REC, te estamos grabando

webcam[Foto: autor desconocido]

El hombre apenas mueve  los hombros  o  la cabeza, y  por  sus  pequeñas  sacudidas  adivinamos  cuándo  adelanta las manos para teclear  o  manejar  el ratón.  Sus manos, de  dedos largos y  huesudos,  y la piel  con  motas amarillentas de vejez, solo aparecen en la pantalla cuando se las lleva a la cara: un dedo que rasca la nariz o hurga en su interior, la palma que frota la incipiente barba, dos dedos pinzando la barbilla, uno que empuja el puente de las gafas, la uña que levanta  escamas en  el  cuero  cabelludo  o  hurga  entre  dos  dientes.  Su  rostro  muestra  señales  de  cansancio:  los ojos brillantes,  las  bolsas  acentuadas  bajo  los  párpados,  el pelo  algo grasiento  del final del día, la piel ensombrecida por  las horas transcurridas desde el afeitado matinal.

Viste una camisa de cuadros, parece gastada en el cuello, una prenda de andar por casa, cómoda y vencida en sus costuras por años de uso. A su espalda, una librería deja ver cuatro baldas. Dos están llenas de libros, es fácil leer el título de la mayoría, no necesitamos un zoom, son volúmenes de gran tamaño,  ilustrados,  catálogos de  museos,  antologías  de  grandes  fotógrafos,  ediciones  lujosas  de  exposiciones o recorridos visuales de ciudades monumentales, alguna obra en inglés, varios todavía con  el precinto transparente. Las otras dos baldas exhiben objetos decorativos:  un par de marcos  con retratos de niños, una vela cuadrada y  rojiza, y  una cajita plateada que podría ser una pitillera aunque también una armónica, no lo distinguimos bien.

de La habitación oscura, de Isaac Rosa

Estás espiando a través de una cámara. Describe qué ves al otro lado. Sigue el modelo del texto dado. ¡Cuidado!, no es un texto de opinión. Extensión libre.

11 thoughts on “REC, te estamos grabando”

  1. No quería ser maruja, pero hoy me he despertado inquieta y he decidido coger mi grabadora y espiar por las calles de Barcelona.
    La imagen del metro a esas horas era tranquila, pero se podía ver que cada persona estaba en su mundo: unos leyendo, otros con la mirada al vacío y otros apenas se fijaban en que les estaban grabando. En la calle se veía el movimiento cotidiano, muchos indigentes en la Plaza Cataluña ya recogían sus ambulantes casas para dar paso a la otra ciudadanía. Pasadas unas horas he empezado a grabar a personas con bolsas y bolsas de regalos. ¡Claro! Estamos en plena época de las fiestas navideñas, todo se transforma, todos compramos. La batería de la grabadora empieza a fallar, yo también estaba agotada. Era hora de apagar y de retirarme y sin embargo, todavía he podido grabar a una anciana pidiendo limosna, a un niño llorando y a un mendigo devorando con su vista los bocadillos de una panadería.

  2. Después de un largo día procesando cupcakes, bizcochos y figuras de fondant se decide a recrearse frente al ordenador. ¡¡ Facebook al otro lado!! Preguntas y repuestas de compañeras de profesión inspirándose para crear el diseño de pastel más espectacular de todos.
    Su mundo está ausente, ella y Facebook son uno… Ni su hijo es capaz de desengancharla de la silla. Al fondo se le ve: un niño de unos tres años llamando la atención de su mami. Unos ojos fijos en el ordenador delatan que la conversación es interesante; una sonrisa de oreja a oreja es signo de algún post gracioso enviado. ¡Lo que daría por verlo y reírme un rato con ella! La sigo desde hace mucho tiempo, la espío como un niño travieso. He de decir que me gustan sus creaciones y me interesan mucho sus proyectos.
    ¡Se levanta! ¿ A dónde va?¡No la veo! ¡Ups…ahí está! ¡Ha ido a ponerse un delantal! Seguro que va a preparar la cena. ¡Qué chulo es, de color rosa con cupcakes con frosting y muchos caramelitos por encima! Abre un armario y coge un vaso y de la nevera un cartón; no lo veo bien, pero parece leche. ¡Sí, está preparando un vaso de leche! Su hijo a su lado enganchado en una pierna. ¡Qué divertido, no la deja moverse! Se ríen los dos y le coge en brazos, lo lanza al aire y el niño feliz, muy feliz. Se acerca al ordenador y escribe algo. De golpe, ¡zas! Toda la pantalla en negro. ¡Se ha ido! Mañana seguro que volverá a conectarse. ¡Qué ganas tengo de saber su dirección de correo!, tengo que seguir investigando.

  3. Y al final de la habitación, tras la puerta y sobre un perchero, cuelga una mochila con la leyenda UPC. Ingeniería Informática.
    ¿Podría ser él? Después de tantos meses de búsqueda, ¿habremos dado al fin con nuestro hombre? El corazón se me acelera, palpita rápidamente. Noto cómo se mueve en mi pecho, lo que provoca a su vez que tiemblen mis manos y con ellas, mis dedos, al presionar las teclas del ordenador. Mi compañero, que está justo detrás, me anima a que busque rápidamente con la cámara por entre sus efectos personales. Se pega a mí desde atrás, me empuja… ¡me agobia! De un empujón me lo quito de encima. Con tono moderado pero con voz recia le pido calma. Le digo que debemos hacer las cosas rápido pero bien, y como siempre, siguiendo las normas. Hemos estado buscando a este hacker durante meses y no podemos perder esta oportunidad, puesto que solamente está conectado a internet unos minutos al mes. El tiempo apremia, y antes de que se desconecte, debemos recoger el mayor número de evidencias posibles que lo relacionen con el supuesto caso de blanqueo de capital del Partido Popular. Rápidamente me dispongo a presionar la secuencia de teclas de captura de imagen de la cámara web, pero antes de que mis dedos lleguen a tocar el teclado, el ordenador se apaga. La imagen del hacker se desvanece de la pantalla y, con ella, nuestras posibilidades de dar con él. Noto como algo se mueve por entre mis piernas. Me agacho y lo veo: es Ringo, el perro de mi compañero. Parece que sin querer ha estirado de algún cable y ha provocado el desastre. En momentos como este es cuando más me pregunto si realmente el perro es el mejor amigo del hombre, o es más bien un parásito que se arrastra entre las piernas de su amo, alimentándose de su compasión y soledad.

  4. 20 de Marzo de 2014

    Otro día más escribo este diario con la esperanza de encontrar sosiego antes de tenderme en esta decrépita cama. Hoy comienza el equinoccio de primavera y es el segundo año que tengo que sobrevivir gracias al recuerdo. Me sigo tomado esas hierbas que tú me preparabas con tanto cariño y que me calman, hastiado por los nervios que me provoca la soledad. La casa se me cae encima de tanto silencio. Ha quedado grande para mí solo. Encuentro unos minutos de esperanza cuando veo a nuestros nietos a través de la cámara que me puso nuestro hijo Alberto. No me aclaro mucho con este chisme de ordenador, pero ellos me apuntaron en una hoja de papel cómo lo tenía que hacer. Quién me hubiera dicho a mí, con noventa años, que estaría hablando y viendo a nuestros nietos, ahora que viven en Holanda. Qué le vamos a hacer, el trabajo está muy mal aquí. En fin mi vida, aquí estoy un día más. Acercándome a mi hora para volver a verte. Mañana es sábado y te llevaré unas flores bien bonitas, y el domingo rezaré por ti y por tus nietos. Te extraño. Hasta pronto. Tu fiel admirador.

  5. Mientras estoy realizando las tareas, el ordenador parpadea, inesperadamente, con ráfagas constantes. Pero de repente se para y observo que mi cámara se activa y puedo ver una imagen proyectada en la pantalla. Es una habitación pequeña: la pared está pintada en color verde claro, a la izquierda hay un escritorio de color madera, y encima de él se ve una impresora. Enfrente, una televisión que está colgada. A la derecha hay un armario antiguo de color marrón oscuro, y a su lado se puede observar una cama individual, las sábanas de un color rojo intenso. Hacia la derecha puedo apreciar una chica de metro setenta, su pelo es castaño claro, su piel blanca como la nieve y sus ojos son grandes y intensos. Lleva un jersey de color rojo y unos vaqueros. En sus manos delicadas, finas, aprecio que tiene un bolso pequeño de color blanco.
    Ahora la imagen desaparece de repente, y unos minutos más tarde en la pantalla del ordenador, se lee reiniciando.

  6. Endereza sus medias con el gesto rápido de la prisa
    no acaban de subir rectas esta mañana

    El vaho del espejo esconde su rostro
    solo perfila el rojo del carmín
    lo demás pura niebla

    Sigue la costura de las medias molestando
    hoy se resisten
    y sigue la prisa apremiando el reloj

    Se enfria el café en la cocina, es posible que quede olvidado
    luego a la noche, agua chirri

    Desde mi espejo alcanzo a ver la calle también
    la luz del alba
    madruga la ciudad

    No queda mucho para que salga de su portal
    descienda la empinada calle,
    y doble la esquina que me la arrebata todas las mañanas

    La misma esquina que me la devuelve
    en la oscuridad de la noche
    Esperaré atento, esperaré quieto, quieta el alma
    como todos los días
    esperaré

  7. Son las cinco de la tarde, pero al otro lado ya es oscuro. Normal, pienso, hay tres horas de diferencia entre Rusia y España.
    No se ve gran cosa, como siempre que la llamo ella está en su cuarto, echada en su cama; la luz de la habitación no es muy brillante y la calidad de video deja mucho que desear, así como el audio. Puedo distinguir el papel de color beis que cubre las paredes, ribeteado con algunos relieves. Pero la mayor parte de la imagen la ocupa ella. Como siempre está cerca de la cámara. Pelo oscuro, ojos ni muy grandes ni muy pequeños y de un color verde profundo, como dos esmeraldas. Sus facciones son un poco angulosas pero suaves, y pese a que los rusos tienen fama de ser fríos y serios, ella sonríe mucho, tal vez porque estamos hablando tras un tiempo sin llamarnos. El edredón está revuelto, hoy tampoco ha hecho la cama. El resto del cuarto está recogido e impoluto. Lamento no poder estar con ella y abrazarla, pero no dejo de sonreír, ya que al menos puedo verla, y siento que la distancia se hace más corta.

  8. Inquieto e incómodo parece estar el hombrecillo que se ve pendiente de la pantalla, no sé si por culpa de una pequeña silla al parecer sin respaldo o por la espera de alguna notificación o respuesta. Se menea de un lado a otro desde el lugar en el que está sentado, se rasca constantemente su cabellera de color un tanto grisáceo y mira la pantalla por encima de sus pequeñas gafas, sin perder detalle.
    Por lo que se ve a su alrededor es un tipo desordenado, poco cuidadoso y bastante interesado en la informática. Se puede ver una gran pila de ropa sin doblar que ocupa más de la mitad de la cama, un armario -con puertas a punto de caer- lleno de bolsas de basura de un color verde apagado y un montón de cajas apiladas y repartidas por toda la habitación. La estantería que tiene a su espalda es la única que ha merecido un poco de atención, dado el orden que siguen diferentes pantallas de ordenador, etiquetadas con papelitos blancos y una serie de números. También lo indican los libros correctamente ordenados por tamaño. Al parecer, espera una noticia importante.

  9. El relato está muy bien, Cristina, felicidades. Pero un aviso para los siguientes comentarios: sois vosotros los que espiáis y el relato es en tiempo real. Así, el texto de Crsitina, empezaría así: Después de estar un rato holgazaneando, vuelve de nuevo al ordenador. Sabemos que está mirando las redes sociales…

  10. Después de estar un rato holgazaneando volvió de nuevo al ordenador. Se puso a mirar las redes sociales, aunque como no había nada nuevo se aburrió rápido. Y fue en ese momento en el que se dio cuenta de que seguía teniendo una ventana abierta. Cuando le dio en ella solo se veía una habitación. Aquella habitación en la que tantas veces había estado y de la que sabía que nunca se cansaría de admirarla. Una cama aún por acabar de hacer, un escritorio repleto de libros de la facultad con alguna que otra pieza de ropa, un armario y una estantería con trofeos y algún que otro libro de lectura y un osito de peluche, eso era lo que se observaba en esa habitación. Y es que daba igual que lo estuviese viendo por la cámara del ordenador, ella lo podría describir con los ojos cerrados. Desde cualquier lugar reconocería aquel cuarto tan particular, que no era otro que el de su chico. Tantas y tantas noches había pasado en ese cuarto junto a él que ya no se imaginaba su vida sin esas cuatro paredes, que para cualquiera podrían ser sólo una habitación más pero que para ella eran mucho más. Se acercó a la pantalla observándolo todo, por si veía a alguien, aunque ella ya sabía que no sería así ya que a esa hora su chico estaría en clase. Y así, viendo que efectivamente no había nadie, cerró la ventana desde la que se observaba aquel cuarto. Se dispuso a apagar su ordenador e irse de aquel sitio. Al menos hasta que volviese a conectarlo y abrir de nuevo esa ventanilla, aunque seguro que esta vez sí que habría alguien al otro lado, también observando.

  11. El ordenador debe estar posado sobre una base inestable, porque la imagen no se mantiene completamente estática. Quizás fue olvidado abierto en un sofá de la casa, al lado de un bebé inquieto o junto a una mascota también pequeña allí sentada, porque ella va y viene y siempre la vemos sonriente. Otros niños corren alrededor, alguno tropieza, llora y se calma; podemos ver a otro que se pone perdido con una fruta demasiado grande para su manita. Es una escena entrañable. La mamá, de repente, pide silencio y sí, sí, parece que se acerca. Y entonces un fuerte vaivén sacude el plano: después de unos segundos de incertidumbre, vuelve la calma, todo se equilibra y la vemos muy de cerca. Una cara común, casi anodina. Si atendemos a sus gestos, diríamos que algo sospecha. Ha bajado la tapa casi al máximo y ya no vemos nada: solo manchas de color y sombra que atraviesan fugazmente nuestro exiguo campo de visión.

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