Casualidades

[Imagen: photowallpaper.com]

De pura casualidad me encontré con Adela en la puerta de una iglesia ortodoxa, en El Cairo: hacía casi veinte años de nuestra última vez juntos, en la facultad. Vi que estaba igual que siempre y ella me dijo a mí: “Estás igual”. Su marido y sus hijos buscaban una sombra cerca de la entrada. Nos besamos correctamente. Cómo contarle tantas cosas, cómo en dos palabras. Le dejé mi correo, emocionado, para seguir en contacto todos, su familia y la mía. Con los nervios, creo que le di mal mi dirección; a la vuelta de las vacaciones no tuve noticias suyas. Quizás se la di correctamente y ella la apuntó mal: esa ridícula precisión de los correos… No sé nada de ella, y creo que ya nunca más sabré. Tuve en mis manos la oportunidad –una entre un millón- y la perdí. Para siempre. Además, fui tonto: no pensé en hacernos una foto allí mismo, para festejar el reencuentro.

Una casualidad que hayas vivido o hayas estado a punto de vivir. Un hecho curioso que el azar te puso en bandeja. Extensión libre.

24 thoughts on “Casualidades”

  1. Hace unos años viví un episodio que nunca imaginé que me podía pasar; hoy día, en mi edad adulta y con la vida hecha, sigo sorprendida por lo que me tocó vivir. Era una tarde gris, yo tenía 22 años y estaba haciendo la carrera de Administración de Empresas, tenía un trabajo grupal en la universidad y quedé con Sonia en su casa para ponernos a trabajar.Toco el timbre de la casa y sale Jorge… ¡madre mía, es Jorge! En ese momento no pude ni siquiera gesticular y solo después de unos segundos… ¿Tú?… ¿Aquí? ¿Pero qué demonios haces tú aquí?, cabizbajo me respondió: “Soy el marido de Noelia” (Noelia es la hermana de Sonia). Anonadada, me dije a mí misma que este tipo de casualidades se presentan en la vida de una persona por algún motivo, y el mío estaba claro: alertarme de que me estaba haciendo mayor, de que el mundo no es para los débiles emocionales y de que no es posible bajar la guardia en ningún momento. Así que tuve que sentarme frente a él y su esposa simulando no conocerlo y Jorge parecía ser un actor perfecto. Yo estaba muy sorprendida, hacía apenas unos meses que me había contado una historia muy dolorosa de su separación de su esposa, de Noelia, precisamente. Entonces trabajaba de comercial para una marca de cerveza y un día de verano cuando estaba visitando a mis clientes, un chico muy apuesto me agarró el antebrazo y muy sonriente y amable hizo que yo entrara en confianza así que empezamos a hablar y después de varios días coincidiendo en las tiendas, – él también era comercial-, nos hicimos amigos. Me habló de su vida: estaba separado y mantenía a sus dos hijos con ayuda de su madre; estaba sufriendo cuando sus hijos preguntaban por aquella Noelia que lo abandonó por su mejor amigo; a mí, que en los años noventa era casi una niña de apenas veinte años y que fácilmente empatizaba con las personas. Después de unos meses, como un amigo más de la familia, Jorge entraba en casa, compartíamos muchas tardes y los sentimientos se fueron alineando del lado del amor. Yo tenía claro que aún no quería ningún compromiso, por lo que di un paso atrás y planteé que una relación de pareja en ese momento no podía ser, ya que tenía mis proyectos y uno de ellos era centrarme en los estudios. Sin ningún reproche, Jorge desapareció….y no lo volvía a ver hasta aquel momento.

  2. Yo no creo en las casualidades, creo que todo está escrito o previsto. Nos hacen creer que es casualidad, pero en verdad todo está hecho, para que nos pasen cosas o nos encontremos con personas.
    Una vez me desperté pensando en una amiga del colegio, de cuando era pequeña, y a quien no veía hacía al menos cinco años, y en cuanto salí a la calle choqué contra ella.
    Yo alucine y ella dijo: “¡Qué casualidad encontrarnos!”
    Y esa casualidad, hizo que quedáramos para el fin de semana, y por casualidad mientras tomábamos una coca cola, nos encontramos a un amigo suyo que era guapísimo.
    Empezamos a hablar, entonces hace seis meses, es mi novio.
    Por eso la casualidad no existe, está todo dicho y es lo que va formando el destino.

  3. Casualidad, extraña palabra. Siempre nos referimos a ella como a algo fortuito que nos sucede en un momento dado. Pero, ¿realmente es así?
    Cuando vuelvo atrás, sobre mis pasos, intento acordarme de aquellos instantes en que exclamé, ¡qué casualidad! Y poco a poco voy reconstruyendo mi historia.
    Casualidad, cuando nos cruzamos por primera vez y descubrimos que teníamos una amiga en común. Cuando coincidimos en el mismo bar en el que, casualmente, yo había quedado con esa amiga y que, casualmente, desapareció en el momento que viniste a saludarme. Esa misma casualidad hizo que encontraras un trabajo al lado de mi casa y nos viésemos todos los días.
    Casualidad, creo que es el destino disfrazado, que nos engaña para hacer que la vida nos sorprenda y de esta forma nos parezca más misteriosa.
    Pero yo sé, que no fue casualidad que tú y yo nos encontrásemos. Sé que en el libro de nuestra vida ya estaba escrito que un día – casualmente – nos encontraríamos y nos enamoraríamos, también sé que aunque este destino juguetón haya separado nuestras vidas no habrá, ni por casualidad, fuerza que separe nuestros corazones.
    Casualidad, extraña palabra que el destino se ha inventado para esconderse y hacer que nuestra vida se rodee de misterio y sorpresa. De sueños y esperanzas, porque quien sabe si por casualidad…

  4. Hace mucho tiempo, cuando estaba en mi país, vivía muy contenta. Iba a la escuela, tenía muy buenas amigas; cada día nos encontrábamos allí, íbamos juntas a la academia y jugábamos juntas. Pero un día mi madre me explicó que nos marchábamos a España. Yo me puse muy triste al dejar a mis amigas y pensaba que no encontraría a nadie como mis amigas de antes y pensé que dejaba atrás algo muy importante. Pero después de llegar aquí, cuando fui a la escuela, encontré una amiga que es muy buena y yo estoy muy contenta con ella. Pienso que ella ha llenado el lugar que dejaron mis amigas de mi país…La vida está llena de alegrías y casualidades. A veces, las casualidades son buenas y a veces, malas; pero para mí, hasta ahora, han sido buenas.

  5. Por fin me decidí a viajar. Laura, mi buena amiga que vive en Berlín, me regaló un billete de avión para que fuera a visitarla, después de estar ella viviendo en esa magnifica ciudad desde hace un año y medio. Es curiosa la cantidad de gente que se mueve de unas ciudades a otras, no te das cuenta hasta que uno mismo decide formar parte de ese gran movimiento. El aeropuerto era un hervidero, allí estaba desde el ejecutivo que se marchaba de viaje de negocios, la clásica familia que tenía vacaciones y la típica clase de viaje de fin de curso e incluso algún espía infiltrado. Para mi sorpresa, cuando casualmente me giro hacia atrás en la cola de embarque, me encuentro a un amigo de quien sabía que iba esos días a visitar a su familia allí. Pero no sabía que íbamos en el mismo vuelo, así que nos sentamos juntos y disfrutamos de un agradable trayecto a Berlin. Casualidad o destino…

  6. Un martes cualquiera, me encontraba trabajando, pero estaba inquieta: tenía un nudo en el estómago y bastantes nervios. ¿Quizás por el sueño que había tenido esa noche? No dejaba de darle vueltas a la cabeza, pensaba en él, en ese extraño sueño… ¿Por que después de tanto tiempo vuelve a aparecer en mis sueños? No le encuentro explicación. Necesitaba salir del trabajo, despejarme un poco, fumarme un cigarrillo, tomar un café…¡Lo que sea con tal de sacármelo de la cabeza! Salí del trabajo en dirección a la cafetería, con mi cigarro en boca y la cabeza agachada. De repente, un escalofrío me recorre el cuerpo, y la presencia de alguien que noto detrás de mí.
    -¡Pero bueno, cuánto tiempo!
    Y allí estaba él, una persona que fue muy importante en mi vida, pero que se esfumó de ella sin yo saber el porqué. El mismo con el que había soñado aquella noche… Mi indiferencia fue tan grande cuando vi quien era… Esta persona me hizo tanto daño que levanté la cabeza, le hize un mal gesto y continué mi camino. No creo en las casualidades, pero sí en los presentimientos, y de ahí provenía mi malestar.

  7. Dentro de dos meses hará un año de un encuentro muy especial y el más inesperado: me encontré con el primer amor de mi vida. Salía de clase de inglés con un amigo que vive justo delante de mi casa y al girar la calle tropecé con un chico alto al que no logré ver su cara por el choque y porque caminaba distraída hablando con mi vecino. Cuando miré hacia arriba para pedirle disculpas, no me lo podía creer… ¡¡era él!! Hacía mucho tiempo que no sabía nada, perdimos el contacto al cambiar de teléfonos y de unas cuantas mudanzas….En seguida me pidió mi número, y esa misma tarde estábamos tomando un café y poniéndonos al día de todo. No sé si llamarlo destino o coincidencia pero ahora estoy con él, ¡y no podría ser más feliz!

  8. ¿Qué es casualidad? ¿Puede serlo que en estos comentarios del blog de castellano haya más mujeres que hombres escribiendo? ¿Puede ser que vayas a un lugar al que nunca habías ido y allí aparezca la persona de tu vida? ¿Lo es que estés de viaje en un lugar lejano y allí veas a un vecino de tu barrio? Como podéis apreciar cada casualidad me genera dudas, acerca de si son simplemente eso o hay una intervención extraña que quiere que se produzcan…¡Pensadlo!

  9. Todos hemos vivido la mejor etapa de nuestra vida: cuando éramos niños y no teníamos nungún tipo de preocupación. Yo recuerdo esa época como la más dulce e inocente. En aquellos años de niñez yo tenía una amiga muy graciosa y simpática, pero por causa del destino yo tuve que cambiarme de colegio y dejé a mi amiga de la infancia allí. Hace cosa de un año, mientras paseaba con unos amigos, nos encontramos después de tanto tiempo y lo mejor de todo es que las dos nos reconocimos. Gracias a ese golpe de suerte o casualidad, ella y yo hemos vuelto a mantener el contacto.

  10. Aquel verano decidí pasarlo trabajando en Ibiza; hacía tiempo que necesitaba huír de la ciudad y mi cuerpo me pedía romper con la rutina, aventurarme en un nuevo mundo lleno de sensaciones. Fue entonces cuando decidí dejarlo todo, agarrar una mochila, comprarme un billete de barco y subirme a mi motocicleta pensando que algo nuevo e inesperado seguro que me estaba esperando. Llegué a esa encantadora isla y en seguida encontré mi lugar en ella, conocí mucha gente y para mi suerte, encontré trabajo en un bar de copas bastante conocido. Una noche cualquiera, un joven atractivo se me acercó, amablemente me pidió una cerveza y me observó durante todo el tiempo en el que se quedó sentando. Sin darme cuenta de cuándo lo hizo, me dejó en la mesa su número de teléfono. Pensé que era un mal educado y no le di más importancia. Pasó el verano, volví a la rutina, a mi ciudad y a mi vida. Una tarde cualquiera, ojeando una revista de esas que compra mi madre y que tan poco me gustan me encontré con una gran sorpresa…¿No era aquel, el de la foto, el mismo que me había estado observando durante tiempo y me había dejado su teléfono?

  11. ¡Cómo pasa el tiempo y sin darnos cuenta! Aquella amiga de la infancia dejó de serlo cuando nos cambiamos de colegio (siempre juntas y tan parecidas en todos los aspectos). Con el paso de los años tienes muchos recuerdos de la infancia y en mi caso, en muchos de esos recuerdos, estaba ella. Un día llevando a mi sobrino al colegio…¡no me lo podía creer!, estaba allí. Casualmente ella ahora lleva a su hijo al mismo colegio y aunque tardó unos segundos en recordarme, enseguida nos dimos dos besos y nos pusimos a charlar. Actualmente no tenemos la misma relación que teníamos hace unos cuantos años, algo normal después de haber pasado tanto tiempo, pero nos vemos de vez en cuando si coincidimos con los niños.

  12. El paso del tiempo, algo que parece ingenuo y sorprendente, hace que a veces encontremos cosas, personas o momentos que querríamos volver a vivir. Algo así me ocurrió a mí. Era una mañana de invierno; me encontraba en la consulta del médico, esperando su ansiosa salida y que pronunciara mi nombre. Mientras esperaba, se sentó un chico delante de mí. Al principio no me fijé, no lo creí importante. Pero no lo pude evitar: lo volví a mirar y entonces lo vi. Él era mi amigo, un amigo de la infancia. Ninguno de los dos tuvo el valor de pronunciar el nombre del otro para esperar una respuesta. Durante aquellos momentos de miradas y complicidad, el médico me llamó. No puede decirle nada o tal vez no quise.

  13. Este verano decidí irme con mi pareja de vacaciones a la isla de Fuerteventura. Llevábamos un par de dias allí disfrutando de esos magnificos paisajes, aguas cristalinas y sobre todo, de esa tranquilidad que caracteriza una isla como aquella y de la certeza de saber que puedes hacer lo que te venga en gana. “Lógicamente no vas a encontrarte a nadie conocido… ¡estás de vacaciones fuera de tu ciudad!” Pues sabéis de aquella típica frase de…. basta que te vayas de vacaciones para encontrarte a alguien…¿Casualidad? ¡Me encontré a un amigo! Lo más sorprendente fue que estábamos en el mismo hotel y durante los mismos días. El mundo está lleno de coincidencias y casualidades.

  14. Hará cuestión de un par de años me pasó algo muy curioso y difícil de explicar. Compartía piso con otra chica. Era sábado por la noche, y unas amigas y yo quedamos para salir un rato por la noche. Al salir del local, cuál fue mi sorpresa cuando al dirigirnos hacia otro, de pronto me dio por mirar debajo de un coche, sin explicación alguna, y mi sorpresa fue que encontré las llaves de mi casa. Nosotras nos quedamos anonadadas, sobre todo por el hecho de que ninguna de las dos pasamos esa noche por allí. Fue muy raro e inexplicable, aunque al cabo de unos días descubrimos el motivo de por qué aparecieron nuestras llaves bajo el coche. A lo que todavía no le encontramos explicación es por qué, sin venir a cuento, me dio por mirar debajo de ese coche, porque no es algo que acostumbre a hacer.

  15. Volví a Uruguay después de cuatro años; paseando por una calle cerca de mi antiguo colegio me encontré con una chica que iba a mi clase. Al principio no la reconocí, porque ambas habíamos cambiado, pero ella si que se acordaba de mí a la perfección. Me saludó y me dijo que no se podía creer que nos volviéramos a ver después de tanto tiempo: en su momento tuvimos una relación muy estrecha, pero al yo marchar tan joven perdimos el contacto. A mí me asombró que ella estuviera tan alegre por verme, ya que hacía más de siete años que no nos veíamos. Yo apenas me acordaba de ella. Estuvimos hablando durante más de media hora, contándonos brevemente nuestra vida esquematizada e intercambiamos los correos electrónicos. Nunca más supe de ella. Sí que me alegró que después de tantos años se acordara de mí, pero es que ya no somos esas personas que recordamos. Después de la adolescencia cambiamos mucho y por eso, me costó reaccionar a la eufórica emoción que sintió al verme.

  16. Hace muchos años, cuando vivía en Ecuador, tenía un compañero en la escuela cuyos padres vivían en España. Él siempre nos decía que un día también se marcharía para España finalmente llegó ese día. Se marchó después de varios años de ser mi compañero y amigo desde el parvulario. La cosa es que perdimos el contacto y después de un par de años, yo viajé a Barcelona. Estaba un día con mis amigos en el McDonalds, y vi a un chico que conocía pero no me acordaba de qué ni de dónde. Hasta que lo vi bien y claro: después de varios años los dos habíamos cambiado. Y fue una casualidad volver a encontrarnos y encima aquí en Barcelona, mantuvimos el contacto pero otra vez lo volvimos a perder.

  17. Es un sábado agotador, de esos que parece que nunca terminan cuando estás trabajando, pero por fin ya son las ocho y media. Entonces cojo el metro, voy en dirección hacia mi casa y en eso que hago un trasbordo en la parada del Paralelo y mientras estoy esperando a que llegue el metro, pasados cinco minutos llega y cuando entro logro sentarme. Alguien se sienta a mi lado y en eso que me giro para ver quién era y resulta ser Carla, una compañera del instituto. Hacía como 9 o 10 años que no nos veíamos y ella estaba embarazada y tenía otra nena de dos años. Me comenta que se alistó para ser militar; lo que pasa es que estaba de baja por el embarazo, y estuvimos comentándonos cosas y recordando vieos tiempos. Todo eso pasó en par de minutos. El caso es que llegó la parada en que ella tenía que bajar y ni nos pedimos ni el teléfono, ni el correo ni nada y como ya no nos daba tiempo porque las puertas del metro se cerraron y no había nada que hacer, la verdad es que me dio mucha pena, porque Carla siempre me ayudó bastante cuando llegué aquí. Yo no entendía las clases porque las daban en catalán y ella siempre me explicaba y me traducía lo que decían los profesores, pero bueno, no pierdo las esperanzas de volverla a encontrar algún día, en la calle ,en el metro…

  18. Éramos jovencitos, pero con una intensa emoción de enamorados que nos invadía por dentro. Sí, nos gustábamos, por qué no decirlo, y aunque pensábamos que ya no nos volveríamos a reencontrar después de esa inmadura timidez de la niñez, ahí estábamos en ese viaje de final de curso en el que coincidimos y llegamos a mirarnos, sorprendidos, fruto de ese reencuentro accidental.
    Aún así, el apocamiento volvió a invadirnos de nuevo y no pudimos mediar palabra. La historia quedará para siempre plasmada en nuestra memoria, lo sé… pudo pasar y no llegó a ocurrir. El recuerdo de nuestro bonito pasado e inexperta infancia permanecerá siempre entre nosotros.

  19. Lunes: Nico y yo debemos realizar un trayecto en coche que nos llevará unas tres horas. Para amenizar el viaje ha decidido preparar una recopilación con sus “nuevos descubrimientos musicales”, como él los llama, “dos canciones más y me pego un tiro”, que los llamo yo. Para mi sorpresa hay una que no está nada mal… Pero nada mal. “I love your smile” de Charlie Winston, me aclara orgulloso.
    Martes: La profesora de mi hijo me invita a ser la madre acompañante en la excursión que harán al “Mercat de les Flors”. Sabe que tengo un “sí” fácil y se aprovecha de la situación.
    Jueves: “Mischief”, así se llama el espectáculo de danza que vamos a ver. Muy bueno, la verdad; familiar que no infantil. Por la noche busco un extracto en “Youtube” para enseñárselo a Nico. “Es Charlie Winston”, señala convencido al pianista. Será verdad… Curioso, nunca había oído hablar de él antes de esta semana.
    Sábado, al fin: He decidido llevar a Gala –mi hija- a ver la última función de “Mischief” que se hará en Barcelona. Me pongo a primera hora con las entradas pues quiero las mejores plazas. No hay forma humana de conseguirlas; un problema con el servidor, con la tarjeta; quién sabe, la historia de siempre, yo y las nuevas tecnologías. Tras muchos intentos me decanto por el teléfono. Tampoco. Solo puede hacerse por internet, modernos que somos. A falta de una hora y media para que empiece la sesión, decido hacer un último intento. Le da por funcionar -a lo que sea que no lo hiciera- cuando nuestra mejor opción son las dos tristes butacas de la esquina en la penúltima fila… Menos es nada. ¡A correr!
    Hombre, algo se ve, allá en el horizonte. Parece que hay un par de espectadores más detrás de nosotras… ¿Qué tipo de sujeto vive hoy sin internet o, lo que es más grave, lo usa peor que yo? Intento mirar de reojo, con todo mi disimulo. Pero todo mi disimulo es tan poco que uno de los dos chicos me sonríe enseguida. Me resulta familiar. Nos dedicamos otras varias sonrisas durante la función, y solo al final se me pasa por la cabeza que puede que se trate de Charlie Winston – aunque muy poco debe gustarle su propio espectáculo para elegir sentarse ahí-. Me quedo con la duda, y es que nunca me atrevería a preguntarle. Aplausos, luces, chaquetas y, dispuesta ya a salir, oigo tras de mí: “Did you enjoy that?” Y como me quedo lela -me pasa a menudo- no tengo mejor respuesta que otra pregunta: “Parles-tu français? “ Por supuesto, cómo iba a ser que no.
    Hasta aquí la extraña historia de cómo, contra toda lógica, conocí a Mr. Winston antes que a su música. Si más tarde su obra no me hubiera cautivado como lo hizo, si no hubiera sido mi telón de fondo en tantas ocasiones, digo más, si no me pasaran anécdotas como esta con frecuencia, no me hubiera permitido discrepar con mi desconocido compañero Alexandre. Prefiero decir, más que en causas misteriosas, que creo en la química, y, mientras no se demuestre lo contrario, viviré ilusionada en su existencia.

    1. Es una anécdota interesante y es natural que sorprenda a cualquiera, a excepción de un estadístico, pues sabe perfectamente que el hecho de que Rebeca viviera estas dos casualidades, entre millones y millones que podrían haberse dado en la multitud de hechos cotidianos y no fue así, es un hecho lógico y natural; de la misma manera que es un hecho lógico y natural que, por ejemplo, un hombre acierte los seis números de la Bono Loto, con una probabilidad de 1/14000000, el mismo día en que conoce a la mujer que será su esposa. Celebro y valoro una discrepancia, pues conocer nuevos argumentos en contra de algo en que uno cree, es siempre positivo; pero en este caso no es lo que yo creo, sino una conclusión alcanzada tras años de investigación por una serie de célebres matemáticos. Mientras no se demuestre lo contrario, al menos en este tema, prefiero seguir creyendo en esta conclusión frente a “la química”, que por otra parte tiene mucho de misteriosa.

  20. Apareció de repente, una melodía sin identificar surgió en mi mente. Sin duda era un recuerdo, y me llevó toda la mañana determinar que procedía de una preciosa y muy poco conocida canción de James Taylor de principios de los setenta. Es de estas canciones prácticamente desconocidas de las que uno se encariña pero acaba evaporándose de la azotea, cosa que había sucedido hacía ya muchos años. Este mismo día me disponía a cruzar un paso de cebra cuando un coche se detuvo ante mí… ¿podría alguien adivinar qué canción escuchaba el conductor? Claro que esto sucedió en un tiempo en el que las casualidades me sorprendían mucho, algo que no me ocurre desde que tuve conciencia de que este tipo de coincidencias nada tiene de sorprendente, y es que ¿se ha parado a pensar, el lector de estas líneas, en los millones de casualidades que podrían ocurrir en un solo día y no ocurren? Pues es natural que cada tanto tiempo ocurra alguna; de hecho, según la lógica de probabilidades, lo sorprendente sería que no ocurrieran. Pero claro, los seres humanos siempre caemos en las trampas de nuestro propio desconocimiento. Siento haber desilusionado a aquellos que atribuyen causas misteriosas a estos episodios.

  21. De pequeña, mi padre siempre nos llevaba a mi hermana y a mí a un parque precioso cerca de la playa; a media tarde podías oír perfectamente el mar y percibir ese olor que desprende. En ese parque conocí a una niña morena y bajita; ella era bastante tímida y la verdad, no era muy habladora. Siempre se escondía detrás de su padre cuando nos veíamos, como si tuviera miedo de algo. Todas las tardes de verano coincidíamos en el parque y nos tirábamos horas y horas jugando. Después de años dejamos de vernos, por el mero hecho de crecer; al dejar de hacer lo que hacíamos antes- pasarnos todas las tardes en el parque jugando-, eso hizo que nos distanciáramos. Pero siempre tenía en mi memoria a aquella niña morena pequeña. Pero hará unos años el destino quiso que nos encontráramos de nuevo en el instituto y desde entonces hasta ahora, puedo decir que esa niña callada y tímida hoy en día es mi mejor amiga.

  22. ¡Otra vez! Cuántas veces mi padre nos había explicado la misma historia de su juventud: docenas y docenas de ocasiones. Nos decía que tenía una fotografía donde aparece él durante el servicio militar vestido con su uniforme, apoyado en un muro, delante de una verja verde atravesada por un arco de piedra de color blanco, en una de las entradas de la hípica militar de Melilla. Años más tarde, a mí me tocó realizar el servicio militar allí y también mediante un sorteo (mejor dicho, dos). Después de recorrer media España en tren ( Barcelona-Ferrol ) y en barco (Ferrol – Melilla), otra generación de mi familia se encontró de golpe con aquella estampa, que tantas veces había ojeado en el álbum familiar. Todo estaba más que cambiado: la zona abandonada, las instalaciones en desuso, el arco blanco semiderruido, la verja oxidada…Yo tenía la sensación de que todo aquello formaba parte de mi vida. Sé que estar o no estar en el lugar preciso, exacto, dependió solo de mí, pero el resto lo puso el azar ,el destino, la suerte… Hoy día, también mi hijo empieza a decir…”¡Otra vez!”

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