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Grafits i música en viu

El Vapor Codina acull una exposició al voltant del món del grafit. Un grup de joves va pintar grafits dimecres mentre un dj mesclava. La mostra forma part del projecte ‘Espaia’t Jove!’
Asabadell.cat
Vapor Codina
Ahir, dimecres 7 d’abril, a la tarda, el punt central del Sabadell Atenció Jove, al Vapor Codina (c. de Blasco de Garay, 19) va acollir l’exposició Grafits a Sabadell, promoguda per l’entitat juvenil Grafftastiks, en què joves practicants del grafit artístic van mostrar les seves creacions sobre objectes diversos.

La sessió, que va ser amenitzada per un DJ en viu, va comptar amb la taula rodona Vine a descobrir el món del grafit.

More information and pictures at
http://www.avui.cat/sabadell/notices/2010/04/grafits_i_musica_en_viu_8333.php

An everyday issue

7/4/2010 Edición Impresa

LA EVOLUCIÓN DE UNA FORMA DE EXPRESIÓN URBANA
El grafito, ¿arte o incivismo?

1. • Si museos y galerías están en manos de mercaderes, es mejor mostrar las emociones en el muro

JOAN-PERE Viladecans

Desde lo más antiguo de los tiempos, algo ignoto ha impulsado al ser humano a transcribir su pasión en el muro. La necesidad de extrovertir sus emociones fue el motor fundamental del hombre primitivo, dando origen a lo que con el tiempo llamaríamos cultura y, por lo tanto, arte. Del pintor de Altamira al actual practicante del grafito, pasando por el José ama a Carmencita grabado en la corteza de un árbol, las pintadas políticas reivindicativas –Llibertat, amnistia…– o los dibujos obscenos en los urinarios públicos, poco o nada ha cambiado, al menos en su esencia y voluntad: se trata del deseo de dar a conocer sensaciones íntimas y de una innegable voluntad de comunicación. De niños todos hemos tenido devoción por las paredes, en un impulso instintivo que luego perdemos con la edad y las normas de educación.

El hombre de Altamira arañaba la caverna, pintaba con tierra y sangre para domesticar la realidad adversa y hacerla más llevadera. Representando actividades cinegéticas, la recolección y animales salvajes cumplía con algo parecido a un ritual de exorcismo y, con o sin expresa conciencia, decoraba su hábitat. ¿El humano que pintaba en la cueva era designado por el grupo? ¿Se trataba de un ser dotado para la expresión plástica? ¿Estos cavernícolas trabajaban en equipo? Nunca lo sabremos. ¿Podríamos calificar a nuestros antepasados de preartistas? Quizá.
Lo mismo ocurre con el grafitero actual. No le gusta ni lo que ve ni lo que escucha y, a través de su estrépito visual, intenta convertir la ciudad en una galería de afanes y reivindicación. Tenemos precedentes ilustres de intervención urbana: Dalí pintó en los 60 un suelo efímero en el Parc Güell y Miró, escoba en mano, en el 69 pintó las cristaleras del Col·legi d’Arquitectes que luego él mismo borró. Desde sus inicios, en la marginalidad de los guetos del River Bronx neoyorquino, la práctica del grafito ha ido evolucionando estéticamente y socialmente. Los grupos de jóvenes vinculados al breakdance, a la cultura del hip-hop y a la música de MC5 tenían en las pintadas la expresión plástica de los antisistema y, en Dondi, ya fallecido, su figura. Pintando los vagones de los trenes que iban a la ciudad y los muros de su barrio, reafirmaban su ego y su condición fronteriza, establecían relaciones y complicidades, protestaban y se revalidaban colectivamente o a escala individual. Era una manera, seguramente la única posible, de darse a conocer y de ascender a un nivel social diferente.
Otra cosa, aunque con un origen parecido, es el tag, marco o firma de algunas tribus urbanas que manchan, sin distinción y sistemáticamente, el panorama de la gran ciudad. Escaparates, persianas, mobiliario urbano… nada escapa a estas firmas desagradables. El tag invade tanto la fachada de la multinacional como el frontispicio del modesto tendero, con un insolente incivismo que genera muy pocas simpatías. Estas rúbricas maníacas no tienen, a diferencia de la mayoría de los grafitos, ningún valor estético, ni tan solo testimonial. Es lo fácil del aquí estoy yo. Triste, sin duda.
Antes de la ordenanza barcelonesa que regula la intervención en la vía pública, las instituciones municipales utilizaron las pintadas como proyección e imagen exterior de la modernidad de la ciudad. Libros y convocatorias internacionales se sucedían. Barcelona, junto con Holanda y Berlín, fue a finales de los años 70 el centro del mundo del grafito. Y lo cierto es que en las paredes barcelonesas aparecían sorprendentes creaciones; aquí se daban cita grafiteros de todo el mundo. El propio Banksy, junto con practicantes catalanes, efectuó aquí uno de sus famosos saltos, por cuya intervención se pagaron luego miles de euros.

Pero los grafitos han perdido su veneno para pasar a ser objeto de culto, han entrado en las galerías, se han mercantilizado en marcas de ropa y diseño. Los grafiteros han pasado de subvertir los protocolos del arte contemporáneo, del que abominaban, a formar parte del mercado. Del salvajismo y ciertos grados de vandalismo, a la mansedumbre del consumo y las intervenciones de encargo o tuteladas. Y visto el asunto con una cierta perspectiva, hay que reconocer que no podía ser de otra manera. La sociedad actual tolera muy mal los exabruptos y las rebeldías marginales y crea leyes para controlarlos, y, claro, un grafitero con permiso municipal en la mano es un pájaro sin alas. De alguna manera, el grafitero se ha profesionalizado, e incluso hay tiendas especializadas en proveerle de materiales y de ropa, y el entorno ha homologado su práctica como una manifestación artística más. Y, consecuentemente, el grafito ha incidido en la alta cultura y la plástica actual. Perdido ya su misterio y leyenda iniciales, Banksy se ha convertido en un artista cotizado y está en los museos que él antes asaltaba con sus esprays, trazando en sus paredes dibujos de un gran contenido conceptual y poético, nunca ajeno a la denuncia social. Pero la cultura del grafito nos deja su legado: si los museos y galerías están en manos de mercaderes, es mejor mostrar las emociones en el muro, y sin intermediarios. Aproximadamente, como en Altamira.

Spanish press 2

Cruzada contra los ‘graffiti’

Barcelona aplicará en enero el plan para limpiar las persianas de los comercios

ÀNGELS PIÑOL – Barcelona – 01/12/2008

Es tan difícil como encontrar una aguja en un pajar: es casi imposible dar en el centro de Barcelona con una persiana de una tienda o una puerta de una finca sin tags, simples firmas en lenguaje graffitero. El Ayuntamiento está harto de la imagen de degradación y dejadez del centro histórico. Tras firmar un convenio con los comerciantes, elimnará las pintadas en el Casc Antic. La medida se aplicará luego al resto de Barcelona. El Consistorio pagará el 25% de la limpieza y su mantenimiento dos años. Barcelona Comerç, que agrupa 16 ejes comerciales y 8.000 comerciantes, dos años más. La campaña se abrirá a las comunidades de vecinos, en cuyo caso la subvención será de dos años.

Los comerciantes están divididos y discrepan de la eficacia de la medida

La adhesión a la campaña es voluntaria y su éxito dependerá de la motivación de cada afectado. Pero muchos están ya hartos de una plaga desvastadora. El Consistorio ya apostó hace años por una medida similar a este convenio y no funcionó. “He perdido la cuenta de las veces que he limpiado la puerta. Te aburren”, afirma Raimundo Montes, dueño de un café de El Raval, ya desencantado. “Me he cansado. Paso”, señala Montserrat, una comerciante de ropa de la zona.

Itziar González, la regidora del distrito, quiere aumentar la autoestima de Ciutat Vella y verla libre de garabatos, algo que ya se ha logrado en el núcleo histórico de Berlín. De momento, ha logrado la colaboración de Barcelona Comerç, que contratará a las empresas de limpieza. “Queremos que la ciudad esté bonita”, dijo Vicens Gasca, su presidente. Los comerciantes de La Rambla, según explica su gerente, Dolors Álvarez, creen que el plan es “un buen paso” y los del Gòtic están encantados. “Estamos impacientes”, dijo Santiago Martín, presidente de Barna Centre, deseoso de que el plan se aplique en Navidad. El Consistorio cree que no llegará a tiempo.

El plan, sin embargo, no ha convencido a todo el sector. Miguel Ángel Fraile, presidente de la Confederación del Comercio de Cataluña (CCC), que reúne a los gremios, no animará a nadie a “sumarse al tren” si no se extrema la vigilancia y el castigo a los graffiteros. “La Administración tiene la obligación de velar por la propiedad privada. Esto es un desmadre. En Londres no ves una pintada. Si tenemos que pagar y no hay mano dura, estará descompensado”.

El Ayuntamiento es sensible a la preocupación de los comerciantes y Promoción Económica elevará de 600.000 a un millón de euros las ayudas a las asociaciones para sufragar la limpieza. Pero el Consistorio no piensa endurecer la ordenanza, que prevé multas de 750, 1.500 y 3.000 euros. La Guardia Urbana dice que hace lo que puede, pero que no es fácil sorprender a los autores de los tags, a quienes les bastan unos segundos para firmar. En 2006 se impusieron 250 sanciones, y en 2007, 440. Por mucho que se limpie y se sancione, Ciutat Vella cree que la mejor forma de responder a los graffiteros es limpiando con la misma rapidez con que ensucian.

El Ayuntamiento ha gastado este año 3,6 millones en sanear paredes y monumentos. Entre enero y julio de 2007, la empresa municipal Barcelona Ciutat Neta realizó 133.856 actuaciones y limpió 274.000 metros cuadrados. En el mismo periodo de 2008, con 147.056 actuaciones se limpiaron 286.000 metros cuadrados. Los tags han desplazado a los murales y el plan de trabajo se ha adaptado: ahora hay más equipos de limpieza (30) y son más ágiles porque los forman una o dos personas. Nueve personas inspeccionan la calle y fijan las rutas. Y los materiales de limpieza cambian constantemente en función del tipo de pintada. Es la carrera entre el ratón y el gato a la que el Ayuntamiento quiere poner fin.

“Los ‘tags’ son la expresión del rechazo social”

Pi Piquer, pintora y escenógrafa de Barcelona, de 40 años, hizo hace 20 años graffiti en el Muro de Berlín y en Nueva York, y ahora trabaja varias disciplinas artísticas. También colabora con el joven dramaturgo Pau Miró. Pi cree que los graffiti son la expresión juvenil de la carrera de un artista, pero advierte de que la esencia de un graffitero es pintar en la calle. “Hay que ir al origen de por qué la gente hace los tags o las firmas. Son la expresión del rechazo social, y por mucho que los comerciantes y el Ayuntamiento se empeñen, siempre existirán esas firmas. Es su forma de decir basta a una sociedad de consumo que les excluye”, argumenta.

Y no duda en añadir que los tags no son arte, pero que el Consistorio tiene que buscar a sus autores un espacio para que expresen lo que llevan dentro. Entre Pi y Sergi Serra, un pintor de 22 años, hay casi una generación de diferencia, pero comparten una visión similar. “Los tags son vandalismo y han matado el street art . Y por su culpa vamos a acabar pagando todos”, lamenta Serra, que señala que Barcelona ha dejado de ser referente internacional de este mundo por la dureza de la ordenanza del ex alcalde Joan Clos. “El Ayuntamiento se inspiró en las leyes de Nueva York para cargarse el arte de la calle. No queda nada. Todo está muerto. Los graffiteros exponen ahora en galerías”, dice Serra, que menciona a los artistas Boris Hoppek y DToy, que quedaron seducidos en los noventa por Barcelona y ahora venden sus obras a precio de oro.

Serra pintó no hace mucho unos atractivos y sugerentes muñecos en un muro de Sarrià y teme que ya estén llenos de tags. No renuncia, como Pi, a que el Ayuntamiento habilite un espacio como el muro que había antes en calle de Montalegre, junto al Macba. “Hasta los turistas nos hacían fotos”, recuerda Serra. “Cada día los murales eran diferentes. Era genial”, añade Pi.

IDEAS FROM STREET ART by Johannes Stahl

IDEAS FROM STREET ART by Johannes Stahl

  • GRAFFITI AND POLITICS (page 67)

There are two reasons for which street art and politics are related: on the one hand, the scenery of graffiti is totally open to the public and on the other, it is not controlled by governments. Graffiti make it possible for the artist to be heard by people and that is mostly why they have a long term tradition as a means of political confrontation. Symbols written on walls have always contributed to create people’s opinion.

The most important example of graffiti with a political message is Berlin’s Wall. Many times the wall was used to explain the meaning of this wall to the divided Germany.

Berlin Wall

Berlin Wall

  • GRAFFITI AND SOCIAL MESSAGE (page 164)

Graffiti, though it often employs images, is fundamentally a form of writing, and indeed graffiti artists refer to themselves as “writers.” The medium of much of it is the name. The name itself occupies an uneasy or ambiguous zone of the language.