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2 BACH. Materiales de repaso.

EstudiarEn página adjunta a este Blog podéis encontrar los siguientes materiales de repaso de algunos conceptos básicos de la asignatura de lengua castellana: 

4 ESO. Categorías gramaticales
4 ESO. Funciones sintácticas de la Oración Simple

Igualmente, y en la misma página, podréis encontrar el texto sobre morfología y formación de palabras que ya ha sido repartido en su versión en papel impreso. Pulsar el siguiente enlace para acceder directamente:

2 BACH. Monemas

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Ortografía ¿Pa ké?

Texto: Mayte Ríos. La Vanguardia. Estilos de vida nº 5

(Sábado, 20 de septiembre de 2008)

En el cartel del presidente de la comunidad de vecinos, en las instrucciones de un juguete, en la carta de un restaurante, en un folleto publicitario, en los SMS, en publicaciones oficiales, en las páginas de los periódicos y hasta en algún libro de texto. Es fácil toparse con faltas a diario. ¿Importa? ¿Ha perdido sentido la ortografía?

“(…) Debería jubilarse la ortografía”. La frase no es de ningún estudiante perezoso ni de ningún bloggero vanguardista. Corresponde al Nobel de Literatura Gabriel García Márquez. La pronunció en el Congreso Internacional de la Lengua Española celebrado en Zacatecas, en 1997, donde matizó: “Me refiero, por supuesto, a la ortografía vigente”. ¿Quiere eso decir que quienes usan arbitrariamente la b y la v, omiten las haches y los acentos o sustituyen la qu por la k son unos pioneros, unos adelantados a su tiempo? ¿Está la ortografía realmente en crisis?

Errores Ortográficos 1“Como casi todo hoy día”, responde José María Echauri, profesor de lengua y director del instituto Albéniz, de Alcalá de Henares (Madrid). “No podía ser de otra forma siendo la ortografía una normativa que se aplica en una sociedad en cambio permanente”, justifica. Y recuerda que la ortografía castellana actual se estableció en el siglo XVIII para una realidad completamente distinta a la actual, en la que asistimos a una generalización de la enseñanza y a cambios en la foma de comunicarse derivados de las nuevas tecnologías.

Sin embargo, Echauri no comparte la visión catastrofista de quienes sostienen que los jóvenes de ahora cometen muchas más faltas de ortografía que los de anteriores generaciones como consecuencia de la degradación de la enseñanza. “No puede hablarse de degradación porque nunca ha habido un momento idílico; yo todavía he tenido muchos padres de alumnos analfabetos; lo que ocurre es que mitificamos mucho, y cuando algunos comparan y dicen que ellos dominaban la ortografía con 10 años, cuando ingresaron en bachillerato, lo que no cuentan es que sólo hacían ese ingreso un grupo minoritario de chavales, porque la mayoría abandonaba los estudios a los 10 o 12 años para pasar al mundo laboral; no se pueden comparar los resultados escolares de ahora con los de esa época”, explica. Por no mencionar que entonces no se estudiaba la ortografía catalana, gallega ni vasca.

Errores ortográficos 2Tampoco Agustín Vera Luján, catedrático de Lengua Española y Lingüística General de la UNED, tiene claro que la situación actual de la ortografía y su grado de conocimiento por los jóvenes sea peor que en el pasado. Lo que sí observa es poca consideración social por los usos lingüísticos correctos. “En un gran almacén vi un cartel que decía ´recoga el número de la máquina´, y sugerí que lo cambiaran; diez o doce años después el cartel continúa igual”, comenta a modo de ejemplo. Agrega que, además, la enseñanza de la lengua se ha focalizado más en los últimos años en su uso oral, en enseñar a hablar en público, a organizar discursos coherentes, y ello puede haber ido en detrimento de la enseñanza de las normas de escritura.

A este respecto, Echauri considera que la ensañanza de la ortografía presenta hoy otras dificultades añadidas, como el aprendizaje simultáneo de dos idiomas -con sus respectivas normas- en algunas autonomías, la llegada de alumnos inmigrantes, la generalización entre los jóvenes de nuevos códigos de escritura  los utilizados en SMS o el messenger-, y la proliferación de medios de comunicación más inmediatos donde los errores ortográficos se deslizan con más facilidad. También los profesionales de la corrección de textos opinan que si vemos más faltas ortográficas que antes es porque el lenguaje escrito se usa mucho más. “No se sabe menos ortografía, ni esta está en crisis; lo que ocurre es hay más autores, más lectores, más recursos, y se escapan más erratas; pero también hay más mecanismos para resolver dudas”, afirma el presidente de la Unión de Correctores (UniCo), Antonio Martín.

Puestos a desmitificar la mala salud de la ortografía en la sociedad actual, algunos recuerdan que Juan Ramón Jiménez, todo un Nobel de Literatura, incumplía las normas establecidas y escribía con j las sílabas ge, gi (májico, por ejemplo), no escribía p, b y n en posición implosiva adelantándose a ortografías hoy admitidas (setiembre, oscuro, trasparencia), no colocaba la x ante consonante (esquisito), ni la s en el grupo sc (conciente) y suprimía la h en oh.

Pero que desdramaticen la actual proliferación de errores no quiere decir que los expertos resten relevancia a la ortografía ni sean partidarios de eliminarla. Ni mucho menos. “La ortografía es necesaria y útil, porque sin unas normas comunes sería difícil comprender lo escrito por otras personas”, coinciden la mayoría de los lingüistas, literatos, correctores y profesores consultados.

Errores ortográficos 3En lo que ya no son tan unánimes es en si las normas que se han de respetar tienen que ser las vigentes, pues hay muchas voces cualificadas que piden que se revisen y simplifiquen. “Tienen que existir unas reglas que escritor y lector compartan, pero esas reglas deberían regirse por un sentido práctico y ser más sencillas”, indica Celia Romea, presidenta de la Sociedad Española de Didáctica de la Lengua y la Literatura (SEDLL). La simplificación que propone, como otros muchos profesores, pasa por equiparar al máximo letras y fonemas “porque muchas de las grafías que se mantienen vienen de una visión diacrónica de la lengua”. Opina que hay normas que podrían eliminarse, como la distinción entre palabras con be o uve, muchas haches mudas, la distinción entre c-q-k para un mismo sonido… Pone como ejemplo la ortografía italiana y enfatiza que, por polémicas que resulten, sus propuestas no son nada novedosas, pues especialistas como Jesús Mosterín o José Martínez de Sousa ya las plantearon a principios de los ochenta.

Los partidarios de reformar a fondo la ortografía argumentan que con ello se facilitaría su aprendizaje y su uso por más ciudadanos, y se liberaría el tiempo que se consume por las inconsecuencias de las actuales normas. También ven ventajas relacionadas con el uso de las nuevas tecnologías. En cambio, los detractores de una gran simplificación ortográfica advierten que provocaría una gran confusión a quienes han aprendido con las anteriores reglas, implicaría un gasto excesivo para reeditar multitud de libros y escritos y, como resultaría polémica y suscitaría críticas tanto desde los sectores conservadores como desde los reformistas extremos, acabaría por no contentar a nadie. También son muchos los que sostienen que la dificultad que puedan tener los jóvenes o los inmigrantes para interiorizar las normas no puede ser un argumento para cambiar la ortografía. “La ortografía española es relativamente sencilla; lo que ocurre es que no se le presta suficiente atención en la enseñanza escolar, porque la sociedad actual no es muy amante del esfuerzo y cuando se ve que algo es relativamente problemático, se opta por saltárselo”, señala Agustín Vera Luján. El catedrático de Lengua de la UNED advierte que algunas diferencias ortográficas no responden sólo a criterios gráficos, sino que llevan asociadas diferencias de significado -como basto (tosco) y vasto (amplio)- “y si arrasamos con esas diferencias empobrecemos nuestra capacidad de expresión”.

Tampoco José María Echauri se muestra partidario de una reforma radical de las actuales normas ortográficas para adaptarlas a las fonéticas, y recuerda que hay distintas maneras de hablar el castellano. “Si optamos por la fonética más utilizada, habría que adoptar como regla el seseo, porque pocos hispanohablantes utilizan la z”, ejemplifi ca. En cambio, opina que sí se podría avanzar en las reglas de la j y la g, en simplificar las normas de acentuación… Celia Romea, en sintonía con García Márquez, empezaría por suprimir las haches mudas. “No dije que se elimine la letra hache, sino las haches rupestres. Es decir, las que nos vienen de la edad de piedra. No muchas otras que todavía tienen algún sentido o alguna función importante, como la conformación del sonido che”, comentó el escritor colombiano tras su discurso en Zacatecas. Desde la Unión de Correctores, priorizan cambios en las reglas referidas a los diptongos y los hiatos.

Pero unos y otros asumen que los cambios han de ser graduales y, sobre todo, consensuados para no poner en peligro la unidad de la lengua. “El interés mayor de una lengua es ser un código que permite comunicarse a un número elevado de personas; el español sirve a casi 400 millones de personas y, si se reforma, para seguir siendo instrumento de comunicación tendrían que ser cambios acptados por todos los hablantes”, subraya Agustín Vera Luján.

Romea, desde la SEDDL, insiste en que “hay que ser respetuoso con la lengua para que nos entendamos, pero no hay que tener miedo a los cambios, porque el mundo varía, la lengua evoluciona y hay usos que ya están muy consensuados”.

Con reforma o sin ella, lo que tienen claro los expertos es que hay que mejorar la enseñanza de la ortografía. “Hay que seguir insistiendo, no podemos acostumbrarnos a ver faltas en los folletos, en publicaciones universitarias, en los libros de instrucciones o en los diarios; no es cuestión de escandalizarnos, sino de extremar las medidas para evitarlas”, dice el profesor Echauri. Su receta es exigir el cumplimiento de las reglas ortográficas pero con cierta flexibilidad. Así, no es partidario de suspender a los alumnos que cometan muchas faltas, aunque sí de penalizarlos y darlos la opción de que rectifiquen. “Hay que evitar que un buen alumno al que se le da mal la ortografía se desanime a estudiar porque va a suspender igual el examen por culpa de sus faltas”, explica.

Erroresw ortográficos 4Vera Luján considera que el grado de exigencia ortográfica puede flexibilizarse en la enseñanza primaria y secundaria, pero se muestra inflexible en el caso de estudiantes universitarios. “No concibo que un alumno de Filología Española pueda aprobar la asignatura si comete faltas de ortografía”, declara. En su caso, si un estudiante presenta un examen con faltas, le explica la nota que le correspondería por su conocimiento de la materia pero le suspende con un 4, y le ofrece la oportunidad de recuperar la nota inicial examinándose de ortografía a final de curso. “Si se corrige, le reconozco la nota inicial, pero con faltas no aprueba; no me cabe en la cabeza que un profesional de la lengua ejerza sin saber esas normas”, indica.

Muchos estudiosos opinan que el problema de la ortografía es que suele enseñarse de forma aislada del resto del aprendizaje, con ejercicios descontextualizados, repetitivos, que tienen un escaso rendimiento. Hay consenso en que debe ligarse la enseñanza de la ortografía a la oralidad y la escritura, y que la mejor receta para mejorar la ortografía no es otra que leer, leer y leer, porque la memoria visual es fundamental para fijar la escritura, y el ver una y otra vez una palabra escrita correctamente ayuda a que su forma se grabe en la mente.

“Si cometo pocos errores gramaticales es porque he aprendido a escribir leyendo al derecho y al revés a los autores que inventaron la literatura española y a los que siguen inventándola porque aprendieron con aquellos. No hay otra manera de aprender a escribir”, explica Gabriel García Márquez.

¿EL INGLÉS COMO EJEMPLO?

Los anglosajones no tienen una academia de la lengua que fije normas sobre el uso correcto del inglés, ni escrito ni hablado. Hay quien se pregunta si, más allá de las cuestiones económicas, esa puede ser una de las razones de su expansión. Pero son muchos los expertos que opinan que si un idioma se deja muy a su aire tiende a fragmentarse. La noticia de que en Estados Unidos ya han creado una cátedra de spanglish vendría a darles la razón. “Es cierto que el inglés ofrece muchas variantes y eso causa problemas”, admite Celia Romea. Pero no considera que esa sea razón para considerar inamovible la actual ortografía castellana. “Para escándalo de los puristas, la lengua está viva y cambia, y la realidad es más tozuda que las opiniones conservadoras; hay que ser respetuoso con las normas para que nos entendamos, pero también aceptar que el mundo evoluciona y es preciso modificar las normas”, añade.

LOS SMS NO TIENEN CULPA

Kyt en lugar de cállate, ymam en vez de llámame, k en lugar de que, kls para clase… El envío de SMS ha creado un nuevo lenguaje que no tiene en cuenta la ortografía. Y lo mismo ocurre con los chats y otros sistemas de mensajería instantánea por internet. Pero a los expertos no parece preocuparles en exceso, ni responsabilizan a estas prácticas de la generalización de faltas en los escritos. “En todas las épocas se han utilizado diferentes lenguajes de comunicación: los escribas medievales ya utilizaban abreviaturas y, en la universidad, todos nos las arreglábamos con simplifi caciones y abreviaturas para coger apuntes y seguir el discurso del profesor; son lenguajes fruto de la edad o de las circunstancias que no tienen por qué afectar al futuro de la ortografía”, dice Agustín Vera. José María Echauri cree inevitable que el lenguaje de los SMS acabe contaminando con el tiempo al resto, como ocurre con el lenguaje coloquial, “pero no se puede controlar; lo que hay que hacer es seguir insistiendo en la enseñanza y no ceder en ese terreno, porque son contextos distintos que exigen actuaciones distintas: en una redacción o un examen no vas a permitir que escriban k en lugar de que”. Celia Romea destaca que el nuevo lenguaje SMS tiene su propia ortografía y en breve contará con un diccionario: “Exo x ti y xa ti”.

CÓMO SE APRENDE

Leer, para ver una y otra vez las palabras y recordar su forma, y escribir, para reforzar y fijar esos recuerdos. Ésas son las reglas de oro para el éxito del aprendizaje ortográfi co. También hay que conocer y memorizar las reglas, pero sabiendo que las excepciones se adquieren poco a poco y que es la lectura la que facilita la memorización visual y el recuerdo de la ortografía, según explica la presidenta de la Sociedad Española de Didáctica de la Lengua y la Literatura (SEDLL), Celia Romea.

El mejor método, según la SEDLL, es enseñar la ortografía contextualizada, atendiendo a la forma y signifi cado de las palabras, con especial énfasis en las palabras homófonas – haya, halla, allá-, en las homógrafas – vino (bebida), vino (de venir)- y en las familias de palabras como referencia de forma común. En las comunidades bilingües debe atenderse a las semejanzas y diferencias entre lenguas para facilitar el aprendizaje, y tener en cuenta las variantes dialectales para resaltar su correspondencia escrita (por ejemplo, el seseo). Y se han de reforzar las sílabas que engañan (ce, ci, que, qui)

A la hora de practicar, los profesores de lengua opinan que los dictados han de ser muy breves y con objetivos claros que conozca el estudiante, y han de prepararse con lecturas previas para ver y reconocer las palabras. Y no sirve luego una corrección mecánica, ha de ser contextualizada. Aconsejan fomentar el uso del diccionario y llevar a cabo trabajos en grupo que permitan resolver dudas también en grupo. Todo ello sin perder de vista que, según Romea, “ciertas nociones gramaticales no se asimilan antes de los nueve o diez años”.

La ortografía tiene una parte fonética, por lo que hablar bien ayuda a escribir correctamente muchas palabras. En el caso de los niños, infl uye el habla de los adultos: tener buenos modelos facilita el aprendizaje.

También cuenta la calidad de audición y visión, de modo que ante un fracaso reiterado en ortografía es aconsejable revisar la agudeza auditiva y visual.

Los profesores de lengua recuerdan, por otra parte, que a la hora de escribir no sólo importa la ortografía. También hay que cuidar la sintaxis, la coherencia del discurso; es fundamental para emplear la puntuación adecuada, que también tiene un sentido ortográfico. 

Y según la experiencia de los docentes, parece que las niñas tienen más facilidad de asimilación ortográfica que los niños.

Fin de “Ortografía ¿Pa ké?”

“Oscar Wilde fue el chivo expiatorio de los victorianos”·

LA CONTRA (La Vanguardia, 05 de Noviembre de 2008)

Vergüenza 

Sí, tiene el aire de alguna foto de Oscar Wilde… Merlín me cuenta: ”Wil­de se postuló como ins­pector de escuelas: su prioridad intelectual era la educación de la sensi­bilidad en el arte y en la dignidad del trabajo creativo”. Y Wilde siem­pre tiene razón. .. Merlín es nieto del gran escri­tor, aunque se apellida Holland porque su pa­dre se crió bajo el apellido de la madre, como si Wilde jamás hubiese existido. “Los británicos aún no saben qué hacer con Wilde, ¡aún le ven con la etiqueta de sodomita! ¡Qué vergüenza!”, deplora Merlín. La per­sonalidad y retórica oral de Wilde aflorá en los autos procesales de esta tragedia legal recupera­da ahora por su nieto en El marqués y el sodomita (Papel de Liar). 

  Merlin Holland, nMerlin Holland, nieto de Oscar Wildeieto de Oscar Wilde.

Tengo 62 años. Nací en Londres y vivo en la Borgoña. Escribo ensayo histórico sobre el siglo XIX. Tengo un hijo, Lucien (29). ¿Política? Agnóstico. ¿Dios? Ateo. Cultivo mis viñas y hago mi vino tinto casero. A mi abuelo le condenaron por homosexual, y nadie se ha disculpado

 ¿Se parece usted a su abuelo? Casi nada de joven, pero ahora mis amigos dicen que voy pare­ciéndome algo. Aunque él mu­rió a los 46 años …

¡Muy joven! Ser condenado a prisión le arruinó la vida y precipitó su muerte: desaparecía Oscar Wil­de, uno de los hombres más brillantes de su tiempo.

¿De qué fue inculpado? De ser un sodomita. La homosexualidad era un delito en la Gran Bretaña de 1895. Y lo fue ¡hasta1967!

Y Oscar Wilde era homosexual. Él rechazó tal acusación: aceptarla implica­ba trabajos forzados. ¡Oscar Wilde no fue un mártir gay, como algunos pretenden!

Pero exhibía actitudes provocativas. ¡Puso de los nervios a los más encorsetados y mojigatos victorianos! Era muy elegante, dandi, se dejó melena, lucía detalles extrava­gantes en el vestir y, sobre todo, era un libre­ pensador de deslumbrante erudición e inteligencia. Y no pudo evitar ser víctima de sí mismo, de sus actitudes: su propio humor y su ingenio desenvuelto le perjudicaron.

¿Por ejemplo? Durante el juicio, el fiscal le preguntó si era cierto que había besado a cierto muchacho, a lo que Wilde respondió: “jOh, jamás!: ese muchacho· no era muy agraciado … “.

Genio y figura… ¿Quién le acusó? El marqués de Queensberry le tildó pública­mente de “ostentoso sodomita”.

¿Por qué hizo tal cosa?El hijo mayor del marqués había sido aman­te de un político, y había aparecido muerto justo después de que ese político llegase a primer ministro…. ¡Y ahora el marqués veía que su hijo menor, Alfred Douglas, conoci­do como Bosie, intimaba con Oscar Wilde… ! . Quiso separados a toda costa.

¿Eran amantes wilde y Bosie?Se amaron. Al final de su vida, Oscar Wilde, con su humor característico; ratificó su amor por Bosie: “¿Cómo podría no amarle?: ¡arruinó mi vida!”…

Le amaba y le reprochaba… ¿el qué? Si Wilde hubiese ignorado la acusación de Queensberry, nada grave hubiese pasado. Pero Bosie odiaba tanto a su padre, que inci­tó a wilde a demandarle por calumnia…

Y Oscar Wilde lo hizo. Sí, y por eso hubo juicio. Y durante el proce­so, Queensberry aportó indicios suficientes para que el juez condenase a Wilde. Pasó dos años en la cárcel (1895-1897) y ya nunca volvió a ver a su esposa, Constance, ni a sus dos hijos, Cyril y Vyvyan.

¿Qué fue de ellos?  Constance murió poco después, afectada por lo sucedido. A los niños los criaron unos familiares, sin hablarles de su padre. Vyvyan, mi padre, sufrió toda la vida por esta historia. Mi tío murió en Francia durante la Primera Guerra Mundial, sin hijos.

¿En qué sentido sufrió su padre? ¡El juicio por homosexualidad a su padre le dejó huérfano y transtornó su vida! Cuando yo tenía 15 años descubrí una carpeta oculta que tenía mi padre… 

¿Qué contenía? Constance Una colección de recortes de prensa sobre procesos a homosexuales durante el siglo XX, como el actor inglés John Gielgud en los años 50… Yo seguí enriqueciendo esa carpeta, y acabé por investigar el juicio.

¿Y qué conclusión saca? La sociedad victoriana guardaba rencor a Wilde por su brillo y descaro. Y así como tapaban otros escándalos, escogieron a Wilde como chivo expiatorio, como catarsis colectiva. Y casi con la colaboración de Wilde.

¿Por qué lo dice? Sospecho que su fabuloso éxito social como artista y dramaturgo le llevó a creer que su juicio sería como una gran obra de teatro y le excitaba interpretarla y salir triunfador.

¿Tanto triunfaba? Fue muy popular, tuvo gran carisma social, era seductor, de una deslumbrante erudición y una agudeza fulgurante, lo que le hacía un incomparable conversador.

Dejó muchas frases célebres, ¿no? Sí, ingeniosas paradojas  como “ser natural es la más difícil de las poses”, “yo me libro de las tentaciones cayendo en todas”, “dadme cosas superfluas y podré prescindir de las necesarias”…

Más, más… “La belleza es superior al genio: no necesita explicarse”. “La mentira (relatar cosas falsas) es el fin del arte”. “Amad el arte y lo demás vendrá por añadidura”. “El trabajo es el refugio de quienes no tienen nada que hacer”. “Todo en a vida es peligroso, y de no serlo no valdría la pena vivir”.

Es verdad. Casi todo lo dicho por Wilde es verdad, sentenció Borges… “Perdona siempre a tus enemigos: nada les enfurecerá más”. “Al crear al hombre, Dios sobrevaloró algo sus capacidades”. “Bigamia es tener una mujer de más; monogamia es lo mismo”.

Ja, ja… “Es absurdo dividir a la gente en buena y mala, sólo hay gente encantadora o aburrida”. “No he adorado a nadie que no fuese yo mismo”. “Hay algo peor a que hablen malde tí: que no hablen de tí”.

Y aún hablamos de él. No podía dejar de ironizar sobre todo; él mismo incluido. Era su modo de estar en el mundo. Oscar Wilde necesitaba vivir en sociedad, entre la gente: marginado socialmente, por eso murió tan temprano al salir de la cárcel. Pero sin perder el humor.

Víctor M. AMELA

Carta de Chile (por Josep Maria Espinàs)

Vive en Chile desde muy joven y es uno de los primos de mi mujer. Se llama Evelino y, prácticamente una vez al año, nos reencontramos con él en Barcelona, donde durante el transcurso de un agradable almuerzo, nos divertimos con algunas expresiones chilenas que él nos explica. Este otoño pasado, le pedí si podía confeccionarme una lista, y hace pocos días he recibido una carta con los primeros botones de la muestra. He aquí una breve selección. 

En Chile, las conversaciones comienzan, por lo general, con un “qu’ibo” (¨¿qué hubo?) a lo que se suele responder frecuentemente “lo mas bien”. Los ricos tienen “harta plata” y, en cambio, los que no tienen dinero van “a palos con el  águila” o, la frase mas popular, “a patás con los piojos”. Evelino me avisa de que en Chile existen dos lenguas, la que habla la “gente” y la que practica la “no gente”, es decir, el pueblo, y aún, si se apura a fondo, existe una tercera: la que habla la “gente” en presencia de “damas”

Si te tropiezas en el centro de Santiago con algún zángano ocioso, siempre está “haciendo diligencias”, y, si es por la mañana, estará  haciendo “gimnasia bancaria”, aunque ocupe, en realidad, su tiempo en mirar las piernas de las “garzonas” desde la mesa de algún café al uso. Un español es un “coño” , y un ibérico, que se extrañó del apelativo, decía “¡Coño, no sé por qué!”. Si alguno va de cráneo, “está  más perdido que el teniente Bello”, un aviador de la época heroica desaparecido misteriosamente en pleno vuelo. Y si alguien está realmente muy indignado, se le puede “subir el indio” y hacer un desaguisado. 

Los que saben o pueden aprovecharse de las circunstancias, “se suben por el chorro” y si te están criticando, es que “te aserruchan el piso”. Un atraco es un “cogoteo”. La mujer es, con frecuencia, la “gorda” o -realmente sensacional- la “pior es na”, aunque al hablar con ella le digan siempre “m’hijita” o “mi amor”. Quien se considera “macanudo” cree que la muerte es “la última chupada del mate”, y si además le gusta llamar la atención, ocurre que es “centro de mesa”. A veces, la jugada se efectúa a la inversa: cuando se habla de un individuo que tiene “algunas chacras” o “una barraca de madera”, no se habla de un pobre desgraciado, sino, al contrario, de un potentado que tiene abundantes campos de cultivo o un verdadero genocidio maderero. Sin embargo, si un niño te tira, jugando, una piedra a la cabeza, “te tiró un peñascaso”. Si tienes buen aspecto, te dirán que “te ves regio”. Y, entre las expresiones que mas me gustan, quien se marcha sin pagar “se hizo perro muerto”, el que se hace el desentendido de algo, es que “se corrió por el alambre” y si se es un dormilón, “es bueno para la pestaña”… 

El primo Evelino me manda su última lección en la despedida de la carta: “Deseamos que estéis “lo más bien, felisotes y alentaditos para el nuevo año“. Por aquí, todos estamos “regios” 

Josep Maria Espinàs (Traducido de Avui, 10 de Marzo de 1998)

La seducción de los prefijos (fragmento)

Uno de los más socorridos resortes del poder en la seducción política consiste en aplicar la extensión re a un verbo, para alterarlo, para esconderlo mediante la sustitución del concepto verdadero. El alcalde «reajusta» la tarifa de los autobuses, porque antes ya estaba ajustada. Ahora se vuelve a ajustar, sí, pero casi como una rutina, porque ese verbo y su prefijo no implican semánti­camente un cambio cualitativo. Así, se pueden «reajustar» los precios continua­mente, y arrinconar los verbos más transparentes para ese caso: «subir» o «incrementar». [. .. ] Con cierta frecuencia, una determinada línea de gobierno ha devenido infructuosa, pero el político no admitirá que la va a abandonar para buscar otra, porque eso implicaría acciones nuevas que atraerían la aten­ción. Acudirá entonces como salvavidas al prefijo re-: la situación se «recondu­cirá», habrá un «relanzamiento», una «reactivación», un «realineamient, una «refundación», una «renovación», una «reestructuración». [. .. ] La fuerza de los prefijos se puede apreciar sin barreras. Parecen inocentes, insignificantes. y, sin embargo, entran en lo más hondo del cerebro de modo que ni siquiera los percibimos. Anti, por ejemplo, se arroja a menudo contra alguien con la com­pañía de palabras prestigiosas [. .. ] en detrimento de quien haya pretendido desprestigiarlas; así, cualquiera que critique el catalanismo se convierte en «anticatalán», y si censura a un nacionalista de Euskadi puede convertirse en un «antivasco», o en un «antiespañol» si busca fórmulas de aumentar el autogobierno, y así sucede con «antieuropeo», «antiatlantista», «antiliberal», «anticomunista»Anti– ejerce aquí una potencia devastadora, porque condena con facilidad sin acudir a insulto alguno. Ni siquiera resulta descalificador. Parece enunciativo y, sin embargo, descalifica.  

Álex GRIJELMO La seducción de las palabras”, Punto de Lectura  

BOTELLA AL MAR PARA EL DIOS DE LAS PALABRAS, por Gabriel García Márquez (BACH)

G. Garc?a MárquezGabriel García Márquez sorprendió en 1997 a los estudiosos y los académicos que concurrían al Congreso Internacional de la Lengua española de Zacatecas con su discurso de inauguración, dedicado a los medios de comunicación. La intervención del Nóbel de Literatura ha sido considerada la aportación más innovadora y sugerente sobre la lengua española. El autor de “Cien Años de Soledad” defiende el lenguaje de la prensa como un género literario tan digno como los demás. García Márquez, de 80 años, maneja el ordenador portátil con tanta soltura como el diccionario, instrumentos básicos para “explicar bien las cosas” 

A mis doce años de edad estuve a punto de ser atrope­llado por una bicicleta. Un señor cura que pasaba me salvó con un grito: ¡Cuidado! El ciclista cayó a tierra. El señor cura, sin detenerse, me dijo: ¿Ya vio lo que es el poder de la palabra? Ese día lo supe. Ahora sabemos, además, que los mayas lo sabían desde los tiempos de Cristo, y con tanto rigor, que tenían un dios especial para las palabras. Nunca como hoy ha sido tan grande ese poder. La humani­dad entrará en el tercer milenio bajo el imperio de las pala­bras. No es cierto que la imagen esté desplazándolas ni que pueda extinguirlas. Al contrario, está potenciándolas: nunca hubo en el mundo tantas palabras con tanto alcance, autori­dad y albedrío como en la inmensa Babel de la vida actual. Palabras inventadas, maltratadas o sacralizadas por la pren­sa, por los libros desechables, por los carteles de publicidad; habladas y cantadas por la radio, la televisión, el cine, el telé­fono, los altavoces públicos; gritadas a brocha gorda en las paredes de la calle o susurradas al oído en las penumbras del amor. No: el gran derrotado es el silencio. Las cosas tienen ahora tantos nombres en tantas lenguas que ya no es fácil saber cómo se llaman en ninguna. Los idiomas se dispersan sueltos de madrina, se mezclan y confunden, disipados hacia el destino ineluctable de un lenguaje global. La lengua española tiene que prepararse para un oficio grande en ese porvenir sin fronteras. Es un derecho histórico. No por su prepotencia económica, como otras lenguas hasta hoy sino por su vitalidad, su dinámica creativa. su vasta expe­riencia cultural, su rapidez y su fuerza de expansión, en un ámbito propio de diecinueve millones de kilómetros cuadra­dos y cuatrocientos millones de hablantes al terminar este siglo. Con razón un maestro de letras hispánicas en Estados Unidos ha dicho que sus horas de clase se le van en servir de intér­prete entre latinoamericanos de distintos países. Llama la atención que el verbo pasar tenga cincuen­ta y cuatro significados, mientras que en la república del Ecuador tienen ciento cinco nombres para el órgano sexual masculino, y en cambio la palabra condoliente, que se explica por sí sola, y que tanta falta nos hace, aún no se ha inven­tado. A un joven periodista francés lo deslumbran los hallazgos poéti­cos que encuentra a cada paso en nuestra vida doméstica. Que un niño desvelado por el balido intermitente y triste de un cordero, dijo: “Parece un faro”. Que una vivandera de la Guajira colombiana rechazó un cocimien­to de toronjil porque le supo a Viernes Santo. Que Don Sebastián de Covarrubias, en su diccionario memorable, nos dejó escrito de su puño y letra que el amarillo es el color de los enamorados. ¿Cuántas veces no hemos probado nosotros mismos un café que sabe a ventana, un pan que sabe a rincón, una cereza que sabe a beso? Son pruebas al canto de la inteligencia de una lengua que desde hace tiempo no cabe en su pellejo. Pero nuestra contri­bución no debería ser la de meterla en cintura, sino al contra­rio, liberarla de sus fierros normativos para que entre en el siglo venturo como Pedro por su casa. En ese sentido me atre­vería a sugerir ante esta sabia audiencia que simplifiquemos la gramática antes de que la gramática termine por simplifi­carnos a nosotros. Humanicemos sus leyes, aprendamos de las lenguas indígenas -a las que tanto debemos- lo mucho que tienen para enseñarnos y enriquecernos, asimilemos pronto y bien los neologismos técnicos y científicos antes de que se nos infiltren sin digerir, negociemos de buen corazón con los gerundios bárbaros, los qués endémicos, el dequeísmo parasitario, y devuélvamos al subjuntivo presente el esplen­dor de sus esdrújulas: váyamos en vez de vayamos, cántemos en vez de cantemos, o el armonioso muéramos en vez del siniestro muramos. Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, fir­memos un tratado de límites entre la ge y la jota, y pongamos más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga lágrima ni confundirá revólver con revolver. ¿Y qué de nuestra be de burro y nues­tra ve de vaca, que nuestros abue­los españoles nos trajeron como si fueran dos y siempre sobra una? Son preguntas al azar, por supuesto, como botellas arrojadas a la mar con la esperanza de que les lleguen al dios de las palabras. A no ser que por estas osadías y desatinos, tanto él como todos nosotros terminemos por lamen­tar, con razón y derecho, que no me hubiera atropellado a tiempo aquella bicicleta providencial de mis doce años.

Zacatecas, México, abril 7de 1997