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Si podemos oír o desoír a alguien, ¿por qué no podemos desmirarlo o desolerlo?
El prefijo des-, mayoritariamente, denota inversión del significado de la palabra simple a la que va antepuesto, por lo que suele aplicarse a procesos que pueden revertirse: deshacer, desabrochar, destapar, desabrigar… Por otro lado, los llamados verbos de percepción (ya sea esta física o intelectiva), al señalar acciones no reversibles, no pueden combinarse con este prefijo. Por ejemplo, resulta imposible que quien note una caricia la desnote a continuación o que quien observa un cuadro lo desobserve después. Idéntica imposibilidad semántica se halla, pues, en los conceptos de desmirar y desoler.
La razón de que sí podamos desoír a alguien se explica por dos motivos: uno, el hecho de que el prefijo des-, pese a ser aquí también de tipo negativo, no indica reversión, sino ausencia; dos, el hecho de que desoír no se interpreta como un verbo de percepción.
En primer lugar, fijemos nuestra atención en el hecho de que, mientras que el verbo oír es polisémico, desoír resulta monosémico. Diccionario en mano, oír posee cinco acepciones; dos de ellas, más usuales:
- Percibir con el oído los sonidos.
- Atender los ruegos o avisos de alguien.
Como claramente se infiere de la primera acepción, oír puede considerarse un verbo de percepción. En ese sentido, carece de lógica pensar que alguien que haya oído, por ejemplo, el estampido de un cañón pueda desoírlo a continuación. En la segunda acepción, en cambio, el verbo ya no es de percepción y, de la misma manera que podemos desatender una petición o desobedecer una orden, podemos desoír un consejo o una súplica. Esta es la razón de que este verbo solo sea antónimo de oír en los contextos correspondientes a la acepción 1 y, por ende, la razón de su monosemia.
Por otro lado, como señalábamos más arriba, el prefijo des– en el verbo desoír no tiene interpretación reversiva, sino de ausencia, por lo que su comportamiento semántico, resulta análogo al de verbos como desagradar, desaprovechar, desconfiar, desmerecer, desobedecer, desacertar o, el ya mencionado, desatender. Para que algo nos desagrade, no es necesario que previamente nos haya agradado; para que desconfiemos de alguien, no es necesario que antes hayamos confiado en él…, para que desoigamos la advertencia de nuestro vecino, no es necesario que antes la hayamos oído (‘atendido’).