Es tu centro comercial

Gran Via 2

[Foto: Neus Prat]

Allí nunca estás solo. Todos somos iguales. Las luces navideñas y el ruido acompasado, como un himno o una canción de cuna, de las cajas. Las vitrinas brillantes: mírate de reojo. Siempre hay alguien andando tras de ti, como un ángel guardián. Probadores donde no tendrás sombra. Las chapas en relieve con los nombres de los reponedores, las dependientas tristes, las novicias. Sus raíces oscuras y la sonrisa gloss y el exceso de rímel y las manos cansadas. Manos niñas. Siempre hay niños perdidos que te dirán Mamá sin darse cuenta. Manos que parten queso sólo para que tú lo pruebes. Amén. Aquí nunca estás solo. La humanidad. Los cines y el aroma a maíz. Café. Las hamburguesas. Felicidad barata, igual que el manillar muy rojo de esos carritos que se tuercen. Conduzca usted su vida por euro. Las ganas de llorar. Aquí nunca estás solo. Pasillos arco-iris para las sopas preparadas y el sushi en bandejitas de cartón. Las frutas españolas. El hambre y la nostalgia. Tus hermanos.                   Martha Asunción Alonso. Premio Adonais 2012

Tu centro comercial y tú. Impresiones, de unas 100 palabras.

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  1. En un centro comercial encontramos casi siempre aglomeraciones, bien sea por las rebajas de temporada o por las nuevas colecciones; allí acuden las personas a pasar un rato los días calurosos, a disfrutar de la fresca temperatura de los aires acondicionados industriales, que están a toda máquina. En invierno, van a buscar el calor. Cuando se aproximan las fiestas navideñas, toda esta afluencia se masifica. A mí no me gusta la masificación y mucho menos en espacios cerrados: me siento invadido por el ir y venir de personas que salen de todas partes; rodeado de olores que ellas desprenden, recibiendo empujones — ¿son sin querer o están intentando quitarme la cartera?—. Acudo a los centros comerciales a la hora de almuerzo, cuando están más tranquilos y transitables. Reconozco que los centros comerciales ofrecen mucha variedad de opciones a la hora de comprar.

  2. Un centro comercial es un lugar que a mí, particularmente, me gusta mucho: puedes ir al cine, cenar, tomarte algo, comprarte ropa … y todo sin salir del recinto. Sí es verdad que llaman la atención con sus enormes escaparates o con la publicidad que hacen. Algunas personas pueden pensar que nos utilizan, pero nadie nos obliga a entrar. Si entramos es porque nos gusta, porque nos sentimos bien. Se trata de desconectar un poco de todo y si la economía lo permite, darnos algún que otro capricho.

  3. La experiencia de acudir a un centro comercial no es precisamente el tipo de vivencias que deje huella. Es un paréntesis en que uno se olvida de quién es para convertirse es una especie de objeto al servicio del buen funcionamiento del sistema en que vivimos — muchos ya no saben ser otra cosa que ese objeto —. Si a alguien se le ocurre despertar de este trance durante la visita de un lugar como este, la sensación que le abordará será la paradójica certeza de estar irremediablemente solo entre el gentío.

  4. Me encanta ir de compras y aunque un centro comercial sea un oasis para alguien como yo prefiero ir de tiendas por el centro de Barcelona.
    Lo cierto es que me gusta visitar las tiendas y en un centro comercial están prácticamente todas la habituales pero puestos a elegir prefiero pasear por las calles. Sin embargo para mí no es un suplicio ir a un centro comercial, lo que si se resiente es mi bolsillo.

  5. Los centros comerciales siempre me han resultado como las maquinas tragaperras, solo sirven para sacar el dinero.
    Parece ser que desde que estos existen, han desaparecido los pequeños comercios, donde cada quien gestiona su propio negocio, sin depender de codiciosos terceros.
    Avaricia, prisa, multitud, egoísmo, derroche, consumismo…eso representan para mí los centros comerciales. Yo prefiero pasear tranquilamente sin estar rodeada por esa muchedumbre ansiosa por gastar. Y si se trata de comprar prefiero contribuir en el pequeño empresario, quien seguro me tratará como un cliente único y especial.

  6. Me gusta acudir a última hora a estos centros. Y lo hago por diferentes razones: así, no tengo más remedio que cenar en uno de sus múltiples ¿restaurantes?, pecar piadosamente y vulnerar los estrictos propósitos de mi dieta entresemana, disfrutar del espacio sin ruidos, casi en silencio y en especial, porque tan tarde me resulta compartir el deseo de sus trabajadores de acabar su jornada, de salir fumando al aparcamiento, de coger el auto que los arrastró hasta allí cuando aún había luz solar, de encontrarse con su familia de niños ya dormidos. Miro compasivamente sus caras, sus uñas rotas, su recogido imposible, el afeitado ya caduco. Quiero estar a su lado cuando se sientan libres, cuando se olviden de nosotros -clientes bordes- cuando conduzcan hacia casa escuchando música española, o últimas noticias. Sumo, calculo, resto. Y me subleva constatar que, para tenernos contentos, ellos y ellas viven sus vidas a la mitad, resignados, impotentes, bajo una luz falsa.

  7. Mi centro comercial favorito es Gran Vía 2. Estoy vinculada a él desde su inicio pues yo trabajaba por detrás, en la zona del polígono industrial, cuando por allí no había nada más que una gasolinera a la que acudir a tomar un café o comer algo si no te daba tiempo a ir a casa. Al principio solo estaban los restaurantes y alguna que otra tienda, así que para matar el rato o las horas muertas nos acercábamos para ver el proceso de construcción. El parking ni siquiera estaba activo, podías pasar allí las horas que quisieras sin que te cobraran nada, y era todo un lujo.
    Una vez terminado el centro comercial quedábamos todos los viernes con los compañeros de trabajo para comer allí y ese día no nos llevábamos fiambrera. Al terminar de comer dábamos la vuelta de turno por las distintas tiendas descubriéndolas por primera vez. Luego, por circunstancias de la vida, estuve trabajando una temporada en Madrid, concretamente en San Sebastián de los Reyes, y cuál fue nuestra sorpresa al acudir al centro comercial de la zona que se llama Plaza Norte y comprobar que este una copia de nuestro Gran Vía 2, pero a lo grande.

  8. Los centros comerciales son la cúspide de la vanidad y del espíritu consumista. Su único objetivo es manipular las mentes de personas influenciables para conseguir exprimirles hasta la última gota de su sangre, con el único propósito de lucrarse. Cada ladrillo que edifica esta maligna construcción está pensado para dar al lugar el aspecto que resulte más conveniente para atraer a los incautos. Los centros comerciales son el símbolo de todo lo malo que hay en nosotros.
    No, ahora en serio: solo son sitios donde comprar cosas.

  9. Sábado por la tarde, todo el mundo ser dirige al centro comercial como si de una excursión se tratara. Esta vez vamos al nuevo centro de Las Arenas, donde antes teníamos a la laza de toros Monumental. Subimos planta a planta por una serie de escaleras mecánicas que nunca se acaban. Todo son luces y barullo de un montón de gente que, como nosotros, se ha decidido a pasar la tarde del sábado entre estas paredes. Llegamos casi al último piso, donde nos encontramos con el famoso museo del rock and roll que dirige Jordi Tardà, un gran aficionado y un fan indiscutible de los Rollings Stones; también encontramos discos de los Beatles y Freddie Mercury, entre otros. Vale la pena ir porque además te deleitan con una espléndida actuación de algún grupo musical del momento. Finalmente nos dirigimos a la terraza, que se encuentra al final de la última escalera mecánica. ¡Qué vista de Barcelona! Son las nueve de la noche y ya está todo iluminado. En esta zona se encuentran los restaurantes y bares del centro. Al final, un ascensor; bajamos en él y ya está. No ha estado mal la excursión de hoy.

  10. Los centros comerciales son un espacio creado para soñar, para comprar momentos de felicidad. Paseos familiares donde admirar todo lo que no podemos adquirir y comprobar lo lejos que estamos de muchas cosas. Un lugar para poner a prueba la propia resistencia. Es mejor reencontrarse con la naturaleza y descubrir lo que sí es verdaderamente necesario.

  11. Los centros comerciales, esos lugares a los cuales se va por costumbre para encontrar mil cosas en un solo sitio, para ir a pasar una tarde de fin de semana aburrida o lluviosa, para una cita, para ver las últimas tendencias en moda, para gastar sin darte cuenta, para ver la ultima película de la cartelera, para disfrutar. Soy una apasionada de las compras; más que de gastar de mirar escaparates o recorrerme la tienda entera, parte por parte, seleccionar y memorizar las cosas que me gustan, si es necesario probármelas y cuando el bolsillo esté lleno, cogerlas inmediatamente; si no hay control, es un gasto continuo. Los centros comerciales, esos lugares que me traen tantos recuerdos…

  12. Me encantan los centros comerciales en Navidad: tienen algo especial, ya sea por las luces, por la típica canción navideña o simplemente, los colores rojiblancos que adornan los escaparates. Tiene mucho que ver el hecho de que cuando era pequeña me gustaba ir con mis abuelos a pedirle algún caramelo a Santa Claus o visitar las jugueterías. Ahora en Navidad me gusta comprar algún detalle a aquellas personas que les tengo aprecio aunque no siempre acierte con los regalos, pero… sus reacciones, tanto buenas como malas, me hacen gracia. Los lugares que me gusta visitar en un centro comercial son las tiendas de maquillaje, las zapaterías y las tiendas de animales. En estas, no me puedo resistirme a comprarle algún hueso a mi perra.

  13. Probadores con luz anaranjada y perfectamente situada con tal de provocar un juego de sombras en el rostro del cliente que le hagan creer que hoy se ha levantado especialmente atractivo. Tiendas donde suena la música desde el primer minuto hasta que te vas, con tal de dificultar tu capacidad de razonamiento. Relojerías con relojes de agujas posicionadas invariablemente en las diez y cinco dibujando un símbolo de aprobación. Inmensos supermercados con los productos de primera necesidad colocados al final de todo, obligándote a recorrer toda la superficie y mirar los objetos que menos se venden, colocados de forma estratégica al principio y mitad. Ponen el cebo, picas y recogen.

  14. Odio los centros comerciales. No aguanto esa luz artificial; me agobia la cantidad de gente que se empuja, el aire acondicionado siempre inaguantables. Si fuera por mí no existirían. Puede que todo ese rencor mío nazca a raíz de haber trabajado en uno de ellos hace años. Los domingos eran los días peores: familias con niños lloriqueando, parejas aburridas, adolescentes con granos y chándales… Una multitud que vaga por los pasillos en estado comatoso, que se despierta solo a ratos, cuando ve una súper oferta -que de ganga no tiene nada-,o cuando huele el hedor pestilente de la comida barata. Y tú vendedora, que trabajas en una de esas tiendas cueva, que sueñas con salir al aire libre y con hacer de todo en un hipotético domingo libre… los odias a todos.

  15. Cada vez es más habitual acudir a un centro comercial como lugar de ocio. Pasear entre las tiendas es la última moda pero a personas a las que nos agobian las aglomeraciones, las compras se nos hacen muy difíciles. Suelo evitar los centros comerciales por esa razón. Prefiero abastecerme en las pequeñas tiendas de barrio donde no encontraré tanta variedad pero evitaré pasar un mal trago. Con lo bonito que es pasear por la playa, no entiendo cómo la gente cada vez elige cada más un centro comercial para distraerse o sencillamente, evadirse.

  16. Los centros comerciales son puntos de encuentro de muchas personas: familias con hijos pequeños, adolescentes, jóvenes…
    Normalmente estos centros suelen ser atractivos para hacer tus compras, puesto que tienes a tu disposición mucha variedad de tiendas sin tener que salir del recinto y sin tener que mover tu coche. Puedes hacer toda tu compra: alimentación, librería, ropa… A nosotros nos resulta muy cómodo ir a estos almacenes ya que después de hacer nuestras compras podemos disfrutar también de lugares de ocio, como la bolera, el cine o restaurantes. Este plan no a todo el mundo le gusta, hay a quienes les resulta muy agobiante porque suelen estar muy concurridos.

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