¿Por qué patatilla, ratilla o puertecilla son voces que no figuran el DLE, pero paletilla, ardilla o ventanilla, Sí?
Todas las palabras que incluye el enunciado contienen sufijos apreciativos. Ahora bien, las tres primeras pertenecen a un subgrupo distinto del de las segundas.
Efectivamente, patatilla, ratilla y puertecilla son transparentes, es decir, su significado se obtiene de la combinación de la base y el sufijo. De esta forma, al usar la voz puertecilla, el hablante está añadiendo al significado léxico de puerta o bien la información de tamaño pequeño o bien una valoración de aprecio o atenuación. Así, estas voces no suelen estar en los diccionarios, ya que se entiende que el hablante puede interpretarlas aplicando un procedimiento productivo de formación de palabras.
Paletilla, ardilla y ventanilla, en cambio, son voces opacas que han sufrido un proceso de lexicalización. Se trata de vocablos cuyo significado no se obtiene por la simple combinación de los dos componentes que los forman. Y, frente a los del grupo anterior, los diccionarios les dan cabida porque, como indica la NGLE (§ 9.3b), «no se obtienen mediante un recurso morfológico activo en el español actual, sino que forman ya parte del repertorio léxico del idioma. Así, paletilla, ardilla y ventanilla, como tantos otros (centralita, cigarrillo, estribillo, flequillo…), poseen un significado impredecible a partir del sentido del diminutivo. Efectivamente, una paletilla no solo es una ‘paleta pequeña’, sino que es también, por ejemplo, el ‘cuarto delantero de ciertas reses’; una ventana pequeña tiende a ser una ventanita, mientras que una ventanilla es una ‘abertura acristalada en los despachos y oficinas o en los laterales de los vehículos’, y también llamamos así a los ‘orificios nasales’ y a las ‘aberturas rectangulares cubiertas con un material transparente, que llevan algunos sobres’. En cuanto a ardilla, es posible que, en la conciencia lingüística del hablante, no quepa una asociación entre el diminutivo y arda, el sustantivo primario que dio nombre a este simpático mamífero roedor allá por el s. XIII, pues es este un término que paulatinamente, desde principios del s. XVII, ha ido siendo arrinconado por la lexicalización del diminutivo, hasta encontrarse hoy día en desuso. Curiosamente, en Venezuela y Honduras, la lexicalización se ha obrado a partir de un sufijo apreciativo distinto, de modo que al animal lo llaman ardita.