Pontoneta
A mis alumnos, por todo.
Pontoneta estaba acostumbrada a la tranquilidad de aquellas aguas poco profundas de los canales del Delta del Ebro. Además, el gran río, cuando se encuentra con el mar, ya no está para saltos, volteretas ni carreras.
Todas las barquitas, en algún momento, desean ir un poco más allá, probar sus fuerzas, superar el miedo a las olas o descubrir otras aguas.
Pontoneta comenzó a aventurarse, poco a poco, por canales desconocidos para ella. Un día se entretuvo demasiado, se le hizo de noche y no encontraba el camino de vuelta. Se puso muy nerviosa y comenzó a dar vueltas, asustada. Afortunadamente, nunca estamos solos. La luna se dio cuenta de la situación y le dijo:
– Hola, barquita. ¿Qué te pasa?
– ¡Me he perdido! No sé por dónde tengo que volver.
– Tranquila. Yo te indicaré el camino.
– Gracias.
Cuando ya estaban llegando, Pontoneta repitió:
– Gracias.
– De nada. Antes de alejarte otra vez, tendrías que aprender a orientarte.
– ¿Qué es orientarse?
– Saber dónde te encuentras y qué dirección llevas. -Respondió la luna-. De día te ayudarán el sol, las montañas, el río… De noche, las estrellas.
– Muchas gracias.
– Buenas noches.
– Buenas noches.
Algún tiempo después, Pontoneta ya se recorría todos los canales con seguridad. Y comenzó a acercarse a la orilla del río. Un atardecer, de pronto, se levantó un viento fuerte que la empujó hacia el centro. La corriente la llevaba hacia el mar.
– ¡Ahora sí que estoy perdida! -pensó-. Está nublado. No tengo a la luna, ni al sol, ni a las estrellas. Mi pértiga no llega al fondo. No puedo impulsarme.
– Una nube que escuchó sus sollozos se acercó a ella y le dijo:
-¿Qué te pasa?
– El viento me empujó hacia el centro del río. Ahora la corriente me lleva mar a dentro. Mi pértiga no llega al fondo. No puedo hacer nada.
– Tranquila. Hablaré con el viento.
El viento cambió de dirección hasta que Pontoneta estuvo a salvo.
– Gracias, gracias.
– De nada. Antes de alejarte otra vez, deberías aprender sobre ti misma.
– ¿Sobre mí misma?
– Sí, sobre ti misma. Por qué tienes ese tamaño, cual es tu manera de impulsarte…
– Muchas gracias.
– De nada. Que descanses.
– Gracias, – repitió Pontoneta -, gracias. Hasta más ver.
José Ángel Hernández
El Catllar, 16-2-2024