El placer de la lluvia ausente

[Fotografía: autor sin identificar]

Me gusta este sol y sin embargo, me gusta también la lluvia. La lluvia que cae mansa, suave como una caricia, delicada y fina, limpia y cariñosa. Me gusta cuando me sorprende en la calle, violenta, una tarde de verano y sin paraguas; cuando cae aquí y no lo hace a dos metros delante de mis pies; cuando huele a tierra seca y cuando bate en las ventanas con ritmo narcótico, adormecedor, una tarde de domingo. Me gusta la lluvia espesa que cae como cascada, bulliciosa, alborotadora, y la lluvia que cae en gotas separadas, grandes y frías. Me gusta escuchar su son en las pausas de las conversaciones, su persistencia de cascabel en las noches de insomnio, su insistencia agresiva durante días enteros de tormenta, cuando, de tanta humedad, no te sorprenderías de que los geranios del balcón se convirtieran en peces de colores o ni siquiera te paras a admirar el milagro de las piedras floreciendo. Me gustan la nieve y el granizo, el viento y las tormentas.  Anxos Sumai

La lluvia. Extensión aproximada: cien palabras.

10 thoughts on “El placer de la lluvia ausente”

  1. Todavía me acuerdo de lo que me contó un día mi abuelo: solía ir a la escuela en barca durante la época de lluvias porque había inundaciones serias de vez en cuando en nuestro pueblo. No sé si esta historia es real o no, pero me sonaba muy romántica esa idea.

    Donde yo nací, llueve muchísimo en junio. Además, el terreno es bajo, está rodeado de campos de arroz y hay un río grande muy cerca; s fácil imaginar que la zona se inunda fácilmente. Cuando estaba estudiaba en primaria, una o dos veces por año, los profesores tenían que cancelar todas las clases de la tarde y mandaban los niños a casa después de la lluvia incesante, para evitar una situación que nos impidiera volver. Los niños volvían en grupos, según los barrios donde vivían. En mi pueblo, no éramos tantos, menos de diez niños de entre seis y doce años. Nos acompañaba un adulto para asegurar que nadie se ahogara durante los treinta minutos del camino.

    La carretera que iba desde la escuela a mi pequeñísimo pueblo era recta, recta, recta… sin ninguna curva o giro. Tampoco había una acera donde protegerse los peatones. A ambos lados hay campos con canales que cruzan la carretera. Cuando había inundación, los campos, las carreteras, los canales se unían — no había bordes entre ellos — convirtiendo el paisaje al que estaba acostumbrada en un mar de agua sucia.

    La lluvia de gotas gigantes no cesaba. No pasaba ni un coche ya que las carreteras estaban completamente sumergidas. El agua de color marrón entró dentro de las botas de lluvia producía un sonido divertido cada vez que daba un paso. Estábamos empapadas y dejamos el intento de protegernos de la lluvia. A pesar de la incomodidad, me sentía feliz y libre, gracias a la desaparición de los bordes. Las carreteras eran los campos, los campos eran los canales, y los canales eran las carreteras. Todo estaba mezclado bajo el cielo oscuro. Me hacía ilusión pensar que quizá, el día siguiente yo también podría ir a la escuela en barca.

  2. Me despierta un aire frío pero me gusta. Con los ojos abiertos y la mente en blanco empiezo a escuchar uno de mis sonidos favoritos. Son las gotas de lluvia, que suenan como pequeños cristales demasiado frágiles como para manipularlos, que se rompen en mil pedazos al chocar contra una superficie. En este caso mi tienda de campaña.
    El sonido aumenta cada vez más y más e incluso llega a asustarme un poco, aunque se me pasa rápido y sigo relajándome debajo de esa fina capa de tela que hace de techo y pared. De repente, la tormenta empieza a amainar, ya casi no llueve y salgo afuera. Estoy en un valle entre montañas y me doy cuenta de que no solo escucho mi sonido favorito, sino que se le suma a esa pequeña cadena de placeres que constituyen la montaña y la naturaleza, uno de los olores que más me gusta. La tierra mojada, ese olor fresco y tan significativo, esa sensación tan placentera que me recorre el cuerpo al apreciarlo es inigualable. Y si lo pienso bien creo que me quedaría toda la vida en ese estado de paz y tranquilidad, pero como no es posible, me conformo con pensar que debo disfrutar de ese momento como si la lluvia nunca más volviera a repetirse.

  3. Hacía frío…

    Se añoraba ir a dormir escuchando esa lluvia que golpeaba los cristales.

    Era misteriosa, inoportuna, ruidosa, a veces molesta, a veces agradable. No sentíamos miedo.

    A veces una tormenta, o un leve chispeo.

    Era un placer diferente, una sensación inexplicable.

    Se estaba bien sin ella.

    ¿El placer de la lluvia ausente?

    Es la sensación de ir sin paraguas, de salir con los amigos sin miedo a que empiece a

    llover.

    Y un día llego, así sin más… era simplemente…

    Era el placer de la lluvia ausente.

  4. Las gotas de lluvia, en su caída libre, definen vectores. Supongo que esta expresión se debe a la empanada mental que tengo en las fechas próximas a los exámenes que se me avecinan. Dicho esto, y hablando del tema que nos ocupa, os diré que para mí, la lluvia, me es agradable en verano, cuando en un día soleado y caluroso te da un remojón y te refresca. Lo que me causa terror son las tormentas eléctricas con truenos, relámpagos, viento, etc. También tiene su parte romántica, como en la película, bailar bajo la lluvia. Pero, por si acaso, yo no bailaré, no vaya a ser que tenga un resbalón y me rompa la crisma.

  5. El refrán popular dice que ” en Abril aguas mil” este año el refrán no ha sido muy real en otras provincias si , pero aquí pues este año no ha tocado. La lluvia siempre es bienvenida da alegría al campo y sobretodo a las flores y plantas ,cuando cae la lluvia parece que todo se para todo es paz tranquilidad solo se siente el sonido de las gotas caer a través del cristal. Pero que emocionante cuando estas en la montaña y tienes esa tormenta salvaje y ruidosa que te penetra y a veces asusta , pero que siempre te emociona, te embelesa y te trasmite esa naturaleza que esta muy viva, te hace renacer y sentir que aún hay mucha vida por delante. En fin la lluvia ese bien preciado al cual a veces no le prestamos el interés que tiene y sin el cual no sé que vida existiría. Bien hallada lluvia aunque a veces nos molestes nos incordies o no nos vengas bien porque nos despistas un poco de nuestros quehaceres.

  6. Por fin.”¡Lluvia!”, me digo a mismo al sentir las primeras gotas sobre mi cabeza mientras paseo en una soleada tarde de verano. Al tiempo, levanto la cabeza y la veo aparecer, miles de millones de moléculas de hidrógeno y oxígeno combinadas y condensadas caen ahora caóticas sobre mi rostro. Incolora e insabora y sin embargo imprescindible para la vida de millones de seres vivos. A menudo pienso que somos como ellas, gotas de lluvia cayendo dispersas en el espacio, de movimiento errático y entrópico, que viven mientras se precipitan el vacío esperando un incierto final. Aún así, me reconforta pensar que formamos parte de un todo mayor, que el final no es más que un nuevo principio y que, como el agua, cambiaremos de estado para ser de nuevo nubes y, finalmente, lluvia.

  7. Siempre he pensado que la lluvia hace que los días parezcan instantes de despedidas, de añoranzas y de olvido. Días grises y fríos que sólo sirven para vestirnos con las ropas más incómodas y para que echemos de menos el cálido tacto del sol en la piel. Aún así creo que la lluvia es tan imprescindible como los días en los que el sol amanece radiante; un café caliente, una buena ducha al llegar a casa o meterse en la cama pueden convertirse en auténticos placeres. Desde que la conozco, los días grises son más llevaderos. No sé si he sido yo quien ha encontrado la magia a las gotas que caen del cielo o si me la ha traído ella, pero Barcelona está cobrando una vida que hace que aprecie mucho más su belleza. Cuando estoy con ella el cielo, el sol y las nubes se ponen de acuerdo para crear el paisaje adecuado, sin importar si hace frío o calor. Los sonidos, la música y los aromas se unen para componer una sinfonía perfecta. No sé si las nubes se habrán aliado con la magia de su sonrisa, ni si el mundo entra en armonía cuando nos besamos. Pero sé que incluso el día más húmedo y oscuro que puede azotar Barcelona, es inmensamente precioso. Empiezo a creer que ella, el tiempo y la “ciudad de los malditos” han hecho un pacto.

  8. Llueve en el barrio. No me gusta hablar cuando llueve, y sin embargo me encanta dejarme llevar por la escritura al lado de mi ventana escuchando cómo la lluvia cae suavemente. A cada rato escucho distintos ruidos por mi ventana aparte de la lluvia: coches, motos, gritos de una madre diciéndole a su hijo que suba a casa, chicos bajando la persiana de su negocio mientras hablan de lo recaudado en la jornada y ese olor… Ese olor de la cena recién cocinada por la vecina del primero. Para mí, es algo increíble. El alma del barrio y mi yo verdadero nos encontramos en esos días de lluvia mágicos donde nos dejamos llevar por nosotros mismos y por la escritura.

  9. Hoy es una de esas noches en las que te pones junto a la ventana con tu manta a ver la lluvia caer. Te relaja, te hace no pensar en nada. Por un rato tan solo sois la lluvia y tú. Te pones a mirar a la gente pasar: algunos con prisa por no mojarse, otros a paso lento disfrutando de las gotas que les caen, los precavidos con paraguas, otros más despistados sin él, algunos cogidos de la mano dándose algún que otro beso sin importarles lo que pase alrededor o si se mojan. En esos momentos te dan ganas de salir a la fría calle y empaparte hasta que ya no tengas ni un poro de tu cuerpo seco. Nadie depararía mucho en ti, tan solo serías un transeúnte más en un día de lluvia donde todo es posible.

  10. Salpica la lluvia con barro mis botas
    correr de pasos que te alejan
    vas a oscuras por la oscura calle
    y más oscurece

    empapa la lluvia con agua mi abrigo
    agua y lágrimas se funden
    arranca el adiós de tu boca,
    oscura la calle

    oscura la esquina que dobla tu sombra
    quietos mis pies, el eco de tus pasos,
    agua, lluvia y barro

    sigo quieta, paralizada,
    en el charco agua y lágrimas
    oscuridad en la esquina doblada

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