“Soy un cómico que lleva años esperando a que se baje el telón, pero no termina de bajarse”. Hace apenas un par de años, Francisco Ayala se refería con estas palabras a su longevidad, cuyo telón, al fin, ha bajado este 3 de noviembre, apenas superada la hora meridiana.
103 años, como l’àvia Pepeta. Pero l’àvia, cuyo físico envidian los robles, ha ido perdiendo de su memoria lugares y personas (a algunas ni siquiera las ha llegado a incorporar nunca). En cambio, al insigne escritor ha sido el cuerpo el que no le ha resistido, pues, de cabeza, seguía lúcido como siempre.
“La literatura es lo esencial”, dijo una cien veces Francisco Ayala. Hoy, recordándolo, pienso en aquella célebre cita de El Principito, de Saint-Exupéry: “Sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos”. Y se me aviene un silogismo: lo esencial es invisible para los ojos y sólo se puede ver bien con el corazón; lo esencial es la literatura; ergo, hemos de saber leer con el corazón.
¡Qué bien se explica el disgusto por la lectura que cunde por las aulas, entre adolescentes!
Hasta siempre, Ayala.
Ayala, para siempre.