Tatuados

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[Foto y obra de Johanna Basford]

Hice de tripas corazón. Fui solo. La cita era a las cinco, una tarde de agosto en Ibiza. Sudando, tomé a las cuatro el autobús…, sudando anduve también un rato, sudando pregunté a un payés y luego a otro hasta que, por fin, encontré la casa. El loco inglés que me recibió estaba un poco achispado. Sin ninguna gana preparó el equipo, aunque lo de preparó es un decir porque no cambió ni siquiera las agujas. Solo puso tinta en unos pequeños tapones, luego encendió la máquina y con su chirriante sonido zumbando en el ambiente, perezosamente, preguntó qué quería.

Casi una veintena de años más tarde escribí un texto para una revista donde conté, a mi manera, el porqué lo hice. Lo repito… ”era yo más joven. Soñaba y así, en sueños, un ángel me gritó al oído: Para entrar en el cielo deberás estar tatuado. Lo repitió un par de veces. Luego, el eco de su voz se fue apagando sin que llegase a enterarme de si para conseguir tal premio debía ir a tatuarme de pies a cabeza o solo un poco…”

Alberto García-Alix, Para entar en el cielo deberás estar tatuado

Tú y [tus] [los] tatuajes, extensión libre

19 thoughts on “Tatuados”

  1. Mi aventura filipina. Estuve viviendo en Filipinas, durante un año, haciendo un trabajo voluntario. Mis amigos de España que trabajaban allí conmigo decidieron hacer viaje al Norte de país para buscar a la última artista del tatuaje tradicional. Fui con ellos, pero sin el plan de hacerme un tatuaje. El pueblo se sitúa en las montañas y está rodeado de terrazas con arrozales. ¡Un sitio increíblemente bonito! Para llegar al pueblo hay que subir muchas escaleras pero vale totalmente la pena por sus vistas. La mayoría de los habitantes tienen tatuajes en todo el cuerpo. La artista se llama Whang Od y aquel año, cuando yo la visité, ¡tenía 98 años! Todos mis amigos se hicieron tatuajes y el ambiente era tan increíble que yo también decidí hacerme uno de tamaño pequeño en mi pierna. Los tatuajes se realizan pinchando con una aguja de madera, es brutal y doloroso. Creo que no hacía ni un minuto que había empezado la artista ¡cuando me desmayé! ¡Qué lástima!
    Por fin ella acabó mi tatuaje. Me dijeron que, en toda la historia de este pueblo, yo había sido la tercera persona que sufría un desmayo. En los días siguientes, la pierna me dolió mucho e incluso tuve una infección. Ahora tengo seis tatuajes. Todos con historias conectadas a viajes y lugares. ¡Y no me arrepiento de ninguno de ellos!

  2. A los doce años empecé uno de los procesos más difíciles de mi vida. Sé que habrá más, pero este de siete años de maduración y equilibrio emocional ha sido la etapa más destructiva y a la vez más sana que he vivido, porque me he podido dar cuenta de mi fuerza de voluntad. A lo largo de este proceso he acabado marcando mi piel con cinco tatuajes muy significativos.
    Respeto totalmente a la gente que se los hace por moda aunque valoro aún más a los que se lo hacen con una historia detrás.
    En esta ocasión me gustaría hablar del último que me he hecho. El pasado me dejó marcas y recuerdos, aunque no todas esas marcas son sentimentales; también hay marcas físicas que no me permitían avanzar como persona y me cerraban puertas por vergüenza y arrepentimiento. Hasta que vi una salida: taparlas con dibujos simbólicos.
    Los tatuajes me han ayudado a superar una de mis mayores inseguridades, mis piernas. Llevo todo el muslo tatuado con un dibujo que representa una de las cosas más preciadas que tengo, mis abuelos. Ellos se fueron y decidí recrearlos en mi piel con un diseño estético; gracias a eso, superé mi inseguridad.
    Para mí, los tatuajes que llevo son mucho más que dibujos permanentes. Gracias a ellos, cuando me miro las piernas, ya no pienso en las etapas de dolor. Yo misma sé que debajo de la tinta hay marcas de sufrimiento pero también de superación y qué mejor que taparlas con mis abuelos.
    Son para toda la vida y yo ya estoy cansada de arrepentirme.

  3. Lleno de tatuajes, por su cuerpo como por el mío. Haciendo esas cositas lentas en la cama. Decidí que con el tiempo esto acabaría mal. Así que, dejé de dibujar en su piel, cuando ya no pintaba nada. Sus tatuajes indicaban miles de cosas: como nuestra fecha, mi nombre… Un revólver con una calavera indicando que la muerte acaba llegando.
    Mis tatuajes indican el amor por mi madre, por mi familia… Lo que siento, lo que pienso, también el secreto de mi soledad. Tienen historias que contar, secretos que te dejarían sin habla. A mí me recuerdan los malos momentos que he vivido. Uno de mis tatuajes indican el amor por un chico, un chico que me rompió el corazón, un chico que acabó peor que yo.
    Y es que los tatuajes, pueden llegar a representar la vida de una persona. En mi caso, un tatuaje que dice “Mama”. Quiero demostrar todo lo que siento por ella. Así, con tinta en mi cuerpo, marcada de por vida. Una palabra, mil razones por las cuales tatuarme, y agradecer a mi madre todo lo que por mi hizo, hace y hará.

  4. Para mí los tatuajes son arte, y ese arte representa una historia personal o sentimental de la persona que decide hacérselo. A veces son nombres, o fotos que nos recuerdan a seres que queremos; a veces son dibujos abstractos o frases que tienen un significado especial para nosotros.
    A mí me encantan los tatuajes, y ya tengo uno… aunque espero, que con el tiempo pueda, hacerme muchos más, ya que son adictivos. Cada vez que te haces uno, te enganchas a la tinta – como dicen algunos- , solo piensas en hacerte más y más…

  5. TATUAJE

    Acompañé a cuatro amigos a una tienda de tatuajes, estaban dispuestos y con ganas de tatuarse. Entre ellos empezaron a comentar qué se iban a hacer, tenían dudas, decían que a mayor dibujo más doloroso sería y que dependiendo de las sesiones, costaría más. Al llegar a la tienda miraron los álbumes con imágenes a escoger. Dudaban sobre lo que habían visto, no querían tatuarse algo que ya habían hecho a otras personas, no querían compartir la imagen. Le comentaron al tatuador que si partiendo de la idea de cada uno de ellos, les podía hacer un boceto a cada uno de ellos. Juan les dijo que sí, tomó apuntes de la idea del tatuaje que querían.
    Como quedó pendiente el dibujo definitivo, se fueron sin dolor y lo dejaron para dos semanas más tarde. A los quince días Juan les presentó los bocetos terminados. Concertaron día y hora para realizarse el tatuaje que tanto deseaban.

  6. En los años 70, era frecuente en Barcelona ver pasear por las Ramblas a marines que venían de paso y atracaban con sus barcos en el puerto. Muchos de ellos, iban con los brazos tatuados.
    Aquí, todavía no había llegado el “BOOM” de los tatuajes. Pues, en aquella época, se consideraba que estar tatuado era de personas marginales, de oscuras vidas.

  7. Con cierto temor, principalmente por mi fobia a las agujas llegué a la tienda, situada cerca del mercado de la Boqueria. Era un día laboral, en un mes en el que nadie hace vacaciones.
    Tras esperar unos minutos, una de las dependientas me presentó a quien debía hacerme el dibujo, algo sencillo y pequeño. No llevará mucho, media hora como máximo, me dijo sonriendo.
    Pasamos a un cuarto más pequeño, con una camilla y un par de sillas de ruedas.
    Justo tras entrar por la puerta, y antes de que pudiera quitarme la chaqueta me pregunto donde quería hacermelo, le indiqué que en la nuca, justo donde se une la espalda y el cuello.
    Me quité toda la ropa de torso para arriba y me senté en la silla, lo más relajado posible, con el respaldo de esta contra mi pecho.
    Antes de prodecer, y como medida de sanidad, el tatuador me enseñó la aguja aún en su envoltorio, esta es la tuya me comentó, y volví a ponerme nervioso. Era más grande que cualquier otra q había visto hasta entonces, así que volví a hacer un esfuerzo por relajarme, pero pareció no ser del todo suficiente. Al encender la máquina escuché su zumbido y comencé a notar la aguja en la piel. Subitamente la retiró, o te relajas o no saldrá bien, dijo él.
    Hoy ya casi no recuerdo esos treinta minutos luchando contra mi fobia o el dolor que producia al pasar sobre alguna de las vertebras, y sin embargo ya estoy pensando en cuando podré hacerme el siguiente.

  8. El mundo de los tatuajes levanta varias pasiones: hay gente que protege este arte y otra que
    está totalmente en contra. Como ventajas, pensamos que el tatuaje va con la personalidad de cada uno: para algunas personas los tatuajes representan una forma de expresión segura y eficaz y la gente piensa que al hacerse uno o varios son más seguros e imponentes. Por otro lado, los aspectos negativos aparecen como preguntas y sus respuestas: ¿Un tatuaje puede ser bueno? Es peligroso, porque hay riesgo de infecciones; si tienes una entrevista de trabajo puede que te rechacen por el simple hecho de llevar uno. Además, debes tener claro que un tatuaje es para siempre y es antinatural. Es solo una moda y las modas pasan.

  9. El tatuaje es una obra de arte y te puedes tatuar por diversos motivos: ya sea porque te gusta, porque quieres expresar sentimientos o por demostrar que tienes personalidad. Antes de hacerte un tatuaje, tienes que pensarlo muchas veces, ya que puedes arrepentirte o todo lo contrario, satisfacerte, gustarte por completo y querer hacerte más y más, sin medida.
    Yo como tatuador me encanta plasmar mis obras de arte sobre un cuerpo y contentar a mis clientes con aquello que me piden. Me encantaría poder vivir de ello, pero por culpa de la crisis y del rechazo de un sector de la sociedad aún no puedo hacerlo.

  10. En el mundo de los tatuajes hay diversidad de opiniones, según las personas o la cultura. Me gustaría tatuarme el nombre de un familiar, en concreto el de mi hermano, pero tengo miedo de no poder quitármelo, sabiendo que igual a él no le gusta. Además, mi otra preocupación son las condiciones sanitarias del lugar donde me tatúen. Pero un experto me ha informado que no hay ningún problema porque las agujas son desechables y según el color, el tatuaje se puede eliminar con láser.

  11. Muchas veces, cuando ves un tatuaje bonito te vienen ganas de hacerte uno tú también, pero hay un problema: eso hace daño y aunque está el dicho de que para estar bella hay que sufrir, no sé yo hasta qué punto… Me gusta el tatuaje ligero, pequeño, bonito y elegante; la gente que parece un cuadro andante, de verdad…¿se miran bien al espejo? Porque hay que tener ganas y mirar con ojos diferentes a según qué tatus. Aún así sigo pensando que algún dia de locura me haré alguno, no sé donde ni cuándo, algún dia…

  12. Dolor, eso es lo que siento al notar las agujas recorriendo parte de mi cuerpo. -He de aguantar- me digo a mí misma. -Solo será un poquito más- me repito. Y es que da igual el dolor que tenga que soportar, el resultado merecerá la pena, lo sé. Por fin noto cómo esas agujas tan incómodas -que hasta ahora perforaban mi cuerpo- se van alejando poco a poco de mí. Me giro para intentar observar el dibujo que me han hecho, pero antes de poder verlo me percato de la cara sonriente de mi tío que me dice que ya está terminado. Eso hace que automáticamente las comisuras de mis labios se curven levemente hacia arriba. Como suelen decir, todo esfuerzo tiene su recompensa. Ahora puedo observar claramente cómo ese dibujo hecho de tinta que tanto ansiaba hacerme, está ahora adherido en mi cuerpo, exactamente en el lateral izquierdo de mi cadera.
    Y es que en este mismo momento mi cuerpo solo irradia felicidad. Felicidad porque por fin he podido hacer algo que desde hace mucho deseaba: marcar en mi piel algo que para mí significa tanto, y dejaré para vuestra imaginación lo que puede ser.

  13. Los tatuajes, esas pequeñas obras de arte que inmortalizan el alma de quien las porta, cuya sinuosidad denota cierta elegancia al descubrirse. Tintas de mil colores que reflejan un sinfin de símbolos, figuras o fantásticas criaturas. ¿Quién no estaría decidido a grabar en su cuerpo una pequeña parte de su alma? Millones de veces me he planteado hacerme dicho trabajo, pero tantas partes tiene mi alma como tatuajes existen en el mundo, así pues no albergaré ninguno para mí. Me es más preciada la idea de imaginar cuál tatuaje podría ser el elegido, el que destapará y definiera esa parte de mi ser.

  14. Sueño y Tinta.

    Tatuaje, esa palabra mágica hecha de tinta y tiempo. Abiertamente o escondida en el cuerpo de muchos seres humanos. Muchos tipos de tatuajes recorren cuerpos: una insignia, una frase o incluso un dibujo. Un tatuaje es algo que te representa, para más de alguno una ideología. Para mí, algo que esta ahí y a lo que no me acerco. Recuerdo mi primer tatuaje, o no… bueno esa fase de mi vida es pura amnesia según como lo mire, pero convivo con ello. Hace tiempo que sueño con un underground en mi cuerpo que empiece por el tríceps y acabe en mis dedos… Pero en definitiva, solo es un sueño, ¿no? Pura Tinta.

  15. ¿Podrá olvidar algún día por qué se tatuó un corazón de espinas?
    Desde el incrédulo estado que le invade,
    creyó nacer en un estado de gracia para el amor eterno.
    El paso del tiempo demostró todo lo contrario.
    Aquello que sintió y acrecentó con íntimas vivencias,
    y que latió con sentimiento emocionado, casi místico.
    Novicio, demostrando una postura inadaptada,
    una temprana experiencia que con el añejo se disipa y se calma.
    Puede que uno se adapte a cierta renuncia perpetua,
    de aquellas lágrimas que derramó y que secó la brisa,
    cuando el latir era más fuerte que el propio martillo que golpea la razón.
    Todavía aferrándose a la emoción de recuerdos olvidados,
    buscando en la memoria momentos en los cuales valió la pena vivir,
    quizá con nostalgia o lamento, pensando qué cosecha no brotó.
    Creyendo perder en cada historia,
    el sentimiento más profundo que fue hallado en su interior.
    Arraigado siempre por un trasfondo romántico que siempre fue innato, palpitante.
    Basada en una sensibilidad casi ingenua, torpe, estúpida.
    Recuerdos olvidados, otros no,
    sensaciones vacías, otras no.
    Largas travesías surcadas por aguas agitadas,
    otras veces se vería atravesando desiertos a los cuales el oasis nunca llegó.
    Años después, mirando fijamente su tatuaje, se preguntaba dónde hallaría su regazo.

  16. Tatuajes. Qué bonita palabra, tan bonita para mí que la tengo como una ideología. Me gusta mucho más llamarla obra de arte, arte en nuestro propio cuerpo o expresión libre de nuestras vivencias. Los tatuajes, además de ser expresión sobre tu piel, dicen mucho de una persona, de sus vivencias, de su ideología, de su vida. Algunos pueden ver simples dibujos, pero detrás de ellos suele haber grandes historias. Mi primer tatuaje me lo hice a los dieciséis años. No fue por capricho, ni por moda, ni un dibujo elegido al azar; fue por mi afán hacia ellos desde que los descubrí a los catorce años y empecé a investigar sobre este arte. Me plasmé una enredadera de por vida en la columna, que significa el crecimiento personal de una misma. Después del primero, no pude parar y ahora me encuentro con quince tatuajes en mi cuerpo y con muchos más en mente; cada uno de ellos con un significado profundo y muy premeditado. Tengo gran variedad: desde textos y nombres a diamantes pequeños o enormes caras de chicas pin-up o de familiares. Toda una explosión de tinta que la quiero llevar conmigo hasta el último de mis días.

  17. La utilización del tatuaje es tan antigua como la humanidad, porque ya se realizaba en diferentes culturas. En la actualidad cada vez hay más personas que se tatúan bien por seguir la moda o influenciadas por la misma sociedad. Realmente hay tatuajes preciosos y con unos diseños espectaculares, algunos hechos para expresar sentimientos, gustos e ideologías. No obstante es muy importante saber que aun a pesar de tomar precauciones, todo tatuaje es una herida y por lo tanto una vía de entrada a infecciones. Por este motivo hay que ser prudentes y realizarlos con todas las garantías posibles y sabiendo que su eliminación completa no se consigue, porque incluso utilizando láser el tratamiento puede ser doloroso y siempre queda una pequeña cicatriz. Personalmente, prefiero admirarlos en los cuerpos de los demás y reconocer el mérito de las personas que se dedican a hacerlos.

  18. Tatuajes. Qué lindas obras de arte se pueden llegar a hacer en nuestro cuerpo. ¡Me encantan! He de reconocer que se me van los ojos cuando veo un tatuaje pequeño, mediano, grande o inmenso. Nunca me los haría pero he de reconocer que me gustan mucho, no me veo tatuada a los setenta años con el diseño de un dibujo Disney ¡ji,ji,ji,ji!
    Verlos en cuello, espalda y pierna (en un ahora se ve y ahora no) me incitan a saber hasta dónde llega el tatuaje completo. Serpientes, dragones, calaveras y demonios. Diseños de fantasía sin fin. Eso es la parte artística; en cuanto a la parte física, no sé qué pensar… ¡Qué dolor ! Yo recuerdo mis cinco minutos en un dentista y, sin pasar dolor, marearme. No quiero ni pensar pasar tres horas con el ruido ¡zizzzizizzizizizz! y sin anestesia ¡uffff! Si algún día me buscáis, que no sea en un centro de tatuado: mejor en la playa o en un gimnasio. Allí podré disfrutar igual viendo los tatuajes de otros y sin sufrir nada, alegrándome la vista.

  19. Digan lo que digan, un tatuaje es para siempre. Lo sé de buena tinta, pues tengo un primo que se dedica a introducirla bajo la piel de sus clientes. Bueno, está bien. Si está hecho con tinta verde o negra, y además no es demasiado grande, se podrá borrar. Pero aún así dejará marca. Así que la misma figura que ocupaba el tatuaje, será sustituida por una bonita cicatriz.
    Es mejor pues pensárselo dos veces antes de estamparse cualquier símbolo o dibujo banal bajo el influjo de alguna moda pasajera.
    La naturaleza indeleble del tatuaje debería ser capaz de transformar la opinión que tenemos sobre ellos, y elevar la categoría del dibujo que lo acompaña a la de obra de arte, y de la sesión de tatuado a la de ritual espiritual.

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