![fantasmas2[1]](http://blocs.xtec.cat/letrasporentregas/files/2014/01/fantasmas21-285x300.jpg)
Anteayer, acudió un hombre de mediana edad, apellidado Abrahams, a mi castillo. Venía con intenciones de venderme un fantasma y lógicamente, sentencié un sí rotundo. Mi primo, sin embargo, me advirtió que bien podía tratarse de un timador compulsivo, traficando fantasmas inexistentes, o un pobre esquizofrénico, delirando vagamente. Ese mismo día, al finalizar la entrevista con nuestro candidato y tras haber firmado el contrato, se notaba la presencia de un ser extraño surcando aires en la mansión. ¡Era el fantasma!
A la mañana siguiente, hube perdido mi cartera, mi teléfono móvil, y mi alegría. Tan seguro de que la causa era el fantasma, decidí ahogar mis penas en la taberna del barrio. Ahí estuve con mi primo unas cuantas horas, y casualmente topamos con el señor Abrahams. Jack me decía que teníamos que solucionar este problema, y me propuso contratar a un cazafantasmas. Más tarde, yo le dije que era una mala idea, y que prefería avisar a la policía y a los medios televisivos de que la noche anterior mi castillo había experimentado un fenómeno paranormal, un hurto fantasmal. Abrahams, siempre pendiente de nuestra conversación ajena, nos mencionó que si le dejábamos una noche más, nos desalojaría al fantasma igual de rápido que cuando entró. Dicho y hecho…
Cuando el sol yacía en lo alto de las montañas, abrí lentamente ambos ojos. Nunca hubiese imaginado el verdadero porvenir. Todo el castillo estaba vació de cualquier fantasma, pero también de cualquier joya, adorno, mueble y cuadro. No he vuelto a ver más mis objetos de valor ni al señor Abrahams. Según la policía, el señor Abrahams era un famoso ladrón. Debió oír en la taberna que Jack Brocket necesitaba un cazafantasmas, y le brindó sus servicios.
Raúl de la Torre Bautista 3.2
Muy bien trabajado, Raúl.