[Foto y obra de Johanna Basford]
Hice de tripas corazón. Fui solo. La cita era a las cinco, una tarde de agosto en Ibiza. Sudando, tomé a las cuatro el autobús…, sudando anduve también un rato, sudando pregunté a un payés y luego a otro hasta que, por fin, encontré la casa. El loco inglés que me recibió estaba un poco achispado. Sin ninguna gana preparó el equipo, aunque lo de preparó es un decir porque no cambió ni siquiera las agujas. Solo puso tinta en unos pequeños tapones, luego encendió la máquina y con su chirriante sonido zumbando en el ambiente, perezosamente, preguntó qué quería.
Casi una veintena de años más tarde escribí un texto para una revista donde conté, a mi manera, el porqué lo hice. Lo repito… ”era yo más joven. Soñaba y así, en sueños, un ángel me gritó al oído: Para entrar en el cielo deberás estar tatuado. Lo repitió un par de veces. Luego, el eco de su voz se fue apagando sin que llegase a enterarme de si para conseguir tal premio debía ir a tatuarme de pies a cabeza o solo un poco…”
Alberto García-Alix, Para entar en el cielo deberás estar tatuado
Tú y [tus] [los] tatuajes, extensión libre