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Primavera y poesía

Muy a menudo, primavera y poesía van de la mano. Por un lado, sucede que casi todo el mundo identifica, mediante una reducción simplista, poesía con poesía lírica, y poesía lírica con poesía amorosa. Por otro lado, la primavera está considerada unánimemente, según recurrencia de la emoción humana, como la estación del amor. Acaso lo uno y lo otro no sean sino lugares comunes de nuestra cultura; pero, en cualquier caso, helos siempre ahí.

Muy a menudo también, además de tratarse de dos conceptos que van de la mano, son dos realidades que nos llegan de la mano, pues el 21 de marzo es el Día Mundial de la Poesía y también la fecha más habitual del equinoccio de primavera en el hemisferio boreal. No en vano, las Naciones Unidas declararon que el día en que la naturaleza inicia oficialmente su florecimiento —es un decir; el cambio climático está provocando que la floración se adelante sobremanera— fuese el día en que se conmemora también «el florecimiento de las capacidades creadoras de cada persona».

Este año, sin embargo, la primavera ha venido —”nadie sabe cómo ha sido”— un día antes que la poesía. Exactamente, ha empezado en el mismo momento en que yo publico esta entrada, es decir, a las 10:01 (hora peninsular) de este domingo 20 de marzo. Bien…, qué más da: la coincidencia o el desfase no son relevantes; lo que verdaderamente importa es que una y otra, primavera y poesía, se nos instalen en las entrañas para el resto del año. Y vuelta a empezar.

Os invito a celebrar el advenimiento con la vigesima cuarta galería del alma machadiana, un poema en que el gran poeta sevillano vincula primavera y amor.

La primavera besaba
suavemente la arboleda,
y el verde nuevo brotaba
como una verde humareda.
Las nubes iban pasando
sobre el campo juvenil…
Yo vi en las hojas temblando
las frescas lluvias de abril.
Bajo ese almendro florido,
todo cargado de flor
—recordé—, yo he maldecido
mi juventud sin amor.
Hoy, en mitad de la vida,
me he parado a meditar…
¡Juventud nunca vivida,
quién te volviera a soñar!

Microrrelatos de citas literarias (I)

Cada mes, como práctica narrativoliteraria, los alumnos de la materia de modalidad de 2.º de Bachillerato han de anotar y referenciar una cita literaria, a partir de la cual escribir un microrrelato. Estos que figuran a continuación son los resultados de septiembre. Ojalá disfrutéis de su lectura.

CITA PROPUESTA POR CARLA: «Y esa, por supuesto, es la manera más fácil de mentir: cuando sabes que el otro está desesperado porque sea verdad», extraída de Los siete maridos de Evelyn Hugo, de Taylor Jenkins.

MICRORRELATO: Y ahí estábamos otra vez Bruno y yo, en el comedor de aquel cuchitril que alquilábamos para vivir juntos, discutiendo como siempre. Era ya la quinta vez que difundían rumores sobre nuestra relación, sobre yo siéndole infiel a él, traición que nunca sería capaz de cometer, dados mis buenos principios. Lo que más me dolía no eran los rumores que corrían de boca en boca, sino la forma de hablar de Bruno cada vez que se enteraba de ellos. Aquella mirada que me dedicaba, destilaba odio a más no poder, y yo ya no podía más, estaba harta de hacer lo imposible para que no creyera esas idioteces que los demás decían.

Así que decidí acabar con ese círculo vicioso. Aquella discusión, que por suerte sería la última, se acabó con un “Sí, lo que dicen es verdad”. Y esa, por supuesto, es la manera más fácil de mentir: cuando sabes que el otro está desesperado porque sea verdad. Sin decir nada, se dio la vuelta y salió del piso dando un portazo. En aquel momento me di cuenta de la poca confianza que me tenía, no esperó ni un perdón de mi parte…


CITA PROPUESTA POR NAHIKARI: «Unos dicen que un ejército de jinetes, otros que una tropa de soldados, otros que una escuadra de navíos es lo más hermoso sobre la tierra; en cambio, yo digo que aquel que uno ama», extraída de El himno a Afrodita, de Safo de Lesbos.

MICRORRELATO: Unos dicen que un ejército de jinetes, otros que una tropa de soldados, otros que una escuadra de navíos es lo más hermoso sobre la tierra; en cambio, yo digo que aquel que uno ama, concluyó una joven entusiasta por los poemas pero altamente tímida, mientras miraba a los ojos a una chica extrovertida y bella. Era evidente qué su corazón latía por Lucía. De todos los poemas que pudo seleccionar, se decantó por uno de Safo, el cual daba indicios claros de su amor contundente hacia la chica de ojos azulados.


CITA PROPUESTA POR VANSH: «Todos los caminos llevan a algún lugar, pero ninguno vuelve.», extraída de Rayuela, de Julio Cortázar.

MICRORRELATO: Nos despedimos en la estación, cada uno viajaba en un tren diferente. Mientras el silbato indicaba la salida, me dijiste: Todos los caminos llevan a algún lugar, pero ninguno vuelve. Quise responder, pero ya no dio tiempo. Desde entonces, en cada esquina, en cada calle, busco el rastro del destino al que nos llevaban esos caminos que no saben de retorno.


CITA PROPUESTA POR OLGA B.: «El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río», extraída de Nueva refutación del tiempo, de Jorge Luis Borges.

MICRORRELATO: Mientras contemplaba el atardecer en la orilla del lago, recordé las palabras de mi abuelo: El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río. Esa tarde, las sombras se alargaban, y la brisa suave acariciaba mi piel, como un eco de su voz. Cerré los ojos, dejando que los recuerdos se entrelazaran con el murmullo del agua, y por un instante, el pasado y el presente danzaron juntos en un eterno susurro.


CITA PROPUESTA POR MARÍA: «Los amigos: una familia cuyos individuos se eligen a voluntad», extraída de Las avispas, de Alphonse Karr.

MICRORRELATO: Al lado de mi amigo, llorándole por un problema que tuve con mi padre, le comenté que ya ni la mayoría de mi familia me comprende y que a veces me sentía sola. En ese momento, él me intentó animar diciéndome Los amigos: una familia cuyos individuos se eligen a voluntad y que él continuaría a mi lado escuchándome y apoyándome en cualquier situación. Me sequé las lágrimas y lo rodeé con mis brazos mostrándole mi gran afecto.


CITA PROPUESTA POR OLGA C.: «Siempre te llevaré en mi corazón, aunque el tiempo nos separe», extraída de El cuaderno de Noah, de Nicholas Sparks.

MICRORRELATO: Ese día llevé a Nina al veterinario. Esperé ansiosamente a que saliera el albéitar y me dijera que todo había salido como esperaban, pero no fue todo como pensaban los médicos. Al comunicarme la noticia, se me vino el mundo encima. No supe cómo reaccionar ante esa situación, quedé en shock, el mundo se me desvaneció.

Aquel día al llegar a casa nada era como antes, mi gata ya no me esperaba en la puerta como siempre hacía, ya no correteaba junto a mí y, lo que era más doloroso, ya no me hacía esa compañía tan necesaria, que tanta falta me hacía en aquel preciso momento.

Pasaron semanas y al pasar por el patio donde descansaban sus cenizas, debajo de un bonito cerezo, solía repetir Siempre te llevaré en mi corazón, aunque el tiempo nos separe.


CITA PROPUESTA POR JOEL: «Those who foolishly sought power by riding the back of the tiger ended up inside», extraída del  discurso inaugural de John Fitzgerald Kennedy (20 de enero de 1961).

MICRORRELATO: El presidente Hernández observaba la cumbre mundial con el ceño fruncido. Su homólogo del país vecino, el arrogante presidente Arévalo, había pasado toda la reunión interrumpiendo y sugiriendo políticas que él despreciaba.

—¿Qué dices, Hernández? ¿Aceptas el acuerdo o te quedarás en el pasado?

Hernández respiró hondo y con voz firme, respondió:

—En el pasado aquellos que locamente buscaron el poder cabalgando a lomos de un tigre acabaron dentro de él.

Arévalo, sorprendido, enmudeció. No había respuesta para esas palabras, cargadas de una advertencia silenciosa.


CITA PROPUESTA POR NICOLE: «Algunas veces, las personas usan las palabras para ocultar lo que sienten», extraída de La lección de August (Wonder), de R. J. Palacio.

MICRORRELATO: Sentados en un banco del parque, todo parecía normal. Hablaba rápido y contaba historias con entusiasmo, pero sus ojos nunca sonreían. «¿Estás bien?”», pregunté, aunque ya sabía la respuesta. Se encogió de hombros, miró al suelo y sonrió falsamente. Entonces me acordé de algo que leí en un libro no hace mucho: Algunas veces las personas usan las palabras para ocultar lo que sienten.

Ella suspiró y en silencio cogí su mano. «No necesitas decir más».


CITA PROPUESTA POR ROCÍO: «Hay que saber vivir para uno mismo, hay que estimar la vida, la vida que pasa alegre y fugaz, como una danza», extraída de La alegría que pasa, de Jacinto Benavente.

MICRORRELATO: Al lado del río, en medio de una tarde de verano, Marta se paró, contemplando los reflejos dorados que bailaban en la superficie del agua. Hacía años que no se daba permiso para sentir aquella paz, para pararse y disfrutar del momento, como si la prisa siempre fuera su única compañera. Un hombre viejo, sentado en un banco próximo, le sonrió mientras hacía un gesto como si le pidiera que se sentara con él. Marta dudó un instante, pero decidió aceptar.

—La vida no se espera  —dijo él—. Y es demasiado breve para por no estimarla, ¿sabes? Hay que saber vivir para uno mismo, hay que estimar la vida, la vida que pasa alegre y fugaz, como una danza.


CITA PROPUESTA POR NAIALA: «No hay libro tan malo que no tenga algo bueno», extraída del Quijote II,3, de Miguel de Cervantes.

MICRORRELATO: Bajo la pequeña sombra de un manzano, nos encontrábamos Carlota y yo reflexionando mientras merendábamos. Ella me comentaba que llevaba unos días sin ganas de nada, decaída. El último año de Bachillerato la tenía consumida, y además, consideraba que las lecturas obligatorias eran una carga muy pesada. Yo no podía hacer nada para cambiar eso, pero intenté animarla diciéndole que No hay libro tan malo que no tenga algo bueno. Se quedó pensativa unos segundos, pero acabó sacando una pequeña sonrisa.


CITA PROPUESTA POR ONA: «No hay libro tan malo que no tenga algo bueno», extraída del Quijote II,3, de Miguel de Cervantes.

MICRORRELATO: Los minutos pasaban más lentos, o eso pensaba Emma al leer su primera lectura obligatoria del segundo año de instituto. Sentada en la butaca del comedor, la chica encontraba más interesante ver cómo el viento movía ligeramente las hojas a través de su ventana, que las páginas del libro que tenía delante. Cansada de ese tormento, decidió desistir y, mientras guardaba la novela en su mochila, exclamó: «No soporto este libro». Su abuela, una apasionada de la lectura que perdía la noción del tiempo cuando se adentraba en sus relatos favoritos, le respondió: No hay libro tan malo que no tenga algo bueno.


CITA PROPUESTA POR LINDSEY: «La vida nunca se vuelve insoportable por las circunstancias, sino por falta de significado y propósito», atribuida a Viktor E. Frankl, autor de El hombre en busca de sentido.

MICRORRELATO: Siento que constantemente espero algo que no sé siquiera si llegará.  Durante estos tres años he estado buscando la manera de excusar mis pensamientos y mi manera de actuar. Busco el razonamiento que me haga comprender las cosas. He llegado a la conclusión de que La vida nunca se vuelve insoportable por las circunstancias, sino por falta de significado y propósito.


CITA PROPUESTA POR ANDREA: «Le solté la muñeca como si me quemara, y enseguida me volví hacia cualquier punto que no fuera ella», extraída de La alegría que pasa, de Joana Marcús

MICRORRELATO: Entonces Clara vio cómo le solté la muñeca como si me quemara, y enseguida me volví hacia cualquier punto que no fuera ella, y, al fijarme bien, tenía un corrillo de personas que con solo ver sus miradas ya sabía lo que rondaba por sus mentes. Pero en ese momento no me importaba nada más que Clara. Ccorrí hacia ella esperando que me perdonara, y, sin embargo, recibí tal rechazo que hasta oí a mi corazón romperse en mil pedazos.


CITA PROPUESTA POR SOFIA: «Mejor es tener amigos prudentes que hermosos», atribuida a san Agustín por Juliana Panizo Rodríguez.

MICRORRELATO: Estábamos los dos teniendo una conversación de lo más profunda, hablando de nuestro pasado. Yo le miraba con ojos de enamorada, aunque él eso no lo sabía. Yo le contaba mis inseguridades, miedos y penas. Él, para consolarme, me dijo lo siguiente que mejor es tener amigos prudentes que hermosos (refiriéndose a mí como a su amiga). Más que consolarme, lo que acababa de hacer era llamarme fea y dejarme claro que no me veía más que como a una mera amiga. Los ojitos de enamorada se esfumaron al instante y después de aquel día no le volví a ver de la misma manera.

La pregunta de la semana (3)

Imagen de Thomas Wolter en Pixabay

¿Por qué solemos pensar que bajar abajo es un pleonasmo, pero no solemos pensar que bajar al sótano también lo es?

La acción de bajar lleva implícito un movimiento hacia abajo, por lo que este adverbio resulta redundante en la expresión bajar abajo. En cambio, en la expresión bajar al sótano, el significado del sustantivo supone una concreción, una especificación de un lugar al que poder bajar. Podría pensarse que, en el caso de que nos encontrásemos en una construcción de piso único y sótano, la indicación de bajar al sótano podría ser pleonástica; pero, aun así, habrían de considerarse otras variables, como la posibilidad de bajar al pueblo, a la playa… Por otro lado, no resulta imposible ni paradójico el hecho de subir al sótano, si nos hallásemos en un subsótano (el nombre no se recoge en el DLE, pero su uso, como su realidad, existe).

Pese a todo, cabe recordar que no tiene por qué haber incorrección alguna en los pleonasmos. A menudo, resultan útiles, no solo porque esclarezcan, como acabamos de ver, el sentido concreto a que queremos referirnos, sino también porque pueden funcionar como énfasis. Por ejemplo, en la expresión lo he visto con mis propios ojos hay dos redundancias (es obvio que ver se hace con los ojos y que estos son los propios y no los ajenos), pero con ella ganamos fuerza expresiva para ser creídos en lo que decimos. Otro ejemplo: cualquier niño tiende a obedecer a su madre con mayor premura y sin rechistar al oír un pleonástico ¡Sal de aquí! o incluso ¡Sal hacia/para fuera! que con un lacónico ¡Sal!

El rinoceronte

Imagen de Stefan Keller en Pixabay

El inicio de las clases de 2.º de bachillerato de hoy había de suceder con la lectura del cuento de Juan José Arreola La migala; pero un diminuto icono aparecido en el rectángulo del buscador de la barra de tareas del portátil parecía sugerir que hoy se conmemoraba el Día del Rinoceronte. El azar, pues, se ha interpuesto, de suerte que las clases han acabado por iniciarse con otro cuento de Arreola. ¿Qué cuento? El rinoceronte, por supuesto.

El cuento, en realidad, no nos habla del formidable animal que tiene un cuerno en la nariz (es lo que literalmente significa en griego su nombre). Ello se hace patente ya desde la primera línea del relato, esa primera línea en que Arreola nos regala en ocasiones un lapidario resumen del contenido: «Durante diez años luché con un rinoceronte; soy la esposa divorciada del juez McBride».

Nacimiento de Quevedo

En un blog cuya mayoría de lectores son, presumiblemente, jóvenes estudiantes de enseñanza secundaria, el título de esta entrada habrá hecho creer a muchos que en ella se iba a hablar de un célebre rapero madrileño y no del insigne vate de nuestro Siglo de Oro don Francisco de Quevedo y Villegas. Desde luego, espero equivocarme de medio a medio en mi vaticinio de sofista; después de todo, este es un blog de lengua y literatura castellanas y ya se sabe que el contexto siempre desempeña una labor importantísima en la correcta interpretación de los mensajes.

Sea como sea, hoy, 17 de septiembre, suele conmemorarse el natalicio del autor del Buscón, de los Sueños o de tantos y tantos poemas amorosos, satírico-burlescos, morales… Y digo “suele” porque la fijación de la fecha arroja dudas, tantas que no cabe sino dejar de darla por buena. Hasta mediados del siglo pasado, sobre el nacimiento de Quevedo, solo se conocía que fue bautizado el 26 de septiembre de 1580 en la madrileña parroquia de San Ginés. Sin embargo, la publicación por don Luis Astrana Marín del epistolario completo del autor incluia una carta en que Quevedo manifestaba haber nacido el día de las Llagas de San Francisco, día que el santoral, efectivamente, fija el 17 de septiembre. No obstante, según defiende José Luis Rivas-Cabezuelo, si se consultan las crónicas de la Orden Franciscana, la impresión de las llagas tuvo lugar el 14 y no el 17 de septiembre. De hecho, el mismo Quevedo manifiesta que nació entre un martes y un miércoles en una noche con octavo de luna, datos que encajan con el 14 de septiembre de 1580.

Sesión 56 de los patios poéticos

El lunes pasado, durante la quincuagésima sexta sesión de los patios poéticos leímos dos poemas de Luis García Montero: “Dedicatoria” y “El amor difícil”. Y, aprovechando el hecho de que el poeta granadino bebe de las fuentes líricas de Pedro Salinas leímos también “Perdóname por ir así buscándote”, composición publicada en La voz a ti debida, obra de quien fuese el gran poeta del amor entre los de la generación del 27.


Perdóname por ir así buscándote” nos presenta el amor como fuente de conocimiento y transformación del ser humano. Con sus versos, el poeta se disculpa por su torpeza al buscar en el interior de la amada, pero se muestra decidido a hallar lo mejor de ella para revelárselo, para que se conozca y pueda transformarse en lo que ha sido siempre sin saberlo, un ser sublime. Entonces, el amor del poeta, como ente autónomo, podrá dialogar con ella.

El poema se estructura en tres partes. En la primera es en la que el autor se disculpa y se justifica:

Perdóname por ir así buscándote
tan torpemente, dentro
de ti.
Perdóname el dolor alguna vez.

En la segunda —la más extensa—, expresa su ilusión, aquello que desearía lograr:

Es que quiero sacar
de ti tu mejor tú.
Ese que no te viste y que yo veo,
nadador por tu fondo, preciosísimo.
Y cogerlo
y tenerlo yo en lo alto como tiene
el árbol la luz última
que le ha encontrado al sol.
Y entonces tú
en su busca vendrías, a lo alto.
Para llegar a él
subida sobre ti, como te quiero,
tocando ya tan solo a tu pasado
con las puntas rosadas de tus pies,
en tensión todo el cuerpo, ya ascendiendo
de ti a ti misma.

Por último, en la tercera parte, expresa de manera concisa la esperanza de dialogar con su amada transformada:

Y que a mi amor entonces le conteste
la nueva criatura que tú eras.

Con todo, la transformación pretendida por el poeta no conlleva un auténtico cambio en la amada, pues, en última instancia, se trata de mostrarle quién es ella de verdad, quién ha sido realmente desde siempre sin saberlo a la luz del amor. Porque el amor necesariamente sublima, idealiza al ser amado, convirtiendo esa hermosa perfección en realidad auténtica. Todo esto se sintetiza elocuentemente en el pretérito verbal con que se cierra el poema: quien en un futuro ha de contestar al amor del poeta no es la nueva criatura que tú eres, sino la nueva criatura que tú eras. De esta manera, ella hablará desde el pasado en un presente hecho futuro.

Buena parte de la fuerza expresiva de esta composición descansa en dos metáforas de verticalidad aparentemente opuesta: una referida a la profundidad; la otra a la altura. En la primera, el poeta se sumerge en el ser de la amada (nadador por tu fondo, preciosísimo) y accede con un propósito a aquello que no se ve en la superficie de la personalidad: Es que quiero sacar de ti tu mejor tú. Ese que no te viste y que yo veo. En la segunda metáfora, convertida en alegoría, el amante, conocedor de la esencia del ser amado, se encuentra en lo alto del árbol, porque desde siempre la luz ha sido tomada como símbolo de la razón y el conocimiento. La luz última que [el árbol] le ha encontrado al sol se transforma así en la revelación del conocimiento. Sus raíces se hunden en el suelo como nosotros en nuestro pasado, pero sale a la superficie y se yergue de la misma forma que la amada (no el poeta, quien la espera en lo alto) ha de ascender. Subida sobre ti, como te quiero, tocando ya tan sólo a tu pasado con las puntas rosadas de tus pies, en tensión todo el cuerpo, ya ascendiendo de ti a ti misma: la transformación se completa cuando se logra superar el pasado.


El inicio del poema de Salinas (Perdóname por ir así buscándote) es la cita con que Luis García Montero introduce su poema “El amor difícil”, cuyo título, como el del poemario en que se incluyó originariamente, Habitaciones separadas, abre la senda interpretativa de esta composición en que se nos habla de un amor que no acaba de encenderse. De un desamor, en definitiva. Amante y amada no se encuentran, existe entre ellos una insalvable distancia que no es de kilómetros, sino de desencuentro, y su único elemento de unión es el viento, que aparece al principio y al final del poema casi como si de un tercer personaje se tratase.

Si en el poema de Salinas el amante aguarda esperanzado a que la amada llegue a él tras haberle revelado su auténtico ser, en el de García Montero la búsqueda de ese ser por parte del yo poético es un fiasco, acaso porque este no es un nadador por [el] fondo de la amada y su intento de averiguación es externo:

Pero bares abiertos y cerrados,
calles de noche y día,
estaciones sin público,
barrios enteros con su gente, luces,
teléfonos, pasillos y esta esquina
nada saben de ti.

La estrofa se configura a través de una enumeración de elementos urbanos, muy del gusto del poeta. La relación antitética dominante en ellos (abierto y cerrado, noche y día, vacío y gentío, lugares de paso y lugares de residencia) nos habla de que la búsqueda de la amada es exhaustiva. Por otra parte, el hecho de que sea una enumeración próxima a lo caótico (como las que poematizaba Salinas: los precios, los catálogos, el azul del océano en los mapas, los días y sus noches, los telegramas viejos) nos sugiere el desacierto en el resultado: nada saben de ti. El último verso de la estrofa se abre significativamente con el pronombre indefinido nada y se  remata con el único pronombre de segunda persona que hay en ella, mientras que el resto del poema es un profuso océano de pronombres personales cuyo undoso vaivén va del yo al tú y viceversa (también Salinas fue poeta de pronombres, como hemos visto en parte en el poema anterior).

La incertidumbre de un “amor difícil” se refuerza a lo largo del poema con la repetición anafórica del adverbio de duda quizá que hay en las dos primeras estrofas y por las prótasis condicionales de la segunda y la última estrofas. Y resulta elocuente que quien tiene como misión encontrar, se declare ya en los primeros versos tan perdido. Y no solo tan perdido, sino tan frío en esta esquina [que] el viento pensó que yo era piedra y quiso con mi cuerpo deshacerse.

El poeta está cerca de la amada (Quizá tú no me viste; Y cuando el viento quiere destruirse me busca por la puerta de tu casa), pero no suficientemente. El viento es testigo de ello: la frialdad y la apariencia pétrea son opuestas a la llama del amor. Aun así, la estrofa final ofrece un atisbo de esperanza:

Yo le repito al viento
que si al fin te encontrase,
que si tú aparecieses, yo sabría
explicarme contigo.

El viento adopta ahora el papel de confidente y se abre la posibilidad de que la amada aparezca sin que haya de ser encontrada. Entonces, con mayor seguridad de la que vimos en Ángel González durante el patio poético anterior (Ya no sé si me explico, pero quiero aclarar que si yo fuese Dios…), el yo poético podrá declarar su amor. Así, el final de este poema y el de Salinas van de la mano.


Con “Dedicatoria” García Montero reinventa el madrigal, poema breve que se caracteriza por exponer un pensamiento amoroso, suave y delicado en forma de silva métrica. Estuvo muy en boga durante el Siglo de Oro y el poeta lo retoma tantísimo tiempo después desproveyendo de rima sus versos y minimizando su número.

Si alguna vez la vida te maltrata,
acuérdate de mí,
que no puede cansarse de esperar
aquel que no se cansa de mirarte.

Este breve poema, como el anterior, se publicó originalmente en el poemario Habitaciones separadas y, pese a su tono más bien optimista, no deja de transmitirnos un nuevo apunte de crisis sentimental: el amante aguarda, incansable, a que su amor sea por fin correspondido.

Esta misma mañana

Esta misma mañana Blanca ha roto aguas mientras desayunaba en la cocina de su casa; ha telefoneado a su marido, que estaba en el taller; ha subido a un taxi y se ha ido camino del hospital, adonde ha llegado en el preciso instante en que a Pau le daban el alta médica y se disponía a prepararlo todo para volver a su casa con la intención de reinstalarse y empezar a estudiar para los exámenes trimestrales de la facultad.

Cuando Pau ha llegado a la placita que queda delante de su edificio, ha visto cómo Emma, Laieta y Jan se levantaban del arenal y corrían hacia los columpios mientras sacudían sus manos contra los pantalones para librarse de buena parte del polvo acumulado durante el juego. El banco de madera que queda bajo el platanero, sin embargo, estaba vacío, nadie estaba sentado en él. Tal vez, el señor Mateo todavía no había acabado su habitual partida de cartas.

También ha sido esta misma mañana cuando Ania ha roto aguas, pero ella no se hallaba en su casa, porque su casa, varios miles de kilómetros más hacia el este de Europa, se había convertido en un amasijo de cemento, hierro y desolación después de que un misil la hubiese hecho saltar por los aires. Ania tampoco ha podido coger un taxi para ir al hospital, porque allí, tan lejos de cualquier metro cuadrado reconocible, en una tierra que no parece ser de nadie, la opción de parir se acaba pareciendo demasiado a la de cerrar una herida de bala. Lo que sí ha podido hacer Ania ha sido telefonear a su marido, que no va por el taller desde hace una semana porque ha cambiado las herramientas por las armas, y que no va a poder acudir a conocer a su bebé porque la metralla recibida en una ingle lo tiene postrado en la desvencijada camilla de un improvisado hospital de campaña.

Ania acabará pasando su puerperio entre la desolada muchedumbre que avanza en fila camino del exilio. Tal vez cerca de ella, formando parte del cruel éxodo, se encontrará Pavel, un joven que ha dejado de estudiar para unos exámenes trimestrales que ya no tiene que encarar. Tal vez también, allí mismo, estarán Uliana, Svetlana y el pequeño Andrei, quienes, conforme al pasar y el pesar de los días, cada vez juegan y corretean menos. Y frente a ellos, el señor Artem los mira con una reciente y sin embargo eterna melancolía en sus ojos. Seguramente, este vejete bonachón se hubiese sentado en un banco de madera, de haberlo habido bajo algún platanero. Quién sabe qué habrá sido de sus viejos amigos, aquellos con los que solía jugar tranquilas partidas de cartas.

Día Mundial de los Docentes

Esta mañana me han felicitado en clase: «¡Felicidades, profe!».

Sabedor de que el parabién no se debía ni a mi cumpleaños ni al día de mi onomástica —los cuales andan aún muy lejos en el calendario— y conocedor de la efeméride de hoy, 5 de octubre, he intuido por dónde podía ir el tiro, pero he decidido hacerme el despistado y preguntar el motivo de la felicitación. «Es el Día de los Docentes», me han contestado. «¡Ah, pues qué emoción! Siempre he deseado que los demás vean en mí a alguien digno, honesto…». Constato ante mí que las caras de mis alumnos se corresponden con las del desconcierto y la sorpresa que esperaba que causaran mi respuesta. Prosigo: «Me hace muy feliz que me felicitéis en el Día de los Decentes». Y enseguida se oyen a barullo las respuestas que quieren corregir mi lapso: «¡No, no…, decentes, no; doooocentes!». Es el momento de aprovechar la oportunidad provocada: «Docentes y decentes, he aquí un buen ejemplo para explicar los conceptos de paronimia y paronomasia». La clase ha empezado.

Feliz Día Mundial de los Docentes, a todos los colegas —en acepción primera, claro está—.

Arte y revolución

En la primera clase del curso tras la presentación de la materia, hemos ubicado la literatura en el ámbito cultural al que pertenece de pleno derecho: el arte. Ahora bien, el punto de partida se ha revelado más evanescente que sólido, porque… ¿qué es el arte?

Desde su asiento junto al ventanal, Pol no ha dudado en sentenciar que todo es arte.  Y, posiblemente, todo pueda llegar a ser arte; pero no todo es arte. El arte no es casual, es necesaria la voluntad de crearlo, es decir, es necesaria la presencia de un artista. A partir de ahí, la plasmación de lo imaginado o la interpretación de lo real mediante recursos plásticos, sonoros o lingüísticos puede ser más o menos admirada y reconocida según gustos estéticos, impactos emocionales, cargas ideológicas… Hay quien contemplará con embeleso cautivado el Cuadrado negro de Malévich y hay también quien lo definirá como una tomadura de pelo. ¿No es perfectamente reconocible el argumento de que eso —entiéndase el cuadrado negro de marras— lo puede pintar cualquiera? Y, sin embargo, pende en la pared de un museo. Algo similar puede suceder con la Fuente de Duchamp, que, en primera instancia, no es otra cosa que un urinario de porcelana. Y, sin embargo, a nadie se le ocurrirá llevar a cabo en ella un acto mingitorio.

En fin, que como lo nuestro es la lengua y la literatura, en 4.º de ESO hemos arrimado el ascua a la sardina literaria y hemos leído un cuento de Sławomir Mrożek que se presta, entre otras muchas interpretaciones, para debatir sobre las vanguardias artísticas:

En mi habitación la cama estaba aquí, el armario allá y en medio la mesa.

Hasta que esto me aburrió. Puse entonces la cama allá y el armario aquí.

Durante un tiempo me sentí animado por la novedad. Pero el aburrimiento acabó por volver.

Llegué a la conclusión de que el origen del aburrimiento era la mesa, o mejor dicho, su situación central e inmutable.

Trasladé la mesa allá y la cama en medio. El resultado fue inconformista.

La novedad volvió a animarme, y mientras duró me conformé con la incomodidad inconformista que había causado. Pues sucedió que no podía dormir con la cara vuelta a la pared, lo que siempre había sido mi posición preferida.

Pero al cabo de cierto tiempo la novedad dejó de ser tal y no quedó más que la incomodidad. Así que puse la cama aquí y el armario en medio.

Esta vez el cambio fue radical. Ya que un armario en medio de una habitación es más que inconformista. Es vanguardista.

Pero al cabo de cierto tiempo… Ah, si no fuera por ese «cierto tiempo». Para ser breve, el armario en medio también dejó de parecerme algo nuevo y extraordinario.

Era necesario llevar a cabo una ruptura, tomar una decisión terminante. Si dentro de unos límites determinados no es posible ningún cambio verdadero, entonces hay que traspasar dichos límites. Cuando el inconformismo no es suficiente, cuando la vanguardia es ineficaz, hay que hacer una revolución.

Decidí dormir en el armario. Cualquiera que haya intentado dormir en un armario, de pie, sabrá que semejante incomodidad no permite dormir en absoluto, por no hablar de la hinchazón de pies y de los dolores de columna.

Sí, esa era la decisión correcta. Un éxito, una victoria total. Ya que esta vez «cierto tiempo» también se mostró impotente. Al cabo de cierto tiempo, pues, no sólo no llegué a acostumbrarme al cambio —es decir, el cambio seguía siendo un cambio—, sino que, al contrario, cada vez era más consciente de ese cambio, pues el dolor aumentaba a medida que pasaba el tiempo.

De modo que todo habría ido perfectamente a no ser por mi capacidad de resistencia física, que resultó tener sus límites. Una noche no aguanté más. Salí del armario y me metí en la cama.

Dormí tres días y tres noches de un tirón. Después puse el armario junto a la pared y la mesa en medio, porque el armario en medio me molestaba.

Ahora la cama está de nuevo aquí, el armario allá y la mesa en medio. Y cuando me consume el aburrimiento, recuerdo los tiempos en que fui revolucionario.

Día Mundial del Teatro

Representación de “Luces de bohemia” a cargo de Teatro del Temple.

Hoy hemos conmemorado, como cada 27 de marzo desde hace sesenta años, el Día Mundial del Teatro. Aprovechemos aquí los últimos instantes de la efeméride para disfrutar de una pequeña muestra de las representaciones profesionales con que ha contado Luces de Bohemia sobre los escenarios españoles desde el día de su estreno en 1970, cuarenta y siete años después de aparecer su versión definitiva.

Dado que este clásico valleinclanesco es una de las lecturas prescriptivas incluidas en la PAU de Lengua y Literatura Castellanas de este curso, es fácil que los alumnos de 2.º de bachillerato reconozcáis fácilmente en esta selección los fragmentos de la definición del esperpento que el protagonista de la obra, Max Estrella, ofrece no solo a su partenaire, Don Latino de Híspalis, sino, en general, al espectador (¿o debería decir lector?) del drama:

«Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos, dan el Esperpento. El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada. […] Las imágenes más bellas en un espejo cóncavo, son absurdas. […] La deformación deja de serlo cuando está sujeta a una matemática perfecta. Mi estética actual es transformar con matemática de espejo cóncavo, las normas clásicas» (escena XII).