Viaje de invierno

Daniel Moth

[Foto: Daniel Moth]

Tengo pocos y buenos amigos, pero muy especiales. En octubre de 2014, llevaba dos meses viviendo en Barcelona y ya los echaba en falta. Una gran amiga que tengo en  Italia había celebrado su cumpleaños hacía poco y sus hermanos, también amigos, estaban haciendo un viaje por Europa. Eran los inicios del invierno y decidimos encontrarnos todos en Estambul y así celebrar el cumpleaños perdido de Roberta.

Reservamos habitaciones en el mismo hotel y poco a poco, nos iríamos reuniendo. Cuando yo llegué, Roberta estaba durmiendo; al despertar, salimos a tomar unas cervezas mientras llegaban los dos hermanos, y así hacíamos tiempo para la cena. Después de unas horas, muchas birras y chupitos de vodka, Juliana y Vitao llegaron al hotel. ¡Estábamos tan contentos! Salimos a cenar, la ciudad se cubría con un poco de nieve y después de tanto beber no sentíamos frío. Yo, como siempre, había bebido demasiado, y al final de la noche, estaba muerto. Al día siguiente, nos levantamos temprano y fuimos a desayunar. Yo me encontraba muy mal, no podía ni caminar por la calle debido a la resaca de la noche anterior. Ellos propusieron tomar el autobús turístico que, para mí, resultaría fatal.

Al poco de subir al autobús, yo sentí ganas de vomitar. Tras treinta minutos de subidas y bajadas por la ciudad, le pedí al conductor que me dejara bajar. No podía más. Vomité en la calle, me fui al hotel a dormir y al final, me perdí todas las visitas que habíamos programado para ese día.

L.M.

Un viaje con nieve y anécdotas, extensión libre.

8 thoughts on “Viaje de invierno”

  1. Siempre recordaré mis primeras vacaciones de invierno porque finalmente, mi sueño de jugar en la nieve se había hecho en realidad. Sucedió en la estación de esquí de La Molina en los Pirineos, cerca de Francia, en febrero de 2015. Mis amigos y yo fuimos allí en una excursión organizada por una organización filipina de Barcelona. El viaje en autobús salía de la plaza Universidad y tardó unas cuatro horas en llegar allí porque el tiempo no era bueno aquel día. Estaba lloviendo y hacía mucho viento, por eso el conductor condujo lentamente. Llegamos a la estación alrededor de las diez en y había mucha nieve, gracias a Dios y además era hacía sol. Había mucha gente esquiando y niños jugando en la nieve con equipos completos. Además había cables que llevaban a la gente a otra montaña llena de nieve, una escuela de esquí, algunos cafés y restaurantes, espacios para picnic y alquiler de equipos de esquí. Ver todas aquellas cosas en directo me hizo sentir muy agradecido y me quedé sin palabras por un momento. Era un sueño hecho realidad. Fue muy sorprendente para mí ya que no tenemos algo semejante en Filipinas. No pude explicar lo contento que estaba durante ese tiempo. No esquié, por supuesto, porque no sabía cómo hacerlo pero disfrutamos con muchas cosas. Compramos tiques para subir por cable a la siguiente montaña desde donde nos dijeron que podíamos ver Francia. Todo era blanco allí, ¡qué increíble!, me sentí abrumado. Hicimos un muñeco de nieve y nos lanzamos bolas de nieve, y tomamos muchas fotos y videos. En realidad, estuve rezando para que hubiera alguna nevada. Afortunadamente a las tres de la tarde, nevó y los árboles empezaron a ponerse blancos, ¡guau! Sin embargo, el organizador del viaje nos pidió que subiéramos al autobús inmediatamente para que pudiéramos salir del área antes de que la carretera se cubriera de nieve y nos quedáramos atrapados. Definitivamente, fue una de las grandes experiencias de mi vida.

  2. Cada año mi familia hace un viaje, más largo a más corto, pero siempre juntos; a mi madre le encanta tenernos a todos reunidos. En realidad, es más una obligación que unas vacaciones de invierno.
    Recuerdo uno de estos viajes: eran las cinco de la mañana, con un frío que pelaba. Me subí al coche de mi hermana en dirección a Andorra. Estábamos todos: mis hermanas, mis sobrinos y mis cuñados. Dos coches a rebosar, parecíamos la tribu de los Brady. Yo, entre peaje y peaje, echaba mis cabezadas, siempre me duermo en los viajes. Fue una odisea encontrar y repartir las habitaciones. Tras un buen rato, por fin estábamos situados y planificando los días de nieve y compras… Nos reímos, hacemos miles de fotos, los niños tienen hambre, están cansados de tanto trajín. Vamos a comer, mientras mis cuñados hacen tonterías. Todas nosotras deseamos que llegue la tarde, hacer las compras y volvernos a reunir en la cafetería frente a un chocolate caliente…

  3. Este viaje que explicaré lo hice en el año 2008. Mis amigos y yo decidimos visitar unas montañas del norte de Bulgaria. Nos gustaba ese lugar donde, además, se alquilaban unos bungalós pequeños que contaban con barbacoa y chimenea. ¡Imagínate! La montaña en diciembre, cubierta de nieve, junto a los buenos amigos, con calor y buena comida. ¡Era una pasada! Recuerdo que uno de mis amigos se perdió durante unas horas en la montaña; fue una situación muy estresante; pero menos mal que llevaba su móvil y todo acabó bien. ¡Lo pasamos genial!

  4. Querría narrar sobre mi viaje de invierno que hice hace siete años. Cada año celebro todas las fiestas de invierno con mi familia: mi marido y mi hija. Pero aquel año tenía planeado un viaje de negocios a India y las fiestas de invierno coincidieron con ese viaje. Así que esta vez las pasaría lejos de ellos. Nueva Dehli es una ciudad interesante. Mi compañera de trabajo y yo vimos muchos lugares interesantes, visitamos a nuestras colegas en sus casas y conocimos la cultura de la India de primera mano.
    Un día se organizó una excursión al fuerte Agra. Queríamos ver con nuestros ojos la belleza del palacio de Taj Mahal y del castillo. Como el camino era muy largo (unas cinco horas) me puse a dormir, ya que salimos muy temprano de Delhi. Al despertar, mi amiga me dijo que había entendido que el guía nos daba dos horas para visitarlo todo. Al llegar, empezamos por el fuerte. Claro, no teníamos prisa: sacábamos muchas fotos, paseábamos, etc. Poco antes de las dos horas nos dirigimos a la parada de autobuses. No obstante, no encontramos a nadie: se habían marchado sin nosotros. No tuvimos la suerte de poder ver el Taj Mahal aquel día.
    Al final tomamos una rickshaw que iba a la estación de taxi de un pueblo y llegamos a Nueva Delhi ya de noche. Cada vez que veo la película “Indiana Jones”, lo recuerdo todo: “Soy profesor, necesito ir hasta Nueva Delhi”. Esta aventura no la olvidaré nunca.

  5. Voy a hablar de un viaje a París. Siendo invierno, podría haber escogido un destino más cálido, pero dicen que esa ciudad es ideal para pasar unas navidades románticas. Viajé con mi mujer y mis hijas, fue el año pasado. Apuramos la estancia allí hasta el día anterior a que comenzaran las clases de las niñas. A todos nos encantó la torre Eiffel y el árbol navideño que estaba a su lado; recuerdo que una noche cenamos en un restaurante muy bonito y que visitamos el famoso Museo del Louvre. Allí nos asombró la belleza de Mona Lisa, un retrato pintado por Leonardo da Vinci que jamás podré olvidar.

  6. Aquel fue el primer viaje que hicimos juntos mi novio y yo. En esa época, los dos trabajábamos y estudiábamos mucho todos los días, pero finalmente encontramos un hueco en el calendario: cuatro días para conocer Bruselas y Amsterdam. Teníamos quince días aún para arreglarlo todo y preparar nuestras minivacaciones.
    Cuando llegó el día de la partida, nos sentimos muy felices de poder salir un poco de Irlanda. El primer día llegamos a Bruselas y descubrimos interesantes rincones de esta ciudad encantadora. Caminamos mucho, comimos también mucho y apreciamos su bonita arquitectura. Al día siguiente, cogimos el autobús hacia Amsterdam, donde nos quedaríamos dos días enteros, increíbles. ¡Es una ciudad única!
    Como era un viaje tan corto, y queríamos conocer el máximo de los dos lugares, al tercer día estábamos muy cansados de caminar tanto y de dormir tan poco. El último día -era lunes- volvimos a Bruselas por la mañana, por lo que teníamos tiempo suficiente para pasear un poco más ya que hasta la medianoche no salía el autobús que nos llevaría al aeropuerto. Una vez allí, aguardaríamos el avión de regreso, que despegaba a las seis de la mañana.
    Llegamos a las once a la estación de autobuses y para nuestra sorpresa, allí nos dijeron que el último autobús había salido a las diez y que debíamos esperar al próximo, el de las cuatro de la mañana. ¿Qué podíamos hacer? Decidimos quedarnos en la estación y descansar hasta esa hora, porque estábamos terriblemente cansados. Bueno, era un plan y durante las dos primeras horas, todo fue bien. Pero, a las doce y media un guardia de seguridad nos dijo que la estación cerraba sus puertas hasta las cinco. Sin techo, sin autobús y sin café, tuvimos que esperarnos en la calle, casi congelados, durante cuatro horas.
    Sin duda alguna, este primer viaje juntos jamás lo olvidaremos, por muchos y muchos motivos.

  7. Fue en Francia, en el invierno del año pasado. Como cada año, mi pareja y yo viajamos juntos en enero, debido a que es el único mes en el que coinciden nuestras vacaciones. Yo estaba realmente nervioso porque no era un viaje cualquiera. Todo estaba calculado en mi mente, nada podía fallar. Una noche, mientras cenábamos en un restaurante romántico de la ciudad, nos divertíamos evocando los lugares que más nos habían gustado y el frío que estábamos pasando al caminar por las calles parisinas. En un momento preciso, empecé a buscar en mi chaqueta un preciado objeto y realmente me asusté porque no lo encontraba. Ella me miró desconcertada y me preguntó si había pasaba algo; yo, para disimular, le respondí que me había dejado la cartera en el hotel y que no podía pagar la cuenta. Ella se ofreció cariñosamente a pagar y abandonamos el restaurante. Con la excusa de la cartera regresé al hotel y le propuse que me esperase en un jardín cercano al hotel, al pie casi de la Torre Eiffel. Mientras llegaba a la habitación, no daba crédito a lo que me estaba pasando. Afortunadamente, encontré el anillo y corrí todo lo que pude para que ella no pasara mucho frío aguardándome. Se sorprendió al verme exhausto y fue entonces cuando me arrodillé ante ella con el anillo en la mano y le pedí matrimonio. Los ojos le brillaban de felicidad. En ese momento empezó a nevar. Nos quedamos sin palabras, pero yo la miré seriamente esperando una respuesta. Me dijo que sí, que se casaría conmigo y nos fundimos en un abrazo. En ese instante se encendió la Torre Eiffel y ese mágico momento se grabó en nuestras memorias como el más maravilloso recuerdo.

  8. El primer viaje que hice con coche propio fue con mi familia, a Montserrat. No era un viaje muy largo pero fue excepcional; salimos de casa muy temprano porque al ser una excursión breve, queríamos aprovechar cada minuto y no perdernos nada. Teníamos mucha ilusión en visitar el monasterio de Montserrat, especialmente por el tipo de montañas donde se encuentra. Tardamos más o menos unas tres horas, porque aquel día encontramos mucha caravana. Al llegar, los niños estaban muy contentos, y también nosotros. Cuando estábamos descubriéndolo todo, vi que mi mujer se reía de mí. Le pregunté el porqué y me confesó que al principio no se fiaba del todo de mí, de que llegáramos por nosotros mismos, en nuestro coche. Pero fue así, yo lo conseguí.

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