Coleccionistas

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Yo soy coleccionista porque mi amiga Carme, cuando se jubiló, me dejó como recuerdo dos cosas: un estuche tejido con mimo, de colores granate y verde que se cerraba con una cremallera, cosida a mano, de color rojo oscuro y una pequeña colección de lápices -unos ocho o nueve- que había ido atesorando en sus viajes o sus pequeñas escapadas: uno del monasterio de Oñate, otro de Irán, otro plateado del guguen de Bilbao… Elisa me dice que eso de coleccionar cosas esconde algún tipo de trastorno o insatisfacción y repite que en la vida es mejor no acumular nada y menos tonterías de ese tipo. Pero yo, ajeno a todo, me acerco a menudo a mis lápices –ya son muchísimos y huérfanos de Carme- y hago oídos sordos a Elisa; los miro embobado en sus cajas vitrina y me pregunto por qué a unos les ha sacado punta y a otros no…

Texto libre. Título: Coleccionistas. Extensión libre.

 

16 thoughts on “Coleccionistas”

  1. Creo que he sido coleccionista desde el mismo dia nací. Aquel dia en el cual vi la luz por primera
    vez en este mundo. Ese dia en que mis padres decidieron concebir a su segundo hijo. En la memoria , que es mi ordenador, y cuando el disco duro no falla, guardo los momentos más importantes de mi vida. Esas vivencias junto a mi familia. Los verdaderos amigos que siempre están cuando estoy mal, pero de los también disfruto con su felicidad y ellos con la mia.
    Si el disco duro de mi memoria falla, observando las fotos , aparecen en mi mente los momentos
    de felicidad. En esas fotos están también vivencias de mi infancia que no recuerdo, pero que mis
    padres me explicaron. Cuando no quiero que los malos recuerdos afloren en mi memoria, los depósito en la papelera de reciclaje . Aunque a veces no puedo evitar que regresen a mi memoria,
    Son parte de mi vida. Voy a seguir siendo coleccionista de momentos de felicidad y amor, mientras el latifundio de mi corazón me lo permita.

  2. Soy coleccionista de gangas. Cualquier cosa que sea más barato que una oferta me lo agencio y lo expongo (o me lo pongo). Ebay, Amazon, mercadillos… Me paso horas ahí. Y cuando alguien viene a casa le hago un pequeño tour de mis nuevas adquisiciones: “Mira este aplificador Yamaha, lo pillé en internet por 100 euros, en tiendas vale 400. ¿Y los Levis que lleva mi novia? 15 euros en el mercado de Sant Adrià, ¿qué te parece?”

  3. Hubo un día, no se cuando ni porque, decidí coleccionar postales, esa mera cuestión de guardar imágenes plasmadas en cualquier superficie ya fuera un cartón, papel, lámina.
    La cosa era que el contenido de dicho objeto me llamara la atención por alguna cosa.
    Tengo postales de todos los sitios donde he estado, incluso le compré una postal a un hombre perdido en la una selva de Tailandia, ese hombre solo se dedicaba a diseñar postales y coger setas alucinógenas para hacer fiestas clandestinas, inimaginable.
    Tengo postales que lo dicen todo y no dicen nada, surrealista, con letras, impresionistas, no sé un sin fin de historias en un pequeño papel.
    El porque me gustan las postales es algo que todavía no lo he llegado a entender, pienso que también podría coleccionar piedrecillas y no lo hago, o tal vez sellos y tampoco.
    Cabe decir que dichas imágenes son una forma de poesía, alguien que expone su arte en un cachito de papel, me fascina, siempre ando buscando, la más estrambótica para incluirla en mi caja o para colgarla.
    A veces también introduzco en esa colección algunos recortes, pero deben ser de una categoría superior y pasar una evaluación previa, no cualquier cosa puede estar en mi colección, no,no,no.
    No se vayan a pensar que es una pequeña colección de postaluchas, es LA COLECCIÓN.

  4. Yo soy coleccionista desde hace mucho tiempo. Desde niño he coleccionado cosas: juguetes, cromos, discos, libros…mi padre me sirvió de ejemplo y yo le seguí. Siempre he coleccionado cosa; empecé con los juguetes, a los que tenía mucho cariño, y seguí con los cromos, los cómics, los discos y todas las cosas que tenían un valor significativo para mí (como las entradas de conciertos). Los comics para mí eran una puerta abierta a un mundo nuevo. Últimamente he coleccionado música, lo cual me ha llevado a un nivel de saturación importante ya que actualmente estoy cambiando de costumbres y ahora no los escucho; esto me produce una situación de frustación, que aunque leve, da que pensar sobre el hecho de si valió la pena acumular tanta información. En la actualidad lo llevo mejor, ya que mi psicóloga me ha impuesto como pauta escuchar cinco minutos de un disco cada día al azar de tal manera que me produce satisfacción porque me da la oportunidad de escuchar musica que ya no creía que iba a escuchar porque unos discos se suceden a otros y no hay tiempo para escucharlos todos.

  5. Desde los 15 años colecciono sellos postales, aunque en la actualidad mi colección la tengo un poco abandonada. Mi abuelo era aficionado a coleccionarlos y siempre que podía me sentaba con él y le ayudaba a clasificarlos. Es como si lo viera ahora: se pasaba horas arreglándolos y mimándolos… Mirarlo me encantaba, mi afición fue en aumento y empecé a tener mis propios sellos.

  6. Lo había intentando. Sellos, monedas, cajas de cerillas, chapas de cava y abanicos se amontonaban en cajas polvorientas, sin despertar el mínimo interés en él. Después de un tiempo, sin encontrar nada interesante que coleccionar, comenzó a fijarse en sus amigos y vio que ellos coleccionaban otras cosas: conquistas amorosas, mentiras, éxitos, dinero, viajes…Y pensó que él también podía encontrar algo digno de coleccionar en su vida, algo de lo que sentirse orgulloso. Y pensó… Y volvió a pensar. Y al final llegó a una conclusión: él solo podía coleccionar desengaños. Sí, de acuerdo, sonaba extraño, pero era de lo que más tenía en su vida: amigos que se quedaban en el camino de las fiestas y se perdían en el de los problemas; el ascenso que esperaba en el trabajo y no llegó; las dos -¿o eran tres?- relaciones, cuyas rupturas no fueron por culpa suya, sino porque le querían como a un amigo; la vida que siempre había soñado y que no llegaba… Sí, estaba seguro: con el empeño que tenían todos en desengañarle, era lo mejor que podía coleccionar.

  7. Yo estaba convencida de que a mí no me gustaba coleccionar. Pero, si abro mi armario veo una inmensa cantidad de ropa que se puede decir que colecciono; si abro mi zapatero sucede lo mismo: cantidades de zapatos de diferentes colores; también mis joyas y bisuterías son una gran colección; y si menciono mis libros, colocados en unas librerías que ocupan una habitación entera de mi humilde casa… Por lo tanto me doy cuenta de que soy una verdadera coleccionista.

  8. Acepté tus recuerdos por no ser descortés. Pero bien sabes que no me gusta acumular cosas. Cargar mochilas me resulta tedioso, y más si son ajenas. Aquellos momentos no los he vivido. ¿Qué puede significar un lápiz iraní en mi reducida colección de “souvenirs”? Un intruso mimetizado entre mis historias… Prefiero depositar lo que he vivido en un espacio tan amplio como la memoria. Allí no se acumula el polvo, ni debo tener cuidado de que algo se rompa o se pierda. Fíjate que puedo ser selectiva y no guardarlo, si eso fuera necesario. Hasta puedo traerlo al presente, revivirlo, y volver a expulsarlo…¡ con la misma facilidad con que lo traje! Un mecanismo habitual que no requiere ser diplomático ni bien educado. Aquí dejaré tus cosas. Procuraré conservarlas y mantener la cortesía con la cual las acepté…

  9. El que guarda, colecciona, tiene a lo largo del tiempo un pequeño tesoro que al mirarlo recuerda aquellos momentos vividos, disfrutados, amados en el tiempo; quizá la señora Carme, al regalar su tesoro más preciado a aquella persona a la cual ella de alguna manera estimaba, le dejó su alegría y parte de su persona; lápices desgastados, unos con punta y otros no, tal vez, quién sabe, aquellos lápices que quedaron con punta, fue de un bonito dibujo, un paisaje, o simplemente, fueron metas y sueños realizados y aquellos sin punta, fueron las propias decepciones, una podría imaginar tantas cosas….
    Yo guardo, colecciono fotos: todo lo mejor de mi vida me gusta recordarlo: aquel paisaje tan hermoso que observe en un día de lluvia montada en el tren, o una foto de nieve que me recuerda algo muy especial… en fin todos tenemos cosas que coleccionar.

  10. Nunca me lo había plantado pero, en realidad, soy coleccionista desde hace muchos años. Si por coleccionar entendemos guardar o almacenar cosas, las que posiblemente solo servirán para desempolvarlas de vez en cuando y admirarlas por un motivo u otro, desde luego, soy una gran coleccionista. En mi colección especial a la que voy a dar el nombre de ”Pequeños detalles de mi vida”, tengo un montón de cosas, de aquellas que cuando haces limpieza te niegas a tirar aunque parecen inútiles. Todavía conservo esa servilleta de papel donde me escribiste una nota pidiéndome una cita. La primera y la última rosa que me regalaste. El primer regalo que mi hiciste –un reloj que ya no funciona- al que acompañaba una nota diciendo, “quiero pasar el resto de mi vida contigo”. El último mensaje que me dejaste, en el que me decías: “Aunque ya no esté a tu lado seguiré pensando en ti, porque te quiero”. Conservo pequeños tesoros de mis hijas: las pulseras de identificación que les pusieron en el hospital el día que nacieron, la pinza del cordón umbilical, dibujos de cuando eran pequeñas, una postal de cumpleaños dibujada por ellas y con una dedicatoria, que me hizo llorar, en la que me decían :”mama no estés triste, nosotras te queremos”. La tarjeta del restaurante donde celebramos la primera comunión de las dos, pues la hicieron juntas y un sinfín de cosas, ya que me cuesta deshacerme de todo lo que tiene que ver con ellas.
    También conservo algunos objetos que cogí de casa de mi abuela, cuando murió. Cosas que a nadie pareció importarles, pues no tienen ningún valor económico. De pequeña, yo había escuchado la historia de lo mucho que le costó conseguirlos y que para mí sí tenían un significado especial y ahora tienen un sitio privilegiado en la vitrina de mi casa y en mi corazón. Conservo las tarjetas de cumpleaños que mis amigas me han regalado o una simple nota que algunas me han escrito en un momento delicado, para darme ánimos. Conservo cualquier regalo, aunque esté estropeado o no me guste demasiado, si sé que se ha hecho de corazón y no por compromiso. Y ahora he empezado una nueva parte de mi colección: son hojas llenas de garabatos que me hacen mis nietos, en los que ellos ponen todo su cariño y yo he de poner toda mi imaginación. Pero solo el hecho de saber que cuando lo hacen dicen:”es un regalito para la yaya Pepi”, eso vale más que cualquier otro regalo.
    Sí, soy una gran coleccionista y ahora que me he dado cuenta, pondré más mimo en continuar mi colección porque, al fin y al cabo, cuando la revise será como volver a vivir situaciones que en su momento fueron importantes y que han dejado huella en mi vida.

  11. No hay espacio en la estantería,
    demasiadas cosas empezadas
    a cuestas muchos años,
    mucha mierda.

    No hay espacio para el sol
    cortinas ahumadas que cierran ventanas
    cajas, cajitas y cajones
    demasiada mierda.

    No hay espacio en el piso
    oscura luz que oscurece el rincón
    polvo,
    montones de cosas deshilvanadas.

    No hay espacio si no abro
    al viento las cuatro puertas
    y dejo de coleccionar estupideces.

  12. Tengo un cajón lleno de recuerdos en el cual no habita el olvido, donde el tiempo ha pasado dejando mella en mi persona, donde tiene cabida única y exclusivamente el positivismo, apartando el pesimismo, desterrando amargos tiempos ya expirados.
    Desde postales, pines, encendedores, declaraciones de amor, entradas de concierto… hasta fotografías de cuando aún mi cabello no me había abandonado, solo jugado una mala pasada.
    Recuerdos que sigo recopilando a día de hoy, que sin ser un gran “tesoro” son los recuerdos que más me han marcado a lo largo de muchos años. Comenzando desde mi adolescencia cuando aún era un mocoso en desarrollo, poseído por una pasotismo frenético que sacaba de quicio al más tranquilo, y siguiendo a día de hoy a la edad de 25 años con un cerebro en plena expansión y unas ansias de saber que logran desvelarme hasta altas horas de la madrugada.
    Más de uno se preguntará: ¿Para qué diantres guardas tanta cosas? No señores, no sufro ningún trastorno del comportamiento; lo que sucede es simple, y es que sin ser melancólico, disfruto viendo antiguas caras, recordando antiguos viajes y mostrando mi ñoña colección a quien sepa apreciar algo guardado con mucho cariño. Absténganse mentes vacías y demás especímenes sin clasificar.
    En definitiva, me considero un coleccionista de recuerdos, que sin vivir anclado a un pasado y revive con ellos grandes momentos.

  13. Abro el cajón que siempre quise ojear, él más privado, él de sus cosas. Viejas fotos en una caja metálica, sus padres, mis abuelos en la Barceloneta. Recortes de prensa, revistas antiguas, algunas de movimiento sindical, su empresa, la Maquinista Terrestre y Marítima, sus compañeros de trabajo. Y su olor, que impregna todo. Siento nostalgia, ternura, le echo tanto de menos. Mis manos encuentran un cuaderno de grueso papel, con tapas de tela de otro tiempo. Saco la goma gruesa de color granate que lo mantiene cerrado. Con extremada delicadeza lo abro y veo en su primera página una tarjeta. La leo reconociendo la tarjeta de mi bautizo, la niña G.L. les ofrece su primera sonrisa. Percibo como el cuaderno tiembla en mis manos. Paso otra hoja y se descubre ante mí la historia de mi propia vida. Unos labios mostrando en una carcajada dos dientes de leche. De píe de la mano de mi hermana, riendo las dos. Tras soplar las velas de un cumpleaños, en una bella risotada. Cada vez que volteo una página el bebé, la niña, la adolescente, la joven mujer y la mujer madura, me devuelven sonrisas que un día mi padre supo coleccionar.

  14. Colecciono imanes de ciudades, para no olvidar esos momentos, esas sensaciones y anécdotas que tuve en mis viajes pero que tan pronto se evaporan de mi mente.
    Colecciono imanes de ciudades y los pongo en la nevera, así cada día de reojo revivo con alguno de ellos, aquello que fue un día y quizá vuelva otro día.
    Colecciono imanes de ciudades; mis hijos juegan con ellos sin saber que lo que están haciendo es jugar con mis recuerdos.
    Colecciono imanes de ciudades y con ello obligo a mis amigos a ser coleccionistas, ya que los traigo como recuerdo a todas las personas que me importan; así que si un día llegas a una casa y ves una nevera llena de imanes de ciudades, quizá estés en casa de un buen amigo mío.

  15. Guardo en una caja pequeña hecha de cartón duro y de color granate una intima colección de recuerdos, sentimientos que se transforman en objetos: fotos, mecheros, pendientes, un collar, entradas de cine… Esta colección no tiene fecha inicial marcada ni en mi memoria, ni en mis objetos; aproximadamente empezó cuando tenía 14 o 15 años. En el punto más intenso de mi adolescencia. Donde algunas veces sucede que un grano de arena se convierte en un castillo y los castillos pasan a ser granos de arena. No es una colección obsesiva, me explico: solo entran a formar parte de ella objetos importantes, que para mí tienen una destacada importancia entre los del resto. Colecciono recuerdos y sonrisas, da igual su procedencia, pero que destaquen es un requisito exigido. Me gusta abrir su tapa y tener a mi alcance un montón de fechas, experiencias y recuerdos, yo elijo cuál recordar: soy dueño de mis recuerdos.

  16. Colecciono tus sonrisas, tus miradas furtivas, tus caricias…
    Todos y cada uno de esos momentos que estuve a tu lado también
    los colecciono: si llovía o hacía sol, si nos acompañaba alguien
    más, si te apetecía andar o sentarte, si me mirabas o te perdías
    por el horizonte, si nuestras pieles se rozaban…
    todos los detalles están a buen recaudo.
    Los guardo en un lugar secreto de mi corazón de donde
    solo yo poseo la llave.

    De vez en cuando los saco a la luz de mi memoria
    y es entonces cuando en mi cara se refleja una felicidad inusual.
    Cual adicto con el objeto de su adicción así mimo y
    conservo mi colección. Y solo ansío el día de poder ampliarla.

    Quizá me llamen loca u obsesiva, pero…¿a quién le hago daño?
    La gente acumula riquezas, coches, casas, y se vuelve
    egoísta, desconfiada y tacaña. Llegando incluso
    a alejarse de sus seres queridos, envolviéndose
    en una tela de araña de soledad.

    A mí, en cambio, cuando te descubrí, me abriste las puertas
    de un mundo lleno de colores, de paz y de bondad.
    Me enseñaste a dar, a amar libremente sin esperar nada a cambio.
    Hiciste que deseara ser mejor persona y me superé.

    Por eso atesoro con devoción los más mínimos detalles
    de nuestros encuentros, porque ellos fueron los precursores
    de mi felicidad.

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