Si os portasteis bien durante el 2024, muy probablemente, SS. MM. los Reyes de Oriente os habrán traído regalos en vez de carbón. Y si, como cabe esperar y desear, no habéis perdido por completo al niño que todos llevamos dentro, es posible que alguno de esos regalos haya sido un juguete. A mí, por ejemplo, me han traído el videojuego Lego Star Wars. Aunque…, ahora que lo pienso, difícilmente lo llamaría juguete. Juego, sin más, sí; pero no juguete. ¿Lo es, realmente? ¿Existe alguna diferencia entre un juego y un juguete?
Agarremos el diccionario (aunque poca literalidad queda ya en eso de agarrarlo, ahora que cuasi todo lo consultamos en línea). A propósito de juguete, en él se dice que se trata de un objeto: o bien aquel con el que los niños juegan y desarrollan determinadas capacidades (un peluche, un coche teledirigido, una muñeca…) o bien aquel otro que sirve para entretenerse (un palo de mascado para el perro…). En cuanto a juego, sustantivo ampliamente polisémico, el lexicón nos ofrece acepciones relacionadas con una actividad, una práctica, un ejercicio… Así las cosas, podemos ejemplificar la diferencia diciendo que la pelota es un juguete con el que practicar distintos juegos: fútbol, balón prisionero… De hecho, hay numerosos juegos, que lo son en tanto que ejercicios recreativos sometidos a reglas, los cuales se practican sin juguete alguno: escondite, pillapilla, gallinita ciega…
También es cierto que, por juego, podemos entender aquel ‘conjunto de elementos necesarios para practicar un juego’. En este sentido, el parchís, el ajedrez y tantísimos juegos de mesa, a pesar de que podamos haberlos incluido en nuestra lista de juguetes para Reyes, son más un juego que un juguete. Resulta lógico, pues, en sí, el tablero solo no sirve de entretenimiento, como tampoco sirve de entretenimiento cada una de las fichas del juego o, si es el caso, el cubilete o el dado.
Llegados a este punto, podemos compreder por qué los videojuegos no entran fácilmente en el concepto juguete. Por un lado, tal como hemos visto que sucede con el juego del parchís, en sí, de manera aislada, no jugamos con el objeto físico que es la consola; tampoco con la pantalla, el mando o la tarjeta de memoria, por separado; lo hacemos mediante el conjunto de ellos. Y, por otro lado, cuando empezamos una partida, lo que hacemos es un ejercicio recreativo o de competición sometido a reglas y en el cual se gana o se pierde, es decir nos enfrascamos en un juego.