Fue en un tren

[Foto: Jeff Baronne]

Los retratos-ficción han sido un éxito; lo hemos pasado bien al descubrir quién era en realidad esa muchacha triste, este señor de sonrisa entrañable: hemos entrado en muchos corazones, en muchos miedos, en muchos sueños. Al leer algunos relatos breves- de unas 70 palabras- que habéis escrito en “Compañía en el tren”, el texto libre de la segunda semana de noviembre, he pensado que os gustará compartirlos en el blog. O quizás, queréis desarrollar un poco más la pequeña secuencia que apuntasteis entonces. Para los tímidos, escribid aquí lo que ya escribisteis y yo corregí. Para los valientes: adelante con una nueva historia, con un nuevo relato entrevías. La foto puede ser un punto de partida, pero pensad que es solo un vagón de un largo tren. Los demás pasajeros, aquellos que no vemos, los ponéis vosotros.

Relato de extensión libre. 

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  1. Fue en un tren

    Subo en mi parada. Sé que en la siguiente
    él tiene que entrar, es lo que habíamos acordado. No sé mucho de él, pero Ana me dijo que es buen chico; espero que no me engañe y todo sea porque ella quiere emparejarme…
    Acaba de entrar un chico con la ropa que indicada, pero se ve supermal : parece cansado o salido de una fiesta, no creo que sea él; qué va!Pero… Se acerca¿será el? Se ha sentado en frente, me está mirando¿O no va ser él?¡No me lo puedo creer!, se ha quedado dormido y para colmo ha puesto su mano sobre mi rodilla, ¿Qué pasa si no es él y llega el chico que espero?¿Qué pensará?
    Se van a cerrar las puertas y él aún no ha aparecido; al final va a ser este chico.¡Qué decepción!Ahora no sé cómo salir de esta. Alguien toca mi hombro, me giro.-Lucia?. Contesto -si. -Soy Franco.Fue en un tren

    Subo a mi parada sé que en la otra él tiene que venir, es lo que habíamos acordado,
    No sé mucho de él pero bueno Ana me dijo que es buen chico, espero que no me engañe para solo querer que salgamos en pareja. Acaba de entrar un chico con la ropa que dijo que vendría, pero se ve súper mal parece cansado o salido de una fiesta, no creo que sea él que va, se acerca, será el? Se ha sentado de frente me está mirando, o no va ser él. No me lo puedo creer se ha quedado dormido y para colmo a puesto su mano sobre mi rodilla, que pasa si no es él y llega el chico que espero, que pensara.
    Se van a serrar las puertas y el aún no ha aparecido, al final va ser este chico que decepción ahora no sé cómo salir de esta. alguien toca mi hombro, me giro.
    -Lucia?.
    -Sí-contesto.
    -Soy Franco.-Lo saludo y pienso:”Que alivio. Es él.

  2. Siempre he pensado que viajar en tren no es sólo dejarse llevar por este transporte, también es dejarse llevar por las ideas, los pensamientos. Hay gente que opina que es un tiempo muerto, yo pienso que es el único momento del día en el que me puedo sentir libre.

    Debían ser las tres de la tarde y cogí el tren en Terrassa, para ir al colegio de Barcelona. Tenía 35 minutos de trayecto pero desde el primer segundo que me subí al tren me invadió una pregunta: ¿qué hago? Últimamente mi pareja y yo discutíamos mucho, ya no había ternura, apenas quedaba algo de respeto… pero yo la quería más que a nada en este mundo. El tren avanzaba por el túnel y yo seguía haciendo una balanza de mis sentimientos con la mirada perdida en la oscuridad.
    El tren se paró en Sabadell Centre y subió una chica rubia, con el pelo corto y un porte elegante. A juzgar por la carpeta que llevaba entre sus brazos no debía tener más de 23 años. Se sentó enfrente de mí y me miró, supongo que se percató de mi cara de boba al verle subir al vagón. Reuhí la mirada e intenté disimular pero empecé a notar un enjambre de sensaciones en el estómago y noté que el corazón se me aceleraba. Al fin, el tren emergió de las entrañas de aquellos túneles y la luz directa del sol entró por la ventana del vagón, en la vida había visto unos ojos tan azules como los suyos.
    Empezaba a ponerme nerviosa por el cruce de miradas y mi nefasto arte para disimular. Cuando nuestros ojos coincidían se le hacía un pliegue en la mejilla, como una especie de amago de sonrisa. Mi mente se bloqueó en medio de un asalto de preguntas que me hacía yo misma. Sólo pensaba en inventarme alguna ridícula excusa para hablarle pero me faltaba valor para hacerlo. Sin darme cuenta, ya había llegado a mi estación. Me levanté mientras nos clavábamos los ojos y me di media vuelta. Una vez en el anden me quedé mirando cómo el tren se iba, y ella con él. Me quedé temblando, sin entender toda esa avalancha de sensaciones que me había despertado una desconocida con una simple mirada. Empecé a andar y pensé que nunca en la vida olvidaría ese momento de fantasía, ese momento dónde nada importaba más que sus ojos. Me maldije por no haber tenido las hagallas de decirle algo.

    Nunca más la he vuelto a ver. No se si fue un sueño, si fue real. Lo que se es que a partir de ese instante ya no había dudas ni balanzas, comprendí que yo necesitaba sentirme viva, tan viva como aquellos 30 minutos en el tren. Comprendí que quería sentir tan intensamente como lo hice aquél día sin estar presa en esa relación que me consumía cada día más. Desde ese día he pensado que la chica de la mirada serena era un ángel. Ella subió a ese tren para salvarme.

  3. Uno de los viajes más divertidos de mi vida lo hice en tren, hace unos 7 años. Me dirigía a Francia junto a mi hermana. Hacía muchísimo frío y la nieve obligaba a los trenes a llegar con retraso a todas las estaciones. Por culpa del temporal estuvímos a punto de perder el vuelo que teniamos previsto de León a Barcelona. La primera señal de que iba a ser un día alegre fue cuando nos encontramos con un amigo al que hacía mucho tiempo que no veíamos; él nos acompañó hasta el final de trayecto.

  4. Cada día las mismas caras se cruzan a la misma hora de la mañana: unos para ir a trabajar, otros a estudiar… nos subimos en el tren y el viaje comienza con el pitido de cierre de puertas. Sabemos quiénes somos cada uno de nosotros y a la vez no sabemos nada. Del chico joven podemos decir que le gusta escuchar música, el chocolate y hacer deporte; de la madre de dos niños, que siempre le falta tiempo pero siempre los lleva de punta en blanco. Sin embargo no sabemos si son felices, si tienen ilusiones, esperanzas…

  5. El verano pasado viví uno de los momentos más importantes de mi vida.Volvía en tren de Sevilla a Barcelona. El tren salía muy temprano y la noche anterior había dormido muy poco. En el vagón donde yo estaba había poca gente y pensé que era buen momento para echar una cabezadita.
    Al despertarme, delante de mí se sentaba un chico que al verme abrir los ojos, me sonrió y yo me moria de vergüenza. Me impresionó lo guapo que era y en seguida me saludó, le devolví el gesto y en pocos minutos, era como nos conociéramos de toda la vida. Ahora somos pareja y llevamos cinco meses, juntos, desde aquell día en el tren.

  6. Viajar en tren es una experiencia muy gratificante, sobre todo si el trayecto es largo, porque se va disfrutando del paisaje de los lugares por donde pasa y nos imaginamos la historia de todos ellos.También es más o menos gratificante en función de la compañía de los viajeros que están a nuestro alrededor.
    Normalmente, si es un viaje largo, la gente tiende a dialogar con la persona que tiene más cerca para hacer del viaje algo más ameno y llevadero.Evidentemente que nos podemos encontrar personas más abiertas al diálogo que otras, que incluso parece que les molesta.
    Por regla general, la gente está predispuesta a compartir el trayecto de la mejor manera posible.

  7. Como de costumbre, cada jueves y viernes despúes de las prácticas de béisbol, todos los jugadores tomaban el tren para ir a sus respectivas casas. Yo con ningunos de ellos establecia conversación, porque todos vivian cerca del estadio. A excepción de Albert, que vivía bastante retirado del campo. Era una persona especial: simpático, divertido, inteligente, y de buena educación. Me parecía una persona interesante.

  8. La última vez que viajé en tren fue este verano pasado. El trayecto era desde Barcelona a Murcia. Pensaba que sería un viaje eterno y me había aprovisionado de una novela de intriga. Leí casi todo el tiempo intercalando alguna cabezadita. En Valencia se hizo la parada más larga y la gente aprovechó para estirar las piernas y fumarse un cigarro. Fue un momento de desahogo, donde nos pudimos conocer unos y otros. Nos sirvió para relajarnos y que el resto del recorrido se nos hiciera más corto.

  9. Tras el largo viaje en tren de la chica desde Barcelona a Puigcerdà, sinceramente no tiene ganas de estar incómoda en su viaje. Ella, muy educada, decide no decirle nada al pasajero que ha subido hace ya bastante tiempo, se ha dormido y se ha acomodado sin mala intención alguna sobre su pierna. La chica mira hacia la ventana del vagón sin decir nada, y esperará a que el chico despierte antes de su marcha para retirar su pierna. Puede ser que cuando el chico la vea despierte en él mucho pudor por haber permanecido durante bastante rato con la mano en la pierna de la chica, pero le dirá amablemente que lo siente mucho y que ha sido un descuido por su parte. “!!No pasa nada!! – responderá ella – No he querido despertarte ya que ha sido sin mala intención”. El chico por ser cortés y educado decide invitarla a tomar café para disculparse; la chica acepta con mucho interés y quedan para tomar café al día siguiente.

  10. Pasamos a través del paisaje y dejábamos atrás el pueblo que siempre nos crió. Veinte años han pasado ya. Tanto que nos costó avanzar y ahora en apenas unos minutos tenemos nuestro pasado a cientos de kilómetros. A mi lado, mi siempre fiel compañero, cogido a mi mano. Él es el único que sabe cómo me siento después de haber dudado de mí todo el pueblo. Sí, ese típico pueblo tan pequeño que hasta los que nunca salen de casa se enteran de todo. Aquellos que son tan malos o peores que tú y son los que más hablan. Media hora de viaje llevamos ya y cada vez me siento más fuerte. Al fin puedo recuperar mi energía, mi carácter, mi vida.
    Para mi sorpresa, delante de nosotros se sienta una pareja con una niña de no más de 6 añitos. Hace tanto que pasó esa época… Esa niña de tez tan bonita me sonríe. Algo tan raro para mí como normal para cualquier otro. Eso me hace sentir feliz, pura, después de tanto sufrimiento. Ahora sí, ahora voy a vivir y todo gracias a este tren que me lleva hacia un mundo nuevo y desconocido para nosotros y que a su vez nos aleja de aquella vida. El tren de nuestra vida, ese tren que nunca hay que dejar escapar.

  11. Justo a tiempo, para variar, llego un segundo antes, en el instante en que asoman las luces de mi tren a lo lejos. Entro, me siento y contemplo la escena diaria: gente joven que va hacia la universidad, obreros… siempre busco un sitio apropiado para poder observar disimuladamente e imaginar cómo será la vida de esa gente. Intento jugar a deducir cosas mientras observo. Los libros que leen, hacia dónde centran la mirada, etc.
    Es fascinante ver hasta qué punto la gente es capaz de aislarse en su propio mundo.

  12. Diana Blake viajaba en aquel tren; la psicóloga y colaboradora del FBI tenía fobia al avión y cierto apego a los trenes. Puede que fuera por haberse criado en una población pequeña cercana al Misisipi, donde de niña, la única distracción era ver pasar aquellas máquinas sobre las vías una y otra vez.
    Quería aprovechar el trayecto para repasar el informe que su jefe le había hecho llegar un par de días atrás: se trataba a un nuevo caso del que los periódicos ya se habían hecho eco. En la ciudad adonde se dirigía había un brote de histeria colectiva debido a los aterradores y brutales asesinatos cometidos en las inmediaciones de Denver y a bordo de trenes de largo recorrido. Según la investigación iniciada, los cadáveres fueron descubiertos cerca del City Park. Ironías de la vida -pensó Diana. Ella misma iba en un tren de largo recorrido, pero estaba preparada para corresponder a cualquier ataque, pues llevaba su arma reglamentaria y la de repuesto; nunca se sabe.

  13. El caballero que a mi izquierda, junto a la ventanilla, ignora lo idílico del paisaje y la muchacha que resopla de pie, en el pasillo, y que al parecer es su hija discuten en plan farragoso. Vislumbro el calvario cernirse en el horizonte sobre una nube que a bien seguro derramará toda su furia sobre mi envés en calma.
    Semiabsorto en Dostoyevski, a la hora más o menos de trayecto, me siento como la red de una vieja pista de tenis que con el tiempo se ha ido deshilachando por el golpeo incesante de pelotas con fragoroso acento alemán; pum, pam, izquierda, derecha; pim, pum, arriba, abajo…
    Aliosha Karamázov vomita en el interior de una bolsa del Lidl.
    – ¡¡Inviable!!- exclamo henchido de saña hacia mis adentros. Cierro el libro emulando a una prensa; lo retomo en el andén que yace en la estación de mi destino tras acordarme del creador unas cuantas veces.

  14. Todo era aburrido hasta que me encontré con su mirada. Una chica joven, de apenas 20 años, estaba sentada a solo un par de metros de distancia. Con el paso del tiempo las miradas se tornaron más frecuentes, hasta que se convirtieron en sonrisas. Poco tiempo me faltó para pedirle con los ojos si podía acompañarla en el asiento contiguo. Y es que no hay nada mejor que viajar en compañía.

  15. Viajar en tren.
    Lo que se recuerda de la juventud
    y provoca tanta añoranza, no es la
    frescura de los rasgos, no es la lozanía, ni la belleza perdida:
    es la capacidad de ser feliz.
    La risa casi involuntaria, la sensación de ser invulnerable, la creencia de mantenernos siempre así.
    Despreocupado abandono en un tren,
    después de una noche de fiesta, con la persona amada.
    Eso es la juventud,
    divino tesoro.

  16. Este es uno de los momentos de nuestro día a día: la rutina de coger el tren cada mañana para Barcelona. Vivimos en un pueblo de las afueras de la ciudad, y juntos vamos a la escuela. Una vez más, aquí estamos parados por avería, siempre dicen lo mismo. Cómo no, el que está aquí más tranquilo es mi novio: una vez más sumido en su sueño profundo y rutinario en el vagón del tren. Durante todo el recorrido duerme plácidamente, conectado a sus cascos, y se olvida del mundo. Unas de sus tácticas es utilizar su mano, pierna… tocando la mía para saber que estoy ahí. Creo que aprendió la lección aquel día que bajé, enfadada, en nuestra parada y dejé que siguiera el recorrido solo, sin despertarlo de su sosegado y placentero sueño.

  17. En mi sueño se filtró un agradable olor a lavada, abrí poco a poco los ojos y contemplé un gran campo de estas flores silvestres de color lila grisáceo. De no ser por ellas no habría visto a esa chica de mirada penetrante que me sonreía levemente tras su libro. Mantuvimos la mirada segundos, horas, días… ¿Quién sabe? Solo sé que durante ese momento ambas nos transportamos a otra dimensión y nos fundimos en la eternidad.

  18. Fue una noche dura en el trabajo, de muchos traslados en la ambulancia y al final, no pudo evitar quedarse dormido mientras escuchaba su canción favorita de su grupo favorito y queda sumido en un profundo sueño. Ella, al ver que era un chico muy atractivo, no quiso hacer ningún tipo de movimiento brusco, y mientras tanto, decidió repasar los apuntes que había tomado en la universidad. Pero su preocupación llegó cuando veía que se estaba acercando su parada y el chico del cual se estaba interesando, no se despertaba; así que decidió tocarlo suavemente, apenas una caricia cálida que le rozaba la piel. Pero el chico no se inmutó. “Próxima parada: L’Hospitalet” escuchó. Así que ella, sigilosamente, le apuntó su número de teléfono y lo dejó a su vera; antes de salir, se atrevió a darle un beso en la mejilla.
    Al día siguiente él la llamó y le preguntó quién era y por qué él tenia su numero. Ella, nerviosa le dijo:
    – Ayer te quedaste dormido en el tren y dejaste tu mano caer sobre mi pierna; no pude evitar interesarme por ti.
    – Yo me llamo Eric, tengo 24 años y trabajo en servicios de emergencias médicas. Ayer tuve una noche muy dura así que no pude evitar quedarme dormido. ¿Cómo te llamas?
    – Marina, tengo 20años y estoy estudiando enfermería en la universidad. Oye, ¿podríamos vernos despiertos no?
    – Me encantaría saber quién es la chica misteriosa del tren.

    Pasaron los días y siguieron encontrándose; no pudieron evitar enamorarse el uno del otro. Construyeron un verdadera historia de amor.

  19. Es la sensación que produce el tren de tranquilidad: dejas tu cuerpo y tu mente fluir. La chica está relajada y cómoda mirando al chico que se siente más comodo todavía; transmiten la sensación de que nada importa ni nada les molesta.

  20. Parecía agitado y mientras caminaba iba desenrollando la bufanda azul turquesa que llevaba al cuello. Cuando me quise dar cuenta estaba mirándolo embelesada. Supongo que él se dio cuenta porque sonrió y me dijo:”¡Qué calor hace en este tren!”, mientras se quitaba la chaqueta. Finalmente se sentó frente a mí y volvió a sonreír. “Hoy casi pierdo el tren. Soy Hugo.¿Y tu eres…?”, me dijo. Y en ese instante, en aquel tren de cercanías, empezó una relación que hoy ya dura diez años.

  21. De vuelta a Barcelona y después de pasar un caótico puente en mi pueblo, pretendía relajarme en el tren. Me quedé medio traspuesta a la altura de Gerona, hasta que un leve roce en la pierna me alteró el descanso. El chico que iba sentando frente a mí había caído en un profundo sueño y por un casual, su mano había terminado en mi pierna. Cuando conseguí desperezarme, me fijé bien: el muchacho estaba tan sumido en el sueño que no se enteraba de nada; su posición era incomprensible a la vez que incomodísima: estaba medio incorporado hacia delante y apoyado –casi cayéndose– en la mesita de los asientos. Su mano estaba encima de mi pierna, lo que me impedía moverme mucho. Como solo podía esperar a que aquel chico se despertase y aún me quedaba un largo rato en el tren, decidí descansar de nuevo.
    Cuando me desperté el chico ya no estaba, cosa que por una parte me alivió pero por otra me decepcionó. Vi algo escrito en mi mano, algo que yo no recordaba haber anotado como recordatorio –algo bastante típico en mí, apuntarme cosas importantes en el reverso de la mano para no olvidarlas–. Me refregué un poco los ojos y me fijé bien, tenía una disculpa medio escrita y un número de teléfono móvil. Me quedé un poco desconcertada, sin saber qué pensar.
    ¿Cómo podía no haberme percatado de que me escribían en la mano? ¿Había sido el “chico durmiente”? ¿Con qué intenciones? ¿Era guapo? Ni siquiera recordaba bien su rostro y tampoco sabía de qué color tenía los ojos, porque cuando me senté él ya estaba allí pero no me fijé mucho, por no decir casi nada.
    Decidí mandarle un mensaje de texto, ya que me daba una terrible vergüenza el hablar con él sin conocerlo de antemano; el mensaje era corto y conciso: “¿Eres el chico durmiente? ¿Has dormido bien?”
    Esperé y esperé varios minutos impaciente. Al fin recibí una respuesta de ese mismo número: “Perdona, ¿eres la chica mona del tren? Espero no molestarte”.
    No sabía qué contestarle, la verdad que dudé sí seguir con ese juego o dejarlo ahí. ¿Y si era un loco? ¿Cómo se me ocurrió empezar con ese juego? ¿En qué cabeza cuerda cabría escribirle el número a una desconocida en la mano mientras duerme? ¿Hacía eso con todas las chicas que se dormían en el tren? Decidí contestar: “¿Sueles hacer esto con todas las chicas que se duermen en el tren?”
    Me quedé pensando unos minutos si había actuado bien mandándole ese mensaje, ya que, aunque fue él quien escribió en mi mano yo podría no haber accedido a mandar nada y ahí hubiese terminado todo, pero algo dentro de mí necesitaba saber más de él. Mis pensamientos fueron interrumpidos por la vibración de mi teléfono móvil. Otro mensaje: “Nunca he hecho esto, perdona de nuevo si te he molestado. No era mi intención. Simplemente me he despertado, he visto tu precioso rostro y no he podido evitar observarte mientras dormías.”
    Me ruboricé al leerlo. ¿Cómo se podía ser tan directo sin conocerme? La verdad, eso ya me descolocó del todo. ¿Qué tenía que hacer? Cada vez tenía menos lógica todo eso. ¿Qué debía responderle, si es que debía responderle?
    Decidí esperar unos minutos, no sabía si lo correcto era contestarle o dejar el jueguecito ahí. Una voz dentro de mí me insistía en contestarle y me repetía que lo correcto no era lo mejor. Pero no quería que esos mensajes de ese tipo pudieran llegarme a hacer daño. Estaba escribiendo el mensaje: “No sé de qué va todo esto pero…”, cuando recibí uno nuevo en mi bandeja de entrada: “Supongo que te habrás quedado pálida al leerlo, no pretendía esa reacción. No te despistes en el tren que te pasarás la parada.”
    No puede evitar el esbozo de una leve sonrisa. El chico consiguió hacerme gracia y eso me hizo cambiar la respuesta que estaba escribiéndole: “La verdad, no sé qué decir, me siento alagada pero me ruboriza pensar que alguien me observaba detenidamente mientras dormía… ¿Qué pretendes?”
    Creo que tampoco me salían muchas más palabras en ese momento. La respuesta fue instantánea: “No pretendo nada, solo quería que supieras que eres preciosa y que me ha encantado verte dormir. Una pena que me haya bajado ya. ¿Dónde tienes que bajar si puedo saberlo?”
    Eso me dejó aún más pálida de lo que ya estaba. ¿Y a él que más le daba donde me tenía que bajar yo? ¿Dónde se había bajado él? Cuantos más mensajes intercambiábamos, más quería saber de él. Tecleé un nuevo mensaje: “Realmente no sé a dónde nos llevará esto, pero tengo la necesidad de conocerte más, quiero saber de ti. Sobre todo de tus motivos de pintarme en la mano…”
    Otra vez una respuesta inmediata: “Me llamo Rubén, me he bajado en Sant Celoni, tengo 27 años, vivo aquí desde hace un par de años con mi hermano… ¿Y tú? Yo también quiero saber de ti, algo aparte de que cuando duermes eres un ángel.”
    No podía reprimir las medias sonrisas que me salían, a una siempre le gustan los halagos de esta manera. Aunque me seguían vagando algunas dudas de si continuar o no, contesté: “Haces que me ruborice en cada mensaje, ¿sueles causar ese efecto en la gente? Me llamo Sonia, soy de Barcelona, en el tren venía de Portbou de pasar unos días en familia. Tengo 22 años, un yogurín para ti imagino… La verdad que: ¡me sigue sorprendiendo todo esto!”
    Llegó el momento de bajarme y cogí las maletas del compartimento. Bajé a toda prisa justo un segundo antes de cerrarse las puertas. Cogí un taxi y llegué a casa más rápido de lo que me pensaba. Miré mi teléfono y nada. Esperé y esperé hasta que se hizo de noche y seguía sin ninguna respuesta. Cansada de esperar, me armé de valor y marqué en el teclado su número que, aún borroso, permanecía en mi mano. No tardó ni dos tonos en cogerlo y sus primeras palabras fueron: “¡Me pensaba que no me llamarías nunca! ¿Cómo has podido aguantar tantas horas? ¡Ay, chica dura…!”
    Así es como comenzó nuestra historia, fue en un tren.

  22. Al tiempo se abre la puerta que comunica los vagones y aparece el revisor. Va caminando pidiendo el billete a la gente hasta que llega donde están ellos; ella le entrega el billete y después el revisor despierta al chico, el cual se queda paralizado y se excusa: “No hay billete”. El revisor lo mira, le pide el carné de identidad y empieza a preparar la multa. Justo antes de entregarle el carné, el tren se para en una estación perdida en medio el bosque, el chico ni se lo piensa, se levanta y sale corriendo fuera del tren. “Qué suerte” piensa el chico, aunque no sabe ni dónde está.

  23. Día sábado. Él estaba cansado de trabajar; iba en el tren escuchando música cuando se encontró a una amiga del pasado que no veía desde hace tiempo. Entonces entablarón una conversación de negocios: el trabajaba en la importación y exportación de ropa y ella en una empresa que se dedicaba al diseño gráfico. Apareció la idea de crear una empresa. Ella quiso apostar el todo por el todo y fue cuando él dijo que mejor era reunir a todos los socios y discutir con la junta directiva, ya que no era una decisión que él solo pudiera tomar. Ella supuso que la empresa del chico no estaba para correr riesgos económicos, por lo que decidió aplazar la cita a 6 meses. Inmediatamente él hizo una llamada al director contable, quien le confirmó que estaban en un buen momento para firmar el acuerdo y asumir los riesgos. Llegaron a un buen acuerdo y desde entonces son amigos y compañeros de trabajo.

  24. Las 7.30 de la mañana; como todos los días entro en el vagón dispuesto a intentar dormitar los últimos minutos antes de llegar al trabajo. La pasada noche fue corta debido a una inesperada visita. Justo cuando intento acomodar mi cabeza en el cristal una voz rompe mi particular descanso. “¿Cuántas paradas quedan hasta plaza España? Es la primera vez que vengo a Barcelona…” Me giro y observo a una joven muy agradable, con finas facciones y ojos claros; la chica más hermosa que había visto nunca. De repente, mi cabeza se despegó del cristal y mi cuello tensó sus músculos poniendo firme mi cara, intentando plasmar mi mejor sonrisa del día.

  25. Transcurridos diez minutos a bordo del último tren que realiza el trayecto entre Gerona y Barcelona, se podían escuchar unas pequeñas vibraciones de las cuerdas de una guitarra que me impedían seguir con mi lectura de forma continua. Quince minutos más tarde ya se podía escuchar una melodía de esas vibraciones, y segundos después, las voces de tres chicos que canturreaban canciones que todos recordamos; me animé a tararearlas y dejar mi lectura sin apenas darme cuenta. A pesar de que a mí su espontaneidad me alegró el viaje, había pasajeros que se quejaron a regañadientes, porque más que una canción les parecía un ruido molesto. Yo creo que se trata de personas que viven en un mundo serio y oscuro, y que su amargura no les permite sentir el placer de escuchar música.

  26. Estaba hoy en el tren, cuando ha entrado un señor con un acordeón en la mano. El resto de pasajeros le ha dirigido miradas de desprecio. Era un hombre de unos sesenta años, con vestimenta sencilla, con unos ojos azules que transmitían paz y con una sonrisa de oreja a oreja que le hacía parecer el hombre más feliz del mundo. Cuando ha empezado a tocar el acordeón, me ha estremecido la dulzura de sus acordes; pero sin duda, lo mejor de todo era su sonrisa constante, su cara de ilusión frente aquellas caras largas que le miraban. Parecía como si nada le importase, como si estuviera solo, únicamente con su acordeón y con su sonrisa. Sin duda, hay personas para las que un viaje en tren es más que un simple trayecto.

  27. Hace unos días contemplé una bonita escena en el tren que normalmente tomo para llegar hasta Barcelona: madre e hijo mirándose con una dulce complicidad. Ella, esbelta y de agradable mirada; él, un bebé guapísimo risueño y dulce. Mientras, en el vagón atestado de gente que se dirigía, en su mayoría, a sus actividades laborales, reinaban la desgana y el malhumor. Algunos pasajeros tenían la mirada fija en sus móviles u otros aparatos de comunicación: mensajes, juegos, sonrisas y comentarios. Aún ahora recuerdo la entrañable imagen de la madre con su hijo.

  28. El chico, tras una larga noche de fiesta, se sube al tren camino de casa y se encuentra a una chica morena de larga melena, de ojos verdes y con un físico espectacular. Él se sienta frente a ella con ganas de conocerla, pero tras varios intentos infructuosos, se cansa y decide dormirse. Unos minutos después la mano del chico cae sobre la bonita pierna morena de la chica; ella se asusta y decide despertarlo. El chico se disculpa avergonzado. La chica se echa a reír ante la situación y entre ambos crean una bonita amistad que quién sabe si algún día acabe en algo más…

  29. Qué decir de los trenes, ese transporte que nos conduce a nuestro destino junto a pasajeros desconocidos. Trayectos cortos o largos, eso es lo de menos. Entras en uno de ellos, mirando a tu alrededor y de repente observas a una persona de esas que te quita el aliento, que produce una alteración en el corazón y hace que funcione el doble de rápido. Intentas ser valiente, te miras en la ventana y sin que no se dé cuenta la otra persona, te peinas, respiras y te sientas delante. Pasan los minutos, no sabes por qué, pero no puedes dejar de pensar que tienes que decirle algo, que no puedes desaprovechar esa oportunidad. Estáis solo vosotros dos en esos asientos de cuatro, uno enfrente del otro… Mientras la miras de reojo para que no se dé cuenta, te quedas pensando: qué me sucede, será un flechazo, una atracción, no se sabe pero algo debo hacer, tengo que decirle algo. Respiras hondo una y otra vez esperando que aparezca el valor, la palabra exacta para que pueda fijarse en ti. De repente, cuando estás a punto de decir la primera tontería que se te pasa por la cabeza, después de tanto pensar, te quedas parado cuando te mira, te sonríe y te dice una frase sin sentido pero con ese punto de chispa que te deja paralizado unos pocos segundos. Le dices tu nombre esperando su respuesta que no tarda en llegar, flota en el ambiente una atracción especial, lo notas, sigues conversando con ella sin saber hasta cuándo durará ese momento tan especial para ti. No quieres que se acabe, aun sabiendo que te queda poco tiempo dentro de ese tren. Tu parada es la siguiente y no sabes qué hacer, bajarte o seguir con esa conversación tan especial.

  30. Cogí el primer tren de la mañana. Después de toda la noche en las vías no pude evitar dormirme y caer encima de lo primero que tenía a mano. Había perdido a mis amigos durante la noche. Cuando creí que todo estaba tranquilo, apareció la policía. Llevábamos esperando el momento del cierre de la estación durante horas, escondidos entre las ruedas de un tren de cercanías, impacientes. Cuando me quise dar cuenta, corría solo por las vías delante de la policía, mientras me gritaban: -Alto! Alto!- y yo me acordaba de todos aquellos momentos en los que me encontraba solo, lejos de casa y siempre por la misma causa: mi pasión por los trenes. Era un vicio, peor que la droga, no sé por qué lo continuaba haciendo; la ansiedad que sentía al estar solo lejos de casa y con nada más que lo puesto me hacía prometer que no lo haría más, pero bastaban horas para estar planeando la siguiente ocasión. La gente no entendía por qué, y yo tampoco sabía explicárselo. Mas allá del tren, veía su historia: el destino, sus pasajeros apresurados, las estaciones, los tipos de trenes… El olor que sentía cada vez que entraba a esa estación por “la puerta de atrás”, a escondidas, era inconfundible: un olor a máquina muy característico, capaz de reconocerse hasta con los ojos vendados. Pocos lo entendían cuando les explicaba mi obsesión, me decían: -Si solo es un tren…; cansado de oír esas palabras, asentía con mi cabeza sin más.

  31. El incesante traqueteo aminoró su cadencia hasta que el tren se paró. Alguna incidencia. Afuera, dos grandes depósitos y una enmarañada red de tubos metálicos bordeaban una colosal y humeante chimenea industrial. Un olor pestilente invadió el compartimento, por lo que el viejo apartó su periódico y, tras mirar por la ventana, buscó la complicidad de los otros dos ocupantes: una mujer rellenita y un niño, que había interrumpido el encarnizado enfrentamiento entre un cochecito de bomberos y una mofeta de plástico, ahora victoriosa, para dedicarle su mejor mueca.

  32. ¡No se conocen de nada! Él se ha dormido y su mano a ido a parar a la pierna de ella; la pobre chica es tan tímida que ni se atreve a moverse. Poco antes se había fijado en él pero ahora prefería no haberlo visto siquiera. Ella trabaja en una fábrica y no sabe cómo hará para bajarse si solo le faltan dos paradas y él sigue ahí con la mano sobre su pierna. Él se ha subido al tren temprano, viene desde Vic. Pronto llegará a Barcelona, no está acostumbrado a madrugar tanto, pero su hermana a la que no ve desde hace dos años, llega hoy a Barcelona y ha ido a buscarla a la estación. Quién sabe, quizá se despierte a tiempo de ver a la hermosa joven que tiene delante, quizá se presenten, se den sus telefonos y quién sabe, tal vez, se enamoren.

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