavera y verano, el estío—, quedan vestigios en nuestra lengua: verbigracia, el adjetivo vernal, el cual se aplica con igual rigor al solsticio, para señalar ‘verano’, que al equinoccio, para señalar ‘primavera’.

Por cierto, ya que en estas de la etimología andamos: qué descriptiva voz esa con que adviene la primavera: equinoccio, donde equi- ‘igual’ y noccio ‘noche’, pues, por hallarse el Sol sobre el ecuador, la noche dura igual que el día.

Feliz primavera a todos.

Los días que no se vivieron hace 434 años

Los días que no se vivieron hace 434 años

Hace cuatrocientos treinta y cuatro años, las buenas gentes que dormían, comían y amaban donde ahora nosotros dormimos, comemos y amamos no pudieron vivir el día de hoy. De hecho,  aquellas buenas gentes no pudieron vivir diez de los treinta y un días de que dispone el mes de octubre. Dios y el rey les obligaron a que los perdiesen. Aunque, en cierto modo, acaso pudiéramos decir que consiguieron lo que no han conseguido aún ni toda la ciencia acumulada ni toda la tecnología desarrollada por el hombre: viajar en el tiempo.

Para deshacer el carácter enigmático de cuanto se dice en el párrafo anterior, ¿sabrías responder a las siguientes cuestiones?:

  • ¿Qué diez días fueron los que se perdieron?
  • ¿Por qué razón se perdieron?
  • ¿Tiene algo que ver con todos o algunos de los 29 de febrero de los años bisiestos?

Y, ya puestos…:

  • ¿Qué celebérrima escritora española, cuyo quingentésimo aniversario celebramos el año pasado, no pudo ser enterrada esos días?
  • ¿Qué relación guardan esos días con el hecho de que Cervantes y Shakespeare, cuyos cuadringentésimos aniversarios conmemoramos este año, muriesen el mismo día, pero no muriesen el mismo día?

Estrella Cervantes: nuestra cultura, ya en las estrellas

Que Cervantes es luciente estrella literaria es sabido de todos; que Cervantes es, además, fulgente estrella sideral puede ser sabido ya,  a partir de ahora.

La propuesta ‘Estrella Cervantes’, la cual os invitaba a impulsar en un artículo anterior, competía con otras seis opciones de diversos países (Portugal, Italia, Colombia y Japón) para renombrar el sistema planetario μ Arae, situado a 49,8 años luz de distancia en la constelación Ara. Desde el 12 de agosto y hasta el 31 de octubre estuvieron abiertas las votaciones a través de internet, para todo el mundo y con la única limitación de un voto por dispositivo (ordenador, teléfono, tableta…), salvo excepciones debidamente justificadas.

El resultado, hecho público ayer por la Unión Astronómica Internacional, no deja lugar a dudas: la propuesta ha conseguido 38.503 votos, un 69% del total de los registrados para este sistema planetario. Ha sido, además, la propuesta que ha registrado más votos válidos entre las más de 200 propuestas del conjunto del concurso. Desde ahora, por tanto, los nombres de Cervantes, Quijote, Rocinante, Sancho y Dulcinea pueden usarse en paralelo a la nomenclatura científica ya existente.

El concurso NameExoWorlds de la Unión Astronómica Internacional (IAU) —a autoridad responsable para asignar nombres oficiales a los objetos celestes— ha supuesto la primera ocasión en la que el público en general ha podido participar en la elección de los nombres para estrellas y exoplanetas. Y las cifras hablan por sí mismas: se podía elegir entre un total de 274 nombres propuestos por organizaciones astronómicas de 45 países, y se han recibido más de medio millón de votos (573.242 exactamente), procedentes de 182 países. España ha sido el tercer país en porcentaje de participación, solo por detrás de la India y de Estados Unidos.

Javier Gorgas, presidente de la Sociedad Española de Astronomía, destacaba, tras conocer la noticia, que “divulgadores y profesionales de la astronomía, medios de comunicación, humanistas y amantes de la literatura hemos trabajado juntos con un único fin: poner a Cervantes y a sus personajes en el lugar que les correspondía entre las estrellas. Don Quijote y sus compañeros nos han ayudado a proclamar que existen muchos más mundos en el universo, y por el camino hemos reivindicado que la ciencia juega un papel central en la cultura y hemos constatado una vez más la pasión del público en general por la astronomía”.

Benjamín Montesinos, punto de contacto en España de la IAU para Divulgación de la Astronomía, expresaba así su alegría por el resultado: “Ha sido todo un placer y un honor para un astrónomo manchego como yo haber podido contribuir a poner a Cervantes y sus personajes en el cielo. Cuando releamos el Quijote, podremos imaginar a Clavileño volando y acercándose a la estrella Cervantes y a los planetas Dulcinea, Quijote, Rocinante y Sancho. Un lujo.”

La noticia del nombre de Cervantes para una estrella —propuesta que se debe al Planetario de Pamplona y la Sociedad Española de Astronomía, con el apoyo del Instituto Cervantes— llega a punto de iniciarse el Año Cervantino 2016, en conmemoración del cuadringentésimo aniversario de la muerte del escritor. En este contexto, se están preparando diversas actividades de divulgación sobre la estrella Cervantes y la detección de exoplanetas, que previsiblemente incluirán varias conferencias y la producción de una película para planetarios.

Estrella Cervantes: llevar nuestra cultura a las estrellas

En un lugar de la constelación Ara, en torno a una estrella sin un nombre propio, solo conocida por la letra μ, cuatro planetas trazan sus trayectorias. Alrededor de un autor de fama universal, también giran sus cuatro personajes principales. Nos proponemos elevar a Cervantes a la condición de un Apolo galáctico, dando su nombre a la estrella central del sistema, mientras que don Quijote, Rocinante, Sancho y Dulcinea se transfiguran en su escolta planetaria. Quijote (μ Arae b), el protagonista, en una órbita algo excéntrica, como corresponde a su carácter, junto a su fiel compañero Rocinante (μ Arae d), en el centro de la escena. El bueno de Sancho (μ Arae e), el ingenioso escudero, moviéndose lentamente por las ínsulas exteriores del sistema. La Dulcinea encantada (μ Arae c), tan difícil de contemplar para don Quijote en su verdadera forma, cerca del corazón del escritor.
La importancia de Miguel de Cervantes en la cultura universal no puede ignorarse. Su obra principal, el Quijote, considerada la primera novela moderna de la literatura mundial y uno de los libros más influyentes en todo el canon literario, ha sido calificada en numerosas ocasiones como la mejor obra de ficción jamás escrita. Sin embargo, mientras que, por ejemplo, Shakespeare ya tiene nombres de sus personajes como satélites de Urano, Cervantes ha sido hasta ahora excluido de las esferas cósmicas. Con esta propuesta, apoyada por el prestigioso Instituto Cervantes, y llegada justo a tiempo para celebrar el 400.º aniversario de la publicación de la segunda parte de la novela, reclamamos para el famoso caballero de la Mancha, sus compañeros y su creador el lugar que se merecen entre las estrellas.
¿Y es posible conseguir que una estrella se llame Cervantes y sus planetas Dulcinea, Rocinante, Quijote y Sancho?
CLARO QUE SÍ.
La Unión Astronómica Internacional ha abierto un proceso mundial para recibir propuestas y votar cómo se llamarán 20 nuevos sistemas planetarios que se han descubierto estos últimos años. El proceso comenzó a gestarse hace más o menos un año y esta propuesta ha sido presentada oficialmente por el Planetario de Pamplona y apoyada por la Sociedad Española de Astronomía (SEA) y el Instituto Cervantes para nombrar a la estrella μ Arae y a sus cuatro exoplanetas con el nombre de Cervantes y los de los principales personajes de su novela El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.
¿Qué hay que hacer?
Necesitamos tu ayuda. Para votar esta propuesta que finaliza el 31 de este mes, inscríbete y sigue el procedimiento en este enlace (en inglés):   http://nameexoworlds.iau.org/

 

Instruyo aquí, para mayor comodidad, el proceso que seguir:
  • Esta es la pantalla informativa del planeta y de las opciones de voto:

1

  • Desplazarse con el cursor hacia abajo en la página hasta encontrar el voto para Cervantes y los personajes quijotescos. Clicar en el recuadro naranja del margen izquierdo:

2

  • Aunque pueda parecerlo, aún no has votado. Es posible que visualices lo siguiente:

3

  • Asciende en la página con el cursor hasta encontrar el control antispam. Señala que no eres un robot en la casilla correspondiente y envía tu voto clicando el botón verde.

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