James, un joven fanático de los aviones de guerra, es separado de sus padres durante la segunda guerra mundial y acaba en un campo de concentración japonés. Allí unos prisioneros británicos se encargan de su cuidado e incluso de impartirle una cierta educación, en la que se incluye el aprendizaje del latín. Asistimos a una clase típica: la conjugación de algunas formas pasivas del verbo “amo”. James acierta con el “amabor” y el “amatus eris”, pero no con el “amabantur”.
Se acerca el final de la guerra, un momento de gran incertidumbre, sobre todo cuando aviones americanos bombardean el campo, y sólo el recuerdo del repaso rutinario de la gramática latina consigue calmar a James: empieza conjugando el verbo “amo” en las formas del perfecto passivo “amatus sum, amatus es, amatus est”. Se añaden las frases “par est disserendo” (hay que razonar) y “fugiendo vincimus” (huyendo vencemos). Y finalmente se calma…