[Óleo, T. Gilecki]
Tu piel es el cristal, tu alma los peces
que se ven a través de esa mampara
que te une al mundo mientras te separa,
cuyo ancho disminuye si tú creces.
Tus ojos son la luz, y sólo a veces
apartan la mirada que me azara;
contra mí misma nado, botavara
cautiva que se quiebra en tus dobleces.
Incierto es el afán con el que labro
caminos que te cerquen y te alcancen,
escalas que te rindan sin rendirse:
Y de cera la llave con la que abro
la puerta de tu almohada, donde abracen
mis peces a los tuyos hasta hundirse.
Pilar Blanco, de A flor de agua
Bienvenidos y bienvenidas a este nuevo curso. El blog reinicia su actividad y está ávido de participación. Leed sin prisa, prestad atención a cada verso. Aquí, un soneto, composición formada por dos cuartetos y dos tercetos. El soneto, señor de los poemas.
Si queréis, dejad aquí vuestro soneto (no cualquier poesía, solo sonetos); mostradnos aquel que preferís, o aquel que justo hoy habéis descubierto.
Pablo Neruda – Cien sonetos de Amor –
Soneto XXI
Oh que todo el amor propague en mí su boca,
que no sufra un momento más sin primavera,
yo no vendí sino mis manos al dolor,
ahora, bienamada, déjame con tus besos.
Cubre la luz del mes abierto con tu aroma,
cierra las puertas con tu cabellera,
y en cuanto a mí no olvides que si despierto y lloro
es porque en sueños sólo soy un niño perdido
que busca entre las hojas de la noche tus manos,
el contacto del trigo que tú me comunicas,
un rapto centelleante de sombra y energía.
Oh, bienamada, y nada más que sombra
por donde me acompañes en tus sueños
y me digas la hora de la luz.
Collige, virgo, rosas (chicas, aprovechad mientras podáis)
De Góngora, y su versión del tópico literario.
Mientras por competir con tu cabello,
oro bruñido al sol relumbra en vano;
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;
mientras a cada labio, por cogello.
siguen más ojos que al clavel temprano;
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello:
goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,
no sólo en plata o vïola troncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.
Más Quevedo; de hecho, lo repetimos:
Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra, que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora, a su afán ansioso linsojera;
mas no de esotra parte en la ribera
dejará la memoria en donde ardía;
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa;
Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrán sentido.
Polvo serán, mas polvo enamorado.
BENDITO SEA EL AÑO
Bendito sea el año, el punto, el día,
la estación, el lugar, el mes, la hora
y el país, en el cual su encantadora
mirada encadenóse al alma mía.
Bendita la dulcísima porfía
de entregarme a ese amor que en mi alma mora,
y el arco y las saetas, de que ahora
las llagas siento abiertas todavía.
Benditas las palabras con que canto
el nombre de mi amada; y mi tormento,
mis ansias, mis suspiros y mi llanto.
Y benditos mis versos y mi arte
pues la ensalzan, y, en fin, mi pensamiento,
puesto que ella tan sólo lo comparte.
Francesco Petrarca
EXAGERACIÓN DE SU AFECTO AMOROSO
Amor me ocupa el seso y los sentidos:
absorto estoy en éxtasi amoroso,
no me concede tregua ni reposo
esta guerra civil de los nacidos.
Explayóse el raudal de mis gemidos
por el grande distrito y doloroso
del corazón, en su penar dichoso,
y mis memorias anegó en olvidos.
Todo soy ruinas, todo soy destrozos,
escándalo funesto a los amantes,
que fabrican de lástima sus gozos.
Los que han de ser y los que fueron antes
estudien su salud en mis sollozos
y envidien mi dolor, si son constantes.
D. Francisco de Quevedo.
A UNA NARIZ
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un pez espada muy barbado.
Érase un reloj de sol mal encarado,
érase un alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón mas narizado.
Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce tribus de narices era.
Érase un naricísimo infinito,
muchísima nariz, nariz tan fiera,
que en la cara de Anás fuera delito.
Quevedo.
(La profesora de 1º de Bachillerato, en Literatura Castellana, nos hizo memorizar este soneto. Había un chico que se llamaba Anás y desde ese día en que la profesora nos explicó el significado, en vez de llamarle Anás le decíamos “sin nariz”.)
El mar, el mar y tú, plural espejo,
el mar de torso perezoso y lento
nadando por el mar, del mar sediento:
el mar que muere y nace un reflejo.
El mar y tú, su mar, el mar espejo:
roca que escala el mar con paso lento,
pilar de la sal que abate el mar sediento,
sed y vaivén y apenas un reflejo.
De la suma de instantes en que creces,
del círculo de imágenes del año,
retengo un mes de espumas y de peces,
y bajo cielos líquidos de estaño
tu cuerpo que en la luz abre bahías
al oscuro oleaje de los días.
Octavio Paz,
Amor constante más allá de la muerte.
Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora, a su afán ansioso lisonjera;
Mas no de esotra parte en la ribera
Dejará la memoria, en donde ardía:
Nadar sabe mi llama el agua fría,
Y perder el respeto a ley severa.
Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,
Venas, que humor a tanto fuego han dado,
Médulas, que han gloriosamente ardido,
Su cuerpo dejará, no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado.
Francisco de Quevedo.
Poesía mística española. Anónimo SXVI
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera
Luis García Montero: “Soneto herido”
La lluvia en el cristal de la ventana,
el aire de una plaza compartida,
el pañuelo de sombras de la vida,
la noche de Madrid y su mañana,
el amor, la ilusión del porvenir,
el dolor, la verdad de lo perdido,
la constancia de un sueño decidido,
la humana libertad de decidir,
la prisa, la política, el mercado,
las noticias, la voz, el indiscreto
deseo de saber lo silenciado,
el rumor, las mentiras y el secreto,
todo lo que la muerte os ha quitado
quisiera devolverlo en un soneto.
Hoy he encontrado este de Felipe Benítez Reyes.
¡Buenas noches!
EL SONETO NOCTURNO
La luna era ese párpado cerrado
que flotaba en el circo de la nada
y el niño retenía la mirada
su hipnótico vagar de astro cegado.
La noche es un jardín narcotizado
con esencias de alquimia y sombra helada
y tu infancia una estrella disecada
en el taller de niebla del pasado.
La luna vive ahora en los relojes
que lanzan sus saetas venenosas
sobre la esfera blanca de este sueño.
De este sueño sin fin del que recoges
la ceniza dorada de esas cosas
de las cuales un día fuiste dueño.
Mi preferido es el soneto LXXV de William Shakespeare.
Para mí eres lo mismo que el pan para la vida,
o lo que los aguaceros en mayo para el campo,
y tú, que eres mi paz, me obligas a igual lucha
que la que entre un avaro se libra y su riqueza:
a su orgullo y disfrute le sucede el temor
de que el tiempo rapaz le robe su tesoro;
yo pienso que es mejor estar contigo a solas
y, al poco, que debiera ver mi placer el mundo;
a ratos el banquete de tu vista me sacia
y por una mirada, después, muero de hambre,
y ya ningun deleite poseo ni persigo
distinto del que en ti tengo o pueda obtener.
Así estoy, día a día, hambriento y satisfecho,
y o todo lo devoro, o de todo carezco.
La impotencia lunar de ser tu amante,
no tener viviendo, amor, contigo;
este silencio azul al que me obligo
es mi pena más céntrica y constante.
Es una pena crónica y bastante,
un bisturí preciso. Es un castigo
este dolor que arrastro -y que no digo-
hasta ahora y de ahora en adelante.
Si mi tragedia es, siendo sincera,
quererte solo a ti y llevar por medio
entre pecho y espalda un imposible,
sé mi final y sé lo que me espera
porque te siento como imprescindible
y tú te irás sin mí y sin remedio.
Malva Quero, en Voces nuevas