
Selfi publicado por la presentadora Ellen DeGeneres durante la ceremonia de entrega de los Oscar 2014.
¿Por qué llamamos selfis a las autofotos o autorretratos?
Es muy poco frecuente llegar a conocer el momento prístino de creación de una palabra, salvo que se trate de tecnicismos. El proceso suele ser anónimo: alguien genera un neologismo, lo pone en circulación y el idioma lo hace suyo. Sin embargo, en ocasiones, queda constancia de quién y cuándo acuña un término. Por ejemplo, Carolina Alguacil, en una carta al director que se publicó en 2005 en El País, fue la primera en utilizar la palabra mileurista. Tres años antes, exactamente a las 14:55 del 13 de septiembre de 2002, un australiano llamado Nathan Hope había sido quien por primera vez había usado el término selfie, concretamente, en el Foro Científico de Autoservicio Dr. Karl.
Al principio, el neologismo no se expandió rápidamente entre los anglohablantes, por lo que bien podría haberse quedado en agua de borrajas. Sin embargo, en 2013, el Diccionario Oxford ya declaraba selfie como palabra del año y, al siguiente, la Fundéu hacía lo propio con la correspondiente adaptación al español: selfi. Sin duda, las redes sociales (RR. SS.), en general, e Instagram, en particular, desempeñaron un papel principal en la expansión del término. Y es en esta efervescencia de la inmediatez que generan las RR. SS. donde radica también el éxito de la voz selfie. Porque, en un principio, ¿qué aportaba semánticamente este neologismo con respecto al compuesto preexistente self-portrait o, de igual manera, su calco selfi con respecto a autorretrato? Sin duda, poca cosa; pero, entre otras consideraciones, se trata de una expresión mucho más ágil. El principio de economía del lenguaje, que acuñase André Martinet ya hace años, nos recuerda que el hablante tiende a expresarse de la manera más breve y menos trabajosa posible. Y, si hay un entorno de comunicación escrita especialmente proclive a las abreviaciones, ese es sin duda el de los chats. Selfie (como veggies, firie o postie, en vez de vegetables, firefighter o postman, respectivamente) poseía, de salida, dos virtudes: era informal y ligero. Luego, claro, todos nos pusimos a tomarnos fotos con los móviles y la chispa léxica se convirtió en inextinguible llama.
Existe además otra razón de peso para el éxito de la voz selfi: su significado restringido respecto del que posee autorretrato. Un autorretrato, es decir, un retrato de una persona hecho por sí misma, puede ser una fotografía, una pintura, una descripción…; en cambio, por selfi se entiende solo aquella ‘fotografía de una o más personas hecha por una de ellas, generalmente con un teléfono inteligente y para compartirla’. Como se ve, el grado de concreción semántica es mucho mayor y en él la intención artística tiene mucha menor cabida, no en vano el texto que acompañaba aquella pionera selfi de Nathan Hope era «Y perdón por el enfoque, fue una selfie». La tecnología avanza y el lenguaje no se queda en zaga.
En 2018, año de la inclusión de selfi en el diccionario académico, la RAE introdujo también el neologismo autofoto, nombre compuesto destinado a rivalizar con el anglicismo; pero ya era tarde y tiene viso de quedarse en simple sinónimo total de uso minoritario. Aunque, si he de ser sincero, subjetivamente, me parece el término más apropiado para nombrar, por ejemplo, las obras que son deudoras de aquel primer daguerrotipo tomado en la Filadelfia de 1839 por el pionero Robert Cornelius.
Desde el punto de vista morfológico, selfie es un acortamiento sufijado, y, si se me permite el atrevimiento, de haberse dado este proceso en castellano de manera análoga a como se ha dado en inglés, el neologismo bien podría haber sido algo así como auteo, resultado del acortamiento de autorretrato y la sufijación de auto (aunque, en nuestro idioma, el sufijo –eo suele usarse para crear sustantivos derivados de verbos acabados en –ear, como veraneo, de veranear).