[Julián Casanova, El País 14-10-2014]”Buscar explicaciones racionales a fenómenos tan irracionales, y complejos, como el Gran Terror, el Holocausto o las diferentes manifestaciones de la violencia desatada por esos dictadores, siempre ha resultado una tarea difícil, casi imposible, para los historiadores. Pero sabemos perfectamente, por las numerosas pruebas existentes, evaluadas y contrastadas, que toda esa modernización y desarrollo de las dictaduras, cuyos dirigentes llevaron el culto a la personalidad a extremos sin precedentes, fueron obtenidas a un horroroso precio de sufrimiento humano y de costes sociales y culturales. Para millones de víctimas, el dominio de esos líderes significó prisión, tortura, ejecuciones, campos de concentración y exilio. La ciencia y la cultura fueron destruidas o puestas al servicio de sus intereses y objetivos. Muchas minorías sufrieron deportaciones masivas desde sus hogares tradicionales y en las sociedades se instaló el miedo, la denuncia, la sumisión y la despolitización.(….)
España es un ejemplo de sucesos trágicos del pasado que proyectan su sombra sobre el presente
Todo eso lo sabemos porque se ha investigado de forma detallada y rigurosa en esos países, con la apertura de nuevos archivos y con diferentes aproximaciones biográficas y empíricas al ingente material disponible. Con memorias divididas, y España es un buen ejemplo, esos trágicos sucesos del pasado han proyectado su larga sombra sobre el presente. La sombra del Gulag, del nazismo, de los campos de exterminio, de la persecución de los judíos, del genocidio o de la represión franquista. Por eso llama la atención el interés que ahora muestran algunos historiadores en destacar la parte más positiva de aquellos tiranos que dominaron sin piedad durante décadas las vidas de millones de ciudadanos, sometiéndolos a una fatalista sumisión a los sistemas totalitarios que habían creado.(…)
Pero en realidad no son los hechos históricos los que se discuten y se trasladan al debate público, sino la interpretación de esos hechos que mejor sirve a los gobernantes y grupos políticos para mantener una versión oficial de la historia. ¿Nostalgia de dictadores modernizadores o ignorancia de su propio pasado? Lo sorprendente es ver cómo, en toda esa trama compleja de usos y abusos del pasado, algunos historiadores convierten a tiranos y criminales de guerra en modernizadores y santos, ocultando los fragmentos más negros de sus políticas autoritarias. Buena enseñanza para aquellos que, ante la crisis y el futuro incierto, reclaman gobernantes con mano de hierro.
Julián Casanova es catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza y profesor visitante en la Central European University de Budapest.