Izquierda y sindicatos boicotean la lectura de la carta que decretó Sarkozy
Voy a morir! Lo que os pido, en particular a ti, madrecita, es que seas valiente. Yo lo soy y quiero serlo tanto como los que murieron antes que yo”. Guy Móquet tenía 17 años cuando escribió la carta a la que pertenecen estas líneas. Estaba a punto de ser fusilado por los alemanes junto a otros 27 prisioneros en represalia por el asesinato de un oficial nazi y se despedía de su familia. Nada reseñable en el breve texto de este comunista detenido por repartir pasquines denunciando al gobierno de Vichy. Ni una proclama patriótica o política, ni una invitación a levantarse en armas, matar invasores o destruir el capitalismo. La carta es de una sencillez conmovedora, dado el trago que le aguardaba al chaval.
Pese a ello, la directiva del gobierno Sarkozy de que fuera leída en todos los institutos el 22 de octubre, 66 años después de la ejecución, creó un alboroto. Una iniciativa que pretende repetirse cada año para que los jóvenes “no olviden” y que ayer se saldó con la negativa de muchos docentes y con críticas severas de la izquierda, que la denunció como un acto de “instrumentalización de la historia con fines políticos”.
Sarkozy despachó a varios miembros del Gobierno a los centros en los que estudiaron para que asistieran a la lectura. Se creía que él acudiría al liceo Carnot de la capital, donde estudió Môquet, pero una agenda muy cargada -almorzar con el primer ministro israelí, Ehud Olmert, y viajar a Marruecos- acabó por impedirlo. El primer ministro, François Fillon, recibió a los estudiantes de tres institutos en Matignon y aprovechó para rechazar las críticas. Se libró de la suerte que corrieron algunos de los ministros, como la titular de Justicia, Rachida Dati, que asistió a la lectura en el instituto Guy Môquet de Villejuif, en los alrededores de París, donde fue recibida por medio centenar de manifestantes que le recriminaron las “leyes racistas” en inmigración. “¿Por qué Sarkozy ataca todo lo que defendió Môquet?”, se preguntaba Emmanuelle, de 19 años.
El partido Comunista, que en un principio defendió la iniciativa, acabó condenándola por considerar que el Gobierno trataba de ocultar “el compromiso comunista de Môquet’. Por ejemplo, refiriéndose a él como “compañero”, y no como “camarada”.
En cuanto a los sindicatos, habían aconsejado no leer la carta porque “no es defendible fundamentar la enseñanza en la emoción, ni obedecer sin condiciones una prescripción presidencial que perturba la progresión pedagógica”. La lectura, sin embargo, se llevó a cabo en muchos centros (en un 95%, según el Gobierno). Los estudiantes se dividían entre quienes se oponían a ella, quienes estaban a favor y quienes creían que Guy Môquet era una estación de metro de París.
A quienes no les resultó muy útil fue a los jugadores de la selección francesa de rugby. Su entrenador, Bernard Laporte, quizás consideró que La marsellesa no era suficiente arenga y les leyó la carta antes de un partido. Al final, lo perdieron. Al fin y al cabo, no se trata de una poción mágica, sólo es la carta de despedida de un chaval a su familia.
LLANAS, Ramón. “Guy Môquet divide a Francia”. La Vanguardia. [Barcelona], (23.10.07), p. 10