Tatuados

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[Foto y obra de Johanna Basford]

Hice de tripas corazón. Fui solo. La cita era a las cinco, una tarde de agosto en Ibiza. Sudando, tomé a las cuatro el autobús…, sudando anduve también un rato, sudando pregunté a un payés y luego a otro hasta que, por fin, encontré la casa. El loco inglés que me recibió estaba un poco achispado. Sin ninguna gana preparó el equipo, aunque lo de preparó es un decir porque no cambió ni siquiera las agujas. Solo puso tinta en unos pequeños tapones, luego encendió la máquina y con su chirriante sonido zumbando en el ambiente, perezosamente, preguntó qué quería.

Casi una veintena de años más tarde escribí un texto para una revista donde conté, a mi manera, el porqué lo hice. Lo repito… ”era yo más joven. Soñaba y así, en sueños, un ángel me gritó al oído: Para entrar en el cielo deberás estar tatuado. Lo repitió un par de veces. Luego, el eco de su voz se fue apagando sin que llegase a enterarme de si para conseguir tal premio debía ir a tatuarme de pies a cabeza o solo un poco…”

Alberto García-Alix, Para entar en el cielo deberás estar tatuado

Tú y [tus] [los] tatuajes, extensión libre

REC, te estamos grabando

webcam[Foto: autor desconocido]

El hombre apenas mueve  los hombros  o  la cabeza, y  por  sus  pequeñas  sacudidas  adivinamos  cuándo  adelanta las manos para teclear  o  manejar  el ratón.  Sus manos, de  dedos largos y  huesudos,  y la piel  con  motas amarillentas de vejez, solo aparecen en la pantalla cuando se las lleva a la cara: un dedo que rasca la nariz o hurga en su interior, la palma que frota la incipiente barba, dos dedos pinzando la barbilla, uno que empuja el puente de las gafas, la uña que levanta  escamas en  el  cuero  cabelludo  o  hurga  entre  dos  dientes.  Su  rostro  muestra  señales  de  cansancio:  los ojos brillantes,  las  bolsas  acentuadas  bajo  los  párpados,  el pelo  algo grasiento  del final del día, la piel ensombrecida por  las horas transcurridas desde el afeitado matinal.

Viste una camisa de cuadros, parece gastada en el cuello, una prenda de andar por casa, cómoda y vencida en sus costuras por años de uso. A su espalda, una librería deja ver cuatro baldas. Dos están llenas de libros, es fácil leer el título de la mayoría, no necesitamos un zoom, son volúmenes de gran tamaño,  ilustrados,  catálogos de  museos,  antologías  de  grandes  fotógrafos,  ediciones  lujosas  de  exposiciones o recorridos visuales de ciudades monumentales, alguna obra en inglés, varios todavía con  el precinto transparente. Las otras dos baldas exhiben objetos decorativos:  un par de marcos  con retratos de niños, una vela cuadrada y  rojiza, y  una cajita plateada que podría ser una pitillera aunque también una armónica, no lo distinguimos bien.

de La habitación oscura, de Isaac Rosa

Estás espiando a través de una cámara. Describe qué ves al otro lado. Sigue el modelo del texto dado. ¡Cuidado!, no es un texto de opinión. Extensión libre.

Todos al rincón (el de pensar)

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[Foto en Mama Om]

Conozco relaciones entre padres e hijos que son buenas y otras que no lo son tanto. Tener un hijo no es ninguna tontería, no ha de ser un capricho puesto que es para toda la vida, y tal magnitud exige mucho sacrificio. Lo que sí sé por experiencia es que se ha de tener mucha paciencia, mucha mano izquierda y que se debe escuchar a los hijos en todo momento y esforzarse por interpretar qué es lo que nos quieren decir, lo que nos están pidiendo. Por supuesto, sin un amor incondicional hacia ellos, todo este sacrificio es imposible. Es un camino muy largo y a veces uno se encuentra piedrecitas en él, y también rocas difíciles de sortear. Como dice el refrán: “A niño mayor, problema mayor”. De momento mis críos son pequeños; ya os lo explicaré cuando allí lleguemos.

Robert  Serna i Mundet

Una vez corregida tu redacción de NOV2, puedes añadirla como comentario en este post. Hablamos de las relaciones padres-hijos, a partir del texto de Elvira Lindo “Hijos en propiedad”.

Payasos

Binky The Clown

[Foto: autor desconocido]

Lo terrible no es solo que un payaso se suicide, lo terrible es que se suicide el listo. Pero largos años aguantando las sandeces del tonto pueden minar la entereza del más pintado. A menudo cuando escucho algunos payasos cotidianos, me siento como un pálido payaso listo de orejas coloradas y ridículo sombrerillo.

Mauro Entrialgo

Tú y los payasos. Texto personal, de extensión libre.

Relato con reloj

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oto: Spyders, en devianart]

Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

Sirvan estas palabras de JULIO CORTÁZAR como inspiración para un pequeño relato con reloj. Unas 80 palabras.

El hombre iluminado

The illuminated man

[Foto y texto: Duane Michals]

“La realidad no me interesa en absoluto. Prefiero vivir en un mundo irreal, me parece más estimulante. Nunca me ha interesado la calle, no creo que ahí afuera ocurra nada atrayente. A mí, sobre todo, me interesan las emociones y los sueños. Lo que pasa en la calle actualmente es demasiado estúpido como para prestarle atención”.

Explícanos qué es lo que a ti te ilumina, te inspira o te fascina. [100 palabras aproximadamente]

Haz tu maleta: viaje sorpresa.

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[Foto: autor desconocido]

Haz tu maleta: te vas de viaje. Anula tu agenda, pide un permiso, despídete si es necesario. No hay nada que decir, nada que hacer, todo está a punto. Recuerda esto: mañana no copas, no series, nada de nada. Tomarás algo para dormir, aunque no dormirás cuanto habrías querido; ahora bien, tendrás tiempo de descansar pasado mañana o quizás, también pasado pasado mañana. Ah, un detalle: no seré yo quien acuda a despertarte; alguien vendrá, pero no yo. En serio, no me preguntes. Ni un amigo nuestro, ni una amiga tuya, ni tu hermano. Llegará esa hora y tú, déjate duchar, déjate vestir, déjate llevar, solo déjate. No te preocupes por tus documentos, por tu desayuno, ni por tu ropa ni por tu aifon. Confía en mí: yo esperaré en el destino. No me mires así. No te lo vas a creer.

Tu viaje sorpresa. Extensión libre.

Es tu centro comercial

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[Foto: Neus Prat]

Allí nunca estás solo. Todos somos iguales. Las luces navideñas y el ruido acompasado, como un himno o una canción de cuna, de las cajas. Las vitrinas brillantes: mírate de reojo. Siempre hay alguien andando tras de ti, como un ángel guardián. Probadores donde no tendrás sombra. Las chapas en relieve con los nombres de los reponedores, las dependientas tristes, las novicias. Sus raíces oscuras y la sonrisa gloss y el exceso de rímel y las manos cansadas. Manos niñas. Siempre hay niños perdidos que te dirán Mamá sin darse cuenta. Manos que parten queso sólo para que tú lo pruebes. Amén. Aquí nunca estás solo. La humanidad. Los cines y el aroma a maíz. Café. Las hamburguesas. Felicidad barata, igual que el manillar muy rojo de esos carritos que se tuercen. Conduzca usted su vida por euro. Las ganas de llorar. Aquí nunca estás solo. Pasillos arco-iris para las sopas preparadas y el sushi en bandejitas de cartón. Las frutas españolas. El hambre y la nostalgia. Tus hermanos.                   Martha Asunción Alonso. Premio Adonais 2012

Tu centro comercial y tú. Impresiones, de unas 100 palabras.

Noches de hotel

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[Foto: autor desconocido]

Por tu cumpleaños, quiero regalarte una noche de hotel; una noche que empiece sobre las ocho, antes de cenar. Ve tú antes, solo espérame: en un hotel no da pereza ducharse antes y después, y más veces, sobre todo si el agua tiene efecto lluvia. Ya sé, las horas muertas son más largas en las noches de hotel: no hay nada más que hacer que mirarse en el espejo, lanzarse vestido sobre la cama, despejar el efecto anonimato, jugar con la tele plasma, adivinar qué es cada cosa. No te aburras. Piensa en mí. ¿Te imaginas lo que nos espera? Las noches de hotel tienen camas amplias, tres durezas de almohada, albornoz de nido de abeja, y zapatillas de usar y tirar. Me muero de ganas. Hacia las nueve iré a encontrarnos a la habitación de ese hotel: yo pongo las ganas de los dos y tú, la luz que necesitamos y todo el minibar.

 Tu noche de hotel, extensión libre

Lo que te hace de verdad feliz

Kyle Thomson

[Foto: Kyle Thompson]

Wikipedia: La felicidad es un estado de ánimo que se produce en la persona cuando cree haber alcanzado una meta deseada. Tal estado propicia paz interior, un enfoque del medio positivo, al mismo tiempo que estimula a conquistar nuevas metas. Es definida como una condición interna de satisfacción y alegría. Se entiende en este contexto como un estado de ánimo positivo, la capacidad de abordar una tarea llevándola al término propuesto.  

Pero a ti, ¿qué te hace de verdad feliz? Sincérate o miente, pero huye del tópico. Extensión libre.