[Foto: Geoff Mock]
Fue una idea brutal, inesperada, brillante. Llevaba años sin una ocurrencia rentable, encerrado en el pequeño taller fundiendo oro para economías de subsistencia. Recordó aquella vez que consiguió algo en plata que tuvo una relativa repercusión en el mercado, al menos durante el verano. Esto era mejor. Ilusionado, tomó aire. El nuevo proyecto consistiría en un recipiente minúsculo, de finísimo cristal, que engastaría con hilos de oro de alta calidad. Anillos, colgantes, pendientes. Debía calibrar pesos y coste, definir un perfil potencial suficientemente amplio y una publicidad fresca, pero agresiva. Llenaría sus joyas con su propia vida, de un rojo rubí: nacía la colección Trombocitos.
Relato con sangre, extensión libre.