Dentistas o el pánico

[Foto: Ray Tsang]

Quizá no me creas, pero me gusta ir al dentista. En BCNDental solo hay recepcionistas chicas, de blanco impoluto. Todas aparentan un gran dominio odontológico, y al cerrar suavemente la puerta, te preguntan dulcemente qué te ha pasado. Yo las miro sonriente y busco las palabras precisas, a suerte de contraseña, que me hagan pasar sin más a una de las salas: Me comía un bastón cuando me saltó el esmalte. Después, minutos de vacío: solo, tumbado, con el vasito de agua listo para el fin de fiesta. Diplomas de marco fácil, gradulux blancas, ni rastro de polvo. Minutos musicales. Bryan Ferry relaja de verdad. El dentista aparece por detrás, sin avisar, vestido de verde y con mascarilla. ¿Qué tal? Y simultáneamente, el motor del sillón Infinity Dental Cross Inc. empieza a sonar. Descenso a los infiernos. A mi lado Verónica, una chica de blanco; sobre mí, la luz cegadora.

Dentistas y tú. Ese pánico o no. Extensión libre.

Alerta naranja

[Foto: Xuanxu]

Me gusta el parque de Berlín, donde me estoy instalando para pasar la noche. Es un gran sitio: abierto, con estanques, con laderas, con buenos bancos y con un rincón dedicado a Beethoven. Yo empecé tarde en esto del vagabundeo, a los 42 años, y me costó hacerme con los trucos del oficio. No obstante, ya he aprendido a distinguir mis toses. Y la que sufro desde noviembre me da mala espina. Nace de abajo y me abrasa, al pasar, la campanilla. Qué cosas: aquí mismo, hace pocas semanas, murió un hombre. Dios, qué frío está el césped; qué débil, qué delgado.
[Extraído de El País]

Noches al raso. Breve relato en primera persona. Extensión libre

A veces

[Foto: Elizaveta Musienko]

A veces
alguien te sonríe tímidamente en un supermercado
alguien te da un pañuelo
alguien te pregunta con pasión qué día es hoy en la sala
de espera de un dentista
alguien mira a tu amante o a tu hombre con envidia
alguien oye tu nombre y se pone a llorar.

A veces
encuentras en las páginas de un libro una vieja foto de la persona
que amas y eso te da un tremendo
escalofrío
vuelas sobre el Atlántico a más de mil kilómetros por
hora y piensas en sus ojos y en su pelo
estás en una celda mal iluminada y te acuerdas de un día luminoso
tocas un pie y te enervas como una quinceañera
regalas un sombrero y empiezas a  dar gritos.

Este es el principio de un poema de José A. Goytisolo titulado “A veces”. Con su permiso, vamos a tomarle la palabra y lo vamos a continuar nosotros.
Respetad su estructura: un verso que contiene el “A veces” y los versos libres debajo. Cinco imágenes son las que usa el poeta en cada estrofa.
Al final del último verso, punto y aparte.

Cápsulas

[Foto: Brooks Elliot]

Si te hubiera hecho caso, ahora recordaría – como tú – el tema que nos volvía locos sobre la pista aquel invierno cuando nos conocimos, para qué llamamos al médico de urgencias aquel sábado por reyes, las veces exactas que sentí tu mano confiada descansar sobre mi hombro o el nombre de aquel hotel barato en Málaga. Yo te envidiaba. Un día me confesaste que tomabas cápsulas que rellenabas en casa, en nuestra casa. Al principio no te entendí, pensé que bromeabas, porque se te ponía una sonrisa tan infantil que besarte parecía ilegal. Insistías en tomar, querías invitarme. Me abrazabas, te alejabas, volvías, te tirabas encima de mí, yo te aguantaba…y una tarde, bailando sin parar aquella música que sacábamos de no sé dónde, me convenciste. Al final conseguiste que descubriera el sabor de aquellas cápsulas caseras. Así supe lo que metías en ellas: eran nuestros recuerdos.

Tus deseos en una cápsula casera. Extensión abierta.

Juegos de mesa

[Foto: Loring Funaki]

Señor Monopoly, el parchís, el juego de la oca y el Abalone. Mi ajedrez, tu Scrabble, sus damas, nuestras damas chinas, su dominó. Aquel Baggammon, este solitario, ese Mahjong, y aquellos tres en raya. Un hundir la flota, algún ahorcado, un quién es quién, un diccionario, ningún Pictionary : en el Memory, con el póker y con su primo Strip.

Juegos de mesa. Ellos y tú. Extensión libre.

Casualidades

[Imagen: photowallpaper.com]

De pura casualidad me encontré con Adela en la puerta de una iglesia ortodoxa, en El Cairo: hacía casi veinte años de nuestra última vez juntos, en la facultad. Vi que estaba igual que siempre y ella me dijo a mí: “Estás igual”. Su marido y sus hijos buscaban una sombra cerca de la entrada. Nos besamos correctamente. Cómo contarle tantas cosas, cómo en dos palabras. Le dejé mi correo, emocionado, para seguir en contacto todos, su familia y la mía. Con los nervios, creo que le di mal mi dirección; a la vuelta de las vacaciones no tuve noticias suyas. Quizás se la di correctamente y ella la apuntó mal: esa ridícula precisión de los correos… No sé nada de ella, y creo que ya nunca más sabré. Tuve en mis manos la oportunidad –una entre un millón- y la perdí. Para siempre. Además, fui tonto: no pensé en hacernos una foto allí mismo, para festejar el reencuentro.

Una casualidad que hayas vivido o hayas estado a punto de vivir. Un hecho curioso que el azar te puso en bandeja. Extensión libre.

Lo que no sabes de mí

lo que no sabes de mí[Foto: Matt Martínez]

Esta nuestra primera tarde no quise decirte que trabajé muchos años en un circo; que si te abrazo fuerte es porque quiero poner los pies en el suelo, no volar sobre trapecios o dormir en caravanas. Que si tienes vértigo, yo sabré enseñarte a controlarlo; que no tengas miedo de mí, que yo sé escupir fuego. No quise decirte el porqué de las cicatrices: mi cuerpo siempre estuvo expuesto. Esta primera tarde mi alma está también abierta, pero no quise contarte aún nada. Lo que no sabes de mí es que ya te sueño, que haré malabares para tenerte; no sabes lo feliz que pienso hacerte…

Microtextos de realidad-ficción de 80 a 100 palabras; se trata de relatos en primera persona que, o bien desvelan algún misterio, o bien retratan nuestro presente y pasado.

Este verano…

[Foto: Brum D.]

Este verano conseguí librarme del zumbido del tigre, del miedo al agua fría de la playa, de los peregrinos, de las noches tontas, de los cines al aire libre. Me puse en serio con el suelo y  la cocina, y descubrí que, en penumbra, esta es la parte más fresca de la casa. Vencí mis resistencias a los cursos de bricolaje  y a los centros comerciales y me puse a ello. Descubrí que,  ya desde el instituto, temía al verano por su imprecisión y falta de ritmo. Este verano se fue y me dejó satisfecho, porque por primera vez me sentí feliz y activo y al final, tuve ganas de volver al tajo aunque en realidad, todo esto debo interpretarlo como lo que creo que es: una obvia sensación de falsa felicidad. Así que, por lo tanto, será mejor que volvamos de nuevo a julio.

Tus impresiones de este verano, de extensión libre.

Paréntesis

[Foto Javier García, 2006]

También las letras necesitan un descanso. Especialmente las letras de base, las que tienen como misión generar nuevas letras, nuevos textos. Para el estío nos refugiamos en las letras pasivas, las inmóviles, las sugerentes. Bienvenidas las novelas, los cuentos, los subtítulos. Llega el verano. Abandonémonos a la lectura, a los placeres de lo ya escrito y esta vez, sin los lentes escudriñadores, analíticos y conscientes. Nuestro blog deja, de todas maneras, una puerta entreabierta a los que aún siguen trabajando y a los que quieren aprovechar el estío para repasar, para reencontrarse con los viejos amigos: la morfología, la gramática, la sintaxis… Ha sido un curso intenso. Descansemos.

Lo desconocido

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[Reloj de sol, Tadao Ando]

A veces me imagino que un día de cada día el sol no sale. Sin aviso ni predicción aparente, se niega a salir y punto. Un cierto descontrol se va extendiendo por la ciudad, y deja paso a una confusión cada vez mayor. Tampoco hay luz en las calles porque la programación del alumbrado aquí aún no es sensorial; la oscuridad que reina afuera es desconcertante: ya son las diez de la mañana. Es entonces cuando me invade el miedo, el temor a lo que desconozco. La luz hoy es de color azul, oscura y mate. No se respira bien, el aire es denso. Estoy tan asustado que apenas tomo conciencia de que estoy solo aquí, en Cocoon IC5. Emigré hace poco y nadie me conoce.

Tú y la ciencia ficción. Un relato, una opinión…Te gusta, no te gusta… 70 palabras