Category Archives: Morfología

La pregunta de la semana (15)

En la consuetud del habla del alumnado, al profesor suele mencionársele mediante el acortamiento profe, término que, cada vez más se usa como sustantivo común en cuanto al género: el profe y la profe. Pero, además de profesora y de profe, ¿sabes cuántas formas de escritura posibles existen de este sustantivo femenino en castellano?

En tiempos de la EGB, y aun antes, era habitual que los escolares nos dirigiéramos a nuestras maestras con el apelativo señorita y que, en las conversaciones inter nos, transformásemos el término mediante apócope jergal en la seño. No obstante, llegados al instituto para cursar BUP y COU, nuestras docentes se convertían por birlibirloque en profas. Actualmente, sin embargo, tengo la impresión de que en la Primaria, la maestra se ha impuesto sobre la señorita y que, en la Secundaria, la profe lo ha hecho sobre la profa.

En cuanto a las distintas posibilidades de escritura que ofrece este sustantivo femenino, podemos establecer las siguientes:

  • forma plena: profesora
  • forma de acortamiento por apócope, común en cuanto al género: profe
  • forma de acortamiento por síncopa, con flexión femenina: profa
  • abreviatura: profa.
  • abreviatura de terminación volada: prof.ª

La pregunta de la semana (14)

Este domingo, como cada 9 de marzo, se conmemora el Día Internacional de la Tortilla de Patata(s), un alimento que, según un reciente estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), es el segundo plato preferido de los españoles, solo por detrás de la paella y por delante del jamón serrano. Tratándose de un plato tan del gusto del consumidor, no resulta extraño que sea pasto de acérrimas discusiones: ¿hecha o poco hecha?, ¿conn cebolla o sin cebolla?… Como lingüistas, la cuestión que a nosotros más nos incumbe es la de cómo hemos de llamarla: ¿tortilla de patatas o tortilla de patata?

Las dos opciones son válidas. En plural, se hace referencia a varios ejemplares del tubérculo, dado que es habitual que las tortillas se preparen con una pluralidad tanto de huevos como de patatas. En singular, sin embargo, el sustantivo patata se utiliza como nombre incontable de materia o sustancia.

Dicho esto, cabe no olvidar que, para la mayoría de hispanohablantes (América, Canarias, Andalucía atlántica…), las patatas son papas, de ahí que el DLE remita la definición de aquellas a la entrada de estas. Las búsquedas acotadas en Google de “tortilla de papas” y de “tortilla de papa” ofrecen una estadística pareja, en torno al medio millón de resultados cada una; no así, entre “tortilla de patatas” (6 730 000 resultados en 28 s) y “tortilla de patata” (1 480 000 resultados en 24 s). A partir de estos números, no resulta arriesgado aventurar que este plato es propio de la Península más que de allende, de ahí que también suela denominarse tortilla española (776 000 resultados en 28 s).

Dejaremos para otra ocasión la aclaración de por qué las papas se llaman patatas…, aunque ya podemos adelantar que la culpa de ello la tienen otros tubérculos: los camotes, moniatos o batatas.

La pregunta de la semana (12)

Imagen de Joshua Amaro en Pixabay

Si en la pregunta de la semana anterior hablábamos de videojuegos, hoy vamos a hacerlo de videoconsolas. Al acudir a la entrada consola del DLE académico, nos encontramos, en su acepción tercera, con una definición sinonímica: una consola es una videoconsola, es decir, un ‘dispositivo electrónico que, conectado a una pantalla, permite jugar con videojuegos mediante mandos apropiados’. Ahora bien, ¿dirías que el sustantivo consola se crea por acortamiento a partir de videoconsola o, por el contrario, es este último el que se crea por composición a partir del elemento compositivo vídeo- y del sustantivo consola?

Para responder con rigor a la cuestión, resulta esclarecedor seguir la pista a la singladura de ambas voces en nuestro idioma.
El sustantivo consola, como tantos otros galicismos, se introduce en castellano durante el siglo XIX y, así, podemos encontrarlo ya en el lexicón de Ramón Joaquín Dominguez o en el de Gaspar y Roig, ambos publicados en 1853. Por su parte, la RAE lo recoge por primera vez en la úndécima edición de su diccionario, publicada en 1869. Por entonces la palabra era monosémica y hacía referencia únicamente a la ‘mesa hecha para estar arrimada a la pared’. La inclusión en el diccionario de vídeo, tanto la del sustantivo como la del elemento compositivo, no sucede hasta 1985 y no será hasta siete años más tarde, en el DRAE de 1992, cuando el sustantivo consola adquiera una segunda acepción: ‘dispositivo que contiene los instrumentos para el control y operación de una máquina’. Es en esta definición donde se halla el germen de la futura voz videoconsola, aparecida por vez primera en la vigésima segunda edición del DLE (2001) con el significado de ‘consola para videojuegos’. Finalmente, hay que esperar hasta 2006, año de la publicación del Diccionario esencial de la lengua española, para encontrar, añadida a la entrada consola, la tercera acepción de carácter sinonímico a que alude el enunciado de la pregunta de esta semana: videoconsola. Una vez concluida esta diacronía, el orden de las génesis léxicas queda patente: el hablante crea en primer lugar el compuesto videoconsola y, con posterioridad, mediante acortamiento (de manera análoga al que se da por ejemplo en autobús > bus), el sustantivo preexistente consola adquiere un nuevo significado.

La pregunta de la semana (9)

Imagen de Robin Higgins en Pixabay

Si alguien dice «Resumiendo en una palabra: “No hay mal que por bien no venga”», ¿está siendo inexacto? ¿No debería haber utilizado, por ejemplo, la expresión en pocas palabras?

Podría, en efecto, haber utilizado la expresión en pocas palabras, locución adverbial que, sin embargo, el DLE define remitiéndonos a la locución sinónima en una palabra, ya que ambas (como también en dos palabras o en cuatro palabras) coinciden en el uso ‘para indicar la brevedad o concisión con que se expresa o se dice algo’. En nuestro idioma, existe un conjunto amplio de locuciones y paremias de las que forma parte un cuantificador numeral, cuyo significado a menudo no denota una cantidad precisa, sino que, de manera traslaticia, se aproxima al del sentido indefinido. Así, por un lado, los números bajos de la escala (uno, dos y cuatro, sobre todo; tres es inusual)  y, por otro, los números altos (cien, mil, cien mil, un millón) presentan un valor simbólico estereotipado, respectivamente, de ‘poco’ y ‘mucho’. De tal manera, las locuciones a las que aquí se da respuesta (en una/dos/cuatro palabras) se usan con idéntico valor cuantificador indefinido que cuando decimos me importa un bledo, está solo a dos pasos de aquí o se presentaron cuatro gatos, y, contrariamente al valor de abundancia con que usamos otras expresiones como darle cien vueltas, ir a mil por hora o dar un millón de gracias.

La pregunta de la semana (5)

Recientemente hemos visto en clase cómo el sustantivo pizza y otros similares deben escribirse con resalte tipográfico (mediante cursiva o comillas) por su condición de xenismos. Teniendo en cuenta lo aprendido en clase acerca de los préstamos lingüísticos y, en general, acerca de los procesos de creación y adquisición de palabras, ¿sabrías explicar si el plural del susodicho italianismo ha de escribirse asimismo en cursiva o, por el contrario, ha de escribirse en redonda?

La palabra “pizzas” es un híbrido, puesto que presenta una característica propia de los xenismos (la doble zeta, dígrafo ajeno a nuestro idioma) y otra propia de los préstamos adaptados, pues es el resultado de añadir al italianismo crudo el morfema flexivo -s, con el que se forman en español los plurales de sustantivos y adjetivos acabados en vocal. Así, dado que la pauta morfológica aplicada es la propia de nuestro idioma (en italiano, el plural de pizza es pizze), “pizzas” ha de escribirse en redonda. Lo mismo sucede con derivados de esta voz, como “pizzero” o “pizzería”, o de otras voces, como “jazzístico”, de jazz; “shakespeariano”, de Shakespeare, o “youtubero” (con el diptongo pronunciado como “u”), de YouTube.

Esta norma resulta, cuando menos, discutible. La marca gráfica de resalte para los extranjerismos crudos no se debe tanto a la condición de palabras pertenecientes a otra lengua como a la necesidad de indicar que el término en cuestión es ajeno a nuestro idioma y que, debido a ello, no tiene por qué atenerse a las convenciones ortográficas españolas ni pronunciarse como correspondería en español a esa grafía. Así, pues, si la necesidad del lector es la de saber que pizza, escrita en cursiva, no se pronuncia alargando el sonido de la zeta propia del español, tal necesidad subsiste tanto en el plural “pizzas” como en los derivados “pizzero, ra” y “pizzería”.

La pregunta de la semana (4)

Imagen de Mariusz en Pixabay

¿Por qué patatilla, ratilla o puertecilla son voces que no figuran el DLE, pero paletilla, ardilla o ventanilla, Sí?

Todas las palabras que incluye el enunciado contienen sufijos apreciativos. Ahora bien, las tres primeras pertenecen a un subgrupo distinto del de las segundas.

Efectivamente, patatilla, ratilla y puertecilla son transparentes, es decir, su significado se obtiene de la combinación de la base y el sufijo. De esta forma, al usar la voz puertecilla, el hablante está añadiendo al significado léxico de puerta o bien la información de tamaño pequeño o bien una valoración de aprecio o atenuación. Así, estas voces no suelen estar en los diccionarios, ya que se entiende que el hablante puede interpretarlas aplicando un procedimiento productivo de formación de palabras.

Paletilla, ardilla y ventanilla, en cambio, son voces opacas que han sufrido un proceso de lexicalización. Se trata de vocablos cuyo significado no se obtiene por la simple combinación de los dos componentes que los forman. Y, frente a los del grupo anterior, los diccionarios les dan cabida porque, como indica la NGLE (§ 9.3b), «no se obtienen mediante un recurso morfológico activo en el español actual, sino que forman ya parte del repertorio léxico del idioma. Así, paletilla, ardilla y ventanilla, como tantos otros (centralita, cigarrillo, estribillo, flequillo…), poseen un significado impredecible a partir del sentido del diminutivo. Efectivamente, una paletilla no solo es una ‘paleta pequeña’, sino que es también, por ejemplo, el ‘cuarto delantero de ciertas reses’; una ventana pequeña tiende a ser una ventanita, mientras que una ventanilla es una ‘abertura acristalada en los despachos y oficinas o en los laterales de los vehículos’, y también llamamos así a los ‘orificios nasales’ y a las ‘aberturas rectangulares cubiertas con un material transparente, que llevan algunos sobres’. En cuanto a ardilla, es posible que, en la conciencia lingüística del hablante, no quepa una asociación entre el diminutivo y arda, el sustantivo primario que dio nombre a este simpático mamífero roedor allá por el s. XIII,  pues es este un término que paulatinamente, desde principios del s. XVII, ha ido siendo arrinconado por la lexicalización del diminutivo, hasta encontrarse hoy día en desuso. Curiosamente, en Venezuela y Honduras, la lexicalización se ha obrado a partir de un sufijo apreciativo distinto, de modo que al animal lo llaman ardita.

Día Mundial del Medio Ambiente (enfoque lingüístico)

Imagen de Juanjo en Flickr

Hoy, como cada 5 de junio desde 1973, se conmemora el Día Mundial del Medio Ambiente (DMMA). La fecha sirve para sensibilizar a la población mundial acerca de la importancia de cuidar los ecosistemas y fomentar el respeto al medioambiente, algo que deberíamos tener grabado a fuego en nuestro desarrollo como civilización y que, sin embargo, necesita de una efeméride para ser recordado.

Desde un punto de vista lingüístico, la expresión Medio Ambiente, tal como la vemos escrita en el título de esta entrada, puede parecer un nombre propio debido a las mayúsculas iniciales con que se escribe. De hecho, tal uso se debe precisamente a que forma parte de un nombre propio, en concreto el de una denominación de carácter oficial y sabido es que los nombres de los días internacionales se escriben con mayúscula en los términos relevantes que lo componen. Con todo, medioambiente es un nombre común.

Otro rasgo que caracteriza a este nombre es su proceso de creación morfológico: se trata de un compuesto formado a partir de la unión del sustantivo (no del adjetivo) medio y del sustantivo ambiente. En un primer momento, su ortografía correspondió a la forma pluriverbal de un compuesto sintagmático, es decir, las palabras formantes mantuvieron su separación (medio ambiente). Así lo incluyó el DLE por primera vez en su edición de 1984. Por cierto, esta fecha de inclusión, que podríamos considerar más o menos reciente en la longeva diacronía de nuestra lengua, no es suficiente, sin embargo, para seguir considerando el término a día de hoy un neologismo, por cuanto su uso se ha generalizado notoriamente. 

Sabido es que las palabras que pierden su acento prosódico por pronunciarse junto a otras tienden a escribirse unidas, motivo por el cual, por ejemplo, el compuesto arco iris o la locución boca arriba forman arcoíris y bocarriba, de acuerdo con la Ortografía de la lengua española. De ahí que en la edición actual del lexicón académico se haya añadido la entrada medioambiente, como corresponde a esta tendencia idiomática.

Cierto es también que la opción pluriverbal de estos compuestos sigue estando muy extendida en la escritura y acaso pueda ser aún la mayoritaria, razón por la cual conserva aún la definición en el DLE, en detrimento de la opción univerbal. En efecto, si uno busca medioambiente en el DLE, no hallará la definición del término, sino una llamada para acudir a la entrada medio ambiente, incluida dentro de la de medio, voz simple que por sí sola ya posee el significado de ‘medioambiente’. A este respecto, cabe señalar que la creación del compuesto escapa a la tendencia natural de simplificar la comunicación, tal como ejemplifican los distintos acortamientos (cine, por cinematógrafo; bus, por autobús…) y elipsis (postal, por tarjeta postal; capital, por ciudad capital...), frecuentes en la lengua. Sin duda, la necesidad de crear el nombre medio ambiente —o medioambiente— en sustitución del nombre simple medio se debe a la vasta polisemia de este: actualmente, el diccionario ofrece treinta y siete —o treintaisiete— acepciones repartidas en su uso como adjetivo, adverbio y nombre, y en un mundo finisecular urgido de soluciones ecológicas, resultaba indispensable desambiguar y resaltar las circunstancias del medio ambiente frente a las de los medios cultural, social o físico.

Para concluir, cabe hacer un par de precisiones: una, que tanto el DPD académico como la Fundéu recomiendan el uso de la forma univerbal medioambiente; dos, que el plural de esta forma es medioambientes —cuyo adjetivo derivado es medioambiental, también en una sola palabra—, mientras que el de medio ambiente es medios ambientes.

Feliz DMMA. Honremos la efeméride hoy y siempre.

¡Cuidaos mucho!

Imagen de Renate Köppel en Pixabay

Probablemente, todos los alumnos que leáis esta entrada del blog seáis conscientes de la cantidad supina de veces que os he tenido que corregir el uso espurio del infinitivo verbal en sustitución del modo imperativo. Quién de vosotros no ha intentado alguna vez echarme un cable al inicio de una clase pidiendo a los compañeros silencio, ¡callaros, por favor!, o circunspección, ¡sentaros de una vez! Y ahí estaba yo, corrigiendo el callaros con un callaos o el sentaros con un sentaos.

Durante estos días, y, aplicándonos al cuento de lo dicho en el párrafo precedente, tenéis ocasión de demostrar que las clases de lengua valen para mejorar el uso que de ella hacemos. Seguramente, son muchas las oportunidades que os está brindando esta alarma sanitaria para que, a través del teléfono o las redes sociales, deseéis al prójimo (¡qué palabra tan hermosa, en su tercera acepción) que mantenga su salud tanto física como mental. Yo mismo lo hago con vosotros, bien lo sabéis, en los cc. ee. que nos cruzamos durante estos días de teletrabajo: Cuidaos, por favor, suelo deciros.

Y recordad que la única excepción a la caída de la -d ante el enclítico de los verbos pronominales en las formas de 2.ª pers. pl. del presente de imperativo se da en el verbo ir, cuya forma recomendable es idos, aunque, desde 2017, la RAE admite también la forma iros.

En fin, queridos alumnos, quedaos en casa y cuidaos mucho mientras yo me quedo en la mía echándoos de menos. ¡Ah!, y, si habéis de salir por alguna circunstancia de necesidad, lavaos bien las manos a la vuelta.