No te laves las manos, Flanagan

No te laves las manos, FlanaganJohnny Flanagan es el alias de Juan Anguera, un muchacho de dieciséis años que vive en un barrio humilde de Barcelona, que ayuda de vez en cuando a sus padres en el bar del que son propietarios y que consigue algún dinero trabajando como detective privado. En esta aventura, Flanagan trabaja para una supuesta vidente que le pide que investigue sobre la vida de sus futuros clientes, con el fin de impresionarlos en la primera visita. Un modo infalible de averiguar datos sobre la gente es hurgar en las basuras. Mientras investiga a la señora Juana Romero, no puede evitar fijarse en otros vecinos que dejan sus basuras en el contenedor.
En el barrio de Flanagan, gitanos y payos conviven de forma relativamente pacífica hasta que un payo, Sebastián Herrera, aparece asesinado. Acusan y detienen a Reyes Heredia, un gitano al que Flanagan conoce y que sale con Carmen, la ex novia del detective. Esa detención da lugar a una explosión de racismo desmedida e incontrolable en el barrio. Cuando Flanagan ve la foto de la víctima, recuerda inmediatamente que era uno de los vecinos de Juana Romero y recuerda también cómo era la bolsa de basura que le vio tirar al contenedor.
La huelga de basureros favorece que Flanagan pueda hacerse con esa bolsa y que encuentre algunos indicios que le permiten iniciar las investigaciones. Estas le llevarán hasta Sirvent, el propietario de un bar frecuentado por los skinheads, y hasta COYDESA, una empresa inmobiliaria que acaba de comprar unos terrenos en el barrio con la intención de vendérselos a una cadena de hipermercados.
Descubrirá una completa trama de intereses económicos que implicará a los empresarios, pero tendrá que conformarse con salvar su dignidad frente al soborno: la falta de pruebas le impedirá desmentir la versión oficial en la que se inculpa solo al ejecutor material del asesinato, que aparece también muerto en aparente «ajuste de cuentas».

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Así comienza la novela:

Don’t you cry tonight / I still love you baby / Don’t you cry tonight / Don’t you cry tonight / There’s a heaven above you baby / And don’t you cry tonight.

Axl Rose, el vocalista de los Guns n’Roses, me aconsejaba, al oído, que no llorase aquella noche, y a mi alrededor yo no veía más que basura y desolación. Este comienzo, que transmite una lamentable sensación de melancolía, refleja una verdad como un rascacielos, tanto en sentido literal como en sentido figurado.

En sentido literal, escuchaba a los Guns n’Roses a través de los auriculares, y no veía más que basura y desolación a mi alrededor porque estaba vigilando un par de contenedores de basuras y hacía veinticuatro horas que en la ciudad se había iniciado una huelga de basureros. La porquería desbordaba los contenedores y los rodeaba con montículos pestilentes que resultaban tremendamente atractivos para las moscas, las ratas y los gatos, y que ahuyentaban a todos los seres humanos que no tuvieran la obligación de liberarse de sus desperdicios o que no tuvieran la desgracia de ejercer la profesión de detective privado, como era mi caso. Me había comprado un inhalador nasal con esencia de menta y lo esnifaba de vez en cuando para tranquilizar a mi pituitaria ofendida. Llevaba una hora y pico esperando a que la señora Juana Romero bajara su basura.

Tomando la frase inicial en sentido figurado, digamos que vuestro seguro servidor Juan Anguera, alias Flanagan, no se encontraba en la mejor época de su vida.

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Enlaces de interés:

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Lista de lectores de este libro:

  • Andreu Sánchez (3.º de ESO, curso 13/14)
Juanjo

Quant a Juanjo

Profesor de lengua y literatura castellanas, y amante de la una y la otra.
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